Un momento de Verdad
- Fecha de publicación: Sábado, 18 Agosto 2012, 00:23 horas
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El 11 de septiembre, el pueblo norteamericano se despertó con las aterradoras escenas presentadas a través de la televisión, en las que dos aviones de aerolíneas comerciales se estrellaban contra las torres gemelas del World Trade Center, en la ciudad de Nueva York, y otro contra las instalaciones del Pentágono en Washington.
La incredulidad y estupefacción dio paso a las preguntas: ¿Quién fue capaz de planear en forma tan cuidadosa y ejecutar tan eficientemente una destrucción y asesinatos tan increíbles? ¿Qué puede motivar en forma tan poderosa a personas inteligentes, educadas y entrenadas, para que sacrifiquen sus propias vidas y la vida de tantos inocentes en esta forma? En la mente de las personas civilizadas, estos hombres eran unos fanáticos increíbles, pero... ¿lo eran en realidad?
¿Podría uno llamar “fanático” al líder espiritual de un país importante, un hombre reconocido universalmente por representar apropiadamente su religión? A fin de cuentas, ¿quién puede conocer mejor su religión que el propio líder espiritual? Tal fue el caso de Ayatollah Khomeini de Irán, quien declaró, como así consta en el libro publicado en inglés, Los árabes: Jornada más alla del espejismo: “El gozo más puro en el Islam es matar y morir por Alá”. Pero... ¿Es eso fanatismo? ¿Podríamos llamar al fundador de una de las más importantes religiones mundiales, un fanático? Mahoma, junto con sus seguidores asesinó a miles de personas a fin de establecer y propagar el Islam, y le dijo a los musulmanes: “A todo el que abandone su fe, ¡mátenlo...! Alá me ha ordenado que luche contra las personas hasta que testifiquen que no hay más dios que Alá y que Mahoma es su mensajero”. Pero... ¿Era Mahoma un fanático? ¿Son fanáticos quienes le obedecen hoy y le imponen la pena de muerte a quienes se convierten a otra religión? ¡Porque eso es lo que ocurre en Afganistán, los Emiratos Árabes, Paquistán, Arabia Saudita y Sudán! ¿Es que acaso necesitamos una nueva definición de la palabra fanático? Hay cierta hipocresía en la forma como tanto los norteamericanos, como el mundo en general, ven ahora el terrorismo. A Yasser Arafat, el terrorista más sangriento, más malvado y exitoso de la historia, le otorgaron el Premio Nobel de la Paz y fue aceptado como un estadista mundial. Él es prueba de que vendrán imitadores, de que ser terrorista paga bien. Las Naciones Unidas, la Unión Europea e incontables políticos mundiales y líderes religiosos se han puesto de parte suya en su terrorismo en contra de Israel. Arafat y su Organización de Liberación Palestina tienen el récord por haber llevado a cabo el mayor número de secuestros simultáneamente: cuatro aviones en una sola operación, lo cual acaba de ser igualado. También es él quien ha tomado el mayor número de rehenes - 300 personas. Quien ha asesinado el mayor número de personas en un aeropuerto. El que ha colectado el mayor rescate - cinco millones de dólares que pagó la compañía aérea Lufthansa. Además de la más amplia variedad de blancos, tal como 40 civiles que eran pasajeros en un avión, cinco pasajeros de barcos, 30 embajadas o ministerios diplomáticos, además de innumerables estaciones de combustible, fábricas, etc. En lugar de ser juzgado por un tribunal internacional como hicieran con los líderes nazis y serbios, las sangrientas hazañas de Arafat, ¡sirvieron para que le otorgaran el premio Nobel de la paz! En su breve discurso a la nación la mañana del 12 del septiembre, el presidente Bush declaró que los ataques a Nueva York y a Washington D. C. “eran actos de guerra”. En realidad eran “Jihad - la guerra santa”. Él dijo: “La libertad y la democracia están bajo ataque, pero no permitiremos que el enemigo gane la guerra... restringiendo nuestra libertad”. ¿Será simple coincidencia que la libertad de expresión, de religión, prensa y el voto, que tanto se estima en Estados Unidos, sea algo completamente vedado en los países musulmanes? ¿Quién se atreve a hacer la conexión obvia entre esta declaración de guerra contra Estados Unidos, y la declaración de guerra hecha por Mahoma contra el mundo entero en el siglo VII? Desde su principio, los guerreros del Islam han librado el Jihad a fin de propagar una religión de violencia y odio. El Islam no cambia. Las turbas musulmanas invariablemente repiten en su fanatismo: “¡Alá es grande! ¡Alá es grande!”.
Ante la realidad de estos hechos horrorosos de “guerra santa”, el presidente norteamericano y los líderes del congreso mencionaron a Dios en numerosas ocasiones e invocaron sus bendiciones para poder rastrear a los perpetradores de tan horrendos actos. Ellos se refirieron al Dios de la Biblia, no al dios del Islam, Alá, a quienes los terroristas atacantes sirven tan fielmente. Podemos estar seguros que los secuestradores no eran israelitas o cristianos evangélicos. ¡No! El hecho simple, pero horrible, es que sólo la religión del Islam pudo suplir la motivación para hacerlo. Pero... ¿por qué son responsables los musulmanes por la mayor parte del terrorismo hoy? Hay una razón definitiva y fundamental.
Sería completamente ingenuo imaginar que terroristas que están dispuestos a convertirse en bombas humanas en Israel y a chocar y explotar junto con los aviones a fin de asesinar a muchas personas, lo hacen por una causa digna de elogio o humanitaria. Este valor sólo proviene de la doctrina única del Islam. Abu-Bakr, el primer califa que sucedió a Mahoma, y uno de los pocos a quien Mahoma le prometió el paraíso sin martirio, declaró que incluso aunque tuviera un pie en el paraíso no podía confiar en que Alá lo dejara entrar. La única forma segura en el Islam para llegar al paraíso es sacrificando la propia vida en el Jihad. Sí, se prohíbe el suicidio si la persona se quita la vida, pero sacrificar la propia vida para asesinar a infieles porta consigo la más alta recompensa. ¿Y cuál es la recompensa que tiene en el paraíso el mártir del Jihad? Se le promete un palacio de perlas el cual tiene 70 mansiones. Dentro de cada mansión hay 70 casas y en cada casa una cama sobre la cual hay 70 sábanas y en cada sábana una hermosa virgen. Se le asegura que tendrá el apetito y fortaleza de 100 hombres para disfrutar de la comida y del sexo. Esto es un sueño fantástico con el que alimentan la mente de los niños musulmanes desde su más tierna infancia. Sólo esta motivación les da el valor imprudente y la determinación para entrenar y ejecutar actos terroristas en los cuales sacrifican sus vidas y traen muerte y destrucción a los enemigos de Alá.
A Estados Unidos, los líderes musulmanes alrededor del mundo le llaman “el Gran Satanás”. De tal manera que el ataque contra Estados Unidos fue en el nombre de Alá contra su principal enemigo. Los palestinos danzaron en las calles para celebrar la destrucción en Norte América, gritando victoria para Alá. El día antes del ataque la cadena de televisión CNN mostró un corto metraje de rutina en el que aparecían niños del tercer grado en la Banca Occidental repitiendo una y otra vez “¡Muerte contra Israel!”. Sólo el adoctrinamiento en el Islam hace posible escenas tan terribles, que niños sean capaces de regocijarse ante la presencia de la muerte y destrucción.
Aunque a las personas de buena voluntad les repugna tener que culpar directamente a una de las principales religiones del mundo, ya no podemos ponernos con este tipo de sentimentalismos. No podemos darnos el lujo de permitir que el Islam escape de su innegable responsabilidad. Sin embargo, el expresidente Bush, dijo “que el Islam era una religión de paz y amor”. Ante los devastadores hechos de guerra perpetrados por los terroristas islámicos, en contra de Estados Unidos, muchos gobernantes y líderes bien intencionados, han dicho una y otra vez que hay que distinguir entre el terrorismo llevado a cabo por grupos extremistas y el propio Islam, el cual es pacífico. Sin embargo, hay más de cien versículos en El Corán que defienden el uso de la violencia para propagar el Islam, sólo permítame citarle unos pocos: “¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe amistad con ellos, se hace uno de ellos. Alá no guía al pueblo impío” (Sura 5:51). “Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores [los infieles] dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten [si se convierten al Islam], hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadles en paz! Alá es indulgente, misericordioso” (Sura 9:5). ¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!” (Sura 9:29). “¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Alá con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais...” (Sura 9:41).
Aunque es posible que muchos musulmanes se encojan temerosos para obedecer estos mandamientos, este es el Islam oficial y no puede ser cambiado sin admitir que Mahoma fue un profeta falso y un asesino. Hace varios años Steven Emerson produjo para la cadena de televisión PBS, un video excelente titulado Jihad en América. Sus cámaras fueron directamente dentro de los grupos asociados con mezquitas en Estados Unidos en donde se reclutaban a jóvenes musulmanes ansiosos por emprender el Jihad en contra de Estados Unidos. Allí aparecen líderes musulmanes pronunciando discursos en los que dicen que “hay que poner a Norte América de rodillas por medio del terrorismo”. Hacen además declaraciones a sangre fría, tal como la que pronunciara Fayiz Azzam en Brooklyn en 1989: “¡Debe derramarse sangre, debe haber viudas, huérfanos, manos y piernas amputadas. Las extremidades deben estar esparcidas en todas partes a fin de que la religión de Alá prevalezca!”. ¡Sí, la religión de Alá es la motivación! En Kansas, en 1988, otro líder, al reclutar guerreros santos en contra de Estados Unidos se regocijaba diciendo: “¡Oh hermanos! ¡Después de Afganistán (cuando los musulmanes ayudados por la CIA expulsaron a los soviéticos y establecieron el brutal régimen Talibán) nada en el mundo es imposible para nosotros nunca más!”. No es cierto que haya superpotencias y países inferiores. ¡Lo que importa es la fuerza de voluntad que emana de nuestras creencias religiosas! Sí, tal como la creencia particular del Islam. Esa es la única motivación capaz de inspirar tal “fanatismo”. Al principio del video, Emerson, quien ha rastreado al terrorismo internacional por los últimos diez años, informó sobre lo que llamó “redes de extremistas islámicos” dentro de Estados Unidos. Con exactitud advirtió “que para estos militantes, el Jihad es una guerra santa, una lucha armada para derrotar a los infieles o no creyentes, y que su meta final es establecer un imperio mundial islámico”. A pesar de todo, más tarde se retractó y pronunció la declaración increíble de que “El Islam es una religión que no tolera la violencia, que los radicales sólo se representan a sí mismos - a extremistas a grupos radicales...” Esto simplemente no es cierto. No se trata de que se convierten en terroristas porque son árabes extremistas, sino porque son musulmanes devotos. Sin embargo, ¿quién se atreve a confrontar este hecho obvio? El odio contra Israel y el llamado para destruir a Estados Unidos por apoyar a los judíos, es también uno de los temas que aparece en el documental en el video. Otro de los líderes musulmanes en Estados Unidos declara que Capitol Hill en Washington es “un territorio ocupado por el sionismo”, ¡qué los judíos controlan el Congreso y que Estados Unidos merece que le pase cualquier cosa, mientras continúe apoyando a Israel!
Refiriéndose en forma repetida a “los guerreros sagrados del Islam”, el video documenta en forma bien clara que el Islam es la fuerza impulsora detrás del terrorismo. Sin embargo, de manera increíble, el narrador y los expertos en terrorismo que son entrevistados, declaran una y otra vez que no se debe culpar al Islam, sino sólo al fanatismo de ciertos individuos. Por ejemplo, Paul Bremer, ex embajador contra terrorismo por el Departamento de Estado dijo “que es importante hacer una distinción... ya que la vasta mayoría de musulmanes y árabes son amantes de la paz”. Es cierto que la gran mayoría de musulmanes aseguran que aman la paz y que se oponen al terrorismo. Nuestra simpatía está con ellos. No obstante, deberían preguntarse ¿por qué siguen a una religión fundada sobre la violencia, la cual desde su propio inicio ha sido propagada con la espada? Bajo el liderazgo de Mahoma en el siglo VII, miles de árabes y muchos judíos y cristianos en la península Arábiga fueron asesinados por las hordas fieras de los “guerreros santos” del Islam, quienes imponían por la fuerza su religión en el mundo árabe. A la muerte de Mahoma, muchos árabes abandonaron el Islam, imaginando que finalmente habían quedado libres de esta horrible tiranía. Rápidamente, decenas de miles de árabes fueron asesinados en las Guerras de la Apostasía, las cuales sometieron una vez más a los árabes bajo el yugo de Alá. Bajo esa base, el Islam se propagó desde entonces por la espada.
Durante el martes negro del 11 de septiembre, una fecha que nunca podremos olvidar, los oficiales bien intencionados del gobierno repitieron una y otra vez que debíamos tener mucho cuidado y no culpar al Islam por lo que unos pocos fanáticos habían hecho. Pero de hecho, se trata de actos terroristas en obediencia directa a Mahoma, El Corán, Alá y el Islam. Mientras los musulmanes nominales rechazan la idea, los eruditos en Islam están de acuerdo en que es la obligación religiosa de cada musulmán, hacer uso de la violencia siempre que sea posible para propagar el Islam hasta que logren tomar control del mundo. Necesitamos hacerle frente a unos hechos simples: ¿Acaso no han esclavizado en forma cruel, torturado y asesinado a millones en el sur de Sudán, sólo para forzarlos a que se sometan al Islam? ¿No es el Islam la fuerza que impulsa los asesinatos, las revueltas destructivas contra cristianos en Nigeria, Indonesia, Paquistán y en otras partes? ¿No es el ansia por imponer las leyes islámicas lo que hace que los talibanes le nieguen todos los derechos civiles a esos que están bajo su control en Afganistán? ¿Y no es el Islam también el que une y al mismo tiempo divide al mundo árabe en un odio implacable e irrazonable en contra de Israel? Ningún mapa árabe en el mundo admite la existencia de Israel. Los musulmanes aseguran, que fue Ismael, no Isaac, el hijo de la promesa y que la tierra santa les pertenece a ellos, lo cual une a los árabes en su determinación “fanática” por destruir a los judíos.
Existe una vacilación natural para aceptar cualquier declaración que parezca ser un ataque en contra de una religión mundial. Pero... ¿Es ese temor lo que impide que el mundo acepte la verdad? ¿Es el prejuicio a declarar los hechos tal como son? No, no es, sino es la dificultad para aceptar la verdad, de que el Islam es una religión de violencia y que esos que la practican no son ni extremistas, ni fanáticos en el sentido ordinario de la palabra, sino seguidores sinceros y devotos de Mahoma.
El mundo se ha puesto del lado del Islam en su falso reclamo del territorio de Israel, al que hoy se le llama inexactamente Palestina. Esta tierra prometida, dada a Israel por el Dios de la Biblia, fue habitada por los judíos en forma continua como su hogar por tres mil años. Ellos son los únicos que lo han hecho. En reconocimiento a ese hecho histórico innegable, todo el territorio de “Palestina” le fue entregado a los judíos como hogar nacional por un mandato de la Liga de las Naciones en 1917. Pero al poco tiempo la administración británica traicionó a los judíos y el territorio fue dividido y entregado a Jordania, Siria, Líbano y otros países más. Fue desde entonces que comenzó la decadencia del imperio británico.
Ahora se acusa a Israel de ocupar un territorio que les pertenece desde hace más de tres mil años. Los palestinos reciben prácticamente el apoyo del mundo entero en esta mentira - de que son los propietarios originales del territorio. Como resultado, se llevan a cabo actos terroristas, no sólo contra Israel, sino ahora también contra Estados Unidos a fin de presionar para que obliguen a Israel a salir de un territorio que les pertenece por derecho, al igual que para propagar el Islam en el mundo entero.
Hemos llegado a un momento definitivo, cuando la verdad puede triunfar si el mundo reconoce que los terroristas no son fanáticos, sino musulmanes fundamentalistas devotos que siguen sinceramente su religión. Este reconocimiento podría suscitar simpatía hacia los musulmanes de todas las nacionalidades que están trágicamente atrapados en ese sistema. La revelación de la verdad podría avergonzar a las naciones musulmanas instándolas tal vez a descorrer el velo del Islam y permitir que la libertad entre en su territorio. Podría ser un nuevo día para un evangelismo abierto en el mundo, en donde, no la fuerza sino la razón y el amor, permitirían que cada persona determine que fe seguirá su corazón.