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El Señor: «¿Acaso no sabías que yo siempre me ofrecí como tu abogado y en realidad, aunque nunca solicitaste mis servicios, de todos modos yo desempeñé mi función a perfección. ¿Por qué no reconociste esta maravillosa verdad y no te abocaste a mi servicio? Permaneciste acurrucado como un inútil, cuando tenías todas las oportunidades que los demás cristianos que se dedicaron a servirme? ¿Recuerdas lo que yo mandé escribir en 2 Timoteo 2:11-13: ‘Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo’.
Supongamos que cuando un ser amado fallece, luego pueda comunicarse con sus familiares y amigos. Ya hemos dado un vistazo a una madre y esposa que llega al cielo, habiendo sido salva. Esto fue en nuestro boletín anterior. Ahora pensemos en un caballero y lo vamos a llamar... “Perdido”.
Se trata de un padre y esposo, respectivamente, quien, aunque más de una vez escuchó el evangelio, murió sin ser salvo. Desde el infierno logra comunicarse con su familia (¿vía electrónica?). Sabemos que no existe tal posibilidad, pero de existir, ¿qué escribiría “Perdido” a familiares y amigos que dejó en el mundo? Aquí va un correo imaginario: