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Promesas Divinas para el hombre

¿Cuántas promesas hay en la Biblia para aquellos que confiamos en el Señor?

De acuerdo con Herbert Lockyer, en su libro “Todas las promesas de la Biblia”, tenemos 31.173 promesas para los creyentes individualmente, la Iglesia e Israel, respectivamente.

En el Antiguo Testamento hay 23.214 promesas y en el Nuevo Testamento hay 7.959. En total son 31.173 promesas.

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¿Cuáles son los pasos que debe dar todo pecador para ser salvo y crecer en su nueva vida?

Es sorprendente cómo la gran mayoría de los cristianos confunden, por ejemplo, la regeneración (nacer de nuevo) con la conversión.  No pocos consideran que la regeneración y la conversión ocurren siempre simultáneamente, es decir, que la salvación, que la Biblia llama NUEVO NACIMIENTO, y la conversión son la misma cosa, o deben suceder en el mismo momento.  Sin embargo, lo que hallamos en la Palabra de Dios difiere bastante.  Para evitar esta confusión, tenemos que recurrir a las Escrituras para aclarar esta enseñanza.

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El cierre y comienzo de año

  Ahora que llegamos a la “frontera entre dos años”, el que se cierra y el que comienza, la situación se presta para una reflexión seria y constructiva.  Nuestro Señor dijo: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo” (Lc. 5:36).

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La salvación y mucho más (II)

¿Qué quería decirnos el Señor cuando dijo que al acercarse el día de la partida de la Iglesia el mundo se parecería mucho al de los días de Lot?

Jesús mencionó solamente el materialismo, pero el sólo hecho de haber mencionado a Lot, debemos entender esto teniendo en cuenta la inmoralidad en aquellos días: “Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma.  Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó hacia el suelo, y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos quedaremos esta noche. Mas él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa; y les hizo banquete, y coció panes sin levadura, y comieron. Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo. Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos. Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo: Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad…
Y ellos respondieron: Quita allá; y añadieron: Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos más mal que a ellos. Y hacían gran violencia al varón, a Lot, y se acercaron para romper la puerta. Entonces los varones alargaron la mano, y metieron a Lot en casa con ellos, y cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se fatigaban buscando la puerta. Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más?  Yernos, y tus hijos y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo. Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba” (Gn. 19:1-7, 9-14).

Enumeremos algunas cosas que se nos dice aquí:

1. Es probable que la presente generación ya haya superado en desenfreno, materialismo e inmoralidad a los de Sodoma.

2. El pobre Lot, quien, como dice la Biblia fue librado por Dios con urgencia:“Y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)” (2 P. 2:7, 8).

3. Ni siquiera las oraciones tan insistentes de Abraham, el amigo de Dios, pudieron evitar el castigo del fuego y el azufre que convirtió a Sodoma y algunas otras ciudades en ceniza en cuestión de minutos.

4. ¡Cómo intercedía Abraham para que Dios no destruyeran esas ciudades!  Notemos cómo oraba este hombre de Dios.  Comenzó mencionando que tal vez habría 50 justos, luego bajó a 45, luego a 40, luego a 30, luego a 20 y finalmente a 10: Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? …  Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez (Gn. 18:24, 28-32).

Al día siguiente de la quema de Sodoma, Abraham se levantó bien de mañana y se fue a ese lugar para ver qué había quedado: “El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal. Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno” (Gn. 19:23-28).

Cuando el Señor habló de los días de Lot, muchos de los que lo escucharon recordaban lo ocurrido: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lc. 17:28-30).

Dios mismo se encargó de que Lot y su familia no sufrieran el mismo fin, pero... ¿quién se ocupará de los salvos cuando llegue el día que Dios juzgará con fuego a nuestras grandes ciudades?  La misma biblia lo responde, notemos lo que sigue: “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado” (Lc. 17:34-36).

“Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos...  Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 P. 3:7, 10).

“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá” (Is. 51:6).

Nuestra conducta hoy, debe ser como está escrito en 2 Pedro 3:11-14: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”.

¿Cómo  debemos  orar  hoy?  ¿Qué  debemos  pedir?

1. En primer lugar, debemos orar sin cesar: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:15-18).

2. Nunca olvide que, al orar, usted está siendo asistido por un Intermediario Todopoderoso. El Señor Intercede por usted: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Ti. 2:5, 6).

3. Debemos despojarnos de cualquier hábito mundano que intente dominarnos.

4. Debemos aprovechar todas las oportunidades para que el Señor nos encuentre dedicados a Su causa.

5. Si tenemos entre nuestros familiares o personas que aún no son salvos debemos, tal como lo hizo Lot con sus futuros yernos, hablarles, aunque se burlen de nosotros.

6. No hay nada de malo si deseamos interceder, en oración, por aquellos a quienes deseamos conducir al Salvador, tal como lo hizo Abraham por toda esa ciudad, porque allí vivía su sobrino.

7. Digamos a los no salvos:

• Dios los ama.

• El Señor desea salvarlos y si lo reciben por la fe, serán salvos.

• Debe saber que su salvación usted no la puede ganar, sino que el Señor Jesús se la ganó mediante Su propia muerte colgado de una cruz.

• Usted debe saber que después de la muerte, NO hay posibilidad alguna de Salvación.

• No hay religión alguna que pueda salvar: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:11, 12).

• Todos los hombres somos pecadores, pero tal vez ignore la gran salvación que Dios ha preparado para nosotros.  
¡Cuánto nos gustaría que usted fuera un cristiano verdadero y que no se dejara manipular por nadie!  De ser así, ya sabe, nos veremos en la PATRIA CELESTIAL.  ¡El Señor viene pronto!

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La salvación y mucho más

I. Entender  a  Abraham  es  entender  la  salvación  (Romanos 4:1-8).
“¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.

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¿Por qué predicamos el evangelio?

1. Porque el Señor nos manda: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt. 28:18-20).

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“Humildemente Soy Padre”

1. Soy padre con muchas faltas en todas las áreas.  Dejo mucho que desear, pero trato de vivir un día a la vez y por la gracia de mi Señor continúo adelante.

2. No pretendo duplicar al Señor Jesucristo.  Él se dejó crucificar por amor a su amada esposa (la Iglesia), pero yo debo admitir que no me dejaría crucificar por la mía, quiero que mi esposa lo sepa, pues soy solamente un pecador más, salvo por la fe en los Méritos de Cristo.

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Cuando nos preguntamos cuánto nos costará la salvación

Siempre insistimos que la salvación del pecador ya ha sido pagada, de modo que cuando nos preguntamos cuánto nos costará la salvación la respuesta correcta sería... NADA.  Pero no todo es así, porque ciertamente hay un “costo”.  Por ejemplo, el pecador, en primer lugar, debe detener el paso en su alocada carrera, y esto para algunos es muy costoso.  Debe también oír o leer la palabra de Dios, porque de lo contrario nunca sabrá acerca de la salvación.  Luego, lo que es muy difícil, el pecador debe humillarse de corazón, reconociéndose culpable y perdido delante de Dios.

Más adelante, debe despojarse de todo intento propio de salvación, como ser la religión, el sacrificio propio, las buenas obras, etc...  Debe reconocer que Dios no quiere ninguna “ayuda para la salvación”, porque, tal como un cadáver que debe volver a la vida, no puede ofrecer ni la menor ayuda, todo lo hace el Señor.

¿Recuerda al Señor frente a la tumba de Lázaro, allá en Juan 11?  El cuerpo de este caballero estaba en la tumba ya por cuatro días, tanto que Marta, su hermana, había dicho que se había comenzado a descomponer. Pero cuando el Señor le ordenó que saliera, cuando el Señor intervino, ese cuerpo muerto inmediatamente entró en vida y comenzó a caminar, dejando esa tumba fría vacía.

De la misma manera el pecador, es, espiritualmente un cadáver.  También se encuentra tendido en su propia tumba, que pudiera ser la tumba de la indiferencia, la tumba de sus vicios, la tumba de la religión, la tumba de su tradición familiar, la tumba de su cultura o profesión, etc...  Todo esto hay que dejar a un lado por un momento y colocar en primer lugar la invitación del Salvador.

Usted dirá... bueno, pero un cadáver no puede oír la voz, aunque se trate de la voz de Dios.  Así es, pero bien sabe usted que los que ya fueron resucitados sí, la oyeron.  Y en el caso del pecador, muerto espiritualmente, en la tumba de su propio cuerpo, más de una vez habrá oído las palabras... «Alberto, ven fuera; Mariano, ven fuera; Santiago, ven fuera».  Pero no, nada, ese Alberto, Mariano y Santiago, continúan inmóviles, en el sepulcro de una completa indiferencia en un cuerpo que, más tarde o temprano también morirá.  ¿Acaso cuando una persona oye el Evangelio no es el mandato del Señor, diciéndole... ven fuera?  Por supuesto que sí.  Jesús fue claro cuando dijo: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt. 10:40).

Muchas veces siendo ya cristianos, también tenemos ciertas cuotas que abonar, si queremos una vida de victoria.  De nuevo, la soberbia, la codicia, los celos (especialmente de que alguien tenga más que uno, sea más capaz u ocupe un puesto más alto y perciba un mejor salario...).  La lucha no termina. El costo sí, existe.  No para ser salvo, sino que la misma vida nueva que tenemos en Cristo, nos exige una conducta más allá de lo que estaríamos dispuesto a rendir.  Para muchos cristianos, el persistir, es decir, la constancia, la permanencia en su puesto de “centinela”, es algo que no puede aceptar.  Muchos cristianos tienen muy buenos planes, buenos deseos, pero nunca logran nada, porque comienzan y luego abandonan.  ¡No quieren pagar la cuota que nunca llega a “0”!

Bien dice Job: “¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los días del jornalero?” (Job 7:1).  Dicho en otras palabras, la vida del hombre, especialmente la del cristiano, es una lucha diaria, sin tregua.  Si no fuera así, volveríamos a ser tan mundanos como el peor de ellos.  El dolor, el sufrimiento, el tener que estar en guardia, siempre alerta, es muy saludable para disfrutar de salud emocional y espiritual.  Entonces... ¿Cuánto le cuesta la Salvación?  Nada, pero el andar en la nueva vida, sí, le cuesta bastante dolor, lágrimas, sumisión y dependencia del Señor.

Si todavía no recibió a Jesucristo como su Salvador, usted está completamente desprotegido, no me cree, pero eso es.  Hable con el mismo Salvador diciéndole que desea ser Salvo, y Él le mostrará cómo el pecador, como usted, puede salvarse.

Ni sus buenas obras, ni su religión, ni nada de lo que haga, le salvará jamás, porque el Señor Jesucristo es quien lo amó a usted y desea salvarle.

El peligro de posponer, no es únicamente la seria posibilidad de caer en algún laberinto de herejías, sino que su corazón puede endurecerse a tal punto, que nadie podrá convencerlo de su necesidad.

Tanto el cielo como el infierno son lugares reales.  Si alguien le dijo lo contrario, lo ha engañado.  Si usted muere sin haberse reconciliado con Dios, no tendrá ya oportunidad para ser salvo.

No importa cuán brutalmente pecador sea usted, ¡el Señor le perdonará todos sus pecados y le recibirá como su hijo! 

Él dice: “...y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37b).

¡Anímese y reciba por la fe el maravilloso don de la salvación que el Señor le ofrece en este mismo momento!

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Regresando a Israel

A pesar de los desafíos globales creados por la pandemia de Covid-19, se prevé que el número de judíos que llegarán a Israel en el 2020 supere los 50.000, casi el doble de la cifra correspondiente al 2019.  Asimismo se estima que esta cantidad se duplicará nuevamente en el 2021, con predicciones de unos 90.000 nuevos inmigrantes que harán de Israel su nueva residencia permanente.

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La Escalera de Jacob: Una Semblanza del Señor Jesucristo

La vida de Jacob está colmada con vicisitudes altamente simbólicas de Cristo y de la verdad cristiana.  Tal pareciera como si nuestro Señor tuviera la increíble visión de la escalera de Jacob ascendiendo de la tierra al cielo, cuando le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:51).

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