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¿Qué tenemos en Cristo?

Un amor que no puede ser comprendido.
Una vida que nunca se acaba.
Una justicia que no se empaña.
Una gloria que nunca puede nublarse.
Una luz que no puede oscurecerse.
Una felicidad que no puede interrumpirse.
Una fortaleza que nunca puede debilitarse.
Una belleza que nunca puede echarse a perder.
Una sabiduría que nunca puede frustrarse.
Recursos que nunca se agotan.

Consideró todos sus títulos como basura

Muy pocos saben las contribuciones que Justinian Ernst Baron von Welz le hizo a las misiones mundiales.  Era hijo de un noble austriaco, nació en 1621 en una familia luterana en un país dominado por los católicos.   Renunció a sus títulos, a sus posesiones y rentas públicas y se fue a Guyana Británica como misionero, en donde terminó por descansar en una solitaria tumba.  Al renunciar a sus títulos dijo: “¿Qué significa para mí un título nobiliario, cuando soy un creyente que ha experimentado el nuevo nacimiento? ¿Qué significa para mí el título Lord, cuando mi único deseo es ser siervo de Cristo? ¿Qué me importa que me llamen ‘Su Gracia’ cuando tengo necesidad de la gracia de Dios?  Todo esto es vanidad, por eso me despojaré de todo y yaceré a los pies de mi amado Señor Jesús”.
A. Naismith

El trabajo no era suficiente

La compañía Standard Oil estaba haciendo preparaciones para establecerse en Indonesia.  Los ejecutivos de la compañía estaban buscando un gerente para que se hiciera cargo de las operaciones allí.  Les informaron que el hombre mejor calificado para el puesto era un misionero.  La compañía se puso en contacto con el misionero para ver si estaba disponible para la posición.  Su oferta fue generosa [teniendo en cuenta que esto ocurrió hace más de 50 años], $30.000 dólares anuales.  El misionero declinó la oferta.  Esos que solicitaban su servicio elevaron la suma de dinero, pero él todavía siguió rehusando. Finalmente le dijeron: “Sólo déjenos saber cuánto quiere ganar.  Le pagaremos lo que sea si considera que el salario no es suficiente”.

“¡Oh!” - replicó él - “el salario es suficiente, lo que no es suficiente es el trabajo”.
Al Bryant

Salvando la vida, pero ¿cuál vida?

Hace ya varias décadas un niño cayó en un viejo pozo en una pequeña comunidad en Estados Unidos.  En poco tiempo se recaudaron $40.000 dólares entre los vecinos del poblado para traer todo el equipo necesario para su rescate.  En 1937, Amelia Earhart, quien emprendiera un viaje en avión tratando de darle la vuelta al mundo, fue reportada perdida.  Por los diez días siguientes, el gobierno norteamericano y otros, gastaron más de $250.000 dólares diarios buscándola.  Le damos un gran valor a esta vida, ¡mientras que comparativamente gastamos muy poco por tratar de salvar las almas perdidas!

The Brethren Evangelist

Si todos dieran el diezmo

Si sólo el pueblo protestante en Estados Unidos diera el diezmo de su ingreso, podrían evangelizar fácilmente el mundo entero.  Además, se podría poner una copia de la Biblia en manos de cada inconverso sobre la tierra, en el curso de diez años.  Según las estadísticas del gobierno, los norteamericanos están gastando anualmente miles dólares en cosas superfluas, por cada dólar que invierten en la iglesia.  En Estados Unidos se gasta más dinero en tabaco en un solo año, que todo lo que Canadá y Estados Unidos han invertido en las misiones desde que el hombre blanco descubrió a América.
Oscar Lowery

El examen a un candidato para misionero

A las tres de la mañana de una fría mañana, un candidato a misionero caminó en una oficina para una entrevista programada con el examinador de una junta de misiones.  Espero hasta las ocho de la mañana cuando llegó el examinador.

          El examinador le dijo: “Comencemos.  Primero, por favor, deletree panadero”. 
          “P-a-n-a-d-e-r-o” - fue diciendo letra por letra el joven candidato.

          “Muy bien.  Ahora vemos lo que sabe sobre números. ¿Cuánto es dos veces dos?”.

          “Cuatro” - respondió el solicitante.

          “Muy bien” - añadió el examinador.  “Le recomendaré mañana a la junta que lo nombren.  Ha pasado el examen”.

          En la reunión de la junta directiva de misiones el examinador habló en términos elogiosos del solicitante.  Dijo: “Tiene todas las cualidades de un misionero.  Permítanme explicarles:’

          “Primero lo probé en abnegación.  Le dije que estuviera en mi casa a las tres de la mañana.  Dejó su cama tibia y salió en medio del frío sin una sola palabra de protesta’.

          “Segundo, probé su puntualidad: Llegó a la hora exacta’.

          “Tercero, examiné su paciencia.  Le dije que estuviera en mi casa a las tres de la mañana y lo hice esperar cinco horas para verme, después de decirle que llegaría a las tres’.

          “Cuarto, probé su temperamento.  No mostró  señal alguna de estar disgustado, ni siquiera me preguntó por qué me había retrasado’.

          “Quinto, probé su humildad.  Le hice preguntas que un niño pequeño podía responder y no se mostró ofendido.  Este joven satisface todos los requerimientos y se convertirá en el misionero que necesitamos”.

Una batalla perdida

Los misioneros están alcanzando a cerca de dos millones 700 mil inconversos cada año.  Compare estos dos millones con el aumento anual  de  131.400.000 personas, lo que equivale a 360.000 nacimientos diarios. ¡Luce frustrante! ¿Qué esperanza puede haber de convertir al mundo en esta dispensación?

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