De la cabeza al corazón
- Fecha de publicación: Miércoles, 07 Diciembre 2011, 02:18 horas
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Las ideas teológicas solas no pueden salvar, sino que pueden ser las semillas de transformación espiritual. Eso describe la vida de Ulrich Zwingli, quien arribó el 27 de diciembre de 1518 a Zurich, en donde jugaría un papel crucial en la Reforma protestante.
Zwingli no nació como revolucionario idealista. Era muy educado y demostró poseer un intelecto agudo. Su entrenamiento, no la pasión espiritual, le conllevó al ministerio. En poco tiempo las ideas de los padres de la iglesia primitiva tuvieron sentido para él, pero carecía de devoción espiritual.
Esta separación entre la cabeza y el corazón se manifestaron en sus primeros días, cuando en medio de sus persuasivos sermones y ministerio popular en el poblado suizo de Glary, alguien expuso la relación que tenía con una amante. Su conciencia le molestaba, pero todavía no había sido transformado. En ese tiempo aceptó de mala gana un puesto en Einsiedeln, un monasterio y lugar de peregrinaje. Le prometieron indulgencias un perdón vacío gracias a medios materiales, pero él volvió sus pensamientos a las Escrituras, a los escritos de los primeros padres de la iglesia y su propio corazón.
Conforme predicaba allí sobre la gracia de Dios, comenzó a descubrir que los rituales y adornos de la iglesia católica no servían para nada, y públicamente denunció al vendedor local de indulgencias papales. Resumió que la gracia no puede comprarse ni venderse, y mientras denunció las falsas esperanzas que saturaban este pequeño poblado, escudriñaba las Escrituras a fin de entender la gracia gratuita. Después de todo era su propia alma la que estaba en juego.
Sólo Dios sabe en qué momento descubrió esta gracia salvadora, no merecida e imposible de obtener por peregrinaje o indulgencias, pero en Einsiedeln confesó sus propios pecados públicamente y declaró que la gracia salvadora de Cristo era suficiente para la salvación de las almas. No pasó mucho tiempo cuando los oficiales de Zurich se advirtieron de su poderosa oratoria. Tenían ciertas reservas con respecto a él, basados en su reputación pasada, pero tal parecía que había cambiado. Pronto lo invitaron para que se convirtiera en ministro de la Gran Iglesia de Zurich. Después de eso, Europa nunca sería la misma, ni tampoco Zwingli.
Ingresó a una iglesia preparada para la Reforma. Quienes lo emplearon no tenían ni idea que habían contratado a un Reformador, y ni siquiera él mismo sabía cuánto cambiaría. Los ciudadanos de Zurich, conocidos por su ejército e inclinación por la independencia política, se sintieron arrastrados por su nuevo predicador. El mensaje de que una persona podía acercarse a Cristo individualmente, con sus pecados por delante, sin necesitar de la mediación de Roma, resonaron en el ánimo de todos.
En un paso revolucionario declaró que predicaría sus propios sermones sobre el Evangelio de Mateo en lugar de seguir el misal oficial católico romano. Las multitudes respondieron entusiásticamente, congregándose para escuchar la Palabra de Dios fresca y nueva. Zwingli se encontró predicando en la plaza de mercado los viernes, de tal manera que muchedumbres de las villas de los alrededores podían escucharlo. Proclamó la suficiencia de la fe en Cristo, la deficiencia de la superstición y de las indulgencias, la necesidad de arrepentimiento verdadero y de vivir piadosamente, la importancia de la caridad hacia los pobres y necesitados, las viudas y los huérfanos. Y viudas y huérfanos era lo que había.
En el verano de 1519, mientras estaba de vacaciones, recibió una llamada desesperada para que regresara a casa. Había llegado la plaga. Tres de cada diez personas morían. Ministró diligentemente a todo lo ancho de esta ciudad destrozada y desesperada. Mientras atendía a los enfermos y los agonizantes, también se enfermó y estuvo por muchos días a las puertas de la muerte.
Finalmente se recuperó y se convirtió en una figura líder de la Reforma en el área de Suiza en donde se hablaba alemán. Pero fue sólo cosa de tiempo antes que estallara la guerra entre protestantes y los ejércitos del papa. Zwingli, un capellán militar murió en el campo de batalla de Kappel en 1531, defendiendo una libertad bajo amenaza: predicando el Evangelio que había llegado a conocer y a amar.
Reflexión
¿Qué factores piensa que contribuyeron al éxito del ministerio de Zwingli? ¿Le sorprende enterarse de la forma tan poderosa cómo Dios usó a una persona que tenía una amante en sus primeros días como pastor? ¿Qué lecciones puede usted aprender de la vida de Ulrich Zwingli?
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Salmos 51:1-4).