¿Es usted una persona muy religiosa? ¿Se conduce muy bien con su familia, es fiel a su cónyuge, paga todos sus impuestos, paga sus cuentas al día, nunca dice palabras groseras, es un ciudadano ejemplar y respetado, ayuda a los pobres, suele orar siempre, a veces ayuna cuando tiene una gran preocupación o grave problema y no se pierde un solo domingo sin asistir al servicio en el templo? Es probable que también tiene por norma repartir parte de lo que tiene a los pobres y suele ayudar a los niños desamparados y a muchos ancianos necesitados. Todo esto y mucho más son las cosas que, en cierto modo, adornan su carácter y su persona intachable. Muchos en realidad le admiran por su manera tan prolija de vivir y su consagración desinteresada en bien de sus semejantes. Por otra parte, cuando alguien le pregunta por qué es como es y cómo puede lograrlo, usted exhibe sus credenciales de religioso que realmente cumple con lo que ésta le prescribe. Su ministro o sacerdote está orgulloso de su ejemplar conducta. Su familia se siente bien a su lado. Sus conocidos y vecinos no dejan de admirarlo.