El Movimiento Ecuménico
- Fecha de publicación: Lunes, 20 Octubre 2014, 21:00 horas
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El Cristianismo reformado (conocido también como Protestantismo), comenzó como un movimiento restaurador de la iglesia cristiana occidental en el siglo XVI, dando lugar a la Reforma que separó a las iglesias reformadas de la católico romana.
El objetivo declarado de los reformadores pioneros era, restaurar la fe cristiana como había sido en sus orígenes, manteniendo lo que ellos consideraban valioso de la tradición que se había desarrollado en los siglos intermedios.
Sin embargo, pese a los millones que murieron por defender su fe, y la infalibilidad de la Biblia, la apostasía está desenfrenada en la iglesia evangélica hoy. Esa es la única conclusión a la que uno puede llegar cuando observa todo lo que ha estado ocurriendo en las últimas décadas. Debo aclarar que al mencionar la palabra “evangélico” me estoy refiriendo, simplemente a todos esos que dicen considerar la Biblia como la palabra autorizada de Dios en todas las cosas de fe y práctica. Mientras que “apostasía” tiene que ver con las enseñanzas y conocimiento que son contrarios a la Palabra de Dios; seducen y engañan a los que profesan ser cristianos.
El ataque directo de Satanás en contra de la Palabra de Dios, ha desviado a creyentes arrastrándolos hacia la apostasía. Comenzó en el huerto del Edén y ha continuado hasta este mismo día. En cuestionar o rechazar lo que Dios ha declarado en las Sagradas Escrituras, está el propio corazón de la rebelión espiritual, y por razones obvias, ya que sino contamos con la Biblia como la comunicación específica de Dios hacia la humanidad, entonces lo único que nos queda son las opiniones y especulaciones de los hombres acerca del Creador infinito, las cuales son limitadas, finitas y erróneas ya que provienen de la naturaleza pecaminosa. Hasta el creyente verdadero puede ser engañado y arrastrado a las tinieblas espirituales, si no tiene la luz de la lámpara, que es la Palabra de Dios.
Pero procedamos primero a revisar la historia, para entender qué fue lo que originó la ola creciente de ecumenismo actual, que casi está haciendo naufragar a la iglesia de Cristo. Si bien el término en griego “oikoumene”, que significa ecuménico, se utilizó desde los tiempos del imperio romano para expresar al mundo como unidad, en la actualidad la palabra “ecuménico” tiene un significado eminentemente religioso, y es usado primordialmente para aludir a los movimientos existentes en el seno del cristianismo cuyo propósito consiste en la unificación de las diferentes denominaciones cristianas, separadas por cuestiones de doctrina, de historia, de tradición o de práctica.
Mientras que por otra parte, a la búsqueda de cooperación entre diferentes religiones - tanto entre el judaísmo, el cristianismo, el islam y otras, se le llama diálogo interreligioso.
De acuerdo con el sentir de numerosas personalidades cristianas del siglo XX y XXI, el ecumenismo constituye el único camino para superar las divisiones entre los cristianos, a fin de cumplir el mandato de Cristo, de: “...Que todos sean uno” (Jn. 17:21a).
Pero... ¿Qué motivó este cambio? Porque por siglos la Iglesia Católica consideró a los cristianos evangélicos, como a herejes, como a renegados disidentes. El único diálogo que existió entonces entre católicos y cristianos, fue “el sometimiento o la excomunión”, que dicho sea de paso terminaba en la hoguera, la horca, el potro y la ignominia.
Pero ahora, en pleno siglo XXI, todo ha cambiado y la famosa unión parece ser una realidad. Por siglos millones de evangélicos le dieron la espalda a Roma y su falso evangelio, y no cedieron a pesar de las excomuniones y persecuciones, demostrando con esto que no estaban interesados en mantener comunión con una iglesia sorda a la voz del Espíritu, pero todo cambió y ahora la gran mayoría de las iglesias evangélicas caminan paso a paso con Roma.
Sin embargo, esta iniciativa ecuménica no surgió del perseguido, es decir de los cristianos, sino del perseguidor. Pero... ¿Sería acaso que los católicos se cansaron de acosar a su presa, porque sus hogueras, sogas, martirio y calabozos ya no asustaban a nadie? ¡No, no fue nada de eso! Los católicos como cazadores astutos lo que hicieron fue cambiar de estrategia. Su presa dejó de estar constituida por personas humildes, analfabetas, grupos separados insignificantes, que no eran nada ante la todopoderosa iglesia católica. Por eso, como cazadores hicieron un alto en la cacería, pensaron y cambiaron el método. Sin embargo el fin es el mismo, ¡acabar con los herejes, que dividen la sacrosanta iglesia católica! Acabar con esa presa que no reconoce al Papa, que niega el sometimiento al magisterio, a la liturgia, al incienso y a la hostia.
La persecución no concluyó, sino que se integraron nuevos participantes, nuevos planes y nuevas estrategias, pero el perseguidor y el perseguido son los mismos. Permítame a continuación compartirle algunas razones que motivan a la Iglesia Católica para abogar por la unión con las iglesias cristianas evangélicas.
1. Porque las estadísticas demuestran la pérdida de adeptos en el mundo y que necesitaban un nuevo plan de crecimiento.
2. Porque como la iglesia evangélica dejó de ser un grupo insignificante, consideraron que era mejor tenerlos como aliados.
3. Porque determinaron construir un nuevo camino para llevarnos de regreso a Roma.
4. Porque desean establecer una nueva forma de cristianismo; de personas de buena voluntad, dispuestas al servicio, sin Cristo y sin su Palabra, y
5. Porque el ecumenismo es necesario para la instauración de la nueva iglesia, la iglesia del Anticristo, esa que se adaptará a todos los cambios venideros: a la globalización, centralización, a la unión monetaria, política y religiosa, al gobierno mundial, que aceptará todo tipo de manipulación genética y el contacto con los extraterrestres.
Por eso era necesario despojarnos de eso que nos separa, sometiendo todo bajo la autoridad apostólica del Papa, El Magisterio y La Virgen. Hay un refrán que dice: “Si no puedes con tu enemigo, únetele”. Personalmente creo que este refrán se puede aplicar muy bien a la estrategia que está usando Satanás. Cuando la persecución y el martirio de los primeros cristianos no le sirvió, cambió su táctica. En el tiempo de los emperadores romanos, entre más perseguían y asesinaban a los cristianos, más aumentaba su número. La sangre de los mártires regaba la preciosa semilla del Evangelio y como resultado de ello, miles se entregaban a Jesucristo.
Entonces Satanás determinó que había que hacer algo para detener esa ola de conversiones. La persecución y martirio no estaban dando los resultados deseados, por eso concibió una mejor idea para neutralizar y paralizar la amenaza más grande que tenía sobre esta tierra. Su genial idea fue personalizada por un hombre llamado Constantino. Un emperador que fue un instrumento clave para estructurar un sistema político-religioso que domina al mundo y que ha enviado a millones de personas hacia la eternidad sin Jesucristo. Tal sistema le dio más resultados favorables que las encarnizadas persecuciones en contra de los indefensos cristianos. Adjudicándose el título de Pontifex Maximus (Pontífice Máximo), Constantino amalgamó al cristianismo con el paganismo romano dando como resultado de esa unión, lo que hoy se conoce como el catolicismo romano.
Fue así como comenzó a maquinar su idea por neutralizar la iglesia evangélica y poco a poco fue poniendo en movimiento su maquinaria malévola encabezada por el catolicismo romano y facilitado por el movimiento pentecostal, para acabar con la iglesia de Cristo.
En 1908, Spencer Jones y Paul Watson, dos ministros episcopales estadounidenses, lanzaron la iniciativa Church Unity Octave (Octava por la Unidad de la Iglesia), que tuvo una excelente acogida inicial en el mundo anglicano. Nueve meses después, el Pastor Paul Watson se convirtió al catolicismo. La octava se convirtió pronto en un instrumento de apostolado en manos de la jerarquía católica de aquel tiempo, con el fin de llevar a los cristianos evangélicos al seno de la Iglesia Católica.
La primera Conferencia Misionera Mundial, se celebró en el Assembly Hall de la Universidad New College, de Edimburgo en 1910, y se considera como el inicio del movimiento ecuménico, el que estuvo marcado por diversos hitos. En esta conferencia surgió el Consejo Misionero Internacional. Charles Brent propuso la creación del movimiento Fe y Constitución, con Robert Gardiner como secretario, conformando así un Comité de Continuación de esta iniciativa.
En 1914, Robert Gardiner envió una carta de invitación en latín al cardenal Pietro Gasparri. El papa Benedicto XV contestó que se consideraba a sí mismo como la fuente y la causa de la unidad de la Iglesia.