Menu

Escuche Radio América

Vientos de Apostasía - Es una obra para los cristianos confundidos a raíz de tantas... - Capítulo IX

Índice del artículo

 Capítulo IX

Las enfermedades: ¿De Dios o del diablo? 

Sin duda alguna la mayor atracción en nuestros días es la cuestión de la sanidad divina. Ciertamente existe una confusión muy seria en este asunto y me temo que son muchos "los predicadores" y "sanadores" que han caído en serias blasfemias. No se trata de tal o cual denominación, sino de individuos, que además de explotar a la gente incauta se atribuyen poderes ilimitados, convirtiendo el factor sanidad en un producto de industria propia, sanando a su entero antojo a diestra y siniestra. Esta enseñanza de la sanidad a pedido ha cundido también en las canciones de la mayoría "de artistas cristianos". En todos los casos es sólo cuestión de creer, de tener fe. Si tiene suficiente fe, será sano, pero si no la tiene estará enfermo porque se niega a tener la dosis necesaria de fe.

Nunca olvidaré el caso de un cristiano cuyo hijo de corta edad estaba gravemente enfermo. Un predicador vino a verlo y le preguntó: "¿Cree usted que el Señor le puede sanar?" "Sí" - le contestó este fiel cristiano - "Creo que el Señor es Todopoderoso y que ciertamente puede sanar a mi hijo""Bien" - le replicó su interlocutor - '¿Cree que el Señor le sanará ahora mismo?". En este punto el cristiano le contestó que eso ya no era asunto de fe, de creer, porque se entraba en el territorio exclusivo de Dios y añadió: "Ignoro si la voluntad de Dios sea sanarlo o no". Éste es justamente el problema, nosotros no podemos manipular la voluntad de Dios. Él se reserva el derecho de sanar a unos y de no hacerlo con otros.

¿DE DÓNDE VIENEN LAS ENFERMEDADES? 

La pregunta no parece muy difícil, sin embargo debido a la confusión que reina hoy en medio de muchos cristianos sinceros, debemos definir este punto. La primera vez que aparece algo en relación a la enfermedad en la Biblia, y por ende en la raza humana, es cuando Moisés describe lo que pasó después del pecado de Adán y Eva. El capítulo 3 Génesis habla de la entrada del pecado y dice en el versículo 16: "A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos".

El dolor entró en el mundo a consecuencia del pecado y tras el dolor entró la muerte física, ya que cuando nuestros primeros padres pecaron murieron espiritualmente. Así que bien podemos decir que las enfermedades que producen dolor, son en general consecuencia directa del pecado del hombre. Pero. ¿Quién dijo las palabras citadas en Génesis 3:16? Según los versículos anteriores, Satanás hizo su trabajo de seducción y se fue. El que habla ahora con Adán y Eva es Jehová. Por lo tanto, no olvide que es Dios quien tiene dominio sobre las enfermedades. Satanás estaría feliz y contento si Adán y Eva hubieran podido vivir sin el menor obstáculo físico, siéndole fieles y habiendo hecho alianza con él y sus secuaces. La palabra muerte significa "separación" y ellos evidentemente quedaron "separados" de Dios ese mismo día.

Luego, ya en el capítulo 4 aparece la segunda muerte, cuando Caín mata a su hermano Abel. Ahora se produce la segunda separación. El alma de Abel se separa de su cuerpo. La tercera muerte, la muerte eterna, todavía es cosa del futuro. Será entonces cuando Dios apartará de sí mismo a todos aquellos que tendrán su parte en el lago de fuego. Esa es la "muerte eterna", que es lo mismo que decir "separación eterna ". Es necesario que comprendamos el significado de estas tres muertes. Nada podemos hacer con la primera de ellas. Tampoco somos culpables por el hecho de que Adán y Eva hayan pecado. Pero sí podemos hacer mucho para e eterna, ya que en Cristo hemos ganado mucho más que lo que perdimos en Adán.

Pero. ¿Quién es entonces el que nos manda las enfermedades? ¿Es Dios o es el diablo? Si es Dios quien lo hace, ¿en dónde está su amor por nosotros? Y si es el diablo, ¿por qué no recurrimos a Dios para que nos dé la salud? Todo cuanto explicamos aquí, tiene necesariamente que provenir de la Palabra de Dios. Permitamos entonces que la misma Biblia nos diga de dónde vienen las enfermedades.

Cuando Dios llamó a Moisés para encomendarle la difícil tarea de presentarse ante el Faraón de Egipto y exigirle que dejara que el pueblo de Israel saliera de Egipto a fin de llevarlos a la tierra de Canaán, Moisés se excusó delante de Dios y no quiso aceptar su misión porque evidentemente tenía defectos físicos los que según él no le dejarían hacer bien esta tarea. "Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. Entonces Jehová se enojó contra Moisés y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya; y OS enseñaré lo que hayáis de hace, Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca; y tú serás para él en lugar de Dios" (Exo. 4:10-16).

La Biblia no dice explícitamente cuál era el problema que tenía Moisés, pero es obvio que lo que tenía afectaba su habla. En otras palabras, él seguramente era tartamudo, porque admite ser "tardo en el habla y torpe de lengua". Dios no quería escuchar sus argumentos, aunque Moisés insistió mucho. Notamos también, que a diferencia de él, Aarón era todo lo contrario. Dios le dice a Moisés que sabe que su hermano habla bien y le hace ver que Aarón ocuparía un lugar en este ministerio, pero que también le necesitaba a él con su torpeza de lengua o su tartamudez. Dios asimismo le declara a Moisés, que él mismo fue quien hizo al mudo, al sordo, al que ve y al ciego. Este principio lo vemos a través de toda la Biblia, dejando bien claro que Dios tiene en sus manos el asunto de nuestra salud. Para quienes predican que Satanás es el autor de las enfermedades, tenemos una palabra de advertencia muy seria. Piensen mejor respecto a quién están tildando de Satanás, ya que Dios es el autor mismo de las enfermedades.

A continuación voy a citar otros pasajes bíblicos para que este principio quede bien grabado en cada corazón: "Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir, yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano" (Deut. 32:39). "Jehová mata, y él da vida, él hace descender al Seol y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece" (1 5am. 2:6,7). "He aquí bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga, por tanto, no menosprecie la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga; y él la vendará; él hiere, y sus manos curan" (Jb. 5:17,18). "Yo soy Jehová y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del seol y hasta donde se pone, que no hay nada más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto" (Is. 45:5-7). "Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias; porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?" (Lam. 3:31-33,37,38).

Todas estas y muchas otras citas bíblicas, nos hacen ver que las adversidades y todas las enfermedades nos vienen porque Dios así lo dispone. Él sabe quién podrá caminar y quién será paralítico, sabe quién verá y quién será ciego. Él determina quién morirá de cáncer y quién no. ¡Qué sería de nosotros si viviéramos enteramente al antojo y disposición de Satanás! Bien sabemos, por la experiencia de Job, que Satanás, aunque puede ocasionarle daños físicos o mentales a un cristiano, no puede hacerlo a menos que Dios se lo permita. Satanás está tan limitado que sólo puede ocasionar el daño que Dios le permite.

El cuadro de Job es otra muestra de este principio. Los daños le venían a medida que Dios lo permitía. Primero murieron los animales de Job, todo su ganado. Luego todos sus hijos en un mismo día, y por último Job mismo fue herido con una horrible sarna, una enfermedad tan asquerosa que hasta su propia esposa le sugirió que se suicidara, cuando le dijo: "Maldice a Dios, y muérete" (Jb. 2:9b). Si bien fue Satanás quien ocasionó todo este ¿laño en la vida de Job, él no habría podido tocarle un solo cabello si Dios no se lo hubiera permitido. Dios tenía un propósito en el caso de Job, quería bendecirle con el doble de lo que tenía. Y así es, siempre las enfermedades y las experiencias adversas y amargas, nos vienen porque Dios quiere elevar nuestra estatura espiritual. Cuando Pablo comprendió esto dijo: "Por lo cual por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones; en angustias; porque cuando soy débil entonces soy fuerte" (II Cor. 12:10).

El autor de la Epístola a los Hebreos dice: "Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?... Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados" (Heb. 12:5-7,11).

No siempre la disciplina del Señor nos viene en forma de alguna enfermedad física, algún accidente, cirugía muy difícil, etc. A veces puede tratarse de un colapso económico, asalto, un incendio donde la propiedad se convierte en un montón de cenizas. También debemos recordar que existen enfermedades que son el resultado directo de algún pecado en particular. Esto naturalmente es claro en la Biblia y en la vida diaria. Nadie podrá dudar que la lepra que obtuvo María, la hermana de Moisés, fue el producto de su rebelión contra su hermano, el siervo de Dios. Cuando ella quiso autonombrarse líder en igualdad con él, Dios intervino y la castigó con lepra: "Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que Maria estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa" (Num. 12:9,10).

Es cierto que Dios limitó los días de la lepra de María, pero en este caso es completamente claro que la enfermedad de ella fue consecuencia de un pecado en particular. Esto lo vemos también en otros recuentos bíblicos y en nuestra vida diaria. Por ejemplo, se da el caso de un individuo que no se cuida con su comida, trabaja sin dormir porque desea acumular cada vez más y más, vive siempre tenso, temiendo que el banco devuelva alguno de los cheques que ha girado porque no tiene fondos suficientes para cubrirlo y que además tiene un vicio que lo domina el cual lo hace sentirse miserable porque está ocultando su pecado de los demás hermanos.

No son pocos los hombres y mujeres que tienen sus aventuras sexuales extramaritales, tanto casados como solteros, sin dejar de hacerlo ni confesarlo a nadie. Es natural que una vida así, más tarde o más temprano ocasione una secuela de problemas emocionales y físicos que derivarán en serias enfermedades. En tales casos no se puede decir que Dios está ocasionando estos problemas porque desea moldear esa vida, sino que lo que ocurre es una consecuencia lógica de la inalterable ley de la siembra y la cosecha. Incluso puede haber muerte prematura debido a algún pecado de esta naturaleza que el cristiano cree que no puede dejar. El apóstol Juan nos habla de esto mismo cuando dice: Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida" (1 Jn. 5:16).

Note que Juan escribe acerca de alguien que ve a un "hermano cometer pecado". Lógicamente se trata de una persona salva que comete pecado de muerte. Pero... ¿a qué muerte se refiere el apóstol? No a la muerte eterna, porque se trata de un cristiano. Juan más bien habla de la posibilidad de una muerte física prematura, porque ese hermano insiste en dicho pecado. El testimonio pobre de un hermano en una iglesia puede ser dañino, por lo cual, muchas veces es mejor que ese hermano se vaya al cielo. Para los demás habrá muerto, pero él en realidad habrá partido para estar con Cristo. Allí no tendrá los problemas que no pudo superar mientras estaba en su cuerpo.

Uno podría pensar: "Bueno, ¿por qué no partir cuanto antes para estar con Cristo, lo cual, según el apóstol Pablo, "es muchísimo mejor" (Fil. 1:23b) La desventaja de morir en estas condiciones, es que uno sí se salva, "aun que así como por fuego" (1 Cor. 3: 15b). La Biblia habla bastante de pecados específicos que han precipitado una muerte prematura, pero esto de ninguna manera quiere decir que todas las enfermedades obedecen a un pecado en particular. Satanás está muy limitado en su actuación en relación a los hombres, especialmente en lo que toca a los cristianos. A aquellos que le sirven fielmente y se mueven dentro de su territorio, él ciertamente los impresiona haciéndoles sentir que tiene poder sobre ellos. Pero en cuanto a los cristianos en general, aunque tengan debilidades, Dios nunca permitirá que un hijo suyo sufra más de lo que pueda resistir.

Pero... entonces... ¿Por qué hay tantos "Centros de Fe" que arrastran tanta gente con la promesa de sanar todas las enfermedades? Obviamente, en muchos casos se trata de blasfemos y enemigos de las enseñanzas bíblicas. Permítame citarle un ejemplo:

Dice Benny Hinn en la página 83 de su libro Señor, necesito un milagro: "No sólo creo que es la voluntad de Dios que usted sea sanado, sino que también es su voluntad que viva sano hasta que él le llame al hogar celestial... Si está buscando un libro que le ayude a justificar sus enfermedades, éste que está leyendo no es para usted. Yo no soy de los que oran diciendo: 'Si es tu voluntad Señor sana a esta persona' ¡La voluntad de Dios es sanar! Nunca me oirá orar diciendo palabras que pueden destruir la fe, tales como: 'Si es tu voluntad Señor, sánales'. Dios quiere que se ponga de pie y sea sanado. Hoy, mañana y ¡siempre!".

Pero... ¿Es esto lo que enseña la Biblia? ¿Está en nuestras propias manos ser sanos como cristia­nos? Nuestra obligación es someter al escrutinio de la Biblia, toda conclusión, toda filosofía o toda afirmación. Lo que creemos y enseñamos debe pasar el examen de las Escrituras. De no lograrlo, la enseñanza es herejía. En cuanto a pedir que se haga la voluntad de Dios, Jesús nos dice en la oración modelo: "Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra" (Mat. 6:10). Cuando Jesús le oró al Padre en su oración modelo, su alma estaba muy triste. El Señor estaba muy cerca de sufrir los padecimientos del Calvario. Así que le oró al Padre: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú ... Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad" (Mat. 26:39,42). "Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye" (I Jn. 5:14).

Santiago también nos habla de lo mismo cuando dice: "¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de locual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello" (Stg. 4:13-5).

Usted puede creer algo y creerlo de todo corazón, estar completamente convencido y ser verdaderamente sincero, y aún estar equivocado, porque su creencia, su fe, si no descansa en las promesas bíblicas es un fraude. Las cosas no sucederán porque usted cree, sino cuando su creencia se conforma a la voluntad de Dios, si concuerda y está en armonía con su Palabra.