La Pascua: Día de coronación
- Fecha de publicación: Sábado, 25 Agosto 2012, 00:43 horas
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Si bien la festividad de Rosh HaShanah - de las trompetas - marca el primer día del nuevo año en el calendario judío, el mes de Nisán en la primavera es de hecho considerado el principio del ciclo anual de las fiestas solemnes. Los comentarios judíos en el Mishná - en la codificación de la ley oral del Antiguo Testamento y de las leyes políticas y civiles de los judíos, nos dicen que el año del reinado de los reyes judíos en los tiempos bíblicos, era contado a partir del mes de Nisán.
De hecho, en el calendario judío tradicional hay cuatro días legales para el año nuevo:
1. El primero tiene lugar en Nisán, y es el año nuevo para los reyes.
2. El segundo es el primero de Elul, el año nuevo para los diezmos de los animales.
3. El primero de Tisri, es el año nuevo para el calendario civil y para el diezmo de los verduras y legumbres.
4. Finalmente el 15 de Sebat, es el año nuevo para los árboles, y los diezmos de los frutos.
Como veremos por medio de esta breve serie de mensajes, el reconocimiento de la celebración del año nuevo en el calendario judío llega a ser extremadamente importante para entender la obra consumada del Señor Jesucristo. Cuando Él vino a su pueblo hace casi dos mil años, cumplió con la profecía hasta en su detalle más mínimo. En particular, su coronación como Rey no fue una simple metáfora, sino que fue perfecta y completa.
Este año, las celebraciones judías del Cordero Pascual y la Pascua, se celebran con tres días de diferencia la una de la otra, el Cordero Pascual el 9 de abril y la Pascua el domingo 12 de abril. Para los judíos es un tiempo para conmemorar la liberación de sus ancestros de la esclavitud en Egipto, por manos de Moisés, el libertador.
Mientras que los cristianos recordamos, cómo nuestro Libertador, el Señor Jesucristo, el Cordero de Dios, fue sacrificado por nosotros. Recordamos su humillación pública, su muerte y resurrección. Cuando le colocaron una corona de espinas en ese día, fue un acto doloroso y humillante, pero fue una corona real y legítima que representa de hecho una coronación verdadera. Igualmente importante fue la bendición que otorgó esta corona sobre toda la tierra.
El año nuevo para los Reyes
Antes de volver a examinar los eventos que rodearon la última vez que el Señor Jesucristo celebró el Cordero Pascual, debemos revisar un hecho poco conocido pero muy interesante acerca de esta fecha, recordada tradicionalmente por los judíos como el día en que se coronaba a los reyes del Israel antiguo.
De hecho, Nisán - el mes del Cordero Pascual - marcaba lo que se conoce como el “Año Nuevo para los Reyes”.
En el primer volumen de la obra en inglés titulada Ensayos sobre el Antiguo Testamento, que se publicara inicialmente en 1967 y luego en 1998 por Sheffield Academic Press, dice: “Por razones que todavía no son muy claras, el comienzo del año que celebraba en la primavera la comunidad antigua judía que siguió al período después del cautiverio en Babilonia, comenzó a conmemorarse en el otoño. El toque del ‘Shofar’ de la trompeta de cuerno de carnero figuraba prominentemente en el ritual de la festividad que tenía lugar los días 1 y 2 de Tisri, mientras que la liturgia enfatizaba los temas del juicio, el reinado y la creación de Dios’.
“Sin embargo, el primero de Nisán continuó siendo considerado como el día de año nuevo para el reinado y festividades de los reyes judíos. Así que aunque el año calendario comenzaba con el primero de Tisri, el Cordero Pascual era considerado como la primera fiesta solemne del año. De menor significado eran los días de año nuevo celebrados el primero de Elul y el primero de Sebat, para el diezmo del ganado y de los árboles respectivamente”.
Las dos diásporas de Israel en los años 722 y 586 antes de Cristo, y el colapso de la monarquía judía, conllevó a que se reconociera el comienzo del año en Tisri y Rosh HaShanah - en la fiesta de las trompetas, en lugar de Nisán y el Cordero Pascual. Dicho en otra forma, los judíos comenzaron a celebran el Año Nuevo Civil en el otoño, en lugar de conmemorar el Año Nuevo Espiritual en la primavera.
La siguiente cita tomada de la publicación The Jewish Voice, clarifica un poco más este punto de vista: “¿Cómo sabemos que el Cordero Pascual es Rosh HaShanah para los Reyes? Está en el Tanac [en el Antiguo Testamento], aunque de alguna manera se encuentra oculto. ¿Cómo sabemos que los reyes de Israel eran coronados en la fiesta del Cordero Pascual? En 1 Reyes dice esto: ‘... En el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, comenzó él a edificar la casa de Jehová’ (1 Reyes 6:1b). Esto mismo se encuentra repetido en 2 Crónicas 3:2. Ahora, si era el segundo mes del reinado de Salomón - ¡eso quiere decir que Salomón fue coronado un mes antes! El mes de Zif, ahora se conoce como el mes de Iyar, y sigue inmediatamente después de Nisán, cuando se celebra el Cordero Pascual. Teniendo esta comprensión, podemos entonces determinar la fecha de coronación de los otros reyes de Israel. Hubo un debate entre la casa de Hilel y la casa de Salmai, respecto a si la coronación tenía lugar el día 15 o el primero del mes, pero el 15 es la noche del Cordero Pascual, de tal manera que ésta fecha es la de conocimiento común”.
Es decir que en el tiempo antiguo, los israelitas consideraban el primero de Nisán como el Año Nuevo para los Reyes, y la fiesta del Cordero Pascual como el día real de la coronación.
Muy poco saben los gentiles, que esta verdad asombrosa vierte nueva luz en la más histórica de todas las celebraciones del Cordero Pascual: ¡Qué el día en que el Señor Jesucristo fue crucificado, era también el día tradicional judió para la Coronación de los Reyes!
La coronación
En la mañana de ese día - del Cordero Pascual del 15 de Nisán - Jesús fue coronado públicamente, reconocido tanto por líderes romanos como por judíos. Como veremos, este hecho se encuentra cuidadosamente documentado en la Escritura.
La noche anterior, Él fue arrestado y llevado ante el tribunal judío, primero ante Anás y luego a la presencia del sumo sacerdote Caifás y la asamblea del Sanedrín. “Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, y le llevaron primeramente a Anás... Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote” (Juan 18:12 y 13a, 24).
Temprano por la mañana, fue atado y llevado ante Pilato, quien no encontró falta alguna en Él. El cínico procurador romano le envió a Herodes Antipas, quien se burló de que pudiera tener sangre real. “Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre... Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén... Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato” (Lucas 23:1-4,6,7 y 11).
Como acabamos de escuchar, Herodes envió a Jesús de regreso a Pilato, quien lo presentó ante una multitud que clamaba por su crucifixión. Pilato y Herodes no lo consideraron reo de muerte, pero en el fin el clamor de la multitud urgiendo a Pilato para que liberara a Barrabás y crucificara en su lugar a Jesús, tuvo mucho más peso.
Esta dramática narración del Evangelio de Juan, no deja duda de la burla que precedió a su coronación y posterior crucifixión: “Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo” (Juan 19:1-8).
Aquí Jesús es coronado, cubierto con vestiduras reales y presentado por el gentil Pilato, como “el hombre”, que es como si Pilato le hubiera dicho a los judíos “Aquí está ese que ustedes estaban esperando, su Rey, ese que llaman Mesías”. A no dudar, él tenía conocimiento acerca del sueño de la nación judía de que un Salvador político y espiritual vendría a establecer el Reino prometido para ellos.
Habiendo ya condenado a Jesús en su apresurado reunión nocturna de la corte del Sanedrín, los judíos respondieron con horror a este pensamiento, y ni siquiera se esforzaron por ocultar su acusación real en contra de Él: Que había proclamado su propia deidad al llamarse Hijo de Dios.
Cuando Pilato escuchó los cargos de ellos, sintió temor de que Jesús verdaderamente fuese lo que decía ser, y que ésta era la razón por la cual el sacerdocio corrupto deseaba su muerte. Pilato fue adentro una vez más y habló con Jesús: “Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!” (Juan 19:9-14).
Después de este intercambio, Pilato elevó el nivel de su anuncio a los judíos y a sus líderes. Antes había dicho simplemente: “¡He aquí el hombre!”. Sin embargo, ahora declaraba: “¡He aquí vuestro Rey!”. Pero... ¿Fue que realmente reconoció a Jesús como Rey y Mesías? Como un pagano y adorador del César, es obvio que no podía hacer tal cosa.
Pero sin lugar a dudas, reconoció a Jesús como el hombre que los judíos habían estado esperando, y públicamente le dijo a los israelitas que recibieran a su Rey.
Fue así entonces, como en Nisán, el mes del Año Nuevo para los Reyes y en un día en que se celebraba el Cordero Pascual, el día de la Coronación, Jesús fue reconocido tanto por los líderes judíos como por los gentiles como Rey. Además, fue ataviado con vestiduras reales, coronado y presentado formalmente. Todo lo que se requería para una coronación legítima tuvo lugar ese día. Y desde esa fecha eminente, la Escritura ha permanecido como su testigo.
Para enfatizar la verdad de este asunto, la Biblia nos dice que cuando el Señor Jesucristo fue crucificado, colocaron un escrito sobre su cabeza. Tradicionalmente se fijaba un letrero por encima de la cabeza de la víctima detallando sus crímenes... la razón por la crucifixión. Pero en esta ocasión algo fue diferente.
La Escritura claramente atestigua que el propio Pilato redactó el escrito, declarando lo que para entonces había llegado a aceptar como una forma de verdad: “Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Juan 19:19).
Entonces los judíos le rogaron que cambiara lo que había escrito. “Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito” (Juan 19:20-22).
Las palabras dejaron todo muy claro, no sólo que Pilato redactó personalmente el escrito, sino que reconoció a Jesús como Rey de los Judíos. Por medio de la mano de un procurador romano pagano, el Espíritu de Dios habló con una autoridad completa y final: ¡Jesús era Rey!
La maldición sobre la tierra
En el juicio del pecado que tuvo lugar en el huerto del Edén, Dios pronunció una maldición sobre la serpiente y la mujer. Luego se volvió a Adán a quien originalmente le diera dominio sobre la tierra, sus plantas y los seres vivos y transformó esa bendición en una maldición: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:17-19).
Debido al pecado de Adán, Dios maldijo la tierra con hierbas nocivas, llamadas aquí “Espinos y cardos”. El resultado de todo esto, es una batalla continua entre el hombre y el medio que le rodea, teniendo que trabajar duramente y sudar para poder obtener el fruto de la tierra. Job asimismo declaró: “En lugar de trigo me nazcan abrojos, y espinos en lugar de cebada. Aquí terminan las palabras de Job” (Job 31:40).
La corona de cumplimiento
En su crucifixión, Cristo tomó sobre sí mismo los pecados del mundo. Hizo esto en la forma más literal. Como ya hemos visto, las multitudes que hacían mofa de Él, lo coronaron como Rey en el propio día reservado en el calendario judío para la Coronación de los Reyes.
Sobre su cabeza fue colocada una corona entretejida de espinas, espinas que representan el resultado del pecado de Adán - la maldición que le impuso Dios a la tierra - documentada en Génesis 3:18. Las espinas fueron recogidas por soldados romanos quienes las arreglaron para que tuvieran la forma de una corona y la colocaron sobre su cabeza, produciéndole a no dudar una serie de heridas que sangraron.
Así como su sangre fue vertida sobre las espinas, ¡Jesús tomó sobre sí mismo no sólo el pecado de la humanidad, sino la maldición sobre la tierra! En ese momento histórico, nosotros fuimos lavados en la sangre del Cordero, al igual que la tierra. ¡En su coronación y en los eventos que siguieron en ese día de Pascua, la maldición del pecado sobre la humanidad fue rota para siempre... y la maldición sobre la tierra removida!
¡Bendito sea el Rey para siempre!