Los misterios de Dios
- Fecha de publicación: Martes, 21 Agosto 2012, 02:31 horas
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El escritor sagrado menciona cuatro misterios al decir: “Tres cosas me son ocultas; aun tampoco sé la cuarta: El rastro del águila en el aire; el rastro de la culebra sobre la peña; el rastro de la nave en medio del mar; y el rastro del hombre en la doncella” (Pr. 30:18, 19).
Puesto que hablar sobre el águila nos tomaría mucho tiempo, y el tema y todo lo que Dios nos quiere enseñar a través de esta ave es muy interesante, vamos a dedicar esta primera parte a los tres misterios restantes, dejando al águila para el final. El escritor sagrado dice que hay tres cosas que le son ocultas, pero inmediatamente parece corregirse él mismo para indicar que en realidad son cuatro los misterios.
Primero, “el rastro del hombre en la doncella”. Los cristianos primitivos solían buscar cuidadosamente las referencias a la Iglesia de Cristo en el Antiguo Testamento. En realidad esos creyentes no estaban tan equivocados que digamos, ya que en el Antiguo Testamento hay muchas referencias a la relación entre Cristo y su Iglesia.
Cuando nuestro Señor Jesucristo se refería a su Iglesia y la relación de ésta con Él, usó muchas metáforas. Por ejemplo la Biblia dice que:
• “El Señor es el pastor, nosotros somos las ovejas”,
• “Él es el Padre, nosotros los hijos”,
• “Él es el alfarero, nosotros el barro”, y así sucesivamente.
Pero la metáfora más elocuente y al mismo tiempo la más misteriosa es cuando el Señor hablando a su pueblo, dice que es el esposo y sus hijos (la iglesia) la esposa.
En el Antiguo Testamento hay ciertas referencias parecidas, muy descriptivas, cuando la esposa de Jehová era Israel. Dice así en Isaías 54:5-8: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo. Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor”.
Esta declaración sin duda alguna va dirigida primeramente al pueblo de Israel, pero no debemos dudar ni por un instante que aquí también se describe la misteriosa relación entre el Redentor y los redimidos. El Espíritu Santo guió a los escritores sagrados para que usaran metáforas exactas, en este caso Dios buscó el ejemplo que describe, la relación humana más íntima y más estrecha, la cual se encuentra entre esposo y esposa.
Dios habla así del origen de este encuentro y quién amó a quien: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones, y di: Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta. Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía. Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda” (Ez. 16:1-10).
Jehová Dios explica, cómo nació ese pueblo que luego llegó a ser tan distinguido, la nación de Israel. Declara que era como una criatura nacida y tirada sin atención alguna. Que Él mismo pasó junto al pueblo judío, que era como esa criatura recién nacida y ensangrentada, la tomó, cuidó de ella y la crió. Prosigue diciendo que cuando esa muchacha creció, la encontró nuevamente, pero estaba sin ropa.
Es interesante notar los detalles descriptivos, de cómo había llegado el tiempo de amores y Él mismo la vistió, la adornó, la enriqueció, tomándola por esposa. Dios habla de Israel cuando llegó a ser un pueblo admirado por todo el mundo, especialmente en los prósperos días de los reinados de David y Salomón.
“El rastro del hombre en la doncella”, es en realidad el misterio de Cristo y su Iglesia. Esto ya era anticipado en los días del Antiguo Testamento, porque Israel era la figura de la Iglesia misma. El capítulo 16 de Ezequiel describe la tragedia de esta misteriosa unión, porque esta doncella que había llegado a ser hermosa y esposa del Señor le fue infiel, fue desleal a su esposo. Israel se prostituyó tras dioses paganos y perdió su condición de esposa de Jehová el Redentor.
Por eso Dios dice también: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová” (Jer. 31:31, 32).
Note que el Señor afirma que es el esposo, y sabemos perfectamente que al llegar al Nuevo Testamento, la Iglesia de Cristo es la esposa del Cordero, la esposa del Redentor de Dios, del Santo de Jehová: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2).
En Apocalipsis el tema es ampliado al decir que llegará el día de las bodas del Cordero cuando este “rastro del hombre en la doncella” se consumará, cuando Cristo mismo reciba a Su amada iglesia para tenerla siempre consigo: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Ap. 21:2). “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:6-8).
Sin duda alguna la relación entre los esposos es de una afinidad misteriosa, asimismo es la relación entre la Iglesia como esposa, y Cristo como su esposo. A esto es a lo que se refiere el escritor sagrado.
Hablando de la relación entre esposos, Pablo dice: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:32). Hay mucho parecido en la relación entre los esposos, y entre la Iglesia y Cristo mismo.
• Cristo es la cabeza de la Iglesia, y el esposo es cabeza de la esposa.
• Cristo amó la Iglesia y se entregó así mismo por ella, así debe el esposo amar a su esposa.
• Cristo mediante su Palabra alimenta y sostiene a su Iglesia, así el esposo debe proveer en el hogar las provisiones materiales y espirituales.
• Cristo es siempre fiel a su amada Iglesia, así el esposo debe ser siempre fiel y leal a su esposa.
• Cristo es paciente para con su Iglesia, así el esposo debe ejercer la paciencia para con su esposa.
• Cristo conoce las debilidades y limitaciones de su Iglesia, así el esposo debe conocer las debilidades y limitaciones de su esposa.
• Cristo, mediante el Espíritu Santo, permite que la Iglesia se reproduzca, la induce a eso. De manera similar es el esposo quien engendra los hijos.
• Cristo hizo un pacto eterno con su Iglesia, la amó con amor eterno, así el esposo debe amar a su esposa hasta que la muerte los separe.
El proverbista sagrado dice que esto es un verdadero misterio, y lo es. El amor que Cristo nos prodiga, es decir, el amor hacia Su iglesia, no mengua, aunque el amor del esposo para con su esposa deja mucho que desear. Parece que cuando habla del “rastro del hombre en la doncella”, se pregunta en qué aspecto de esta relación misteriosa el hombre ha permanecido fiel a su compañera, a su esposa. En cuanto a la iglesia, el esposo ¡cuán fiel es a su esposa!: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo” (2 Ti. 2:13). No olvidemos: Este es el misterio de la relación entre Cristo y Su iglesia y entre Cristo y Su pueblo.
Segundo, “el rastro de la culebra sobre la peña”. En todas partes de la Biblia, la serpiente o culebra es símbolo de Satanás, del maligno, y la roca es símbolo de nuestro Señor Jesucristo. Es probable que este misterio nos hable del misterio de la iniquidad. Nuestro Señor Jesucristo vino a este mundo para derrotar a la serpiente antigua, a Satanás.
Muy en los albores de la historia, la Biblia habla de esta victoria de Cristo, de la roca sobre la serpiente que es Satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn. 3:15).
Dios dice que algún día la simiente de la mujer, nuestro Señor Jesucristo, aplastará la cabeza de Satanás. Desde entonces, todos los acontecimientos bíblicos apuntan y anticipan la venida de nuestro Señor Jesucristo. La Biblia nos dice que Él vino a este mundo para destruir las obras de Satanás: “…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3:8b).
• ¿Tuvo éxito Jesús en la destrucción de las obras diabólicas en su propio caso?
• ¿Destruyó en su caso personal las obras de las tinieblas?
• ¿Eliminó, en su caso personal el temor a la muerte?
• ¿Neutralizó, en su caso personal las consecuencias del pecado?
• ¿Trajo Él la luz, en su caso personal?
Esto es algo que usted mismo debe contestar.
En el capítulo 2 de Hebreos se nos dice que nuestro Señor Jesucristo tomó cuerpo humano para poder morir, y mediante Su muerte destruir a aquel que tenía en su poder el aguijón de la muerte: “Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (He. 2:8, 9).
Si preguntáramos: «Jesús, ¿para qué viniste?». Él contestaría… «Yo vine para morir». «Pero Jesús, ¿por qué viniste para morir?»… «Para destruir a aquel que tenía el poder de la muerte, a Satanás». «Ah, pero... ¿por qué tenías que destruirlo?». «Para librar a todos aquellos que eran cautivos de la muerte». ¡Y era la entera raza humana!
Hay muchos cristianos que le dan demasiado poder, y le hacen una propaganda enorme al diablo. Como si realmente tuviera toda la autoridad, cuando en realidad ya ha perdido la batalla, es el perdedor.
El libro titulado Satanás vivo y activo en el planeta tierra, tiene cosas muy buenas, de eso no cabe duda, pero el título es simplemente una propaganda buena para el diablo...
• Satanás impresiona como quien está vivo, y ¡muy bien!
• Trabaja como quien no teme, y está muy bien.
• Habla como quien tiene el mundo bajo sus pies.
• Satanás tiene seguidores en cantidades tan grandes, que impresiona a muchos como quien tiene la victoria a su favor.
• Satanás propaga sus doctrinas como quien está vivo y activo en el planeta tierra.
Hay cristianos que le dan tanta importancia y le hacen tanta propaganda a este derrotado, aplastado y condenado al fuego eterno, que pareciera que nuestro Señor y Su pueblo han muerto, han enmudecido en todo el planeta. Es bueno que sepamos que Satanás está mortalmente herido hoy, ahora mismo y que está muy lejos de lo que pretende estar o ser. Él mismo sabe que está derrotado, herido, condenado al infierno, aplastado... pero lo último que quiere es que un cristiano lo descubra.
En su famosa oración Jesús dijo: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Jn. 17:4). Y desde la cruz, proclamó: “Consumado es”. No dijo… “He tratado, he intentado, hice todo lo que pude, traté de glorificarte, de obtener la victoria, pero Padre mío, fracasé”. ¡No!... el misterio del “rastro de la culebra sobre la peña”, la roca, para Salomón era un misterio, pero no para nosotros.
La culebra no puede, como nunca pudo contra la Roca “y la roca era Cristo” (1 Co. 10:4). ¡Tan completa será la restauración final de la perfecta creación de Dios, que el rastro de la culebra sobre la peña no podrá ser hallado en ningún lado!, y en realidad hoy mismo no hay rastro de pecado ante los ojos de Dios en cada hombre y mujer que rindieron su vida a Cristo. No se hallará rastro alguno de pecado en los hijos de Dios, cuando éstos comparezcan con la nueva imagen que Él les dará.
La Biblia nos habla de cielos y tierra nuevos, de toda una nueva creación: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (1 P. 3:13). “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Ap. 21:5).
¡Sí! “el rastro de la serpiente sobre la roca” es un verdadero misterio, porque simplemente la culebra no deja rastro sobre la peña. ¡Sí!... es un misterio que por tanto tiempo, la impresión haya sido otra. Tenemos hoy la impresión que Satanás ha dejado esculpido sus propias iniciales sobre la roca, pero no es cierto. Esa Roca que es Cristo tal como dice en Génesis 3:15 aplastó ya a la serpiente.
En último lugar, está “el rastro de la nave en medio del mar”.
La “nave” es el símbolo de la Iglesia de Cristo y el “mar”, especialmente el turbulento, es símbolo del mundo, cuyo destino es tan triste. Antes de explicar este misterio que menciona el proverbista, quiero referirme un poquito más a cuán derrotado ha sido el diablo para siempre. Satanás tiene sobre el cristiano sólo el poder que Dios le concede, nada más. Muchos creyentes parece que no saben que la guerra con él ha terminado, y que nuestro Señor la ha ganado.
Con muchos ocurre como con ese soldado japonés, quien anduvo vagando en los bosques al menos unos 25 años ¡después que la Segunda Guerra Mundial había terminado! Pensando que todavía se estaba librando la guerra, actuaba como quien se exponía al peligro de ser derrotado. Esto mismo ocurre hoy con muchos cristianos, que se comportan como si Satanás todavía no hubiera sido derrotado, actúan como si todavía hubiese una gran posibilidad de que él ganara esta batalla. ¡No! él ya ha sido aplastado, derrotado para siempre por nuestro Señor Jesucristo. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, quedó claro para todo el mundo que “el rastro de la nave en medio del mar”, es el misterio de la preservación del pueblo de Dios a través de los siglos.
Pensemos en el caso del diluvio donde ocho personas fueron salvadas y todo el mundo pereció. El secreto fue la fe de ellos en la Palabra de Dios. Es notable que hasta la fecha, la parte del templo que solemos llamar auditorio, también se le llame «la nave». La Iglesia siempre ha sido vista como el arca de la salvación. Considerando las muchas persecuciones, es un verdadero misterio, un milagro y Salomón lo llama misterio de cómo ese pueblo ha sido preservado a través de tantos años.
La nave es símbolo de la Iglesia y el mar una y otra vez, se menciona en la Biblia como el mundo: “Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Ap. 17:15). Esta es una referencia a lo que son las aguas: “Los pueblos harán estrépito como de ruido de muchas aguas; pero Dios los reprenderá, y huirán lejos; serán ahuyentados como el tamo de los montes delante del viento, y como el polvo delante del torbellino. Al tiempo de la tarde, he aquí la turbación, pero antes de la mañana el enemigo ya no existe. Esta es la parte de los que nos aplastan, y la suerte de los que nos saquean” (Is. 17:13, 14).
“Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Is. 57:20, 21).
El cuadro de la turbulencia del mundo de los pueblos incrédulos, es descrito en todos estos pasajes y es verdaderamente un misterio, cómo la nave que es la Iglesia ha sobrevivido a todos los azotes que los impíos le han infringido: al lodo del odio y las persecuciones, las altas olas de las falsas doctrinas, falsos maestros, a traducciones adulteradas de la Biblia, a la turbulencia de los campos de trabajo forzado, de las familias divididas, de las prisiones, de las catacumbas, de la muerte, etc.
A pesar de todas estas experiencias, es un misterio como a semejanza de Noé y al arca (el barco por él construido) la Iglesia también se sobrepuso a todos esos golpes. Sí, es un misterio, cómo el arca, la barquilla o el barco no dejan huella en el mar. Así también la Iglesia de Cristo dirigida por su Capitán sigue su curso a pesar de todas las inclemencias, a pesar de todas las limitaciones impuestas por el matrimonio que constituye la falsa Iglesia con los reyes de la tierra, a la unión de la Iglesia y el estado en tantos de nuestros países llamados cristianos:
• Es un verdadero misterio cómo la Iglesia de Cristo ha preservado sus doctrinas.
• Cómo ha conservado la pureza de la Palabra.
• Cómo se ha mantenido ajena a los compromisos con las enseñanzas falsas.
• Es un misterio cómo nuestro Señor cumplió Su promesa al hablar de su Iglesia, cuando dijo: “y las puertas del hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18).
Llamados a remontarse
Finalmente vamos a referirnos al primero de estos misterios: “El rastro del águila en el aire”. Para ser águila, hay que nacer águila, aunque parezca redundante, absurdo, pero es así. Un cuervo, un canario o un pollo nunca pueden llegar a ser águilas, esto es obvio, no hay duda y nadie lo discute, nadie cuestiona esto, pero lamentablemente no es tan obvio cuando hablamos del cristianismo.
Si usted ha de llegar a ser un cristiano, primero tiene que nacer cristiano, es decir nacer de nuevo. Jesús fue muy claro cuando habló sobre este asunto: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:3-5).
Jesús ni siquiera se detuvo para discutir, seguramente si yo hubiera hablado con Nicodemo le hubiera dicho: «No seas tonto hombre, no te estoy hablando del nacimiento físico, te estoy hablando del nacimiento espiritual». Jesús no se detuvo para explicar el nuevo nacimiento, porque es un misterio, pero de su autenticidad no nos cabe la menor duda, por eso dijo un poco más adelante “El viento sopla de donde quiere (esto es un misterio), y oyes su sonido (esto no es misterio alguno); mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va (esto de nuevo es misterio); así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8).
Algo tiene que suceder en la vida del pecador para que sea hijo de Dios. Nuestra vida natural heredada de nuestros padres no es suficiente para un verdadero cristiano esto es claro, pero no así para un religioso no regenerado, sin embargo no vamos a detenernos en esto por ahora. Vamos a tratar de ahondar un poco más en esta cuestión misteriosa del “rastro del águila en el aire”.
Veamos cómo construye el águila su nido. Para conocer al águila hay que contemplarla en su vida y nosotros tenemos la desventaja de que no tenemos generalmente muy a mano un águila para observarla, ya que no las criamos, como por ejemplo a los canarios, loros, pollos, patitos, etc., pero es fascinante leer sobre el águila. En primer lugar, tiene una manera única para construir su nido, no lo hace como otras aves. He aquí algunas de las particularidades:
Sus nidos son en primer lugar, muy fuertes, el águila no usa palitos pequeños, sino verdaderas ramitas que son realmente grandes, considerando el tamaño de quien la carga. Una vez en su lugar, tiene una destreza única para entretejerlas de tal manera que el nido no puede desintegrarse fácilmente, como si esto fuera poco, el nido luego es forrado en su interior con pluma y pasto. Recién entonces, son depositados allí los huevos.
Luego la mamá toma su lugar para empollar y finalmente las pequeñas águilas salen del cascarón. A esta altura comienza el largo e interesante proceso de alimentación. A diferencia de tantas otras aves, cuyos nidos aparecen entre las ramas de los árboles, el águila nunca hace esto, su lugar preferido es la ladera de un peñasco. Nunca completamente sobre la peña ni arriba, sino más bien en algún lugar bastante alto en la pared de una gran roca para que no pueda ser invadido.
No solo el águila sabe escoger el lugar adecuado para su nido, sino que tiene una gran habilidad para construirlo. El escritor sagrado sabía de esas cosas: “¿Se remonta el águila por tu mandamiento, y pone en alto su nido? Ella habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca. Desde allí acecha la presa; sus ojos observan de muy lejos” (Job 39:27-29).
Una vez fuera del cascarón, los polluelos comienzan el largo proceso de alimentación, lo cual está totalmente a cargo de la mamá. Francamente no sé en qué estará el “águila papi”. Esta mamá vuela para buscar el alimento, lo trae y se para a la orilla del nido. Entonces sistemáticamente deja caer la comida en los picos abiertos de los aguiluchos.
Lo interesante de este proceso, es cómo la mamá sabe cuál de ellos ha alimentado y cuál no ha comido todavía. Se han hecho pruebas cambiando de posición a los pichones, pero el águila madre no se confunde y alimenta en el orden correcto al que todavía no recibió su porción. Ella va y viene, toma mucho tiempo para que todos se alimenten, pero lo hace con gran destreza. Esta rutina parece muy larga, parece que nunca acaba.
Un día todo cambia, sin ningún aviso previo aparente, el águila madre regresa con su pico vacío, tampoco se detiene como de costumbre en el borde del nido, se detiene en el aire a un metro por encima del nido, un águila puede permanecer casi inmóvil en el aire. Esta madre mueve suavemente las alas casi sobre el nido. Cómo nos gustaría oír hablar a los aguiluchos, ya que tal vez uno de los pequeños diría al contemplarla agitando suavemente sus enormes alas: «Mira que alas tan fuertes tiene mamá».
Y es claro que la mamá quiere demostrar algo a sus hijitos, quiere mostrarles que las alas sirven para algo, pareciera que el águila les dice… «Miren hijitos, ustedes tienen alas iguales a las mías y las tienen para que las usen, tendrán que aprender a hacerlo». ¡Qué lección para nosotros!
¿Sabía usted que el águila nunca aprendería a remontarse si no se lo enseñara, aún con tan tremendas alas para llevarlas a alturas increíbles? Si los pequeñitos se crían separados de su mamá son más torpes que el mismo pavo, nunca se remontan, son demasiado tontos para aprender a volar o a remontarse por sí mismos, es por eso que la mamá águila revolotea sobre ellos dándoles la lección de vuelo.
Al día siguiente, la mamá se mete dentro del nido con sus pequeñuelos, todo es cómodo, todo es cálido y agradable. «Por fin - dicen los pequeñitos - «mamá volvió para seguir calentándonos, alimentándonos y para cuidarnos como antes», sin embargo ocurre algo inexplicable… que los mismos pequeñuelos no pueden creer a sus propios ojos. La mamá levanta a uno de ellos y lo tira como si quisiera deshacerse de él. Es fácil imaginar lo que ocurre, el pequeño comienza a deslizarse rápidamente por la pared de la peña directamente al precipicio… ¡qué horror! Pero no, el accidente no ocurre. Casi... pero no ocurre, porque el águila madre conociendo el peligro lo levanta en sus fuertes alas y lo devuelve al nido. «¡Ah, qué alivio! - piensa el pequeño - por poco hallé la muerte más horrible, pero mamá me rescató».
Sin embargo la mamá repite el procedimiento y vuelve a tirar a su pequeño por la pendiente, porque esas aves fueron creadas por Dios para que volaran, para que se remontaran, pero nunca lograrían hacerlo en el nido. Es por eso que la mamá, los tira. No llegan a tocar el precipicio, pero casi casi.
Cuando el águila madre considera que el período de entrenamiento ha culminado, hace algo muy nuevo que sus hijos no pueden entender. Comienza a destruir su propio nido, ese nido que fue hecho con tanto sacrificio, todas esas plumas, ramas y pasto, está siendo tirado al espacio. Dios, quien inspiró a los escritores sagrados sabe mucho más de esto que nosotros y es por eso que leemos: “Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas, Jehová solo le guió…” (Dt. 32:11, 12a).
“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Ex. 19:4).
“¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo” (Pr. 23:5).
Es notable que el escritor sagrado compare las alas de águilas como vehículo que lleva al cielo, es decir a las alturas: “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is. 40:30, 31).
Así nos trata Dios. El águila aparece muchas veces en la Biblia y al conocerla mejor estamos en condiciones de saber cómo nos trata Dios. Si hemos de ser cristianos maduros, Él nos dispensará su amor, nos alimentará, nos abrigará con la ternura de su presencia, pero también nos arrojará al vacío para que aprendamos a volar.
¿Alguna vez sintió usted como que Dios le abandonó? Hay cristianos que al tener experiencias amargas y dolorosas creen que Dios los ha abandonado. A veces un accidente de proporciones dolorosas, la muerte de un ser querido, pérdidas financieras inexplicables, calumnias que manchan nuestra reputación, incomprensión, desprecio, enfermedad, etc., todo esto suele llevarnos a pensar que Dios nos está arrojando al abismo de un callejón sin salida.
Todo parecía caminar tan bien, tan plácidamente, era una rutina a la que nos habíamos acostumbrado, y hasta se nos ocurrió, mas de una vez pensar que la merecíamos, pero Dios nos hizo para “volar”, para remontarnos a nuevas dimensiones espirituales. No nos hizo, ni nos salvó para que nos arrastráramos en el polvo del conformismo o la rutina religiosa.
Alguna vez se dijo usted: ¡Por fin!, terminé mis estudios, tengo mi título en mi poder, tengo casa propia, salí de las deudas que me preocupaban tanto, me casé con la persona que tanto he soñado, ¡por fin se acabaron los problemas!, pero poco tiempo después todo pareció desplomarse como castillo en el aire, todo parece haberse deshecho como ese nido del águila y el precipicio de la desesperación está justamente a la vista.
¿Quién lo hizo... Dios o el diablo? Hay muchas cosas que ocurren en nuestra vida y que no son obras del diablo, sino que son los designios de Dios para nuestra vida. Pero... ¿Por qué lo hace?
Primeramente, Dios quiere eliminar la tendencia nuestra tan humana de contar con nuestra propia seguridad. Quiere destruir en nosotros todo aquello que hace que dependamos menos de Él y más de nosotros mismos.
Dios nos hizo para que nos remontemos como el águila. Las águilas no baten las alas como otras aves, sino que permanecen firmes sobre una roca. A veces están por bastante tiempo con los músculos listos para un movimiento, pero no se mueven, luego como tienen una habilidad especial para “detectar” el viento, se dejan llevar por él. Cuando la corriente del aire es correcta y las águilas saben cuándo, se dejan arrastrar por ella.
El señor Steve McKim quien solía volar esos planeadores o deslizadores según como se lo llame, contó cierta vez lo siguiente: «Solía volar en mis planeadores, y una vez recuerdo haber llegado hasta los 6.100 metros de altura. ¿Sabe qué encontré allá arriba?… encontré águilas que parecían dormidas, porque tienen la facultad de poder trabar sus alas y luego seguir la corriente del aire».
Literalmente el águila se monta sobre los vientos y se remonta muy por encima de cualquier otra ave y vuela a los cielos. Es probable que cuando Dios permite que en nuestra vida sobrevengan momentos amargos, es porque ha llegado la hora de remontarnos en dirección a una vida espiritual madura, autentica, útil para Él y para nuestros semejantes.
¿Qué de su vida espiritual? El vocablo «viento» en el idioma hebreo es «ruah» palabra que también se traduce como espíritu. En el griego la palabra «pneuma» se traduce viento y también espíritu, así que en esta oportunidad estamos hablando de cristianos que son águilas, llevados por el mismo Señor a un nivel espiritual por Él programado. Se trata de cristianos que aceptaron las lecciones que los llevaron a un espíritu humillado y quebrantado.
¿Cuánto falta aprender de esto? Sí. Yo sé que hay muchos de esos cristianos que baten mucho sus alas en sus templos pretendiendo ser muy espirituales, pero no son águilas, sino gallinas. La manifestación divina no tiene lugar donde se manifiesta la carne dominada por las emociones y el orgullo de la espiritualidad aparente. El método de Dios no es ruidoso, cuando Él toma control del hijo suyo que le permite hacerlo.
Cierto día Dios le dijo a Elías, su siervo, que contemplara Su gloria, Su presencia, en fin que pudiera comprobar el paso divino en su propia vida. Dice el escritor: “Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (1 R. 19:11-13).
• El “cristiano águila” jamás querrá volver a la condición de gallina.
• El “cristiano águila” reconoce el apacible y delicado silbo de Dios.
• El “cristiano águila” no es movido por la carne y en realidad no se mueve, literalmente descansa en las promesas divinas y se deja llevar por él.
El “cristiano águila” y las tormentas
En general las aves tienen pavor a las tormentas, en cambio a las águilas les encanta las tormentas, porque las elevan más y más. Así también los cristianos águilas pueden enfrentar los problemas de la vida, porque hay algo en las corrientes del Espíritu Santo que los coloca más cerca del Señor. Un cristiano águila comprende mejor lo que es la fe, la paciencia, la constancia y las experiencias negativas de la vida, porque es guiado por el Espíritu Santo, por las corrientes del viento de Dios.
Otro aspecto del águila, es que tiene un sentido muy agudo de la vista. Un águila puede ver por ejemplo una pequeña lagartija a una distancia de unos mil metros. La Biblia dice: “¿Se remonta el águila por tu mandamiento, y pone en alto su nido? Ella habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca. Desde allí acecha la presa; sus ojos observan de muy lejos” (Job 39:27-29).
Las águilas ven cosas que las demás aves no pueden ver. Algunos dicen que las águilas no tienen vista periférica, es decir que solamente pueden ver justamente hacia el frente y debido a esto, la vista de ellas es penetrante, pero el águila tiene una visión singular, única. Un buen ejemplo de esto es Abraham a quien Dios le dijo un día: «Tienes que salir de acá Abraham, caminar hacia la tierra que yo te mostraré». Lo que para sus conocidos, amigos y parientes era un absurdo salir sin saber a dónde ir y hacia dónde, para Abraham era una gran oportunidad para remontarse a una altura que pocos hombres alcanzaron, si es que alcanzaron.
Abraham veía algo que los otros no veían. Entendió algo de lo que Dios le dijo que para los otros no tenía ningún significado singular. En Hebreos 11 dice que Abraham veía una ciudad cuyo arquitecto es Dios, pero Abraham la veía de muy lejos, por supuesto.
El capítulo 11 de Hebreos habla de una larga lista de esos… “cristianos águilas” y dice la Biblia que “Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos”. ¿No se avergüenza Dios de usted tampoco? Jesús advirtió del peligro de avergonzarse de Él, pero también debemos cuidarnos de que Dios no tenga motivos para avergonzarse de nosotros. Pretender ser águila siendo gallina, es suficiente motivo para que Dios tenga vergüenza de tales hijos.
Los “cristianos águilas” tienen muy buena visión, saben lo que Dios tiene para ellos y saben donde están sus provisiones. El cristiano como el águila fue hecho para disfrutar de libertad.
Si se mete a un águila en una jaula, se ensucia y es el ave más fea y sucia del mundo, simplemente porque el águila no es para estar en la jaula, sino para volar, para remontarse y dominar las alturas. La ley es: “En cierto modo, de una jaula, nadie salió limpio, excepto nuestro Señor”.
La gracia es la libertad a la que Cristo nos llamó y esto no significa que los mandamientos de Dios no tengan valor, sino que ahora le obedecemos, no porque Él nos lo exige, sino porque nosotros queremos obedecerle: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gá. 5:1).
Pablo también habla de la libertad gloriosa de los hijos de Dios en Romanos 8:21: “Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Estamos libres de la ley mosaica, libres del pecado que nos condenaba, libres del temor al juicio eterno, libres para remontarnos a las alturas que deseamos, llevados y elevados por el Espíritu de Dios.
¿Y cómo muere el águila? A diferencia de los otros pájaros, el águila tiene una manera muy peculiar para morir. En primer lugar, parece que presiente lo que va a suceder. Se traslada entonces a una gran roca, clava sus garras como para sujetarse de la roca, levanta el pico y su mirada fija directamente al sol y así muere.
En resumen, el cristiano verdadero debe ser como el águila, pero para serlo hay que nacer águila, hay que nacer del poder divino del Espíritu Santo.
• El águila construye su nido en una roca, lo mismo ocurre con el cristiano. Su presente y futuro eterno deben descansar sobre la Roca y la Roca es Cristo.
• El águila no se conforma con cualquier material para construir su nido, así también el cristiano se nutre de la Palabra de Dios, no de enseñanza de hombres.
• El águila es literalmente arrojada de su nido, cuando su madre piensa que ha llegado el momento para volar. Así también el cristiano es muchas veces arrojado a experiencias que le amargan la vida, que parecen exponerlo a peligros muy serios, pero esto proviene de Dios, quien desea que el creyente viva cerca de Él.
• Mientras el cristiano carnal mira el futuro con pesimismo y se da por vencido, el “cristiano águila” ve nuevas oportunidades por todas partes, lejos de desanimarse comprende que Dios quiere que él desempeñe nuevas y mayores responsabilidades.
• Mientras las tormentas de la vida sumen en depresión al “cristiano gallina”… elevan al “cristiano águila” remontándolo a nuevas alturas espirituales.
Así como el águila muere sobre una sólida roca y la mirada puesta en el sol, así también el cristiano muere con su mirada del corazón clavada en su Salvador que es el Sol de Justicia.
¿Es usted un cristiano “águila” o un cristiano “gallina”?