Similitudes entre Moisés y Jesús
- Fecha de publicación: Martes, 25 Marzo 2008, 15:43 horas
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Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”(Dt. 18:15). Sabemos que cuando Moisés escribió esto, estaba mirando al Mesías prometido, pero lo más importante de todo, fue que dijo que el Mesías exhibiría ciertos rasgos o características de él mismo.
Esta declaración me motivó a estudiar más a fondo la persona de Moisés, recordando también que Pedro citó la profecía cuando estaba predicando en el templo durante los días que siguieron a Pentecostés: “Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable” (Hch. 3:22).
Después de estudiar la vida y ministerio de Moisés descubrí que ofrece una fascinante semblanza profética del Mesías. Pedro estaba en lo correcto, no había tendencia a fantasear, Moisés con humildad podía decir que el Mesías exhibiría ciertas características demostradas en su propia vida.
Se han encontrado muchos paralelos entre la vida de Moisés y la de Jesús. Ambos cumplieron el papel de profeta, sacerdote, legislador, maestro y líder de los hombres. Ambos confirmaron sus enseñanzas con milagros. Ambos pasaron los primeros años de vida en Egipto, protegidos milagrosamente de esos que buscaban quitarles la vida.
• Por ejemplo, Moisés nació en el tiempo en que se le daba muerte a los niños varones judíos: “Y habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les dijo: Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva” (Ex. 1:15, 16).
* De la misma manera, en los días del nacimiento de Jesús, Herodes el Grande ordenó asesinar a todos los niños varones de Belén en un intento por darle muerte al Rey venidero: “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos” (Mt. 2:16).
• Moisés nació en Egipto y regresó a Egipto para librar a su pueblo.
* De la misma manera, Jesús fue llevado a Egipto cuando recién había nacido, para que se cumpliera así esta Escritura: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”(Os. 11:1). Oseas estaba refiriéndose al Éxodo dirigido por Moisés, sin embargo Mateo le dio un significado profético al pasaje de Oseas, relacionándolo específicamente a Cristo: “Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo” (Mt. 2:13-15).
• La familia de Moisés en un principio no aceptaba su papel, pero más tarde su hermano Aarón y su hermana María le ayudaron.
* La madre y los hermanos de Jesús, inicialmente no le siguieron, pero más tarde su hermano Santiago se convirtió en líder de la iglesia en Jerusalén.
• Ambos tuvieron que enfrentarse a los poderes demoníacos y los vencieron con éxito.
• Moisés contó con setenta varones israelitas para que le ayudarán a gobernar a Israel: “Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo” (Nm. 11:16, 17).
* El Señor Jesucristo ungió a setenta discípulos para que le enseñasen a la nación: “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir” (Lc. 10:1).
• Moisés envió doce espías para explorar Canaán: “Y vinisteis a mi todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones delante de nosotros que nos reconozcan la tierra, y a su regreso nos traigan razón del camino por donde hemos de subir, y de las ciudades adonde hemos de llegar. Y el dicho me pareció bien; y tomé doce varones de entre vosotros, un varón por cada tribu” (Dt. 1:22, 23).
* El Señor Jesucristo escogió doce discípulos para predicarle al mundo:“Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar”(Mr. 3:14).
• Moisés ayunó por cuarenta días y tuvo que hacerle frente a una gran crisis espiritual: “Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua...” (Ex. 34:28a).
* También el Señor Jesucristo ayunó cuarenta días y después de esto fue tentado por el diablo: “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt. 4:2, 3).
• Moisés dividió las aguas del mar Rojo: “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Ex. 14:21).
* El Señor Jesucristo calmó la tempestad en el mar de Galilea: “Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca ... Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza”(Mt. 8:24, 26).
• El rostro de Moisés resplandeció con la gloria del cielo después de descender del monte Sinaí: “Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios”(Ex. 34:29).
* El Señor Jesucristo también resplandeció con la gloria de Dios en el monte de la Transfiguración: “Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”(Mt. 17:2).
• Moisés levantó una serpiente de bronce en el desierto y Jesús fue levantado en la cruz: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”(Jn. 3:14, 15).
• Tanto Moisés como Jesús rechazaron la posibilidad de convertirse en gobernantes. Moisés fue criado como un hijo en la familia real, y pudo vivir una vida de lujo y esplendor, pero escogió ayudar a su pueblo Israel: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (He. 11:24, 25).
* Satanás le ofreció al Señor Jesucristo los reinos de este mundo: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt. 4:8, 9). Sin embargo, Jesús rechazó la oferta y decidió sufrir y morir por el bien de su pueblo Israel y la raza humana.
• Ambos crecieron en sabiduría: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras” (Hch. 7:22).
* Mientras que dice la Escritura del Señor Jesucristo: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc. 2:52).
• Moisés vino para liberar a su pueblo: “Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así” (Hch. 7:25).
* El Señor Jesucristo dijo de sí mismo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lc. 4:18).
• Tanto Moisés como Jesús fueron enviados para liberar a Israel. Moisés fue enviado desde el monte Sinaí en Madián, Arabia, para sacar a Israel desde Egipto y para conducirlos a la tierra prometida.
* Jesús, el “nuevo Moisés”, fue enviado desde el cielo para llevar al “Israel espiritual” al monte celestial de Sion, a la tierra prometida.
• Tanto Moisés como Jesús hablaban directamente con el Padre: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero...” (Ex. 33:11a).
* “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:16, 17).
• Ambos realizaron milagros, que tanto seguidores como los incrédulos pudieron observarlos.
• Ambos controlaron químicamente el agua. Moisés la convirtió en sangre: “Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre” (Ex. 7:20).
* Y el Señor Jesucristo en vino: “Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora” (Jn. 2:7-10).
• También ambos controlaron el agua físicamente: Moisés dividió las aguas del mar Rojo: “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Ex. 14:21).
* El Señor Jesucristo caminó sobre las aguas: “Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo” (Mt. 14:26).
• Ambos murieron en un monte: “Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo... Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová” (Dt. 34:1a, 5).
* Jesús, “...cargando su cruz, salió al lugar llamado (monte) de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Jn. 19:17, 18).
• Moisés alimentó a los israelitas con maná: “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer” (Jn. 6:31).
* Jesús alimentó a miles de personas con dos peces y cinco panes: “Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido” (Jn. 6:10-13).
• Ambos fueron jueces: “Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde” (Ex. 18:13).
* El Señor Jesucristo dijo de sí mismo: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo... Y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Jn. 5:22, 27).
• Ambos tuvieron que ver con la ley: “Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado” (Ex. 19:7).
* Y dijo el Señor Jesucristo al respecto: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mt. 5:17).
• El pueblo fue rebelde e ingrato en contra del liderazgo de ambos hombres. La generación que se rebeló contra Moisés murió en el desierto por su falta de fe, y la del tiempo del Señor Jesucristo murió durante el asedio de Jerusalén ocurrido en el año 70 de la era cristiana.
Ahora vamos a examinar en forma más minuciosa, varias experiencias importantes del drama de Sinaí, las cuales de alguna forma son semblanzas con eventos en la vida del Señor Jesucristo.
Las siete dispensaciones
Para comenzar, la Escritura indica que Moisés hizo siete viajes a la cima del monte Sinaí en favor de Israel. A continuación veremos cómo estos viajes corresponden con las siete grandes dispensaciones de la historia humana. Dispensación quiere decir un período único, durante el cual Dios ha tratado con el hombre en una forma diferente. La dispensación de la historia humana, ha sido determinada así por los teólogos:
1. La Dispensación de la Inocencia: Desde la creación hasta la caída del hombre.
2. La Dispensación de la Conciencia: Desde la expulsión de la primera pareja del huerto del Edén hasta el diluvio.
3. La Dispensación del Gobierno Humano: Desde el diluvio hasta la torre de Babel.
4. La Dispensación de la Promesa: Desde el llamado de Abraham hasta el Éxodo desde Egipto.
5. La Dispensación de la Ley: Desde el Sinaí hasta el Calvario.
6. La Dispensación de la Gracia: Desde el Calvario hasta la segunda venida.
7. La Dispensación del Reino: En la cual el Mesías levantará su tabernáculo que está caído y reinará como Rey de reyes y Señor de señores.
El primer encuentro de Moisés: La Dispensación de la Inocencia
Examinemos ahora el primer ascenso de Moisés a la presencia de Dios y comparémoslo con la Dispensación de la Inocencia: “Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado” (Ex. 19:3-7).
Esto es muy similar al mensaje que les diera Dios a Adán y a Eva en el huerto del Edén: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”(Gn. 1:28).
Se puede hacer una comparación entre la promesa de Dios a Adán y el mensaje que le diera después a Israel por medio de Moisés.“Sojuzgadla, y señoread”concuerda exactamente con la declaración“seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos”y“un reino de sacerdotes, y gente santa”. La promesa fallida dada a Adán, un día será restaurada mediante Cristo. Israel será colocado a la cabeza de las naciones.
El que Dios dijera que Israel se convertiría en un reino de sacerdotes, implicaba que los judíos tendrían la responsabilidad de guiar al mundo en su adoración a Dios, lo cual requeriría una posición de liderazgo. Cuando Israel finalmente se convierta en “un reino de sacerdotes”la raza humana será restaurada a un estado de inocencia. Por consiguiente, el mensaje a Adán en la Dispensación de la Inocencia parece estar repetido aquí, siguiendo al primer ascenso de Moisés a la presencia de Dios.
El segundo encuentro de Moisés: La Dispensación de la Conciencia
El segundo ascenso de Moisés al Sinaí se halla registrado en Éxodo 19:8-14: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová. Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte. Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos”.
Esto corresponde con la Dispensación de la Conciencia: desde la expulsión del huerto del Edén hasta el diluvio.
Primero, Dios le dijo a Moisés:“Santifícalos hoy... y laven sus vestidos”. Antes de la caída de Adán no había necesidad de santificación. Sin embargo, después de la caída era necesaria la limpieza porque el pecado había entrado en la raza humana. La era fue llamada de la «conciencia» porque Adán llegó a tener conocimiento del pecado. Aprendió la diferencia entre «el bien y el mal», todo lo cual corresponde con el mandamiento en el Sinaí de hacer que el pueblo se santificara y lavara sus vestidos, que es una metáfora para la limpieza espiritual.
Segundo, el Señor instruyó a Moisés para que señalara término al pueblo y no tocara sus límites. Esto se compara con la historia de la expulsión del Edén: “Y dijo Jehová... ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”(Gn. 3:22-24). A Adán se le prohibió que entrara al huerto del Edén y a Israel se le prohibió que tocara el monte.
Tercero, Dios descendió a la cima del monte Sinaí para encontrarse con su pueblo escogido en el día tercero. Esta descripción la encontramos en Éxodo 19:16: “Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento”.
De acuerdo con Flavio Josefo, el escritor judío, en su libro Antigüedades de los judíos, Libro tercero, Capítulo cinco, Parágrafo dos, «pasaron dos días en esas fiestas, pero el tercer día, antes de que saliera el sol, se tendió sobre todo el campamento de los hebreos una nube tal como nadie la había visto anteriormente y rodeó el sitio donde habían plantado las tiendas. Mientras todo el resto del aire estaba limpio, a ese sitio llegaron fuertes vientos que levantaron grandes chubascos, los que se transformaron en una poderosa tempestad. Había unos relámpagos terribles que espantaban la vista. Truenos y rayos caían, declarando que Dios estaba presente...»
Así como la segunda dispensación concluyó con un gran diluvio, de la misma manera este segundo encuentro concluyó con un gran aguacero, quizá para recordarles el diluvio que sobrevino en los días de Noé. Debido a estas semejanzas, tal parece que el escenario representa un cuadro metafórico de la Dispensación de la Conciencia, la que abarcó desde la caída del hombre hasta el diluvio.
El tercer encuentro de Moisés: La Dispensación del Gobierno Humano
El tercer viaje de Moisés a la cima del monte Sinaí se encuentra registrado en Éxodo 19:17-20: “Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió”.
Esta parte de la historia corresponde con la tercera era, con la Dispensación del Gobierno Humano: “Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago. Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo” (Ex. 19:21-25).
Primero, notamos que la Escritura nos informa de una división entre el pueblo y el sacerdocio. Estos eventos corresponden con lo sucedido durante la era posdiluviana. La Dispensación del Gobierno Humano fue testigo de una división del idioma y de las tres divisiones básicas de la raza humana.
Segundo, en la torre de Babel los varios linajes de Sem, Cam y Jafet, fueron esparcidos y se establecieron límites: “Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra”(Gn. 11:9). “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación” (Hch. 17:26). De la misma manera Dios le dijo a Moisés que señalara límites al monte, y lo santificara.
Tercero, Dios habló en voz audible al pueblo de Israel y les dio el grupo de leyes más perfecto de la historia humana: los diez mandamientos. Ninguna nación o grupo de naciones ha podido jamás mejorar estas leyes. Con este pacto Dios estableció un gobierno para Israel, el cual corresponde con la Dispensación del Gobierno Humano.
Esta tercera dispensación fue llamada así, debido a los eventos que rodearon a la torre de Babel. El pueblo estableció una forma de gobierno propio, bajo los órdenes de Nimrod y edificó una ciudad con su monumento muestra del ingenio humano. Al hacer esto, estaban declarando que el hombre era dios: “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra” (Gn. 11:1-9).
Babel no era un rascacielos que se elevaba hacia la estratosfera, era un templo de adoración. En su cúspide estaba una especie de “lugar santísimo”, en donde habían colocado imágenes idólatras al sol, Baal, la luna, Astoret, además de otros signos del zodíaco, los cuales eran considerados como dioses. No en vano dijo Dios en el primero y segundo mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”(Ex. 20:3, 4). Estos mandamientos son un vínculo directo con la torre de Babel y la Dispensación del Gobierno Humano.
Cuarto, en Babel se cambió el lenguaje, esto se compara con el extraño evento ocurrido cuando Dios habló desde la cima del monte Sinaí. Joseph Good en su libro Rosh Hashanah y el Reino Mesiánico venidero cita lo que dice el rabino Joseph Hertz en la página 791 de su Libro de plegarias diarias autorizadas: «Se enseñaba que la revelación en Sinaí, fue dada en un territorio desierto, el cual no pertenecía a ninguna nación exclusivamente; y no sólo fue escuchada por Israel, sino por los habitantes de toda la tierra. La Voz Divina se dividió en los setenta idiomas que se hablaban en la tierra, para que así todos los hijos de los hombres pudieran entender el mundo que los rodeaba y el mensaje redentor a los hombres».
El comentario judío, Éxodo, Rabba 5:9 dice: «Cuando Dios dio el Tora en el Sinaí, desplegó con su voz maravillas nunca dichas a Israel. ¿Qué ocurrió? Dios habló y su voz repercutió a todo lo ancho del mundo...
Dice también, que todo el pueblo fue testigo de los ‘truenos’, tal como dice Éxodo 20:18; por lo cual R. Johanan dijo que la voz de Dios, cuando pronunciaba su mensaje estaba dividida en setenta idiomas, para que así todas las naciones pudieran entender. Cuando cada nación escuchó la Voz en su propio idioma vernacular, sus almas departieron (es decir estaban llenos de miedo), excepto Israel, quien escuchó, pero no fue lastimado».
El rabino Moshe Weissman, escribió en su libro El Midrash dice, tal como fue publicado en la página 182 de la publicación Benei Yakov de 1980: «En la ocasión de la entrega del Tora, el pueblo de Israel, no sólo escuchó la voz de Dios, sino que de hecho vio las ondas de sonido cuando emergían de la boca de Dios. Ellos la percibieron como una sustancia ardiente. Cada mandamiento que salía de la boca de Dios, viajaba alrededor de todo el campamento y luego regresaba a cada judío individualmente, preguntándole: ‘¿Aceptas para ti este mandamiento con toda la ley judía pertinente?’. Cada judío respondía que sí, después de cada mandamiento. Finalmente, la sustancia ardiente que ellos vieron se grabó a sí misma en las tablas de piedra».
Como una referencia a Babel, cuando se establecieron todos los idiomas, se dice que Dios habló en todos los idiomas al mismo tiempo. Al entregar la ley, Dios estableció un gobierno divino que se oponía al gobierno humano.Sí, el tercer ascenso de Moisés a la cima del monte Sinaí parece corresponder con la Dispensación del Gobierno Humano.
También dice en estos manuscritos judíos, que la voz de Dios provino de su boca, como si fueran lenguasde fuego que hablaran cada idioma. ¡Esta experiencia del Sinaí ocurrió en el mismo día que más tarde llegó a ser conocido como Pentecostés! ¡Tanto la Dispensación de la Ley como la Dispensación de la Gracia se iniciaron en el mismo día del año! ¡En ambas ocasiones se vio la voz de Dios en forma de lenguas de fuego y en ambas se hablaron todos los idiomas simultáneamente!
El cuarto encuentro de Moisés: La Dispensación de la Promesa
El cuarto ascenso de Moisés a la cima del monte está registrado en Éxodo 20:21 a 24:3. El relato puede dividirse en tres categorías básicas:
1. Dios le ordenó a Moisés que hiciera un altar de tierra.
2. Inscribió los diez mandamientos y
3. Prometió llevar a Israel a la tierra prometida y expulsar a los que habitaban en ella.
Primero, Dios le dijo a Moisés: “Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré”(Ex. 20:24).
El “altar de tierra”parece que fue un lugar temporal de adoración hasta que pudiera construirse el tabernáculo. No iba a ser la forma final de adoración. Representaba la promesade una cosa mejor. Tipifica la Dispensación de la Promesa, en la cual Dios llamó a Abraham para que abandonara su hogar y partiese hacia una “tierra prometida”, una tierra de la que “fluía leche y miel”, “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”(He. 11:8-10).
En el pasaje anterior aparecen las palabras “prometida”y “promesa”, indicando el tema de la dispensación. Dios trató con Abraham, Isaac y Jacob de acuerdo con una promesa, el pacto que hiciera con Abraham: “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” (Gn. 15:5-7).
El pacto Abrahámico prometía una “descendencia”venidera y una tierra prometida. Además fue aceptado por fe. Ahora, en el Sinaí a Moisés se le dio la misma clase de promesa. Así como Abraham estuvo errante por las áreas desiertas de la tierra prometida, de la misma manera Moisés y el pueblo de Israel estuvieron vagando en el desierto por cuarenta años.
El altar de tierra era temporal, asimismo era temporal el tabernáculo que iba a construirse, porque Dios esperaba que se construyera un templo futuro en el monte Moriah. Pero la vida debía continuar en este período intermedio, por eso Dios le dio instrucciones futuras a Moisés acerca de su ley moral, diciendo: “Estas son las leyes que les propondrás”(Ex. 21:1).
Segundo, Dios comienza a explicar sus mandamientos en mayor detalle. Sin embargo, uno puede ver que todavía son muy breves. Durante el segundo período de cuarenta días que pasara Moisés en la cima del monte, Jehová amplió grandemente su ley hasta incluir seiscientos trece mandamientos. Con estas instrucciones Dios trae la Dispensación de la Promesa a su fin y abre una nueva era, la Dispensación de la Ley.
Tercero, Dios propone cumplir su promesa a Abraham, entregarle a Israel la tierra prometida:“Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti. No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo. Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra” (Ex. 23:28-30).
Dios está próximo a ejecutar lo que le prometiera a Abraham, Isaac y Jacob. Esto cumpliría la Dispensación de la Promesa e instituiría una nueva dispensación que sería llamada la Dispensación de la Ley.
El quinto encuentro de Moisés: La Dispensación de la Ley
El quinto viaje de Moisés a la cima del Sinaí está registrado en Éxodo 24:9 hasta Éxodo 32:14, es aquí donde el patriarca pasa cuarenta días y cuarenta noches en la presencia de Dios, un paralelo perfecto con la quinta Dispensación de la Ley.
Comienza en el monte Sinaí y concluye en el monte del Calvario. Se inicia con la entrega de la Ley y concluye con la muerte del “Legislador”: “Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles” (Ex. 24:9-12).
De acuerdo con la Escritura, Moisés junto con Josué, dejaron a los ancianos al cuidado de Aarón y Hur y subieron al monte. La gloria del Shekinah luego descendió sobre el monte y permaneció allí suspendida por seis días. El séptimo día Dios llamó a Moisés en medio de la nube,“Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches”(Ex. 24:18).
Durante este tiempo Dios le entregó a Moisés los diez mandamientos en las tablas de piedra, los planos para el tabernáculo, las instrucciones para el sacerdocio y el servicio de sacrificio.
¡Cuarenta días! Pero... ¿Por qué cuarenta días? ¿No podrían ser estos días un cuadro profético del tiempo que abarcaría la Dispensación de la Ley? Y si es así... entonces... ¿En dónde se ajustan estos cuarenta días en el cuadro profético? Al hacer esta pregunta, recuerdo el jubileo, la celebración judía que debía efectuarse al cabo de cuarenta y nueve años, en el año cincuenta. Hay cuarenta jubileos en dos mil años.
De acuerdo con el Talmud, Sanhedrin 97B, los teólogos rabinos escribieron que habrían dos mil años de desolación, dos mil en los que el Tora florecería y otros dos mil para la era mesiánica. Finalmente habría un milenio, el séptimo período de mil años en los cuales sería exaltado el Mesías. El tiempo total dado por los antiguos rabinos para el florecimiento del Tora es dos mil años. Esto incluiría el llamado de Abraham para que saliera de Ur de los caldeos.
Asimismo, en perfecto patrón paralelo, aunque las tablas de piedra con los diez mandamientos fueron dadas durante este quinto viaje de Moisés a la cima del monte, Dios le dio la Ley a Moisés verbalmente cuando realizó su cuarto viaje a la cima del monte, el cual es un cuadro profético de la Dispensación de la Promesa. Por consiguiente, creo que es posible que los cuarenta días que Moisés pasara en la presencia de Dios son paralelos con los cuarenta períodos de jubileo, durante los cuales floreció el Tora, de acuerdo con la terminología de los rabinos.
El jubileo debía celebrarse pasados cuarenta y nueve años, en el año cincuenta, por consiguiente dos mil años contienen cuarenta jubileos. Algunos teólogos creen que los cuarenta días y cuarenta noches que Moisés pasó en la presencia de Dios, bien podrían simbolizar cuarenta jubileos. Esos cuarenta días finalizaron con el rechazo de los israelitas a los esfuerzos de Moisés al construir un becerro de oro y quebrantar la ley de Dios.
Haciendo una síntesis general de la Dispensación de la Ley, podríamos decir que la rebelión del pueblo de Israel se asemeja al rechazo de Cristo unos dos mil años después.
Es emocionante descubrir cómo la vida de Moisés traza un paralelo con la misión del Mesías. No en vano Moisés escribió: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”(Dt. 18:15).
Transición entre la Ley y la Gracia
Mientras Moisés estaba en la cima del monte Sinaí, Josué se encontraba en su cercanía, inadvertido de la rebelión que tenía lugar en el campamento de Israel. Cuando Moisés descendió Josué se le unió, “Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento” (Ex. 32:15-17).
¡Cuán profético es que Josué acompañara a Moisés en su descenso del monte a la conclusión de su quinto viaje! ¡Porque Josué es una semblanza profética de ese profeta que se levantaría “como Moisés!” El nombre de Josué en el Antiguo Testamento es básicamente el mismo de Jesús en el Nuevo Testamento. Además Josué fue el sucesor de Moisés después de su muerte ocurrida en el monte Nebo. Fue Josué quien guió al pueblo de Israel hacia la tierra prometida. Sin duda el nombre del Mesías no podría ser otro que Josué, su equivalente hebreo al nombre griego que se traduce como “Jesús”.
Cuando ellos descendieron, Moisés y Josué escucharon un clamor en el campamento. Y al llegar encontraron un becerro de oro en el campamento. Fue en este punto cuando Moisés quebró las tablas de piedra, redujo a polvo el becerro de oro y lo mezcló con agua que obligó al pueblo a que bebiera. Este trágico evento culminó con la muerte de tres mil hombres: “Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel... Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres” (Ex. 32:19, 20, 27, 28).
El número de tres mil muertos, me recuerda a esos tres mil convertidos que se sometieron al bautismo después del sermón de Pedro en Pentecostés. El bautismo es un símbolo de muerte, correspondiendo con esos que ayudaron a construir el becerro de oro. Tal pareciera como si los convertidos en Pentecostés redimieran la pérdida de esos que se rebelaron.
Sexto encuentro de Moisés: La Dispensación de la Gracia
Ahora, por sexta vez Moisés se acerca al Señor para abogar por Israel. En esta ocasión, él se ofrece a sí mismo como sustituto, como una semblanza de Cristo, el Gran Sustituto: “Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito”(Ex. 32:31, 32).
Es aquí donde podemos ver el ministerio de Cristo, Moisés llegó a convertirse en el “mediador” ante Dios. Él dijo: “Te ruego... que perdones ahora su pecado, y si no ráeme ahora de tu libro”.Moisés se ofreció a sí mismo como sustituto por el pueblo. De la misma manera el Señor Jesucristo se convirtió en el Gran Sustitutoen el Calvario. Él oró: “...Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...”(Lc. 23:34). Luego desde la cruz clamó: “...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”(Mt. 27:46). El Gran Sustituto es retratado en la oración de Moisés, “Te ruego... que perdones ahora su pecado, y si no ráeme ahora de tu libro”.
Este encuentro con el Creador proféticamente se compara con esos años de transición entre la Dispensación de la Ley y la Dispensación de la Gracia: “Jehová dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré; y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino” (Ex. 33:1-3).
En este punto Dios se aparta del pueblo judío en la misma forma como se apartó de Israel después de la crucifixión, poniendo a un lado los judíos y llevando su mensaje de salvación a los gentiles. Dios dijo “yo no subiré en medio de ti”,en medio de Israel. En un gesto simbólico, Moisés regresó a su casa, ocupó su tienda: “Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión...” (Ex. 33:7).
Este no era el tabernáculo que tenía el Lugar Santísimo, sino la propia tienda de Moisés. Moisés llegó, desmanteló su tienda, la tomó consigo y la levantó fuera del campamento, lo cual es un cuadro profético del Señor Jesucristo quien salió del campamento de Israel y levantó su tabernáculo, o Iglesia del Nuevo Testamento, entre las naciones gentiles.
Dice la Biblia que, “Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés. Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba. Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Ex. 33:9-11).
¡Cuando Moisés salía del tabernáculo Josué se quedaba! Este es un cuadro profético del futuro Mesías que seguiría a Moisés. Es el cumplimiento de la profecía de Moisés sobre el profeta que se levantaría semejante a él. Así como Josué permanecía en el tabernáculo, el Señor Jesucristo, el Mesías judío, luego que dejó a su pueblo para establecer el cristianismo gentil del Nuevo Testamento, permanece hasta hoy en la Iglesia. ¡Cómo se asemeja esto al hecho de que Josué permanecía en el tabernáculo!
Séptimo encuentro de Moisés: La Dispensación del Reino
Después de su sexto ascenso al Sinaí, Moisés le suplicó a Jehová que le permitiese ver su gloria, “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro” (Ex. 33:19-23).
Entonces Moisés comenzó a prepararse para ascender por séptima vez a la cima del Sinaí, “Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra. Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Ex. 34:4-6).
Continúa diciendo el relato bíblico que Moisés permaneció en la montaña con Jehová por cuarenta días y cuarenta noches, lo cual es una semblanza de la ascensión del Señor Jesucristo al cielo en las nubes de su gloria cuarenta días después de su resurrección. Esos cuarenta días que permaneció Moisés por segunda vez en la presencia de Dios bien podrían ser una semblanza de los cuarenta jubileos que casi han transcurrido ya desde el ascenso de Jesús al cielo hasta la fecha, lo cual estaría indicándonos también que el Señor Jesucristo retornará muy pronto.
Notamos que sigue diciendo la Escritura que “Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad”(Ex. 34:8, 9). Moisés aquí actúa como mediador del pueblo de Israel, mientras que el Señor Jesucristo ascendió al cielo como nuestro Sumo Sacerdote y se encuentra delante del Padre intercediendo por nosotros.
Continuando Jehová le da estas advertencias a su pueblo: “He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo ”(Ex. 34:10). Dios estaba profetizando que traería gran juicio y tribulación sobre el pueblo judío. Durante los dos mil años pasados comúnmente conocidos como la edad de la Iglesia, el pueblo de Israel ha sufrido más que ninguna otra nación en el mundo.
Padecieron terriblemente en el año 70 de la era Cristiana cuando el general romano Tito junto con sus ejércitos arrasó a Jerusalén y destruyó su templo. Padecieron en el año 135 durante la gran diáspora, luego que los romanos los dispersaron vendiéndolos como esclavos en las plazas de mercado del mundo. Sufrieron cruentas persecuciones de los césares romanos, durante las cruzadas, en el período de la inquisición, cuando la masacre rusa y durante el holocausto de Hitler, y todavía tendrán que experimentar el mayor período de sufrimiento de su existencia conocido como la gran tribulación. Por eso Jehová le dijo a Moisés:“...haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna...porque será cosa tremenda lo que haré contigo”. Esta es una profecía sobre la gran tribulación que deberá enfrentar el pueblo judío, de la cual dijo el Señor Jesucristo: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo...”(Mt. 24:21, 22).
Siguen diciendo las Escrituras que Moisés “estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos”(Ex. 34:28). ¡Qué hecho más admirable, Moisés ayunó por cuarenta días! La Santa Biblia sólo menciona a tres personas que ayunaran por ese período tan prolongado de tiempo: Moisés, Elías y el Señor Jesucristo.
Moisés estuvo en la presencia de Jehová por cuarenta días y en ese tiempo no comió ni bebió. Elías también oró en la presencia de Dios en el monte Sinaí y dice la Escritura sobre esto que “se levantó, pues (Elías), y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios”(1 R. 19:8).
Mientras que leemos sobre el Señor que “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”(Mt. 4:1, 2). La Escritura no menciona el nombre del desierto hacia donde se encaminara el Señor Jesucristo, algunos creen que fue el desierto de Judá, sin embargo es muy posible que hubiese marchado camino al monte Sinaí, ya que sería más apropiado que el Señor Jesucristo siguiera los pasos de Moisés y Elías en sus cuarenta días de ayuno.
Y prosigue diciendo la Escritura sobre Moisés: “Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él” (Ex. 34:29, 30). Cuando Moisés ascendió por última vez al monte Sinaí retornó ante el pueblo con poder y gran gloria. De la misma forma y en perfecta armonía con la semblanza profética, el Señor Jesucristo retornará un día en medio de las nubes de su gloria. Moisés recibió esa gloria al comenzar el cuadragésimo día, mientras que el Señor Jesucristo la recibió al momento de su resurrección y la revelará a su pueblo cuando retorne.
Finalmente, después de este último viaje Moisés comenzó a construir el tabernáculo. Esto será exactamente lo mismo que hará el Mesías cuando venga para establecer su reino, porque dice la profecía: “...Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos”(Zac. 6:12, 13).
De acuerdo con la profecía el Mesías retornará a la tierra, establecerá su reino y construirá el templo; de la misma forma Moisés edificó el tabernáculo del desierto a la conclusión de los cuarenta días de haber permanecido por segunda vez ante la presencia de Dios. Es posible que el retorno del Mesías ocurra a la conclusión de los cuarenta jubileos de años para que se cumpla aún más la semblanza profética.
Es asombroso advertir la forma tan maravillosa en que está esbozada la historia de las edades en la vida y ministerio de Moisés, no en vano dijo el profeta: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”(Dt. 18:15).