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De las yemas de los dedos a los labios

En Francia vivió una vez una pobre muchacha ciega que consiguió el Evangelio de Marcos escrito en letras abultadas y aprendió a leerlo con las yemas de sus dedos.  De tanto leerlo, sus yemas se tornaron callosas y su sentido del tacto se redujo a tal punto que no podía distinguir los caracteres.   Un día se cortó la piel de la punta de los dedos para aumentar su sensibilidad, sólo para terminar destruyéndola.

La mejor compra de Wanamaker

John Wanamaker, un comerciante, religioso y figura civil y política en Estados Unidos, considerado como el promotor de la publicidad y pionero en mercadeo, fue  uno de los más grandes comerciantes de Estados Unidos, y dijo: “Yo, claro está, he hecho grandes compras de propiedad en mi vida... Los edificios y el terreno en que ahora nos estamos reuniendo tienen un valor aproximado de $20.000 millones de dólares.  Pero, fue cuando estaba en el campo y era un niño de 11 años, que hice mi compra más importante.  En una pequeña misión de la Escuela Dominical le compré a mi maestra una pequeña Biblia de cuero rojo.  La Biblia me costó $2,75 dólares - los cuales pagué a plazos conforme ahorraba.  Esa fue mi compra más importante, porque la Biblia hizo de mí lo que soy hoy”.

Prisionero con tres libros

El editor de un conocido periódico de Londres envió una carta de investigación a cien miembros importantes en el parlamento, a profesores de universidades, autores, comerciantes - en síntesis a una lista variada.  La pregunta era: “Supóngase que le enviaran a prisión por tres años y usted pudiera llevar consigo tres libros. ¿Cuáles tres escogería? Por favor, anótelos en conformidad con su importancia”.

El equipo estándar del Pony Express

El Pony Express fue un servicio de correo rápido que cruzaba Estados Unidos. Empezaba en St. Joseph, Missouri, y llegaba hasta Sacramento, California.  Los mensajes se llevaban a caballo a lo largo de praderas, planicies, desiertos y montañas. Redujo el tiempo que tardaba el correo en llegar desde el océano Atlántico al océano Pacífico en diez días.  Cuarenta hombres, cabalgando cada uno, unos 80 kilómetros diarios, se desplazaban a toda velocidad en la ruta sobre 500 de los mejores caballos que el oeste podía proveer.

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