¿El resurgimiento de Asiria?
- Fecha de publicación: Jueves, 28 Mayo 2015, 23:31 horas
- Publicado en Profecías /
- Visitado 8137 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
El Estado Islámico en Irak y Siria, más conocido por sus siglas en inglés ISIS, es un grupo terrorista insurgente, de naturaleza yihadista suní, que se ha autoproclamado califato, y está asentado en un amplio territorio de Irak y Siria controlado por radicales fieles a Abu Bakr al-Baghdadi, el auto elegido califa de todos los musulmanes, considerado el hombre más peligroso del mundo.
Este líder terrorista se ha autoproclamado nuevo califa de todos los musulmanes y pretende expandir su reinado del terror por el mundo islámico.
Técnicamente el grupo organizado como un estado no reconocido, controla de facto varias ciudades como Mosul, Faluya y Raqqa, siendo esta última considerada su capital. El rápido auge del estado islámico ISIS en Irak y Siria, ha hecho que muchos en el mundo cuestionen sus consecuencias apocalípticas, ya que se ha distinguido por ser la primera agrupación terrorista en declarar su territorio capturado como un país soberano y como un califato autoproclamado, que aspira tener todas las regiones del mundo habitadas por musulmanes, bajo su control directo.
Apenas unos días después de que publicaran un video en las redes sociales, que muestran a uno de sus combatientes decapitando al periodista James Foley, Chuck Hagel el secretario de defensa estadounidense, declaró: "Esta es una organización con una visión apocalíptica estratégica de los últimos días, que con el tiempo tiene que ser derrotada".
A diario los medios de comunicación mundiales están colmados con las macabras imágenes que retratan a este grupo despiadado de musulmanes fundamentales, como inflexible y aterrador por decir lo menos. Originalmente conocido como Yama'at al-Tawhid wal-Yihad, surgió como una organización terrorista próxima a Al Qaeda, para hacerle frente a la invasión de Irak en el año 2003, siendo dirigida por Abu Musab al Zarqaui. Tras su muerte, el nuevo líder, Rashid al-Baghdadi, bajo la tutela de Osama bin Laden, se expandió por las gobernaciones de Ambar, Nínive, Kirkuk y en gran parte de Saladino, así como en menor medida en Babilonia, Diala y Bagdad. Durante este tiempo proclamó el Estado Islámico de Irak, y su cuartel general se encontraba en la ciudad de Baquba.
El Estado Islámico de Irak ha sido responsable de la muerte de miles de civiles iraquíes, así como de miembros del gobierno iraquí y sus aliados internacionales. La organización se caracteriza por su severa interpretación del islam y su violencia brutal contra los chiitas, por profesar sus miembros la fe suní. Su objetivo declarado es expandirse por Jordania, Israel, Palestina, Líbano, Kuwait, Turquía y Chipre.
Vamos a examinar este problema emergente, pero antes de hacerlo es necesario que nos hagamos tres preguntas referentes a esta área del mundo:
- ¿Cuál es su historia?
- ¿Quiénes son sus líderes?
- ¿Cuál es su destino profético?
¿Cuál es su historia?
En sus publicaciones personales de septiembre del 2014, el doctor Steve Elwart, analista de investigación ejecutiva del Instituto Cristiano Koinonia, y un experto en la materia del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, expuso la historia reciente de las regiones actualmente controladas o reclamadas por el Estado Islámico, y declaró: "Muchos analistas ven la agitación en el Levante como un realineamiento de la región hacia una configuración de sus fronteras nacionales, tal como estaban antes de que entrara en vigor el Acuerdo Sykes-Picot, firmado el 16 de mayo de 1916. Se trató de un convenio secreto entre Gran Bretaña y Francia para dividirse los territorios del Oriente Próximo, en caso de que obtuvieran la victoria en la guerra contra los Imperios Centrales, recibiendo la aprobación del Imperio ruso y el Reino de Italia. Debe su nombre a los negociadores del pacto, que fueron sir Mark Sykes, en representación de Gran Bretaña, y François Georges-Picot por Francia”.
Cuando miramos retrospectivamente en la historia, vemos que antes del acuerdo Sykes-Picot, que fuera implementado bajo el mandato británico y francés, el Imperio Otomano había controlado esa área desde mediados del siglo XVI. Antes del surgimiento del Imperio Otomano, una sucesión brutal de imperios turcos y mongoles dominaron esa región desde el año 930 de nuestra era.
El auge de los califatos árabes islámicos entre los años 633 al 930 de la era cristiana, reemplazaron los imperios bizantinos y sasánidas de Persia, que habían ocupado esta región desde la caída del Imperio Romano ocurrida en el año 363 de nuestra era. Los romanos sucedieron a los griegos, los cuales a su vez habían remplazado a los persas, quienes conquistaron a los babilonios durante los años 606 al 539 antes de Cristo.
Pero... ¿quiénes precedieron al imperio babilónico? Aproximadamente, desde los años 2600 hasta el 612 antes de Cristo, esta región fue el hogar de varios imperios asirios. En resumen, la región Asiria, tiene unos 4.600 años de historia continua de conflictos y conquistas. De hecho, los ejércitos de esa región eran bien conocidos por sus tácticas brutales.
¿Quiénes fueron sus líderes?
En el capítulo 10 del libro de Génesis está registrada la historia del primer gran líder de esa región, Nimrod, de quien dice: “Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra” (Génesis 10.8). Él fue responsable de la construcción de las ciudades de Babel y Nínive. Algunos eruditos bíblicos creen que Nimrod fue el primer gobernante mundial, ganándose así el título de ser la primera semblanza del Anticristo de los últimos días.
Isaías nos dice que el Faraón que oprimiera a Israel sin razón, era un asirio: “Porque así dijo Jehová el Señor: Mi pueblo descendió a Egipto en tiempo pasado, para morar allá, y el asirio lo cautivó sin razón” (Isaías 52:4).
Tanto el rey sirio Ben-adad mencionado en el capítulo 20 del libro primero de Reyes, como Hazael en el capítulo 12 de segundo de reyes, le impusieron a Israel el pago de un tributo.
- “Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él a treinta y dos reyes, con caballos y carros; y subió y sitió a Samaria, y la combatió. Y envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo: Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. Y el rey de Israel respondió y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo” (1 Reyes 20:1–4).
- “Entonces subió Hazael rey de Siria, y peleó contra Gat, y la tomó. Y se propuso Hazael subir contra Jerusalén; por lo cual tomó Joás rey de Judá todas las ofrendas que habían dedicado Josafat y Joram y Ocozías sus padres, reyes de Judá, y las que él había dedicado, y todo el oro que se halló en los tesoros de la casa de Jehová y en la casa del rey, y lo envió a Hazael rey de Siria; y él se retiró de Jerusalén” (2 Reyes 12:17–18).
Las inscripciones, al igual que la evidencia pictórica esculpida, proveen información detallada en relación con el tratamiento que le daban los asirios a los pueblos conquistados, a sus ejércitos y a sus gobernantes. En sus epígrafes reales, Asurnasirpal Segundo se llama a sí mismo "El hollador de todo adversario... quien derrotaba a todos sus enemigos y empalaba sus cadáveres en estacas". La práctica de empalar consistía en atravesar a la persona de un lado a otro con un palo, introduciéndolo por el recto, tal como se hace con los pollos cuando se asan al fuego.
En una ocasión en que una ciudad resistió tanto como le fue posible en lugar de rendirse de inmediato, Asurnasirpal orgullosamente registró este castigo: "Le arranqué la piel a muchos nobles que se habían rebelado contra mí y las colgué sobre una pila de cadáveres; a algunos los saqué del montón y los esparcí por el suelo, otros los empalé en estacas sobre la pila... Le arranqué la piel a muchos en mi territorio y las hice colgar sobre los muros".
La historia sobre este imperio registra que el rey asirio Asurnasirpal Segundo, escribió lo siguiente sobre su campaña del año 883 antes de Cristo: "Construí un pilar enfrente de la puerta de la ciudad, desollé a todos los jefes que se habían sublevado, y cubrí el pilar con sus pieles. Algunos los mandé a empalar sobre estacas y a otros los até a postes alrededor del pilar. Corté las extremidades de los oficiales que se habían sublevado. A muchos cautivos quemé en el fuego, y a otros los dejé vivos como esclavos. A unos le corté la nariz, las orejas y los dedos, y a muchísimos otros ordené que le sacaran los ojos. Hice un gran pilar con cautivos vivos y otro sólo de cabezas. Inserté las cabezas en estacas y las clavé alrededor de la ciudad. Sus jóvenes y doncellas fueron consumidos por el fuego. Al resto de sus guerreros dejé que se murieran por la sed en el desierto del Éufrates".
Apoyado por los dioses, él siempre tenía que salir victorioso en la batalla y castigar a las personas desobedientes. Por eso dice en otra inscripción: "Hice caer a 50 de sus hombres de guerra con mi espada, quemé a 200 cautivos de ellos, y derroté en una batalla en la llanura a 322 soldados... Con la sangre de ellos teñí la montaña de rojo como lana roja, y el resto fueron tragados por las cañadas y torrentes de la montaña. Llevé conmigo a cautivos y tomé sus posesiones. Corté la cabeza de sus guerreros y construí con ellas una torre frente a su ciudad. Quemé a sus adolescentes, varones y hembras".
Esta otra descripción de una conquista es incluso peor: "En la lucha y el conflicto asedié y conquisté la ciudad. Hice caer a 3.000 de sus guerreros con la espada... Capturé a muchos soldados vivos; corté los brazos y las manos de algunos; amputé las narices, orejas y extremidades de otros. Saqué los ojos de muchos soldados. Hice una pila de vivos y otra de cabezas. Colgué sus cabezas en los árboles alrededor de la ciudad".
Hasta donde sabemos, el palacio de Asurnasirpal Segundo fue el primero en el cual se usaron las losas de piedra grabadas además de las pinturas usuales en las paredes. Estos grabados retratan muchas de las escenas narradas en palabras en los anales escritos.
Desde el reinado de Salmanasar Tercero, hijo de Asurnasirpal Segundo, también se han encontrado bandas de bronce que decoraban las gigantescas puertas de madera de un templo, o posiblemente de un palacio situado en Balawat, cerca del moderno Mosul. Esas bandas de bronce exhiben un increíble repujado, es decir un relieve que se hacía labrado al martillo por el lado opuesto.
En uno de estos repujados podemos ver a un soldado asirio sosteniendo la mano y el brazo de un enemigo capturado, cuya otra mano y pies han sido ya cortados. En toda la escena aparecen brazos y piernas arrancadas. Cabezas cortadas colgadas de los muros de la ciudad conquistada. Otro cautivo está empalado en una estaca con los manos y pies ya cortados. En otro detallado relieve vemos tres estacas, cada una atravesando ocho cabezas cortadas y colocadas fuera de la ciudad conquistada.
Otro registro similar grabado, muestra una hilera de cautivos empalados, alineados en estacas y colocados en una colina en las afueras de la ciudad capturada. En una inscripción de Salmanasar Tercero, padre de Asurnasirpal Segundo, dice: "Capturé soldados vivos y los empalé en estacas enfrente de sus ciudades".
Los registros escritos de Salmanasar Tercero complementan este archivo pictórico. Dice en uno de ellos: "Llené la amplia llanura con los cadáveres de sus guerreros... Y a estos rebeldes los empalé en estacas... Y erigí una pirámide (un pilar) de cabezas enfrente de la ciudad".
En un registro pictórico esculpido en el siglo octavo antes de Cristo, aparece Tiglat-Pielser Tercero erguido en medio del escenario de una ciudad conquistada, y dice: "A Nabu-usabsi, su rey, colgué enfrente de la puerta de su ciudad empalado en una estaca. Su tierra, esposa, hijos, hijas, propiedades y tesoros de su palacio, tomé para mí. A Bit-Amukani hollé como se trilla con mazo de hierro. Todo su pueblo y bienes llevé a Asiria".
Senaquerib, el hijo y sucesor de Sargón, una vez más trasladó la capital Asiria, en esta ocasión a Nínive, donde construyó su propio palacio. De acuerdo con Austen Henry Layard, quien excavó a Nínive, si se pusieran en hilera los relieves en el palacio de Senaquerib, se extenderían por unos tres kilómetros. Senaquerib sobrepasó a sus predecesores en lo sangriento y detallado de sus descripciones. Tal como dice esta inscripción: "Les cercené las gargantas como corderos. Corté sus preciosas vidas como se corta un hilo. Como las muchas aguas de una tormenta, hice que los contenidos de sus entrañas e intestinos rodaran sobre la amplia tierra. Mis briosos corceles enjaezados con arneses para mis correrías, se hundían en los torrentes de su sangre como en un río. Las ruedas de mis carros de guerra, que hacían caer a los inicuos y perversos, estaban salpicadas con sangre e inmundicia. Con los cuerpos de sus guerreros llené la llanura como yerba. Los testículos de sus soldados corté y los dejé regados en la tierra como semillas de pepino".
Senaquerib fue asesinado por sus hijos. Y Esarhadón otro de sus hijos se convirtió en su sucesor. "Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive, donde se quedó. Y aconteció que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, Adramelec y Sarezer sus hijos lo hirieron a espada, y huyeron a tierra de Ararat. Y reinó en su lugar Esarhadón su hijo" (2 Reyes 19:36 y 37).
Esarhadón trató a sus enemigos igual que lo hicieron su padre y su abuelo. Esta inscripción grabada ilustra este ejemplo: "Como un pescado lo capturaba del mar y le cortaba la cabeza". Y dijo del rey de Sidón: "La sangre de ellos como una represa rota la hice rodar por los barrancos y hondonadas de la montaña... Colgué las cabezas de Sanduarri (rey de las ciudades de Kundi y Sizu) y de Abdi-milkuti (rey de Sidón) sobre los hombros de sus nobles y con cánticos y música desfilé por la plaza pública de Nínive".
Asurbanipal, el hijo de Esarhadón alardeaba diciendo: "Con sus cuerpos mutilados alimentaba a los perros, cerdos, lobos y águilas, a las aves del cielo y los peces en lo profundo... Lo que quedaba del festín de los perros y cerdos, de sus miembros que colmaban las calles y llenaban las plazas, ordenaba que fueran removidos de Babilonia, Kuta y Sipar y que fueran apilados en montículos".
Cuando Asurbanipal no le daba muerte a los cautivos, "le perforaba los labios y los llevaba a Asiria para que sirvieran de espectáculo a la gente de su tierra". El enemigo al sureste de Asiria, el pueblo de Elam, recibió un castigo tan especial del cual no se libraron ni siquiera sus muertos. Y dice en estos registros grabados: "Los sepulcros de sus primeros y últimos reyes que no temieron a Asur y a Istar, mis dioses y quienes habían molestado a los reyes, mis padres, destruí y devasté. Los expuse al sol. Y sus huesos me llevé a Asiria. Acosé incansablemente hasta sus sombras. Los privé de sus ofrendas de alimentos y libaciones de agua".
Entre los relieves esculpidos por Asurbanipal se encuentran grabados de deportaciones masivas de elamitas, juntos con pilas de cabezas cortadas. En uno de ellos puede observarse a dos elamitas atados al suelo mientras se les arranca la piel y a otros que se les corta la lengua.
No hay razón para dudar de la exactitud histórica de estos registros pictóricos grabados e inscritos. Tales castigos a menudo ayudaban a asegurar el pago del tributo en oro, plata, estaño, cobre, bronce y hierro, al igual que los materiales para construcción, incluyendo la madera que era tan necesaria para la supervivencia económica del imperio asirio.
Estos retratos visuales y escritos nos ofrecen en nuestro día, una nueva realidad de la conquista asiria del reino norte de Israel en el año 721 antes de Cristo y de la campaña subsecuente de Senaquerib en Judá en el año 701 antes de Cristo.
La Biblia registra que el rey asirio Salmanasar IV conquistó el reino norte de Israel: “Contra éste subió Salmanasar rey de los asirios; y Oseas fue hecho su siervo, y le pagaba tributo. Mas el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba; porque había enviado embajadores a So, rey de Egipto, y no pagaba tributo al rey de Asiria, como lo hacía cada año; por lo que el rey de Asiria le detuvo, y le aprisionó en la casa de la cárcel. Y el rey de Asiria invadió todo el país, y sitió a Samaria, y estuvo sobre ella tres años. En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos” (2 Reyes 17:3–6).
Senaquerib falló en su intento de derrotar a Jerusalén y perdió 185.000 hombres en una sola noche: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos” (2 Reyes 19:35).
A pesar de esta historia de opresión despiadada, Dios todavía trató generosamente al pueblo de Asiria, y les envió a profetas como Jonás, Elías, Eliseo y Nahum.
- “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí” (Jonás 1:1–2).
- “Y le dijo Jehová (a Elías): Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria” (1 Reyes 19:15).
- “Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí. Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Tomó, pues, Hazael en su mano un presente de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad? Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente” (2 Reyes 8:7–10).
- “Profecía sobre Nínive... Aunque sean como espinos entretejidos, y estén empapados en su embriaguez, serán consumidos como hojarasca completamente seca... De ti salió el que imaginó mal contra Jehová, un consejero perverso. Mas acerca de ti mandará Jehová, que no quede ni memoria de tu nombre; de la casa de tu dios destruiré escultura y estatua de fundición; allí pondré tu sepulcro, porque fuiste vil” (Nahum 1:1,10,11,14).
El apóstol Pablo se convirtió en el camino a Damasco y comenzó su ministerio público allí.
- “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:1–5).
- Él mismo declaró: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco” (Gálatas 1:15–17).
¿Cuál es su destino profético?
La Biblia no está silenciosa en lo que se refiere a profecías concernientes a Asiria. En el capítulo 11 del libro de Daniel, están detalladas en forma anticipadas, todas las guerras que se librarían entre los Tolomeos de Egipto y los Seléucidas de Asiria. Los versículos 21 al 35 del capítulo 11 describen todos los horrores llevados a cabo por Antíoco Epífanes IV. En el año 168 antes de Cristo, este tirano declaró culpable de muerte a cualquiera que leyera el Tora, los cinco primeros libros de la Biblia escritos por Moisés. Sacrificó un cerdo sobre el altar en el templo de Jerusalén y luego erigió un ídolo de Zeus en el Lugar Santísimo.
Todo esto fue una vista anticipada de la abominación desoladora, tal como está descrito en el versículo 27 del capítulo 9 de Daniel. “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:27). Algunos eruditos bíblicos creen que Antíoco IV es otro prototipo del Anticristo de los últimos días.
En el capítulo 9, Daniel una vez más nos ofrece otra clave interesante sobre la identidad del Anticristo que hará su aparición en los últimos días, marcando el comienzo de la septuagésima semana profética. Dice: “... Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario...” (Daniel 9:26b). En el año 68 de nuestra era, el general romano Tito, rodeó la ciudad de Jerusalén con cuatro legiones. La doceava legión, la Fulminata, fue enviada como un legado de Siria y estaba integrada por unidades del ejército sirio. Esta legión participó en la derrota de Jerusalén y la destrucción del templo
En el escenario de juicio del último tiempo Dios promete: “Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos” (Isaías 10:12). “... Quebrantaré al asirio en mi tierra, y en mis montes lo hollaré; y su yugo será apartado de ellos, y su carga será quitada de su hombro” (Isaías 14:25).
Joel Richardson, es un famoso autor cristiano reconocido por el periódico New York Times, cineasta y maestro de fama internacional. En su libro publicado en inglés El Anticristo Islámico, en las páginas 31 y 32, enumera algunas predicciones muy atrevidas dadas en la escatología islámica. Dice que el Mahdi será un califa e imán del mundo musulmán, que hará un pacto de paz de siete años con un judío del linaje sacerdotal y que aparecerá cabalgando sobre un caballo blanco.
Por otra parte, leemos en el libro de Apocalipsis: “Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer” (Apocalipsis 6:2). Tal parece que el Mahdi islámico concuerda perfectamente con el jinete del caballo blanco. Note que el jinete sobre el caballo blanco tiene un arco, pero que no se hace mención a ninguna flecha. Si usamos el principio hermenéutico de primera mención, el término “arco” usado aquí, bien podría significar el símbolo de un pacto, tal como se aplica en Génesis 9:12 y 13, en donde se menciona “arco” por primera vez, para representar un pacto, y dice: “Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra”.
Joel Richardson pasa entonces a enumerar las características del Mesías musulmán. Dice en la página 58 de su libro El Anticristo islámico, que “Él regresará a la tierra en los últimos días cerca de una mezquita en Damasco. Que llegará en un tiempo cuando el Mahdi y su ejército se estén preparando para orar”.
Cuando consideramos la forma cómo todos los eventos actuales en la antigua región de Siria, se fusionan para armonizar con los precedentes bíblicos y profecías, no asombra ver a esta región del mundo una vez más, en el centro del escenario profético. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué debemos estar haciendo durante estos momentos de gran incertidumbre?
El profeta Habacuc se vio enfrentado a un reto similar durante su vida, cuando Dios le mostró que Israel iba a ser invadido por los caldeos, y le dijo: “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis. Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad” (Habacuc 1:5–7).
Estas predicciones perturbaron el ánimo de Habacuc y buscó una respuesta de parte de Dios, quien le respondió con esta simple declaración: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4).