La supuesta "ocupación" de 1948
- Fecha de publicación: Miércoles, 18 Mayo 2016, 14:47 horas
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No son sólo los enemigos árabes de Israel, sino también los segmentos de opinión culta en el occidente, quienes aseguran, que el “pecado original” de la refundación de Israel sobre las ruinas de “la Palestina Árabe”, fue posible debido a que los judíos arrebataron de manera deliberada y agresiva una propiedad que pertenecía a una población nativa.
Los millones de documentos que datan del período del Mandato Británico entre 1920 a 1948, y los primeros días de la nación de Israel, registran un cuadro muy diferente en torno a este hecho histórico, revelando que la supuesta expropiación del territorio no sólo carece totalmente de fundamento, sino que es exactamente lo opuesto.
Lejos de ser los supuestos palestinos, las víctimas desdichadas del asalto sionista rapaz, fueron los líderes palestinos árabes quienes emprendieron desde la década de 1920, aun en contra de los deseos de sus propios constituyentes, una campaña implacable para eliminar el despertar judío nacional. Si esos líderes, y sus contrapartes en los estados árabes vecinos, hubiesen aceptado la resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, que proclamaba el establecimiento de dos estados en el territorio de Canaán, nunca hubiese habido una guerra, ni el desplazamiento poblacional de primera instancia.
Antes de la proclamación del estado de Israel el 14 de mayo de 1948, portavoces sionistas celebraron cientos de reuniones con los líderes árabes de todo nivel. Eso incluyó a Abdullah ibn Hussein, fundador del Emirato de Transjordania, el actual reino de Jordania, los titulares y previos primeros ministros de Siria, Líbano, Egipto e Iraq, asesores de alto rango del rey Abdul Aziz ibn Saud, fundador de Arabia Saudita, y la élite árabe-palestina de todos los partidos.
Mientras los judíos se esforzaban por asentar las bases de su naciente estado, los disparos abiertos o escondidos, las emboscadas y los ataques con bombas, los cuales en este mundo actual serían clasificados como crímenes de guerra, llegaron a ser eventos diarios contra la población judía. El entonces cónsul general de Estados Unidos, Robert Macatee, escribió en diciembre de 1947: “Personas inocentes e inofensivas, ocupadas en sus quehaceres diarios, eran heridas o muertas por disparos mientras viajaban en autobús, caminaban por las calles, y hasta por balas al azar mientras dormían. Una mujer judía, madre de cinco niños, fue baleada en Jerusalén mientras tendía ropa en el techo. La ambulancia que la llevaba rápidamente al hospital fue atacada con una ametralladora, y finalmente los dolientes que conducían su cuerpo en el funeral fueron atacados y uno fue apuñaleado a muerte”.
Los árabes inventaron todo tipo de atrocidades en contra de los israelíes. La caída de Haifa, por ejemplo, dio lugar a la falsa historia de que los judíos habían realizado una masacre, la cual se fue propagando ampliamente por todo el Medio Oriente, llegando hasta las capitales occidentales. Semejantes rumores falsos fueron divulgados luego de la caída de Tiberias, durante la batalla de Safed, y en Jaffa donde el alcalde inventó una supuesta masacre de “cientos de hombres y mujeres árabes”. Algo muy similar a lo que hacen hoy en día.
Esa propagación de falsedades terribles en contra de Israel, indudablemente se hacía con propósitos de obtener la mayor simpatía internacional posible, en favor del “sufrimiento palestino” y para que los judíos parecieran predadores brutales. Pero les salió el tiro por la culata cuando se dispersó el pánico entre la sociedad palestina desorientada. Para abril de 1948, ya unos cien mil palestinos habían salido huyendo, aunque los judíos sólo mantenían una actitud defensiva, y en ninguna manera estaban en la posición de desalojarlos.
El 23 de marzo de 1948, el general iraquí Ismail Safwat, comandante en jefe del Ejército de Liberación Árabe, la fuerza árabe voluntaria que realizó mucho del combate en Palestina durante los meses previos a la proclamación de independencia israelí, notó con sorpresa que los judíos “todavía no habían atacado un solo poblado árabe, a menos que fuesen provocados”. Cuando Israel declaró su independencia el 14 de mayo, el número de refugiados árabes se había triplicado. Aún así, ninguno de los 170.000 a 180.000 árabes que huían de centros urbanos, y muy pocos de los 130.000 a 160.000 árabes de lugares rurales, habían sido desalojados por los judíos.
Todo esto dio origen a la guerra árabe-israelí de 1948, también conocida por los israelíes como guerra de la Independencia o guerra de Liberación. Fue el primero de una serie de conflictos armados que enfrentaron al estado de Israel y a sus vecinos árabes, en lo que se conoce globalmente como el conflicto árabe-israelí.
Ésta fue la más sangrienta de las guerras para Israel. Costó la vida de 6.373 combatientes muertos en acción, esto desde los días previos a la creación del estado, hasta el 20 de julio de 1949. Sin embargo, vale la pena hacer notar que esta cifra de muertos incluye también una buen cantidad de inmigrantes y algunos voluntarios del extranjero.
Lo más destacado de esta guerra fue lo que ocurrió el día séptimo de la refundación del estado de Israel, cuando Líbano, Siria, Jordania, Iraq y Egipto, dijeron: “Si permitimos la existencia de Israel, se convertirá en una espina en el costado. La historia demuestra todos los problemas que han causado. Vamos a empujar a los judíos hacia el mar, vamos a hacer literalmente que se ahoguen en el mar Mediterráneo”.
Fue así como el séptimo día, los árabes comenzaron a agrupar sus tanques, sus ejércitos y todo el armamento posible, listos para hacer retroceder a los judíos hasta el mar. En la noche, entre el séptimo y el octavo día, Israel al tanto de los planes de los árabes, instituyó lo que llamó “Plan Gedeón”. Si acaso usted no sabe que fue lo que hizo Gedeón, le aconsejamos que lea el capítulo 7 del libro de Jueces.
Ese séptimo día, los judíos tomaron todos los vehículos que poseían: buses, taxis, camiones, camionetas y automóviles privados. Tratando de no hacer ningún ruido los condujeron hasta la cercanía del campamento de los árabes, en los montes de Israel, allí les quitaron los tubos de escape, y le aceleraron la revolución de los motores, les ataron cadenas, latas y cuando tuvieron todo listo, encendieron las luces de los vehículos, sonaron los pitos, y comenzaron a hacer un ruido tan descomunal con los motores y dando alaridos, ¡qué los árabes pensaron que estaban rodeados por tanques y un gran ejército! Aterrorizados abandonaron el campamento en desbandada dejando allí todo el armamento. Al día siguiente no había un solo árabe en contra de Israel y los judíos contaban con un cuantioso botín de guerra. ¿Coincidencia?
Cuando terminó la guerra, Israel había conquistado el 78% del territorio y había arrasado cientos de pueblos palestinos provocando oleadas de miles de refugiados en Gaza, Cisjordania y otros países árabes. En la zona israelí quedaron 100.000 palestinos.
Queremos con este mensaje, refutar las mentiras propagadas de que Israel desalojó a los árabes, expropió a los supuestos “habitantes nativos” y tomó posesión ilegal de las tierras palestinas. Permita Dios que los quieren realmente conocer la verdad, sean convencidos por esta irrefutable historia, tergiversada por personas malintencionadas que odian a los judíos y quieren erradicarlos del mapa. Y lo más importante, para que los cristianos que no creen en la validez bíblica de que los judíos tienen derecho eterno a su herencia física y espiritual, sean redargüidos por el Espíritu Santo.
“El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que él escogió como heredad para sí” (Salmo 33:11–12).