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Laodicea: El fin de un ciclo

  • Fecha de publicación: Jueves, 20 Marzo 2008, 19:20 horas

Se dice que vivimos en los días de la iglesia de Laodicea, en una cultura materialista que ha depositado su confianza en el dinero, en los productos farmacéuticos y el gobierno, en lugar de confiar en Dios.  La espiritualidad verdadera se ha enfriado, y es semejante a una bebida tibia poco apetitosa que tiene que ser rechazada con disgusto. 

Con esta imagen en mente, ¿cómo nos mediríamos nosotros que somos creyentes modernos en este mundo?

El panorama más completo y objetivo de la iglesia, del cuerpo de Cristo, se encuentra en los capítulos dos y tres de Apocalipsis, en donde las siete iglesias de Asia Menor profetizan la sucesión de victorias y catástrofes que marcarían su curso futuro.  Su destino dista mucho de ser el cuerpo idealizado y victorioso visualizado a menudo en homilías y sermones.  Incluso la lectura superficial de esta asombrosa profecía revela que desde su propio principio, la edad de la iglesia estaba por experimentar muchos desvíos y dificultades.

Es una procesión de tipos, que comienzan con el celo apostólico de Éfeso y terminan con el indulgente libertinaje de Laodicea, donde encontramos una congregación totalmente consumida por la devoción a la riqueza mundana.  Sabiendo de antemano que este sería el caso de Laodicea, ¿por qué Dios permitió la existencia de una iglesia que iba a ponerse tan rápidamente en fila con el mundo, en lo que pareciera ser la falla del evangelio?

Basados en la suposición natural de que el papel de la iglesia es propagar el evangelio, esta es una respuesta legítima.  Pero como en cada caso que la Biblia plantea una pregunta, provee la respuesta.  Se encuentra en las primeras doctrinas proféticas del período apostólico.  La cuidadosa enseñanza evangélica provee la respuesta obvia a esta pregunta.

El cuerpo de creyentes que integran la Iglesia, fue destinado a ser forjado sobre el yunque del pecado, infiltración satánica y persecución externa.  No es una planta de invernadero que sólo puede crecer y prosperar bajo circunstancias perfectas.  Más bien es perfeccionada por medio de la dificultad y el desafío.  Este principio es magníficamente ilustrado por un evento en la vida del apóstol Pablo.  Hablando de una experiencia personal, él dijo: “De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades.  Sin embargo, si quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí.  Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.  Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.  Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.  Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:5-10).

En esta simple declaración, Pablo provee tal vez la mejor posible ilustración del punto de vista del Señor y de la fe y práctica cristiana.  Tal como en el caso del apóstol, la iglesia alcanza su nivel espiritual más alto cuando se encuentra bajo oposición, presión y limitación.  En el proceso de santificación, la debilidad de la carne se convierte en la fortaleza del Espíritu.

De esta manera, la norma de la iglesia está diseñada en conformidad con la vida del hombre, ya que su debilidad se convierte en fortaleza.  Lo que comenzó como una experiencia espiritual en la vida de Pablo más tarde fue confirmado en las experiencias de los mártires cristianos demasiado numerosas para mencionar.

¿Quién puede olvidar las palabras proféticas de Pedro acerca de la naturaleza de la iglesia que habría de venir?: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 P. 2:1).

Las herejías que se han infiltrado en la iglesia por medio de maestros diabólicamente inteligentes son demasiado numerosas para mencionarlas.  Pervierten las doctrinas bíblicas de los profetas y apóstoles transformándolas en una mezcolanza de dogmas que los ha capacitado para controlar a los crédulos y los inmaduros.  Para empeorar las cosas, los asaltos doctrinales se agravaron por los ataques externos.

El libro de los mártires escrito en el siglo XVI por John Fox, es un recuento de las persecuciones romanas, persas y papales, con su larga lista de inquisidores.  Él habla de las incontables opresiones de los santos en Escocia, Inglaterra y toda Europa.  Cualquiera que lea este libro puede ver el interminable hostigamiento y tortura de los fieles cristianos.  Pero mucho antes del señor Fox, el papel de los mártires era bien reconocido.

Fue Tertuliano, uno de los primeros padres de la iglesia, quien viviera entre los años 160 al 225 de la era cristiana, quien dijo: «La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia».

Judas, uno de los hermanos del Señor escribió su compacta epístola en un tiempo cercano a la destrucción del templo de Herodes por los romanos, en el año 70 de la era cristiana.  Él urgió a sus lectores a contender por la fe, a la luz del hecho que los falsos maestros estaban en el proceso de penetrar en los círculos más internos del liderazgo de la iglesia.  Les dijo: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.  Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.  Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.  Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.  No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores.  Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.  Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.  ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré.  Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (Jud. 3-12).

Judas compara a estos falsos maestros con los rebeldes entre las tribus del Éxodo, con los ángeles caídos, con los desviados sexuales de Sodoma, con el asesino Caín, con el insolente Balaam (el profeta por contrato) y con el infame Coré, quien con sus seguidores fue juzgado cuando se abrió la tierra debajo de sus pies y se los tragó a todos.

Este es el papel profetizado de la iglesia, ser perseguida desde el exterior y estar contaminada desde su interior.  Las siete iglesias clarifican y detallan la naturaleza de este fenómeno.  Un rápido repaso a la historia de la iglesia revela la estrecha conexión entre la profecía de Apocalipsis y la gran dificultad que ha enfrentado la iglesia histórica.  Su estudio revela que cada una de ellas enfrentó un desafío extremo.  Una breve mirada retrospectiva muestra que este es el caso.

Éfeso

     “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.  Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.  Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.  Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.  Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Ap. 2:1-7).

Los eruditos bíblicos consideran a Éfeso como una de las iglesias mejores y más grandes en los tiempos del Nuevo Testamento.  Fue iniciada por el apóstol Pablo a la conclusión de su segunda jornada misionera.  Se encontraba localizada en una ciudad perversa entregada a la adoración de la diosa Diana.  Éfeso era la capital de Asia Menor, un centro de comercio de tierra y mar, que junto a Alejandría y Antioquía en Siria, era una de las tres ciudades con mayor influencia en la parte oriental del imperio Romano

El templo de Diana situado al nordeste de la ciudad, era considerado una de las siete maravillas de la antigüedad.  Fue construido a principios del siglo III A.C. y le daba renombre a Éfeso, la que se jactaba de ser la “…guardiana del templo de la gran diosa Diana…” (Hch. 19:35).

El celo y pureza de la enseñanza apostólica caracterizó la iglesia desde la resurrección de Cristo en el año 30 de la era cristiana, hasta el final del año cien de la misma era.  Como se podría esperar, es alabada por enfrentarse contra los falsos maestros.  El nombre «Éfeso» significa «deseado» y esta era la más deseable de todas las iglesias.  Se caracterizó por un evangelismo ferviente.  Una de las principales razones para esto fue el gran porcentaje de convertidos judíos que la integraban.  La Iglesia de Jesucristo le debe mucho a los judíos, a quienes estamos en deuda por la Biblia y nuestro salvador Jesucristo.  El éxito de esta iglesia primitiva se debía en gran manera a la preponderancia del liderazgo judío y a su creencia contagiosa de que Jesús podía regresar mientras ellos aún estaban vivos.

Hay fuerte indicación en la Escritura de que la iglesia primitiva predicó el evangelio alrededor del mundo.  La Biblia señala que antes que se hubiera completado el Canon, la iglesia de los primeros días llevó a cabo la propagación más grande del evangelio gracias a la predicación de cristianos judíos.  De hecho, incluso con nuestros medios modernos de comunicación, como página impresa, radio, televisión, computadoras, internet y demás, no podemos igualar el éxito evangelístico de ellos.

Cristo sólo tuvo una condenación contra esta iglesia, pero fue realmente muy seria: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”.  A pesar de tener básicamente fe, inconscientemente sucumbieron a la tendencia natural de permitir que la experiencia tan maravillosa de la salvación se convirtiera en algo común y corriente.  Para el tiempo en que fuera dado este mensaje, ya la generación de los apóstoles había pasado con excepción del apóstol Juan.  Sus hijos ocupaban su lugar.  Aunque los efesios amaban al Señor habían perdido esa chispa espontánea que encendiera al principio su amor por Él.

Durante este primer siglo de la iglesia fueron muchos los mártires que regaron con su sangre la semilla del evangelio, el primero como sabemos fue Esteban, pero de hecho todos los apóstoles sufrieron la muerte por martirio, con la única excepción de Juan.  La primera persecución de la iglesia tuvo lugar en el año 67 bajo Nerón, el sexto emperador de Roma.  Este monarca reinó por espacio de cinco años de manera tolerable, pero luego dio rienda suelta al mayor desenfreno y a las más atroces barbaridades.  Uno de sus caprichos diabólicos, fue que ordenó el incendio de la ciudad de Roma, orden que fue cumplida por sus oficiales.  Cuando Nerón descubrió que su conducta era intensamente censurada, y que era objeto de un profundo odio, culpó a los cristianos desatando una atroz persecución.  Nerón inventó todo tipo de castigos contra los cristianos, hizo que algunos fueran cosidos en pieles de animales salvajes, arrojándoselos a los perros para que los atacaran, a otros los cubría con cera y luego les prendía fuego atados a postes para que iluminaran sus jardines como antorchas humanas.  Fue durante esta persecución que fueron martirizados Pablo y Pedro.

La segunda persecución tuvo lugar bajo el emperador Domiciano, en el año 81 de la era cristiana.  Entre los numerosos mártires que sufrieron durante esta persecución estaban Simeón, obispo de Jerusalén, que fue crucificado; el apóstol Juan, que fue hervido en aceite y luego desterrado a Patmos.  Además dictó un decreto que decía, «que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quedaría exento de castigo si no renunciaba a su religión».

Esmirna

     La iglesia de Esmirna, la perseguida se extendió desde el año 100 hasta el 312: “Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.  No temas en nada lo que vas a padecer.  He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días.  Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.  El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Ap. 2:8-11).

El período de Esmirna es probablemente el tiempo más grande de persecución que la iglesia de Cristo haya conocido jamás.  Satanás desató un ataque violento contra el cristianismo en un esfuerzo por aniquilarlo, ya que era evidente para él, que la iglesia apostólica, debido a su predicación fiel del evangelio se había convertido en una seria amenaza para su impío imperio mundial.

Los creyentes en Esmirna eran una iglesia afligida, atribulada por falsos maestros que aseguraban ser judíos, pero que realmente no eran.  Estos eran probablemente los gentiles adherentes a las varias formas del judeo-gnosticismo, aferrados al judaísmo legalista y a la creencia de que Cristo vino en un cuerpo espiritual, no carnal.

•   La tercera persecución se inició en el año 108 de la era cristiana bajo Trajano.  Adriano, el sucesor de Trajano, continuó esta tercera persecución con tanta severidad como su sucesor.  En este tiempo fueron martirizados alrededor de diez mil cristianos.
•   La cuarta persecución fue emprendida por Marco Aurelio Antonino en el año 162.  Las crueldades que ejecutó fueron de tal calibre que los espectadores se estremecían de horror al verlas, y quedaban atónitos ante el valor de los mártires.
•   La quinta, por Severo en el año 192.
•   La sexta por Maximino, en el año 235.
•   La séptima por Decio, en el año 249.
•   La octava por Valeriano, en el año 257.
•   La novena por Aureliano, en el año 274, y
•   La décima por Diocleciano, en el año 303.

Pérgamo

     La iglesia de Pérgamo, la complaciente, se extendió desde el año 312 hasta el 606: “Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.  Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.  Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.  Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.  Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap. 2:12-17).

Cuando Constantino se convirtió en emperador de Roma, llegó a ser emperador virtual del mundo occidental.  Como autonombrado protector de la fe cristiana, decretó un edicto de tolerancia para el cristianismo y le otorgó muchos favores a la iglesia.  El gobierno proveyó dinero para el funcionamiento de la iglesia y muchos de los templos paganos fueron ocupados por los cristianos.  Para complacer al emperador, estos líderes adoptaron costumbres que eran paralelas con las prácticas paganas.  Un compromiso invariablemente conduce a otro y lo que al comenzar parecía ser una gran bendición terminó como una gran maldición.  Durante los tres siglos siguientes de este período fueron adoptadas muchas prácticas anticristianas de origen pagano, las cuales privaron a la iglesia de su fuego y fervor evangelístico.

La iglesia romana adoptó el punto de vista que la aceptación traería consigo gran poder político y financiero, lo cual, claro está, fue así.  Por más de mil años creció en poder, prestigio y corrupción.  Algunos eruditos griegos han señalado que «Pérgamos» definitivamente significa «casado».  Otros incluso lo traducen «bigamia».  Cualquiera sea el caso, el período representado por esta iglesia fue testigo del trágico espectáculo, del matrimonio de la iglesia, por decirlo así, con el sistema mundial.

La influencia del paganismo en el cristianismo aumentó poco a poco con el paso de los años.  La iglesia comenzó a envolverse a sí misma en misterio y rituales que tenían un fuerte parecido con el misticismo babilónico.  Se introdujo la práctica del rosario cuyo origen es pagano.  También la práctica del celibato entre los sacerdotes y las monjas, lo cual no tiene fundamento en la Escritura, sino en las vírgenes vestales del paganismo.  A continuación citaremos una lista parcial de los cambios contrarios a la Escritura que fueran introducidos en esta edad.  Gradualmente estos cambios llegaron a tener más importancia que las enseñanzas originales del cristianismo:

• Año 300 -    Las oraciones por los muertos
• Año 300 -    El hacer la señal de la cruz
• Año 375 -    Se introdujo la adoración de los santos y de los ángeles
• Año 394 -    Se instituyó el sacrificio de la misa
• Año 431 -    Se inició el culto a María
• Año 500 -    Los sacerdotes comenzaron a vestirse en forma diferente a los laicos
• Año 526 -    Se comenzó a administrar la extremaunción como un sacramento
• Año 593 -    Se introdujo la doctrina del purgatorio
• Año 600 -    Los servicios de adoración comenzaron a celebrarse en latín
• Año 600 -    Las oraciones a María
Para el año 500 de la era cristiana, esta iglesia del estado se había establecido completamente y la doctrina de los nicolaítas estaba arraigada en un sacerdocio que nunca fue ni descrito ni aprobado por los apóstoles.

La palabra «nicolaítas» se deriva del griego niko que denota «conquistar, derrocar» y laos que significa «personas laicas».  Parece que en los primeros días de la iglesia los seguidores de Nicolás sostenían dos puntos de vista heréticos muy serios:

1.  Practicaban la sensualidad al separar por completo la naturaleza física y espiritual del hombre, otorgándose a sí mismos licencia para pecar.

2.  Trataron de establecer un orden eclesiástico.  Esta última herejía es conocida como «nicolaitinismo».  Evidentemente trataron de nombrar obispos, arzobispos, cardenales y Papas.  Nicolaitinismo, que es sinónimo del clericalismo del día moderno, es un concepto sobre el cual dijo Jesucristo: “Las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco”.

Tiatira

     La iglesia de Tiatira, o iglesia pagana se extendió desde el año 606 hasta la edad del oscurantismo.  La iglesia de la edad del oscurantismo, permaneció desde el año 500 hasta el 1.500, ¡un milenio de oscuridad!: “Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto: Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.  Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.  Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.  He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.  Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.  Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.  Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:18-29).

La iglesia en Tiatira produjo lo que se conoce en la historia como la edad del oscurantismo.  Es decir que el programa de fusionar el paganismo con el cristianismo comenzó bajo la iglesia de Pérgamo y alcanzó su clímax con la iglesia de Tiatira, porque el paganismo es oscuridad.  La luz que el Señor Jesucristo le confiara a su Iglesia parpadeó durante la edad del oscurantismo y no volvió a brillar, sino hasta los días de la Reforma.  Bajo el período de esta iglesia y los subsiguientes tuvieron lugar más cambios en la doctrina, todos de origen pagano.  Algunos fueron:

• Año 607 -    Bonifacio fue nombrado primer Papa
• Año 709 -    Se implantó la costumbre de besarle el pie al Papa
• Año 786 -    La adoración de imágenes y reliquias
• Año 850 -    Comenzó a usarse el agua bendita
• Año 995 -    La canonización de los santos muertos
• Año 998 -    El ayuno los primeros viernes y durante la cuaresma
• Año 1079 -  El celibato sacerdotal
• Año 1090 -  Se implantó la práctica de rezar el rosario
• Año 1184 -  La inquisición
• Año 1190 -  La venta de indulgencias
• Año 1215 -  La transubstanciación
• Año 1220 -  La adoración de la hostia
• Año 1229 -  Se prohibió que los laicos leyeran la Biblia
• Año 1414 -  Se prohibió que los laicos participaran del vino durante la comunión
• Año 1439 -  Se decretó la doctrina del purgatorio
• Año 1439 -  Se confirmó la doctrina de los siete sacramentos
En Apocalipsis 2:20 se le llama a Tiatira “Jezabel”, la perversa mujer que primero apareció como la sacerdotisa de Baal y se casó con el rey Acab, pero que en el fin aparecerá como “...un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (Ap. 17:5b).

Sardis

     “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.  Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.  Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.  Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.  Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.  El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:1-6).  Esta iglesia se extiende desde la Reforma hasta el fin.

Alrededor del año 1.500 de la era cristiana, rayos diminutos de luz comenzaron a aparecer a través de los mil años de oscuridad que habían cubierto las monarquías religiosas de Europa, las que habían construido su estructura de poder en conjunción con la autoridad Papal.  Alrededor de ese tiempo, William Tyndale tradujo la Biblia del latín al inglés.  A pesar de haber sido sentenciado a muerte por esto, emprendió un movimiento en favor del estudio individual de la Escritura que no cesaría.

El año 1517 proveyó el marcador de tiempo más obvio de este período, cuando Martín Lutero clavó sus 95 declaraciones teológicas sobre la puerta de la iglesia en Wittenberg.

Su motivo principal fue restablecer la doctrina de la justificación por fe, en lugar de las obras aprobadas por la iglesia.  Aunque este período fue testigo de un gran despertar espiritual, fracasó al no poder librar al cristianismo de la opresión del Sacro Imperio Romano de los emperadores europeos y sus iglesias del estado, tal como la luterana, anglicana y otras similares.  Por consiguiente, en su mayor parte permaneció como una iglesia muerta.

Esto comenzó a cambiar después de 1648 y la Paz de Westfalia, la cual puso fin a la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos.  Alrededor de los años 1700 comenzó a prevalecer una nueva atmósfera, en la cual se aceleró el diálogo y la actividad misionera en el cristianismo, sin embargo también se introdujeron más herejías, tales como:

• Año 1508 -  Se aprobó el Ave María
• Año 1534 -  Se fundó la orden Jesuita
• Año 1545 -  Se le otorgó a la tradición una autoridad igual a la Biblia
• Año 1546 -  Se le agregaron los libros apócrifos a la Biblia

Filadelfia

     “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.  He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.  Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.  He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.  Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:7-13).  Esta iglesia misionera, se inició alrededor del año 1750 y se extiende hasta la tribulación.

Los años que siguieron a los 1700 también fueron testigos del rápido auge de los inventos.  James Watt inventó la máquina de vapor.  Nació Benjamín Franklin, quien en 1747 inició sus experimentos sobre la electricidad.  Inventó el pararrayos y presentó la llamada teoría del fluido único para explicar los dos tipos de electricidad, positiva y negativa.

También fue la época de Isaac Newton, matemático y físico británico, considerado uno de los más grandes científicos de la historia, quien hizo importantes aportaciones en muchos campos de la ciencia.  Sus descubrimientos y teorías sirvieron de base a la mayor parte de los avances científicos desarrollados desde su época.

A pesar de todo, las iglesias posteriores a la Reforma de Europa permanecieron como las poseedoras del poder político y financiero.  Continuaron alineadas con los reyes cuyas monarquías eran consideradas divinamente ordenadas.  De tal manera que el derecho divino de los reyes caracterizaba el poder de la iglesia, el cual consideraba a la clase gobernante como naturalmente superior a los empobrecidos siervos.

Pero algo había cambiado, porque la Biblia que en un tiempo sólo podía ser leída por los sacerdotes, ahora estaba a disposición de las multitudes reprimidas, las que ansiosas comenzaron a estudiar las Escrituras.  Los peregrinos del nuevo mundo asociaron las palabras de la Biblia y libertad en Cristo con la propiedad privada y el gobierno representativo.

Con la declaración de independencia de Estados Unidos en 1776, el poder del estado se quebrantó.  Por medio de la revolución industrial, los viajes globales y el auge de las economías modernas, la luz del evangelio resplandeció.  A mediados del siglo XIX, un enorme cambio tuvo lugar cuando en Inglaterra y América independiente, los estudiosos de la Biblia comenzaron a anticipar el retorno de Israel a la Tierra Santa.  Al mismo tiempo los grandes movimientos misioneros empezaron a extenderse por el mundo con el mensaje del evangelio.

Cuando se aproximaba el año 1900, los grandes movimientos misioneros llegaron a su pleno potencial.  Había nacido la iglesia moderna.  En estos años como en los anteriores también se introdujeron herejías:

• Año 1854 -  Se decretó la inmaculada concepción de María
• Año 1864 -  Se proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción
• Año 1870 -  Se decretó la infalibilidad del Papa

Laodicea

     Tristemente, el año 1900 también fue testigo del auge de la iglesia institucional.   La palabra clave del siglo XX fue «negocios».  Hacerse rico era la meta.  El modelo del siglo XIX del escritor norteamericano Horatio Alger, ahora impregnaba las sociedades americana y europea.  Sus historias de pobreza a riqueza inspiraron lo que llegó a ser conocido como «el sueño americano».
Esto también penetró en la iglesia, la cual ansiosamente adoptó el modelo de los negocios, los principios de la contabilidad moderna y el recolectar fondos.  Conforme progresó el siglo a través de las dos guerras mundiales y la batalla del comunismo, hubo un gran aumento en las actividades cristianas centradas en el crecimiento financiero.  Mientras que al mismo tiempo iban desapareciendo el celo por la sana doctrina, la evangelización, la santidad personal, el fervor evangelístico y la edificación de los cristianos en las doctrinas estrictamente bíblicas.
La gran lección espiritual de Pablo fue ignorada.  Recuerde las instrucciones que le diera el Señor: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad...”  (2 Co. 12:9a).
Desde 1900 hasta el presente, el modelo de la iglesia de Laodicea se ha ido afianzando cada vez más en la administración de la iglesia.  Los grandes negocios, la comunicación y el impacto internacional, han llegado a dominar la mente de los planeadores de iglesias.  Y por las últimas tres décadas, la computadora e internet, han vinculado estrechamente el modelo del negocio secular en la estructura de la iglesia.
Verdaderamente la iglesia también ha avanzado de la pobreza a la riqueza, pero a menudo para detrimento de su verdadero papel, que es el de “perfeccionar a los santos”mediante la enseñanza de la sana doctrina.

Una línea de tiempo histórica

     El anterior resumen de la historia de la iglesia es aceptado comúnmente y se ha publicado muchas veces.  Todo el registro documenta claramente, qué es lo que ocurre cuando el cuerpo de Cristo interactúa durante un largo período con el sistema mundial, algo que ahora es tomado como la norma.  Se trata de una historia lineal que ofrece un espléndido ejemplo, una exposición que servirá para siempre como instrucción a todos esos que piensan rebelarse contra el Señor Dios.

Su punto climático se encuentra en Éfeso, la primera en la serie de iglesias, en la que Pablo permaneció por dos años.  Es también el nombre de la epístola de Pablo la cual introduce la iglesia como el cuerpo de Cristo.  Se encontraba en una ciudad importante, llamada el «Lugar de amaraje».  Los romanos y los griegos por largo tiempo consideraron al mar Egeo como la puerta de entrada a Asia Menor.
Pasado un tiempo después de la ejecución de Pablo, el apóstol Juan se convirtió en obispo de este importante lugar.  Permaneció allí hasta su muerte en el siglo primero.  Su grandioso templo a Diana de los efesios mencionado en el capítulo 19 de Hechos, era considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Fue así como la propia sede la iglesia fue establecida bajo la sombra del poder diabólico.  Pero... ¿Debemos entonces considerar esto como algo fuera de lugar?  No, si estamos realmente familiarizados con la extensa historia redentora de la creación arruinada.  Dios decidió no destruir a Satanás, llamado en Ezequiel 28:14 “...querubín grande, protector...”.  Claro está, su pecado fue su determinación a ser igual al Altísimo: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:13, 14).

La suya fue una rebelión de proporciones inmensas.  Tal vez millones o miles de millones de las huestes celestiales se unieron a él.  Sin embargo, Jehová Dios que podía haber exterminado tanto a él como a sus seguidores en un instante, permitió que retuviera control sobre un territorio designado.  No estamos enteramente seguros acerca de su extensión, pero ciertamente incluye al planeta Tierra.  Incluso, Dios hasta le permitió al dragón, a la serpiente antigua, que corrompiera a la primera pareja.

La forma cómo tentó a Eva es exactamente análoga a la que ha tenido lugar a lo largo de la historia de la iglesia.  Él y sus representantes repiten su papel original, conforme tientan y corrompen a sus miembros.  Ellos llevan a cabo mucha destrucción, pero la causa del Señor continúa a pesar de sus perturbaciones.

En lugar de haber destruido a Satanás, el Señor le permitió que actuara como tentador, en la misma forma como permitió que Pablo tuviera un aguijón en la carne.  Así como su fortaleza se perfeccionó en la debilidad, la iglesia de la misma manera se perfecciona por medio de la lucha y las tribulaciones.

Un ciclo, un círculo

     Sin embargo, el modelo de las siete iglesias es mucho más que una historia linear.  Incluso hasta se dice, que en algún momento dado del tiempo, en los últimos dos mil años, todos los siete tipos de la Iglesia han co-existido simultáneamente, y que continuarán así hasta el rapto.  Esto tiene perfecto sentido, ya que el número siete, bíblicamente expresa una frase completa sobre un tema particular.  La profecía compuesta de las iglesias presenta todas las variables como un cuadro compuesto de lo que ocurre cuando los creyentes batallan con las fuerzas de Satanás.

Además, desde el interior cada uno de los siete tipos, miembros del cuerpo de Cristo son apartados para redención.  Incluso en la más herética y corrupta de todas las iglesias, ha habido en su interior un remanente fiel.

Tal vez sea más exacto hablar del cuadro total que presentan las siete iglesias, como un gran ciclo que marca los altos y bajos de una empresa operada bajo la supervisión de simples seres humanos.

Un ciclo es simplemente una metáfora para un círculo.  Es una reflexión del dicho común: «Entre más cambian las cosas, todo permanece lo mismo».  En el fondo sabemos, que los seres humanos llevan en sí mismos las semillas de su propia destrucción.  Pueden subir a grandes alturas, para luego descender una vez más a las profundidades.  O bien pueden ser golpeados por sus enemigos, pero pronto como la hierba que brota en medio de una grieta en la acera, crecen para volver a florecer.

El rey Salomón de manera brillante observó el fenómeno de los ciclos naturales en Eclesiastés, un libro escrito casi a la conclusión de su vida, después de muchas desviaciones y distracciones personales de su verdadera misión espiritual.  Dijo: “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.  Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.  El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.  Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.  Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.  ¿Qué es lo que fue?  Lo mismo que será.  ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Ec. 1:4-9).

El sol, el viento, el agua y la humanidad, todo avanza en círculo una y otra vez.  Salomón asocia los ciclos de la naturaleza con el comportamiento del hombre.  Lo que hace ahora, lo hizo antes.  Es la naturaleza básica de la vida.  Virtualmente el entero libro de Eclesiastés está escrito alrededor de esta premisa.  Vez tras vez, el hombre se esfuerza por promoverse a sí mismo y a sus intereses, y trata de adquirir alguna importancia.  Sus instituciones pueden prosperar por un tiempo, pero usualmente terminan por decaer.  El reinado de Salomón provee un ejemplo de este fenómeno.  Hacia el final de su vida, él se vio forzado a hacer esta observación: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:13).

En otras palabras lo que Salomón quiso decir, es que para escapar del ciclo de la vida “bajo el sol”, tenemos que vivir por fe.

Volviendo al tema que hemos estado analizando, es bien interesante mirar la situación geográfica de las siete iglesias.  En otros artículos ya he me he referido al hecho, de que geográficamente las siete iglesias primitivas forman un círculo alargado.  Se encontraban localizadas bien cerca la una de la otra en el occidente de Asia Menor.

El Señor las seleccionó como ejemplos entre las iglesias remotas del imperio romano... desde Babilonia hasta España.  Él bien pudo escoger a otras como una de las sietes, tal como la de Roma, Filipos, Corinto, Antioquía o Siria, cada una de las cuales era importante en formas particulares.  En lugar de eso seleccionó un círculo pequeño de ciudades en Asia Menor.  Todas, con excepción de una, la de Éfeso, eran tan oscuras que tal vez habrían sido olvidadas por completo si no estuvieran incluidas en la escritura profética de Apocalipsis.

Comenzando en Éfeso y continuando en un círculo en dirección de las manecillas del reloj, viajamos a lo largo del curso de la historia.  Al llegar a Laodicea podemos retroceder al principio y comenzar de nuevo otra vez, ya que con el paso del tiempo, el mundo termina por penetrar en la iglesia e incapacitarla.  El celo apostólico de Éfeso es reemplazado por el paganismo de la persecución romana durante Esmirna.  Ésta a cambio se convierte en la fuerza interna que la dirige, resultando en la iglesia de Pérgamo totalmente falsa, la cual está casada con el mundo.  Luego viene la oscuridad en Tiatira, en una larga edad de inmersión en completa idolatría.  En ese punto, en medio de la oscuridad, brilla la reforma.  Surge un remanente fiel proveyendo a las generaciones subsiguientes con la motivación para regresar al celo de la pureza apostólica, lo cual vemos en Sardis.  Sobreviene una revolución y el evangelio es predicado una vez más en Filadelfia.  Pero el éxito de sus movimientos resulta en Laodicea con una riqueza mundana y la degeneración final del sistema.  En ese punto, lo único que tiene sentido es un retorno a la pasión original de los apóstoles.  De regreso a Éfeso el ciclo comienza una vez más.

Mucho antes de que se iniciara la torturada historia de la Iglesia, la visión de las siete iglesias anticipa proféticamente este patrón.  En una forma, es un modelo que refleja todo el esfuerzo humano, el cual comienza con celo, luego degenera en el compromiso moral.  De allí en adelante se torna improductivo como muerto, pero después de un tiempo revive a la vida.  No obstante, en lugar de regresar a su pureza y celo inicial, se revela en poder y riqueza mundana.  Sólo entonces el ciclo regresa a su primera etapa, experimentando un renacimiento... un nuevo comienzo caracterizado por el celo y la dedicación.

Historia judía

     En la larga historia del pensamiento y práctica judía, el concepto del ciclo histórico se halla estructurado en sus siete fiestas solemnes.  La Pascua, los Panes sin Levadura, las Primicias, Pentecostés, las Fiestas de las Trompetas, el Día de Expiación y los Tabernáculos, nos llevan a través del ciclo de sacrificio de sangre, cosecha, juicio, redención y el Reino.  Puede decirse que a lo largo de estos siglos, Israel ha tenido gran auge y ha caído muchas veces.  Tal vez por esta razón, y quizá porque ellos recuerdan las palabras de Salomón en Eclesiastés, han incorporado este concepto en sus patrones de adoración de la Escritura.

Como ya hemos observado en el pasado, los judíos consideran las veintidós letras del alfabeto hebreo como símbolos espirituales.  En su comentario sobre la letra «nun», la «b», dicen que es un símbolo para «fe», haciendo notar que cuando está invertida, es símbolo de la caída.  Es así como la misma letra denota auge y caída.

Tal como escribe el rabino Michael Munk, en la página 158 de su libro La sabiduría en el alfabeto hebreo: «La letra ‘nun’, en sí misma implica el concepto de esperanza, redención y el futuro final, resurrección.  ‘Nun’ también implica caída, pero al mismo tiempo luz en las tinieblas y espíritu en el cuerpo».

El rabino Munk comenta que la letra «nun», la «b», cuando está inclinada, implica pecado y dolor, pero en su forma final cuando está recta, es una metáfora del estado espiritual de los fieles.  Por esta razón, los judíos definen la fe como la «caída y el apogeo».

El rabino Munk sigue diciendo: «La majestad de Dios está expresada en la naturaleza y sus ciclos.

     Los ciclos de la naturaleza, los cambios de estaciones, la renovación mensual de la luna, el ciclo solar de veintiocho años, todo enseña que hay un patrón y propósito para el universo.  La salida y la puesta diaria del sol y de la luna llevaron a Abraham a reconocer que el mundo tiene un Creador».

Él entonces se refiere a la práctica de los judíos de danzar en círculos, asociándolos con los Rollos del Tora y la celebración de los ciclos de la historia.  Menciona la victoria de Josué sobre la ciudad canaanita de Jericó y su marcha en círculos alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocaban sus trompetas de shofar, de cuerno de carnero.

Patrón metafórico

     Estudiosos de la Palabra de Dios, creen que tal parece que esta antigua práctica nos recuerdan las siete iglesias, y sus batallas en contra del sistema mundial.  Como ya hemos visto, su marcha histórica nos lleva a través de muchas etapas de creencia y desilusión, emoción, fatiga, abandono, paganismo, despertar, renacimiento, disipación.  Luego viene una nueva oleada de emoción, y un entero ciclo comienza nuevamente.

La iglesia terrenal no es la respuesta a la conclusión del ciclo.  Es sólo una débil reflexión de la iglesia verdadera y espiritual... no un edificio o una institución, sino un pueblo resucitado como pilares en el Templo de Dios.

La justicia del pueblo

     Si la interpretación tradicional de las siete iglesias y su curso a lo largo de la historia es correcta, nosotros ahora estamos viviendo en la edad de Laodicea, la cual comenzó con el auge de la apostasía liberal al comienzo del siglo XX.  En el clímax de los grandes movimientos globales misioneros, las escuelas alemanas de Alta Crítica, el Evangelio Social y la doctrina del pensamiento positivo llegaron a América.  Con el paso de los años fueron entremezclándose sutilmente en las congregaciones bíblicas.  Para finales del siglo, y avanzando hacia el siglo XXI, las asociaciones denominacionales y las mega iglesias llegaron a dominar con sus estilos dramáticos de adoración, música y comunicaciones masivas establecidas como la norma.

En apoyo a este estilo, muchos si acaso no la mayoría de seminarios gradualmente dejaron de enfatizar la sana doctrina enfocándose en programas que llegaron a ser conocidos como “crecimiento de la iglesia”.  Para llevar a cabo esto comenzaron a utilizar técnicas de negocios en la administración de la iglesia.  Pero la iglesia no es, ni nunca ha sido, ni será una corporación.  Es un organismo, con el Señor Jesucristo como la Cabeza y los creyentes como su cuerpo.  O para ponerlo en otra forma, la iglesia es su pueblo y su ministerio se origina y es dirigido directamente por el Señor y no por ninguna autoridad terrenal.

Pero... ¿Qué es Laodiceanismo?  Para saberlo tal vez deberíamos empezar con el nombre de la ciudad en donde se encontraba la iglesia.  Laodicea se origina de dos palabras griegas que significan «justicia del pueblo».  Su fundador Antioco II, tenía una esposa llamada Loadice.  A la ciudad se le dio su nombre y tal vez su destino también estaba unido a ella.  En su carta a la iglesia de Laodicea, el Señor condena la actitud del pueblo, lo cual lo refleja el significado del nombre de la ciudad que es: «Lo haremos en nuestra forma».

El Señor condenó esta iglesia, y su nombre refleja la idea central de la carta dirigida a ella, ya que al condenarla dice que es espiritualmente indiferente que ha depositado su fe en la riqueza terrenal.  Lo que reinaba en ella era la justicia del pueblo, no la del Señor.  Por su indiferencia a los asuntos espirituales, es que Dios la llama “tibia”, y este es exactamente el sello característico del Laodiceanismo.

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.  ¡Ojalá fueses frío o caliente!  Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.  Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.  Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.  Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.  He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.  Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:14-22).

Note la característica central de esta carta.  De la misma forma como muchas congregaciones modernas hoy, los laodiceanos se consideraban a sí mismos ricos y autosuficientes.  Pero el Señor les dice que son“pobres, ciegos y desnudos”.  Pero hay una gran ironía histórica en esta declaración, y permítame explicarle por qué.

Primero que todo, la antigua Laodicea adquirió gran riqueza durante el período del ascenso romano al poder.  Era un importante punto intermedio entre Roma y Siria.  Tenía también una población judía numerosa.  Lo más importante de todo, era conocida como un centro bancario.  Segundo, era asimismo conocida a través del imperio por su colirio, el “Ungüento de Frigia”, el cual se elaboraba de una arcilla especial que se extraía en el área.  Se dice que podía curar todas las enfermedades de los ojos que plagaban el mundo antiguo.  Laodicea también tenía una escuela médica para tratamiento de los ojos.  Era mucho el dinero que producía este negocio, sin embargo los exámenes modernos de esta arcilla han demostrado que no tiene ningún poder curativo.

Finalmente, mucha de la riqueza de Laodicea provenía de su industria de ropa.  Sus pastores criaban ovejas que producían una fina lana negra, la cual era tejida y convertida en costosos vestidos que tenían gran demanda.

Es así como las tres empresas principales de Laodicea: la banca, el colirio para los ojos y la ropa, son condenados por el Señor como pobreza, ceguera y desnudez.  ¡Nada puede ser más irónico!  Y en términos del patrón cíclico de redención revelado por las siete iglesias, nada puede ser más auténtico.  Incluso hoy, el dinero, la salud y el estilo de vida gobiernan nuestra cultura moderna.

El ciclo histórico de la Iglesia revela un hecho importante: La Iglesia no convierte al mundo.  En su continuo girar, una y otra vez los miembros individuales del cuerpo de Cristo se dedican al conflicto personal.  Algunas veces la Providencia favorece sus iniciativas; en otras ocasiones no, por razones que sólo conoce el Señor.  La Iglesia nunca fue destinada a llevar la perfección al mundo.

Más bien, es el método y el escenario dentro del cual Dios perfecciona a esos a quienes escoge para sus propios propósitos.  Y el ciclo de la Iglesia es finito.  En cierto momento desaparecerá de la faz de la tierra: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.  Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Co. 15:22-24).

En lenguaje claro, Pablo explica que cuando llegue el fin, llegará como parte de un gran ciclo establecido por las fiestas solemnes judías, en algún momento, entre la fiesta de las primicias y los días de otoño de juicio y temor reverente.

Poniéndolo en otra forma, el fin será el principio.  En Apocalipsis, las palabras que siguen de inmediato a la carta a Laodicea, son estas: “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas” (Ap. 4:1).

Algunos asocian esta descripción con el rapto de la Iglesia, si este fuera el caso, el ciclo de las siete iglesias concluirá abruptamente, mientras el mundo entrará en un tiempo de juicio sin precedentes, el cual en sí mismo es parte de un ciclo mucho mayor que comenzó con Abraham y concluirá cuando el Señor establezca su reino.

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