¿Qué es la muerte?
- Fecha de publicación: Viernes, 04 Abril 2008, 18:26 horas
- Escrito por Pastor, J. A. Holowaty
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Sería bueno que todos los médicos, de manera especial, supiera qué es la muerte, porque podrían ayudar mucho a sus pacientes, quienes prácticamente a la vista del médico, abandonan el cuerpo. Pero... ¿acaso todo el mundo acepta el significado tal como se nos presenta en la palabra de Dios, la Biblia?.
Puesto que la mayoría tampoco acepta el origen del hombre según se registra en la Biblia, es natural que no se acepte la muerte tampoco. En primer lugar, la misma palabra “muerte” significa, etimológicamente, “Separación”. De manera que cuando una persona muere, se produce una separación entre el cuerpo y al alma o espíritu. Esta separación es tan radical, tan visible, tan real, que aún quien no crea que el alma existe, se verá en la necesidad de explicar qué ocurrió con la persona que ya no tiene signos de vida. La Biblia nos dice que Dio creó al primer hombre y que tanto su cuerpo como su alma fue creado por Dios. “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gen. 2:7).
Para un cristiano esto es más que suficiente para comprobar que el hombre no es solo cuerpo ni sólo espíritu. Es más, la Biblia presenta al hombre como un ser tripartito; “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tes. 5:23). No intentaré ahondar este asunto, buscando diferencias entre espíritu y alma. Lo que conviene señalar es que Dios puso al hombre a prueba, porque de esta manera el hombre podría ejercer libremente su elección. Dios no quiere que le amemos y le obedezcamos por obligación, sino que lo hagamos motivados por la obediencia. Esta es la razón por qué Dios le dio todo a la primera pareja, Adán y Eva, pero también les puso una restricción, es decir, que no comieran el fruto de un solo árbol. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gen. 2:16,17).
Todos conocemos el contenido de Génesis 3, donde se registra la desobediencia de nuestros primeros padres, pues ellos sí, comieron del único árbol prohibido. En el Cáp. 4 ya tenemos la primera “marcha fúnebre” porque Caín mata a su hermano Abel, y así, un cuarto de la población mundial muere. Pero... ¿por qué Dios dijo que Adán y Eva morirían “el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17b),y ellos no murieron ese mismo día? ¿Quién dijo que no? Es más. Tenemos hasta una doble explicación que se ajusta perfectamente al texto sagrado. En primer lugar, se produjo la “muerte espiritual”, porque a raíz de la desobediencia de ellos, Dios se separó de ellos y ya no tenían con él esa comunión tan estrecha como antes. Esta fue una... “muerte espiritual”, separación espiritual entre el hombre y Dios.
Sin embargo también es cierto que Adán aun físicamente murió el mismo día. Adán vivió 930 años (Gen. 5:5). Si tenemos en cuenta que nuestros mil años corresponden a un día de Dios, Adán en realidad murió dentro del día de Dios. “Mas, oh amados, no ignoréis: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Ped. 3:8).
Es importante que no ignoremos esto, especialmente cuando notamos que... como que la Biblia se contradice. ¡Cuán cierto es que Adán murió el mismo día, tanto espiritual como físicamente. En el sentido espiritual, él murió dentro del día del hombre, pero en el sentido físico, su muerte se cumplió en el día de Dios. El primero es de 24 horas y el segundo, el de Dios, es de mil años.
El salmista dice: “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche” (Sal. 90:4).
Así que la primera muerte, es la muerte espiritual, cuando se produjo la separación entre el hombre y Dios.
La segunda muerte es la física. Es decir, cuando se produce la separación entre el cuerpo y el alma. En el primer caso la separación es entre el hombre y Dios. Pero ahora el hombre debe separarse de su cuerpo. Muchas veces solemos decir... “nuestro cuerpo tiene un alma”, o simplemente decimos... “tenemos un alma”. Las cosas es al revés. Lo que ocurre es que “tenemos un cuerpo...” El cuerpo es solamente “el estuche de la misma persona”. Esto significa que cuando se produce la separación, la muerte física, la persona parte a otro lugar, abandonando su morada terrenal, su cuerpo. Pablo, escribiendo a los Corintios dice que el cuerpo es como un tabernáculo, una carpa, que permite a su ocupante permanecer allí por cierto tiempo.
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos” (1 Co. 5:1). Pablo nos dice que Dios nos tiene preparado otro cuerpo, muy superior al presente, “eterno en los cielos”. Luego agrega:
“Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor... pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (vs. 6,8).
· Cuando un cristiano muere, abandona su cuerpo y su alma asciende a la presencia del dador de la vida, el mismo Señor. Por supuesto que esto ocurre únicamente con aquellos que recibieron a Jesucristo por Salvador personal. Esta no es una promesa para todos cuando mueren. Los que no son salvos, también abandonan su cuerpo, pero su destino eterno es completamente otro, se llama, infierno. Aquí es donde muchos tienen serios problemas. Les gustaría que no se hablara del infierno. Pero un predicador honesto y verás, debe hablar, tanto de lo que ocurre con el salvo, en la hora de su muerte, como lo que ocurre con el condenado. Para conocer mejor esta abismal diferencia entre ambos a la hora de la muerte, recomiendo leer Lucas 16:18-37.
Este texto es el que más información nos ofrece sobre lo que ocurre con los que mueren, salvos y no salvos, respectivamente. Por ejemplo algunos detalles:
· Murió el salvo y fue acompañado por los ángeles a su morada eterna.
· Murió el perdido y solamente se dice que fue sepultado.
· Inmediatamente el perdido se vio sumergido en terribles sufrimientos, como tormentos, sed y una clara memoria de todo cuanto dejó atrás, sus cinco hermanos tan incrédulos como él.
· Al instante suplicó a Abraham (quien representa a nuestro Señor) para que le socorra debido a la intensa sed que sufría.
· Imploró también que se hiciera algo por sus hermanos para que no viniesen ellos también a ese lugar tan terrible.
· La Biblia habla de la muerte, tanto de los salvos como de los perdidos. Pero por favor, quiero que me entienda que no estoy clasificando a los hombres en “buenos y malos”. Nada de lo muy bueno que podamos hacer no será contado en esta hora final. Lo único que vale a la hora de la muerte es: ¿Es Cristo mi Salvador? ¿Cómo se que él es mi Salvador? ¿Le recibí por la fe como tal, depositando mi fe en sus méritos? ¿He reconocido que él murió por mis pecados y me perdonó en el momento cuando yo me arrepentí e imploré su perdón y le reconocí como mi Salvador todo suficiente y personal?.
Es cierto que en cuanto a la primera muerte, la espiritual; nosotros nada podemos hacer y esto es algo por lo cual no tendremos que responder ante el Señor.
· Pero en cuanto a la segunda muerte, cada uno de nosotros decidimos nuestro destino eterno. Si Ud. no tiene interés en el cielo, porque tal vez decidió que... no hay infierno, entonces Ud. no tiene que hacer nada. Permanezca como está y puede estar seguro que a la hora de la muerte, los demonios, no los ángeles, le acompañaran en un viaje que durará una fracción de segundo y Ud. al instante verá y sentirá el infierno.
· Pero si Ud. no quiere este destino, y desea asegurarse de que su hogar eterno será el cielo, entonces haga arreglo con el Dueño de las moradas eternas en los cielos. Jesús dijo que él es el camino, y la verdad, y la vida y que nadie viene al Padre (Dios) sino por mí, dice nuestro Salvador. Permítame una pregunta: ¿usted recibió por la fe a Jesucristo como su Salvador personal? Si lo hizo, no tiene porque preocuparse, y no importa cómo, dónde y cuándo le sorprenda la muerte, Ud. puede descansar tranquilo que su traslado será una experiencia maravillosa.
· Pero... ¡Hay una tercera muerte! Tal vez le sorprenda, pero así como existe la muerte espiritual, luego la física, la hay también otra, que es “LA MUERTE ETERNA”.
· Cuando llegue el día del juicio final y todo aquellos que hayan muertos no siendo salvos, recuperen su cuerpo y en una masiva resurrección de todos los pedidos de todos los tiempos, sean llevados a la presencia del Señor par ser juzgados y condenados, allí se hará presente la muerte eterna. Todos cuantos compadezcan ante el Gran trono blanco, todos ellos serán juzgados y todos serán condenados ¡Cuántas veces descuidamos este asunto! Oiga estas solemnes palabras que Juan escribió en el libro de Apocalipsis:
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida, y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos. Y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apoc. 20:11-15).
· Según estas palabras, habrá allí, para beneficio de todos, dos libros, que son: uno que es el libro de la vida, pero ninguna de las personas allí presentes tendrán su nombre en ese libro. Pero el Juez justo, nuestro Señor, será muy justo y hará ver a cada uno que su nombre no aparece en ese libro. El otro libro contendrá los hechos de cada uno. No todos recibirán el mismo castigo, pues cada uno será juzgado y recibirá la condena de acuerdo a sus obras. Pero todos, sin excepción será eternamente separados de la gloria de Dios. Su paradero será el lago de fuego. ¡Con sólo pensarlo uno se estremece! Si Ud. no ha ajustado cuentas con Dios, hágalo hoy mismo. Esta muerte será simplemente la separación eterna. Cuando ya llegue el día de comparecer ante el Gran Trono Blanco, allí no habrá abogado que pueda ayudarle. Hoy Jesucristo es nuestro abogado, él nos defiende delante de Dios, porque Satanás nos acusa. Pero el mismo Señor que hoy se ofrece como abogado nuestro, ascenderá a Juez, y entonces su sentencia será final.
La Biblia es bien clara en cuanto a la muerte. No importa que Ud. crea en la reencarnación o crea que tenemos eternidad sin principio y que uno de nosotros somos nuestro propio “dios”, grande será su sorpresa y llanto, cuando descubra que se ha engañado habiendo tenido tantas oportunidades para ser salvos. ¡Arrepiéntase y reciba a Jesucristo ahora!.