¿Dónde están el Urim y el Tumim?
- Fecha de publicación: Jueves, 16 Agosto 2012, 03:00 horas
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La práctica de adivinación ha existido en todas las culturas a lo largo de la historia. Su idea básica involucra el anticipar el futuro y tener acceso a información oculta por varios medios. Tradicionalmente la persona que practica la adivinación es considerada como alguien con poderes sobrenaturales.
A pesar de que ahora se disfraza con el término moderno de «parapsicología», para indicar que se recibe información del “inconsciente” o de la “mente superior”, históricamente la adivinación siempre ha sido un intento de comunicarse con el reino sobrenatural o “divino”. Su naturaleza fundamentalmente pagana y espiritista nunca ha cambiado, no importa cuán “moderna” se haya convertido su práctica hoy.
Con el resurgimiento del ocultismo, en los últimos años han reaparecido muchos métodos de adivinación y también nuevas formas, aparentemente con la asistencia del mundo espiritual. Aunque la mayoría de esas prácticas son consideradas como simples “juegos”, y hasta puede adquirirlos en cualquier tienda de juguetes, teólogos respetables aseguran que se trata de hechicería.
A continuación citaremos una breve lista de los métodos más populares y su origen:
• Las runas: De los vikingos y europeos. Alfabeto escandinavo usado para predecir el futuro.
• La quiromancia: Posiblemente de India. Supuesta adivinación por medio de las líneas de la mano.
• I Ching:De China. Libro de oráculo chino.
• Numerología:Origen desconocido. La adivinación por medio de los números.
• Tarot: Edad media. Sistema de cartas para adivinar.
• Cartouche:Método egipcio de adivinación.
• Leela:Método de adivinación hindú.
• Tablero de la Ouija:Norteamericano, adivinación y espiritismo.
• Dungeons and Dragons:Juego norteamericano de habilidad con potencial ocultista.
• La bola de cristal:Origen desconocido. Adivinación.
Algunos “cristianos” señalan a supuestos ejemplos bíblicos de adivinación para justificar sus prácticas. Sin embargo, tales ejemplos son irrelevantes, malas interpretaciones que confunden su origen o propósito fundamental. De hecho, al pueblo de Dios le estaba estrictamente prohibido valerse de la adivinación, no obstante cuando Jehová tenía que comunicar su voluntad por razones específicas, escogía métodos particulares para esto.
Antes que existiera la Escritura o que estuviera disponible, se valió de ciertos métodos excepcionales para descubrir su voluntad concreta, tal fue el caso del Urim y Tumim, los sueños, por medio del ministerio de los profetas del Antiguo Testamento, y el echar suertes. Como dice su Palabra:
• “Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová” (Ex. 28:30).
• “Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” (Hch. 1:24-26).
Estos métodos han sido reemplazados hoy por otro, como dice la Escritura: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (He. 1:1, 2).
Una razón para esto es, que el poder divino de Dios y la propia Biblia suplen todo lo que necesitamos: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 P. 1:3). Además: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16, 17).
También en casos especiales, cuando no se contaba con la información específica, Dios se valía de otros sistemas para hacer que se cumpliera su voluntad. Tal era el caso del ministerio de los ángeles, de los dones del Espíritu Santo, o de una profecía individual.
El Urim y el Tumim eran usados solamente por los sacerdotes de Israel. La adivinación para tener conocimiento personal del futuro es algo innecesario y peligroso. Dios ya ha delineado un amplio bosquejo de la historia en la profecía bíblica. Tenemos que confiar en su Palabra y en su soberanía sobre los eventos futuros, tanto en nuestras propias vidas como en el resultado final de los asuntos humanos.
Por muy buenas razones el Señor no da revelaciones personales. Por ejemplo, a nadie le gusta el dolor, el sufrimiento, y si supiéramos el futuro, la mayoría de nosotros trataría de evitar las situaciones no placenteras, el sufrimiento y la tragedia, todo lo cual bien puede ser de hecho, la voluntad de Dios para nosotros.
Sólo el Señor sabe lo que podremos llevar a cabo finalmente por medio de los sacrificios y sufrimientos. Es por eso que la Escritura nos dice: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” (1 P. 4:19).
Sin embargo, como ya mencionáramos uno de los métodos de que se valió Dios en el pasado para comunicarle su voluntad al pueblo de Israel fue por medio del Urim y el Tumim, pero...
• ¿Qué eran el Urim y el Tumim? • ¿Cuál era su propósito?
• ¿Por qué desaparecieron?
• ¿Serán restituidos en el algún momento futuro?
¿Qué eran el Urim y el Tumim?
El Urim y el Tumim, eran parte de la indumentaria del sumo sacerdote por medio de los cuales averiguaba la voluntad de Dios en casos dudosos. Por Levítico 8:8 sabemos que el sumo sacerdote los colocaba en una bolsa dentro o por encima del pectoral de juicio, y es probable que se los pusiera cada vez que llevaba el efod, por cuanto se usaba encima de éste, y siempre que iba a pedir la dirección de Dios. No se mencionan desde los primeros días de la monarquía hasta después del cautiverio.
Parece que mientras Dios se valió de la inspiración de los profetas, no hubo necesidad del Urim y Tumim. Cuando Moisés legislaba y ya próximo a su muerte, se refirió a la necesidad de utilizarlos: “Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él... Él se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el juicio del Urim delante de Jehová; por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación” (Nm. 27:18, 21).
Cuando la época de profecía pasó definitivamente, los líderes pidieron otra vez este tipo de dirección: “Y el gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote para consultar con Urim y Tumim” (Esd. 2:63). “Y les dijo el gobernador que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim” (Neh. 7:65).
Como el Urim y Tumim sólo se empleaban para averiguar la voluntad divina en los asuntos nacionales, no en los privados, el sumo sacerdote los colocaba sobre el pectoral del juicio que tenía las doce piedras con los nombres de las doce tribus de Israel. Los llevaba puestos no tan sólo en el santuario donde estaba el arca, sino en cualquier parte donde llevara colocado el efod.
En la mayoría de los casos las respuestas recibidas eran simplemente «sí» o «no». En 2 Samuel 23:9-12, está registrado que David lo consultó dos veces para saber cuáles eran las intenciones de Saúl en contra de él. También leemos que Josué lo consultó cuatro veces en el caso de Acán, hasta que se aprehendió al culpable.
Son numerosas las descripciones que han surgido del Urim y Tumim, aunque en realidad no se sabe de qué material eran, ni cuál era su forma, ni de qué manera revelaba el Señor su voluntad por medio de ellos. La teoría más común es que se trataba de dos piedras preciosas planas prendidas de alguna forma al efod, y que se empleaban para echar suertes. Algunos creen que Dios hacía que estas piedras se iluminaran en diferentes patrones de luces para revelar su decisión, mientras que otros proponen que se trataba de dos piedras planas que eran guardadas en una bolsa y que estaban grabadas con símbolos como «Sí, No, Verdadero y Falso».
Sin embargo, simbólicamente eran la manifestación visible de la presencia de Dios en el sacerdocio. El Señor le dio al sumo sacerdote Aarón, las vestiduras necesarias que debía ponerse para que desempeñara el oficio que era esencial para mantener su presencia continua entre el pueblo de Israel, el que había sido comprado con la sangre de un cordero. Fueron redimidos físicamente del yugo de la esclavitud en Egipto, de tal manera que debía ordenarse algo físico para recordarles la presencia Divina.
Debemos añadir que el entero sacrificio del tabernáculo, los holocaustos, todas las leyes y ordenanzas, eran sólo un cuadro profético de las cosas venideras. ¿Por qué? Hebreos 7:19 nos ofrece la respuesta: “(Pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios”. Por medio de la ley y por los servicios de sacrificios, Dios intentaba mostrarle a Israel su plan. De hecho, la entera ley y los sacrificios y ofrendas señalaban a la ley perfecta que iba a venir.
Esto es lo que aprendemos por Hebreos 10:1: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”. Pero podríamos preguntar: «¿Por qué los sacrificios que se llevaban a cabo por instrucción de Dios no hacían perfectas a estas personas que los practicaban?». Y nuevamente el libro de Hebreos nos ofrece la respuesta: “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (He. 10:4).
Esto nos enseña claramente que bajo la ley, la culpa del pecado permanecía sobre el pueblo de Israel. La sangre de los animales sacrificados sólo servía para cubrir los pecados, pero no para quitarlos. Juan testifica: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él” (1 Jn. 3:5).
Los levitas que servían en el Tabernáculo no llevaban consigo el Urim y el Tumim, tampoco los sacerdotes que ejecutaban los servicios de sacrificios, sino muy especialmente Aarón: “Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová” (Ex. 28:30).
El capítulo 28 de Éxodo trata con el ministerio del sumo sacerdote. Es conmovedor leer las declaraciones repetidas que le hace Dios a Moisés respecto a Aarón y a sus hijos, “...para que sean mis sacerdotes...” (Ex. 28:1). Y dice luego el versículo 3: “...para consagrarle para que sea mi sacerdote”. Y después en el versículo 4: “...y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes”.
Este ministerio no estaba dirigido a los hombres, sino que tal como está enfatizado en las Escrituras anteriormente citadas, Dios dice: “Para consagrarle para que sea mi sacerdote”. La única forma como un sacerdote podía ministrarle al Señor era precisamente siguiendo las instrucciones que había dado. En otras palabras, primero que todo tenía que ser obediente. Era lo que decía Él, lo que deseaba, y era lo que el sacerdote debía hacer para poder servirle. Cuando uno lee todo el capítulo puede darse cuenta de todos los detalles que prescribe Dios para preparar a los sacerdotes de la cabeza hasta los pies, para su servicio.
Jehová Dios le dijo a Moisés: “Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová” (Ex. 28:30).
La palabra “Urim” aparece siete veces en la Biblia y “Tumim” cinco. Varias versiones de la Biblia no las traducen como “Urim y Tumim”, pero la Biblia en inglés King James, al igual que nuestra versión en español Reina-Valera, sí. Martín Lutero las tradujo como «luz» y «correcto», pero obviamente hay mucho más para estas palabras. Pero... entonces... ¿Qué significan?
En español la palabra “Urim” denota «luces», y esto es muy significativo, de que se use el plural de luz, indicando la insondable luz de lo eterno. “Tumim” se traduce mejor con el término «perfecciones». Una vez más, no es singular, sino plural. A continuación leamos los seis versículos adicionales en donde aparece “Urim”, algunas veces sin el “Tumim”.
• “Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim” (Lv. 8:8).
• “Él se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el juicio del Urim delante de Jehová; por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación” (Nm. 27:21).
• “A Leví dijo: Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien contendiste en las aguas de Meriba” (Dt. 33:8).
• “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 S. 28:6).
• “Y el gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote para consultar con Urim y Tumim” (Esd. 2:63).
• “Y les dijo el gobernador que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim” (Neh. 7:65).
Los últimos dos versículos son idénticos. Es como si el Señor deseara enfatizar el hecho de que se acabó, de que ya no habrá más luces y perfecciones por guardar la ley. Aquí necesitamos leer Gálatas 2:16, que dice: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”.
Pero veamos lo que dice El Diccionario Bíblico sobre el Urim y Tumim: «Parte de la indumentaria del sumo sacerdote por medio de la cual averiguaba la voluntad de Dios en casos dudosos. El Urim y el Tumim se colocaba en una bolsa dentro o encima del pectoral de juicio, y es probable que el sumo sacerdote se lo pusiera siempre que llevara el efod, por cuanto se usaba encima de éste, y siempre que fueran a pedir dirección de Dios...
El Urim y el Tumim no eran empleados para averiguar la voluntad divina en asuntos privados, sino en asuntos nacionales y, por consiguiente, estaba en el pectoral del juicio que tenía las doce piedras preciosas con los nombres de las doce tribus de Israel. El sumo sacerdote usaba el Urim y el Tumim, no tan sólo en el santuario donde estaba el arca, sino en cualquier parte donde estuviera con el efod... En la mayoría de los casos las respuestas eran simplemente ‘sí’ o ‘no’; pero David lo consultó dos veces... Numerosas descripciones del Urim y el Tumim han surgido, aunque en realidad no se sabe de qué material eran, ni cuál era su forma, ni de qué manera revelaba el Señor su voluntad por medio de ellos. La teoría más común es que el Urim y el Tumim eran dos piedras prendidas de alguna forma al efod y que se empleaba para echar suertes».
La palabra «Urim» nos recuerda la Luz del mundo, al Señor Jesucristo. Sólo él logró la justicia perfecta mediante su propio sacrificio en la cruz del Calvario. Por consiguiente, este mensaje sólo tiene una meta: glorificar al Señor Jesucristo, tal como dice Colosenses 2:9, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”.
Cuando comenzamos a tener una comprensión más profunda del misterio del Urim y el Tumim, sólo podemos asombrarnos con temor reverente ante nuestro Señor, quien logró todas las cosas y quien hizo todas las cosas. Juan testificó: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). El apóstol Pablo, además, confirmó: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16).
Por consiguiente, cuando hablamos del Urim y del Tumim, debemos tener en mente que estamos refiriéndonos al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quien trae salvación a todos los que creen y confían en Él. Basados en las siguientes Escrituras, sabemos por cierto que Jesús entonces debe estar proféticamente visible en el Urim y el Tumim. Sin embargo, durante ese tiempo, esas cosas todavía estaban ocultas.
El apóstol Pablo nos dice que el plan de salvación de Dios era un misterio: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Col. 1:26). Luego procede a explicarnos que este misterio, que no había sido revelado antes, ahora está a disposición de los gentiles. Y escribe en el versículo 27: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.
Sólo mediante Cristo, la Luz del mundo, podemos llegar a alcanzar la perfección, y esa es la meta de Dios para cada uno de sus hijos. Su Palabra proclama: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Como resultado de ese reconocimiento, el apóstol Pablo nos insta a que avancemos y tratemos de ganar a todos los hombres para Cristo: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).
Nuestras vestiduras de justicia
Esto ciertamente nos recuerda la amonestación de Pablo: “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Ro. 13:14). Esta Escritura revela la clara distinción entre el Señor Jesucristo y los deseos de la carne. Usted no puede tener a ambos. O sigue al mundo y con esto a los deseos de la carne, o toma la única alternativa, la cual es “vest(irse) del Señor Jesucristo”.
El apóstol Pablo explica en Gálatas 2:20, lo que significa tener a Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Nadie puede acercarse a Dios sin haber obtenido primero las vestiduras prescritas de justicia. No importa que usted piense que es muy bueno, la santidad absoluta de Dios contradice cualquiera y todos los reclamos con estas palabras: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10).
Y respecto a las buenas obras que tal vez usted asegura que hace, la Biblia dice: “…No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:12b). No hay posibilidad de reinterpretar esta Escritura que asegura que nadie está exento, porque Dios dice bien claramente: “No hay justo, ni aun uno”.
Pero... ¿Cómo ve Dios nuestra justicia? Isaías 64:6 nos ofrece la respuesta: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”.
En la parábola de Jesús registrada en el capítulo 22 de Mateo, la palabra clave es “vestido de boda”: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció” (Mt. 22:11, 12). Esto prueba de manera muy clara que es imposible imitar las vestiduras de justicia, las cuales recibimos mediante la fe en el Señor Jesucristo y su sangre derramada. Sólo lo real será suficiente. Todo lo falsificado será expuesto y completamente destruido.
Cuando el profeta Isaías habló de la salvación de Israel, exclamó: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Is. 61:10).
El Urim y Tumim son los resultados visibles de los mandamientos de Dios que aparecen sólo en las vestiduras sacerdotales prescritas, porque el diseñador es Dios.
El pectoral de juicio
Una de las adiciones importantes a las vestiduras oficiales del sacerdote era el pectoral de juicio. El sacerdote no sólo necesitaba purificarse para su oficio, para presentar al pueblo pecador de Israel ante un Dios justo, sino que además, tenía que ser obediente. El Señor no puede tolerar el pecado, porque el pecado del hombre y su santidad son mutuamente exclusivos. Dios tiene que juzgar el pecado sin excepción. Como dice Ezequiel 18:20: “El alma que pecare, esa morirá...”. Por consiguiente, entre los pecados del pueblo y el Creador Santo, estaba el sacerdote, en este caso Aarón. Él estaba vestido en conformidad con las especificaciones Divinas, lo que quiere decir que actuaba en concordancia con la Palabra de Dios. De tal modo que el pectoral se convirtió en un objeto que fue creado como un resultado de la fe.
La Biblia dice: “...porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6b). ¿Recuerda a Adán y a Eva? Ellos pecaron por no creer en Dios. En lugar de eso, creyeron en Satanás.
En el capítulo 28 de Éxodo, Dios instruyó a los hombres para que crearan las vestiduras sacerdotales, el pectoral de juicio y otros artículos que le describiera claramente a Moisés. De tal manera que los hombres, primero deben creer la Palabra de Dios y como resultado, hacer esas cosas que están en conformidad con su voluntad.
Será mejor leer a continuación unos pocos versículos para saber cuáles fueron las instrucciones que diera Dios acerca del sumo sacerdote, el representante del pueblo de Israel: “Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho; y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus” (Ex. 28:15-21). Cada una de estas piedras preciosas representaba a una de las doce tribus de Israel, doce piedras en total por cada una de ellas.
Aquí tenemos otro recordatorio de nuestra futura herencia celestial. Apocalipsis 1:6 hace esta declaración: “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”. No sólo reyes, sino también sacerdotes. Pero... ¿Qué clase de sacerdotes? “Sacerdotes para Dios, su Padre”. No sacerdotes para el pueblo, sino para Dios. Este también era el caso en el principio con Aarón, tal como leemos en repetidas ocasiones: “Para consagrarle para que sea mi sacerdote”.
Leemos además en Apocalipsis 2:17: “...Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. El que venza recibirá una piedra que contiene un nombre nuevo.
Pero... ¿Cuál será ese nombre? Creo que el mismo identificará nuestra cercanía con el Señor. Nuestro camino individual con Dios aquí en la tierra no está sujeto a discusión pública. Es muy personal e íntimo. Sólo Él y la persona que recibe el nuevo nombre sabrán a plenitud la profundidad de lo que revela.
Los nombres tienen un significado y nuestro nombre celestial tendrá una importancia eterna que se basará en nuestra relación con Dios. En el caso del pectoral de juicio, vimos claramente, que la posición de cada piedra representaba una tribu y el nombre de cada una escrito sobre ella. Pero en el cielo, en la eternidad, esta piedra con nuestro nuevo nombre sellará perpetuamente el grado de nuestro amor por Dios.
Ya dijimos que en el pectoral de juicio estaba “el Urim y el Tumim”, también debemos añadir que todas las vestiduras del sumo sacerdote no estaban completas sin el Urim y Tumim, pero había más, el sumo sacerdote no podía acercarse al Lugar Santísimo con la cabeza descubierta.
Al frente de la mitra que le cubría la cabeza, estaba escrito en puro oro, “SANTIDAD A JEHOVÁ”. Pero leamos mejor lo que dice Éxodo 28:36-38 al respecto: “Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVÁ. Y la pondrás con un cordón de azul, y estará sobre la mitra; por la parte delantera de la mitra estará. Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de Jehová”.
La carta que vale la pena leerse
El apóstol dice que la “santidad a Jehová”es como una carta que deben leer todos los hombres: “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres” (2 Co. 3:2). Esto, claro está, no quiere decir que las personas pueden leernos literalmente y saber que somos cristianos, sino que la realidad espiritual de nuestra nueva vida debe ser leída por todos los hombres.
Pero... ¿Cómo se implementa esto en términos prácticos? El capítulo 5 de Gálatas nos ofrece la respuesta: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gá. 5:22-25). Sin embargo, tengamos bien presente que los tres primeros frutos, “el amor, gozo, paz”, son imitados hoy, no sólo en la iglesia, sino virtualmente en todas las religiones.
Algunas personas creen que si una persona sonríe todo el tiempo, se muestra gozosa y tiene paz, entonces esto quiere decir que tiene los frutos del Espíritu. Sin embargo, esto no es necesariamente cierto, porque estas tendencias las exhiben aparentemente y muy a menudo personas no regeneradas. El amor, el gozo y la paz son términos muy populares, específicamente entre el movimiento de la Nueva Era. Por consiguiente, debemos tener mucho cuidado con estas palabras, que sí bien califican en forma precisa a los frutos del Espíritu, el otro pasaje de la Escritura que complementa esta afirmación dice: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”.
No se podía tolerar el pecado
Después que el sacerdote y sus hijos recibieron las vestiduras de justicia, Dios enfatiza que ellos se vestirán así “para que sean... (sus) sacerdotes”. Las palabras “para que sean mis sacerdotes” se repiten en Éxodo 29:1; 29:44; 30:30; 40:13 y 40:15. No es necesario insistir en la seriedad extrema de las instrucciones que diera Dios a Moisés, a su hermano Aarón y a los hijos de este último, respecto a su servicio como sacerdotes. Definitivamente no podía tolerarse el pecado.
Hay varios incidentes registrados para nosotros en la Escritura, en donde Dios ejecutó su justicia debido al mal desempeño del oficio sacerdotal. Levítico 10:1 y 2 nos ofrece este ejemplo: “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová”.
Enfatizaremos una vez más la respuesta a la primera pregunta: «Pero... ¿Qué era el Urim y Tumim?». Era la manifestación visible de la presencia de Dios en el sacerdocio, creado a través de las manos de esos que obedecían a Dios.
Vimos entonces lo que simbolizaban el Urim y el Tumim. También aludimos al hecho que el Urim y el Tumim junto con las vestiduras sacerdotales y el entero servicio del tabernáculo, eran una demostración visible a todo el pueblo, de que el Dios de Israel era el autor de todo. Él es autor del entero servicio de sacrificio, cuyo centro era el Lugar Santísimo. Cada artículo que tenía que construirse tenía un propósito específico. Cuando investigamos más, descubrimos que cada vez que tenemos una pregunta respecto a este sistema aparentemente complicado, la respuesta la encontramos en Aquel que es originador de todas las cosas, el Señor Jesucristo.
Es también significativo notar, que el tabernáculo en el desierto, con todos sus utensilios, tan cuidadosamente descritos para nosotros, es una sombra de las cosas que están en el cielo. Debemos señalar en este punto que la palabra «tabernáculo» significa literalmente «tienda de misericordia». Aquí nos aproximamos a la intención del Creador de morar con el hombre. Sabemos que Moisés recibió las instrucciones directamente de Jehová de que debía construir el tabernáculo con todos sus utensilios, basado en la visión que había recibido mediante el Espíritu en el monte.
Confirmaremos esta declaración con un par de textos de la Escritura: “Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Ex. 25:9). Pero... ¿De qué diseño estaba hablando? Del diseño que vio Moisés cuando estaba en el monte Horeb. El versículo 40 declara: “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte”. He aquí otra Escritura que enfatiza esto: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte” (Ex. 26:30). Personalmente creo, que esto significa que Moisés vio el tabernáculo de Dios en el cielo cuando estuvo en su presencia.
Más adelante el Nuevo Testamento nos dice: “Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” (He. 8:5).
Por todo lo dicho, llegamos a esta primera conclusión respecto al propósito del tabernáculo en la tierra: Mostrarle a Israel que la intención original de Dios era morar con los hombres. Esto también es una demostración profética de Su intención de establecer los mil años de su Reino milenial de paz en Israel y a través del mundo entero.
Cuando leemos en Apocalipsis 21:3 que Dios morará con los hombres en su tabernáculo, debemos reconocer que este hecho ya fue establecido desde antes de la fundación del mundo, pero que finalmente será implementado en un espacio que llamamos tiempo: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3).
Por consiguiente, el tabernáculo en el desierto, con todas las cosas asociadas a él, no es algo que vino a existir debido a Israel o por una idea que se le ocurrió a Dios, sino que provino de sus resoluciones eternas. Estas resoluciones se implementaron en el período en que Israel fue sacado de la esclavitud hacia el desierto, en su camino en dirección a la tierra prometida.
Libres de la esclavitud del pecado
Aquí, reconocemos claramente semblanzas proféticas. Nosotros somos redimidos del poder de las tinieblas y de la esclavitud del pecado, pero ahora el Señor nos guía hacia el DESIERTO. Pero... ¿Cuál es este DESIERTO? El DESIERTO, es las naciones del mundo. Todavía no estamos en casa. El desierto en el cual residimos, así sea en Paraguay, Estados Unidos, Canadá, Francia, Rusia, China, Argentina o Mozambique es sólo temporal. Somos peregrinos que vamos camino al hogar.
Vemos una vez más lo inútil que es tratar de establecer la Iglesia de Jesucristo en asociación con una entidad política, cualquiera sea su nombre. Si reconocemos que sólo estamos de paso, como Abraham, cesaremos de estar esforzándonos por tener un país perfecto, un gobierno justo o una ciudad libre de crímenes, porque nuestro deseo es mucho más alto. Abraham “...esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10).
Vea estas palabras que le escribiera el apóstol Pablo a la iglesia de Corinto: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1). Por consiguiente, el tabernáculo, todos los utensilios y el Urim y el Tumim servían para recordarle al pueblo de Israel todas las cosas que habrían de venir.
Estas cosas en sí mismas, de acuerdo con el plan de Dios, no pretendían ser finales. Obviamente, tenían un propósito práctico. Leamos la segunda parte de la Escritura que citamos al principio: “...Para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová” (Ex. 28:30b).
En el centro del santuario, durante el servicio santo, el sumo sacerdote se vestía con las vestiduras sagradas, se ponía el pectoral de juicio, en el cual estaban el Urim y el Tumim, los cuales servían como objetos para determinar un veredicto. En la Biblia Hebrea, la palabra Mishpat se usa para «juicio» y probablemente se traduce mejor como «veredicto» o «sentencia». La Escritura no explica cómo era que Aarón pasaba este veredicto y estimamos que no tiene sentido especular mucho más sobre esto.
El gran erudito bíblico doctor J. Vernon McGee, escribió lo siguiente, en el volumen Uno, página 290 de su obra A través de la Biblia: «Voy a decirles un secreto... No sé qué eran el Urim y el Tumim. He leído libros escritos por 25 autores diferentes y he descubierto que ellos tampoco saben. La cosa interesante es que tenía algo que ver con determinar la voluntad de Dios. ¿Cómo se hacía? No lo sé...»
El Diccionario Bíblico Unger publicado por Moody Press en 1957, dice en la página 1128: «Urim y Tumim: luces y perfecciones. Estaban colocados en el pectoral del sumo sacerdote como dice Éxodo 28:30. Ellos constituían el medio por el cual el sumo sacerdote confirmaba la voluntad de Jehová respecto a cualquier asunto importante que afectara la teocracia (Nm. 27:21). Incluso escritores de la antigüedad como Josefo, Filón y los rabinos son incapaces de proveer información precisa respecto a qué eran en realidad el Urim y el Tumim. Por todas partes encontramos una confesión de ignorancia».
Por lo tanto, tenemos que dejar este asunto abierto, y a no dudar, recibiremos la respuesta cuando veamos al Señor Jesucristo. Él dijo a sus discípulos: “En aquel día no me preguntaréis nada…” (Jn. 16:23a). Y ¿por qué no? ¡Porque Él es la respuesta a todas las cosas!
El Tumim perdido
Después que muriera Aarón, el hermano de Moisés, su hijo Eleazar fue ordenado como sumo sacerdote, y de esta manera su autoridad espiritual fue pasada a la siguiente generación. Más tarde, vemos a Moisés implorándole al Señor que escogiera a alguien para que ocupara su lugar: “Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación” (Nm. 27:16). Como respuesta a su plegaria seleccionó a Josué, mientras que confirmó a Eleazar como sacerdote: “Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. Él se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el juicio del Urim delante de Jehová; por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación” (Nm. 27:18-21). Vemos entonces que el propósito del Urim era servir de consulta. Pero una vez más, notamos que la Escritura no revela la forma cómo Eleazar recibía la decisión.
Sin embargo, en este punto hay algo que llama profundamente la atención, porque el texto sagrado sólo menciona el “Urim”. Pero, ¿acaso el Urim y el Tumim no estaban unidos? ¿Acaso las luces y las perfecciones no eran una unidad inseparable? Entonces... ¿Qué ocurrió? Porque aquí sólo leemos del “juicio del Urim”.
Agua de la roca
Para poder responder a esta pregunta acerca del Tumim perdido, debemos retroceder varios años y repasar lo que ocurrió en el desierto: “Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias” (Nm. 20:7, 8). Estas fueron las instrucciones exactas de parte del Señor. Moisés debía “habla(r)a la peña”enfrente de la congregación y el agua brotaría de ella.
Sabemos por pasajes previos que Moisés siempre hizo todo lo que Dios le ordenó. Nunca le añadió nada, ni tampoco le quitó. Lo que Jehová le ordenaba eso hacía. Seguía perfectamente sus pasos. Pero hubo una excepción, sobre la cual leemos en Números 20:7-11: “Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias”.
Es bien claro que Moisés perdió los estribos, note que no le habló a la peña, tal como el Señor le ordenó, sino que arrastrado por el enojo la golpeó. Por consiguiente, falló al implementar, a la luz de la Palabra de Dios, la perfección del Señor. En respuesta a su acción, leemos en el versículo 12: “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”. Cuando leemos esta Escritura superficialmente, posiblemente no captamos su significado real, porque tal parece que el “pequeño error” de Moisés no significa mucho.
Después de todo, la Biblia dice que Moisés hizo todo lo que Dios le ordenó hacer y el agua brotó de la roca y el pueblo bebió, pero en el mundo invisible había mucho más detrás de todo esto. Casi mil quinientos años después, el apóstol Pablo dijo así sobre esta ocasión: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Co. 10:4). Israel bebía de la “Roca” la cual era “Cristo” y Moisés golpeó la “Roca” contraviniendo el mandato del Señor quien le había ordenado que le hablara.
El gran error que se comete hoy en la iglesia es suponer, que mientras se grite «¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!», se atienda a los servicios, se brinde apoyo financiero, todo está muy bien, ¡de maravilla! Si alguien podía reclinarse sobre sus laureles, ese ciertamente era Moisés. ¡No obstante, la Biblia declara que cometió un grave error y que Dios no le permitió entrar en la tierra prometida!
Pero... ¿Qué es error? No sé exactamente lo que significa un error, tal vez sea avaricia, malos pensamientos, celos o rencor oculto contra algún hermano o hermana. Cuando permite que cualquiera de esas cosas se alberguen en su corazón, usted no está cumpliendo la ley perfecta de Dios. El Tumim está perdido en su vida, a pesar de que sabe todo lo que la Biblia requiere de usted. Como dijera el Señor Jesucristo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Esta es una amonestación muy seria, porque es el Señor personalmente quien la hace. Él no dijo: «Asegúrense que otros sean perfectos», sino que se dirige a usted personalmente. El apóstol Santiago lo confirma así: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg. 1:4).
La luz se torna en tinieblas
El tabernáculo con sus utensilios, incluyendo las vestiduras del sumo sacerdote, el pectoral de juicio y el Urim, existían en tiempos de Samuel, pero hasta el Tumim se oscureció bajo el gobierno de Saúl. Este joven prometedor que destacaba en estatura por encima del resto del pueblo en Israel, en el principio era un hombre humilde. Esta es su confesión: “Saúl respondió y dijo: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?” (1 S. 9:21).
Esta humildad inicial más tarde se convirtió en orgullo. Pero... ¿Cuál fue el gran pecado de Saúl? El rey no podía desempeñar el oficio de sacerdote, a pesar de todo, él mismo ofreció un holocausto: “Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto” (1 S. 13:11, 12). La excusa de Saúl ante nuestros ojos parecería perfecta, pero la respuesta de Samuel fue: “Locamente has hecho...” (1 S. 13:13a).
Más tarde, vemos en el capítulo 15 de 1 Samuel, que Saúl una vez más desobedeció la Palabra de Dios. Se le ordenó que destruyera a Amalec, que no dejara nada, pero eso no fue lo que hizo. Samuel le dijo: “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 S. 15:3). Sin embargo, notamos que dicen los versículos 14 y 15: “Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos? Y Saúl respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos”.
Tal parece que la violación de Saúl no fue tan mala, después de todo, destruyó todo, excepto las cosas que trajo que eran para el Señor. Pero veamos las palabras de Samuel: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 S. 15:22, 23).
¿Se da cuenta ahora de lo serio que es no obedecer al Señor? La Palabra de Dios es más aguda que una espada de dos filos, que penetra el espíritu y el alma. Saúl no lo comprendió porque la oscuridad espiritual se había cernido sobre él y no podía arrepentirse verdaderamente. Cuando fue confrontado con la verdad dijo: “Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová” (1 S. 15:24, 25). No había frutos de arrepentimiento genuino. Saúl pensaba que podía borrarlo todo simplemente con decir: “Perdona, pues, ahora mi pecado”. No asombra entonces que 1 Samuel 28:6 diga que Saúl estaba en completas tinieblas y que Dios no le respondía: “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”.
Esta tragedia de Saúl está multiplicándose hoy dentro de la iglesia. Estamos tomando las leyes y los mandamientos de Dios muy a la ligera. A menudo oímos decir: «No tome las cosas tan en serio, Dios es amor y Él con gusto pasa por alto los problemas emocionales que tenemos». Pero la Biblia dice que el Señor tiene ojos como llama de fuego, y que “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12).
Cuando usted actúa en forma contraria a la Palabra de Dios, los principios emocionales que percibe a través de su alma, son cortados en dos pedazos por esa misma Palabra que divide el alma y el espíritu. A menudo hacemos cosas en el alma; hablamos de grandes movimientos de Dios en nuestras vidas, incluso de milagros y cosas sobrenaturales, pero Dios en realidad no está en nada, porque no corresponde con su Palabra eterna.
Pero... ¿Por qué desaparecieron el Urim y el Tumim? Sabemos que con el paso del tiempo todas las cosas desaparecieron. Pero cualquiera bien podría preguntar: «¿Por qué desaparecieron las vestiduras sacerdotales? ¿O los utensilios del tabernáculo, especialmente el arca del pacto?». Cuando investigamos sólo un poco, descubrimos que simplemente desaparecieron. En el año 70 de la era cristiana, los romanos destruyeron a Jerusalén y al templo, y se llevaron a Roma el resto de los utensilios del templo como trofeos. Aunque algunos han especulado que el mobiliario, particularmente el arca del pacto, fue llevada a Roma y todavía se encuentra escondida en algún lugar de esa ciudad, o que se encuentra en Etiopía, la realidad es que nadie sabe con seguridad.
En estos días es virtualmente imposible esconder algo. Con los instrumentos electrónicos modernos el hombre puede escudriñar profundidades en la tierra, así lo han confirmado expediciones arqueológicas. Es posible saber con bastante exactitud lo que está enterrado entre la arena y las rocas. Por consiguiente, busquemos la respuesta en la Escritura. Nuestro Señor dijo: “¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mt. 24:2). Hay eruditos que creen que con esta declaración el Hijo de Dios dejó claro que todas las cosas habían pasado y que todas las cosas se harán nuevas.
Si esto es cierto, implica que el entero servicio del templo con todos los utensilios que involucraba, tenían que desaparecer. Tal vez por esa razón, en la ciudad de Jerusalén no se ha encontrado nada de gran significado que pertenezca al tiempo del templo. A pesar de que las noticias han hablado de descubrimientos asombrosos, la verdad es que aún falta mucho, porque Jesús dijo: “No quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”.
Una piedra, claro está, era la parte más grande y pesada del edificio, pero también la de menos valor. Sin embargo, hoy no se puede identificar con seguridad ninguna piedra del templo en la ciudad de Jerusalén. Uno podría pensar que durante las cinco décadas pasadas los arqueólogos han realizado descubrimientos sensacionales pertenecientes a los tiempos bíblicos, pero para todos los propósitos prácticos lo que se ha descubierto es relativamente poco.
El Arca del pacto
Hay eruditos que están convencidos que no se descubrirá nada, porque el profeta Jeremías nos ofrece una mirada reveladora del centro de adoración en el templo y hace esta declaración: “Y acontecerá que cuando os multipliquéis y crezcáis en la tierra, en esos días, dice Jehová, no se dirá más: Arca del pacto de Jehová; ni vendrá al pensamiento, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se hará otra” (Jer. 3:16). Y la pregunta que surge es: ¿Está Jeremías hablando aquí del tiempo del retorno de Israel desde el cautiverio en Babilonia cuando ellos reconstruyeron el templo? Presumo que no, porque Jeremías pasó por alto lo inmediato de la reconstrucción del templo.
También pasó por alto la venida del Mesías en humildad, pero nos reveló el tiempo venidero. Ese tiempo será cuando Jerusalén de hecho se convierta en la ciudad capital del mundo, con el trono del Señor establecido en la ciudad: “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón” (Jer. 3:17).
Oseas hace otra declaración profética significativa sobre la desolación de Israel: “Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines” (Os. 3:4). Pero... ¿Cuándo terminará esta desolación espiritual? Y responde el versículo 5: “Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días”.
Desde 1948, el pueblo de Israel ha estado regresando a su territorio, sin embargo debo añadir, no con el propósito de buscar al Señor como su Dios. En este tiempo, ellos están regresando por seguridad y debido a la necesidad de sobrevivir como pueblo. No obstante, el retorno de que estamos siendo testigos hoy, tendrá su clímax con la conversión de Israel, cuando ellos “temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días”. En las etapas finales de los últimos días, se reconstruirá el templo porque el Anticristo se sentará en él, se autoproclamará Dios y el mundo entero lo aclamará.
Roma
Hay algo más que debemos mencionar. Cuando uno visita Roma se siente profundamente impresionado por las ruinas de edificios que datan del tiempo antes de Cristo. Estas construcciones todavía se encuentran hoy. En la ciudad de Roma hay una riqueza asombrosa de evidencia física, que señala hacia su gloria pasada. Usted todavía puede ver esos edificios, caminar dentro de ellos y escuchar al guía explicándolo todo.
En un contraste total no se encuentra nada como esto en la ciudad de Jerusalén. Las palabras del Señor, de que no quedaría piedra sobre piedra, verdaderamente fueron ciertas para Jerusalén. Pero eso no fue dicho con respecto a Roma. Por ejemplo la ciudad de Neuss en Alemania celebró sus dos mil años hace unos veintiséis años y todavía hay edificios allí construidos por el imperio romano, usted puede verlos, tocarlos, son una realidad física.
Ahora continuemos investigando cuál fue la razón real para la desaparición del Urim y del Tumim. Ya hemos discutido en artículos anteriores que para el tiempo de Eleazar el Tumim ya se había perdido. Urim como ya dijéramos significa «luces» y Tumim «perfecciones». Vimos también que la luz todavía estaba allí, pero que la perfección no fue lograda mediante el pacto antiguo con sus servicios de sacrificios en el tabernáculo.
Sabemos que Dios le dio el Urim y el Tumim a los sumos sacerdotes y que por medio de ellos dejaba saber su decisión al sumo sacerdote. Sin embargo, al leer las Escrituras nos damos cuenta que Israel continuó pecando y se hizo cada vez más obvio que no podía guardar los mandamientos de Dios.
Justo antes que Moisés muriera, bendijo a las doce tribus con un pronunciamiento profético. Cuando llegó a la de Leví que estaba a cargo del tabernáculo y el servicio sacerdotal, dijo: “A Leví dijo: Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso, a quien probaste en Masah, con quien contendiste en las aguas de Meriba” (Dt. 33:8).
Es más que impactante que en esta bendición, Moisés no sólo descalifique el Urim y el Tumim ordenado por Dios, sino que mencione estos dos objetos en la dirección contraria, cuando dice: “Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso”. Hasta este punto, el Urim se mencionaba siempre primero y después el Tumim. Pero... ¿Qué significó este cambio? Implicaba que las luces de la Ley, bajo el pacto antiguo, no podían producir las perfecciones requeridas. Fue así como Moisés instruyó a la tribu de Leví y con ellos a todo Israel, para que esperara la venida del Mesías, la Luz perfecta, el Santo, el Señor Jesucristo. Ya antes, Moisés había advertido al pueblo de Israel acerca de los falsos profetas y la práctica de la idolatría: “No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti” (Dt. 18:10-12).
Pero... ¿Qué tenían que hacer ellos a cambio? Y dice el versículo 13: “Perfecto serás delante de Jehová tu Dios”. Luego en el versículo 18, Dios hace esta declaración: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Jesús era el profeta que habría de venir, por lo tanto, las palabras que habló Jesús eran las del Padre.
La labor que hizo en la tierra fue el cumplimiento de la voluntad de Dios. Desde un punto de vista legal, no había razón de ninguna clase para que los judíos no reconocieran el tiempo de la llegada de su Mesías, no obstante las Escrituras nos revelan la terrible tragedia: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn. 1:11). Pero debemos añadir que ese no es el fin de Israel, porque la palabra profética continúa diciendo: “Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, y tú hollarás sobre sus alturas” (Dt. 33:29).
Hasta este momento Israel todavía no es salvo, sus enemigos aún no han sido humillados y sigue cerniéndose una gran amenaza sobre la propia existencia de este diminuto país. De hecho, son tantas las profecías relacionadas con Israel que se han cumplido en el pasado reciente, que tenemos más que razones para creer que el resto de las promesas de Dios se cumplirán. ¡Que todo pasará en el tiempo debido!
¿Se volverá a restablecer el Urim y el Tumim?
Las preguntas respecto al restablecimiento de los servicios en el templo y la reconstrucción del templo en Jerusalén es algo que ha intrigado a muchos. Como ya mencionáramos, se debe reconstruir el lugar santo, porque es parte de la restauración completa de Israel. Los judíos no podían ser restablecidos sin su tierra natal, ni tampoco el territorio podía ser restaurado sin los judíos, tal como es evidente por los pasados dos mil años de historia.
Israel no podía ser restablecido sin la ciudad de Jerusalén, ni tampoco Jerusalén sin el templo, de tal manera que esta sucesión debe tener lugar en un futuro cercano. El destino de Israel primero que todo es salvación. Después, de acuerdo con Deuteronomio 15:6, reinará sobre las naciones del mundo: “Ya que Jehová tu Dios te habrá bendecido, como te ha dicho, prestarás entonces a muchas naciones, mas tú no tomarás prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio”.
Alguien podría objetar y decir que esta promesa era condicional y que dependía de la obediencia de Israel, lo cual verdaderamente es cierto. Pero ese hecho nunca invalida las promesas originales de Dios. Después de todo, Cristo murió por nosotros mientras todavía éramos pecadores, y no somos salvos por nuestras buenas obras, sino por gracia.
Este mismo perdón le será imputado a Israel, tal como revela el profeta Jeremías: “Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron” (Jer. 33:7, 8).
La restauración de Israel como nación no se limita al territorio físico, sino que se extiende también a su relación con el Dios eterno: “Y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios. Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos” (Jer 32:38, 39). Y cuál será el resultado: “Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré” (Jer. 33:9).
Sabemos, claro está, que el enemigo de los judíos, el gran imitador, el padre de las mentiras, está trabajando desesperadamente para establecer su propio dominio mundial. También desea que se reconstruya el templo. Ha escogido ya a un hombre que situará como líder del mundo. En el capítulo 13 de Apocalipsis leemos sobre la bestia que sube del mar, que es un producto de Satanás. Pero veamos cómo describe el apóstol a esta bestia: “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (Ap. 13:1). Luego sigue diciendo el versículo 2: “Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad”.
Esta va a ser la obra maestra de Satanás. Su meta será engañar a toda la humanidad sobre la faz de la tierra para que crean que es el Mesías tan largamente prometido y anhelado por el pueblo judío, y por esto, el salvador del mundo entero. Por consiguiente, podemos esperar la reconstrucción del templo no sólo con el propósito de engañar a los judíos, sino al mundo entero.
El templo falso
A fin de poder reconstruir el templo y sus utensilios, todo tendrá que ser manufacturado. En otras palabras, tendrá que construirse una imitación. Estamos convencidos que esta imitación será tan real, tan gloriosa y tan abrumadora que la humanidad aceptará encantada al mesías falso. Mientras en este momento parece imposible que se construya un templo judío en el monte Moriah en Jerusalén, esto podría cambiar rápidamente.
Hablando fundamentalmente, todas las religiones del mundo están acercándose más día a día. Hay cientos, si acaso no miles de grupos y movimientos en el mundo, con la meta declarada de unir a todas las religiones del mundo. El líder de este movimiento se encuentra en Roma y es el Papa. Él declara públicamente de continuo que su meta es unir al mundo religiosamente bajo el catolicismo, que es la sede de la iglesia mundial. El templo falso que se construirá es sólo el resultado de esta progresión natural.
El templo real
No obstante, hay también un templo que se construirá basado en la Palabra de Dios. El profeta Ezequiel comienza a describirlo en detalle en el capítulo 40, el nuevo templo que es una parte de la restauración completa de Israel. Además, las doce tribus de Israel recibirán su herencia completa de la tierra prometida. Eso todavía es un evento futuro.
Aunque Israel ha sido desposeído de su territorio por los colonos árabes o los palestinos, cuando el Señor venga todos los acuerdos de paz quedarán deshechos instantáneamente.
Cuando Israel regresó del cautiverio en Babilonia a la ciudad de Jerusalén, enfrentó una situación imposible. Estuvieron ausentes de Jerusalén por setenta años, pero cuando retornaron muchos se habían entremezclado con otras tribus extranjeras y no podían demostrar cuál era su herencia verdadera. La descripción la encontramos en Nehemías 7:61-64: “Y estos son los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón e Imer, los cuales no pudieron mostrar la casa de sus padres, ni su genealogía, si eran de Israel: los hijos de Delaía, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos. Y de los sacerdotes: los hijos de Habaía, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzilai galaadita, y se llamó del nombre de ellas. Estos buscaron su registro de genealogías, y no se halló; y fueron excluidos del sacerdocio”.
Creo que aquí tenemos un indicador profético que señala a nosotros los gentiles, porque verdaderamente habíamos sido “excluidos del sacerdocio”. El apóstol Pablo escribió en Efesios 2:12: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. ¡Qué declaración más impactante! Estábamos “sin esperanza”. Si sólo pudiéramos reconocer ese hecho, nos sentiríamos más que agradecidos por lo que el Señor ha hecho por nosotros. Nuestra situación imposible y sin esperanza se ha convertido en una con posibilidades ilimitadas en Cristo: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef. 2:13).
Un gran número del pueblo de Israel de hecho llegó a ser ajeno al sacerdocio. Estaban “excluidos”. Pero... ¿Qué debían hacer?: “Y les dijo el gobernador que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim” (Neh. 7:65). Pero... ¿Quién es este sacerdote con Urim y Tumim? ¡Es el Señor Jesucristo, la Luz del mundo, ya que sólo Él guardó la ley de Dios perfectamente!
Su invitación es para todos los que tienen oídos para escuchar. El creer en el Señor Jesucristo nos califica para ser perdonados bajo el nuevo pacto que fue instituido por su sangre. El nuevo Urim y Tumim no los va a llevar puesto un sacerdote sacado de entre los hombres pecadores, sino una persona que puede salvar a todos los que se acercan a Él. Hebreos 7:25 lo garantiza: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.