Israel: El milagro moderno
- Fecha de publicación: Sábado, 11 Junio 2011, 03:55 horas
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Algunas personas están convencidas que en lugares como Lourdes, Francia, tienen lugar apariciones y sanidades milagrosas. Católicos devotos de todas partes del mundo, acuden cada año a esos santuarios en multitudes, esperando experimentar o ser testigos de un milagro de Dios.
Por otra parte, los evangélicos señalan a los modernos sanadores de fe, como ejemplos del gran poder de Dios. Sin embargo, en la mayoría de los casos no pueden proveer evidencia substancial de que estos “milagros” son reales. El hecho de que las personas acudan por decenas de miles a estas cruzadas, colmando estadios y coliseos o que vayan a peregrinar a lugares como Lourdes y Fátima, indica sin duda alguna, que hay algo en nuestro interior que anhela ver y experimentar el poder de Dios.
No obstante, en la actualidad sí contamos con evidencia real, tangible y objetiva, de que el Señor está obrando en este mundo hoy. Si le interesa, usted mismo puede examinar esta verdad con sus propios ojos. Puede tocarla, sentirla y analizarla, si sabe dónde buscar. La evidencia a que me refiero, no la encontrará en un santuario místico en Francia o en una cruzada milagrosa de sanidad en Norte, Sur América o cualquier otro lugar en el mundo, sólo la hallará en un solo lugar, en el Medio Oriente.
La evidencia a que estoy refiriéndome es la nación de Israel. El diccionario American Heritage dice que un “milagro”, “Es un evento que parece inexplicable de acuerdo con las leyes de la naturaleza y que por lo tanto es considerado como de origen sobrenatural o un acto de Dios...” Por esta definición o por cualquier otra exposición razonable, la existencia del moderno Israel, es exactamente eso: ¡un milagro!
La simple presencia y prosperidad de la diminuta nación democrática judía de Israel en medio de un mar de dictaduras islámicas es un verdadero milagro de la modernidad. Este reducido, perseguido y agobiado grupo de personas que sobrevivió al Holocausto, ha ascendido hasta los lugares más altos en cada área de especialidad y profesionalismo, desde el mundo del entretenimiento, el cine, la cosmetología, al arte y la ciencia.
El escritor Samuel Langhorne Clemens, mejor conocido por su seudónimo de Mark Twain registró unas palabras muy inspiradoras en la publicación Harper's Magazine en septiembre de 1899, dijo: "Si las estadísticas son correctas, los judíos constituyen una cuarta parte del uno por ciento de la raza humana. Se asemejan a un efímero soplo de polvo estelar perdido en el resplandor de la Vía Láctea. Propiamente, el judío ni siquiera debería ser afamado; pero es famoso y siempre lo será. Es tan prominente en el planeta como cualquier otro pueblo, y su importancia es extravagantemente fuera de proporción con relación a su diminuto tamaño. Sus contribuciones al mundo, que incluyen grandes nombres en la literatura, la ciencia, el arte, la música, las finanzas, la medicina y otros conocimientos recónditos, están muy fuera de proporción comparadas con lo reducido de su población. Han peleado una maravillosa batalla en este mundo, en todas las edades; y lo ha hecho con las manos atadas tras sus espaldas”.
La intención de esta breve serie de mensajes es explorar el papel que ha desempeñado la mano de Dios en la fundación y formación del moderno estado de Israel por medio del Sionismo, el movimiento dedicado al establecimiento de una patria judía.
Orígenes del Sionismo
El diccionario Merriam-Webster en inglés, define sionismo como "Un movimiento internacional cuyo propósito original fue el establecimiento de una nación o comunidad judía religiosa en Palestina y luego el apoyo del moderno Israel”. Asumiendo que esa definición es correcta, uno puede concluir que el origen del sionismo se encuentra en Dios mismo, quien fue el primer sionista verdadero.
Si examinamos las páginas de las Sagradas Escrituras encontraremos que mucho antes que existiera un problema en el Medio Oriente, Dios tenía un plan tanto para su territorio como para su pueblo, ya que dijo por medio del profeta: “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país” (Ezequiel 36:24).
Dios se ha valido del esfuerzo humano, al que fortaleció divinamente para cumplir su plan y propósito sobre este planeta. A través de la Escritura podemos ver, que esta ecuación humana es la que ha adelantado su agenda sionista a lo largo de las edades, por medio de personajes conocidos como Abraham, a quien le dijo: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (Génesis 17:7, 8).
También hizo un pacto con Moisés: “Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxodo 19:3-6).
Asimismo prolongó este primer pacto con Josué y Caleb, quienes dirigieron al pueblo para heredar el territorio de Israel, el sueño sionista. El libro de Éxodo es una crónica de los cuarenta años de la jornada de Israel, desde Egipto hasta la tierra prometida, a Canaán como se le conocía en esos días. De hecho, ese viaje sólo debió tomar unas pocas semanas, pero como los israelitas hicieron la jornada en incredulidad en Cades-Barnea, estuvieron vagando en el desierto hasta que murió la generación de incrédulos. Luego una nueva descendencia entró en la tierra que Dios había prometido que le entregaría a sus padres y abuelos cuarenta años antes.
Para el año 1000 antes de Cristo aproximadamente, Saúl fue nombrado rey de Israel y fue sucedido por David. Cuando David murió, su hijo Salomón se convirtió en rey y luego de la muerte de Salomón, el reino fue dividido entre Roboam el hijo del rey y Jeroboam. A partir de entonces hubo dos reinos, uno en el norte: el de Efraín, con su capital en Samaria y otro en el sur: en Judá, con su capital en Jerusalén.
En el año 722 antes de Cristo, los asirios invadieron y destruyeron el reino del norte. Muchos de los israelitas fueron llevados cautivos a Asiria. Otro remanente de las diez tribus del norte fue dispersado en otras partes del Medio Oriente, tal como Egipto, Asia Menor y mucho más allá.
En el año 586 antes de Cristo, los babilonios invadieron el reino del sur, el cual consistía de las tribus de Benjamín y Judá, y también fue destruido. Después de setenta años de cautiverio en Babilonia, a un grupo del pueblo judío se le permitió regresar a su hogar natal y comenzar el proceso de reconstruir a Jerusalén, el templo y la nación. Sin embargo, la Biblia dice que las personas de más edad, quienes recordaban la magnificencia del templo de Salomón, lloraron cuando vieron el santuario reconstruido, porque era una sombra de su glorioso predecesor.
Dios capacitó a los profetas para que predijeran tanto la dispersión de Israel como su retorno. Usó a miles de personajes bíblicos para obrar sus milagros, y creó una tierra prometida para su pueblo disperso. Como referencia extra-bíblica tenemos la odisea de los Macabeos en el segundo siglo antes de Cristo, quienes alcanzaron la victoria sobre el imperio asirio y rededicaron el templo de Dios en Jerusalén.
Aunque los libros Primero y Segundo de Macabeos no están incluidos en la Biblia, podemos leer allí que la ayuda de Dios, combinada con el esfuerzo humano de la dinastía Hasmonea, hizo que el pueblo exhibiera enorme pasión sionista. Dirigidos en un comienzo por Matatías, miembro de la familia sacerdotal de los Hasmoneos, y después por su hijo, Judás Macabeo, los judíos entraron en Jerusalén y purificaron el templo en el año 164 antes de Cristo.
De hecho, la asombrosa victoria que obtuvo el movimiento sionista Hasmoneo y la manera milagrosa en que Dios intervino, dio lugar a la fiesta anual conocida mundialmente como la fiesta de Jánuca, o Fiesta de la Dedicación, a la cual alude Juan 10:22, cuando dice: “Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno”.
La nueva nación judía restablecida, apenas estaba comenzando cuando fue absorbida por el imperio romano en expansión. El rey Herodes el Grande gobernó a Israel en favor de Roma. Le costó mucho pacificar al pueblo judío, porque siempre lo vieron como un intruso - a pesar de que técnicamente, es decir de acuerdo con la ley judía, era completamente judío ya que era el nieto de un edomita prosélito. Herodes pasó muchos años expandiendo el templo en Jerusalén.
Este templo herodiano conocido como el segundo templo en la historia judía, todavía estaba bajo construcción durante el tiempo en que el Señor Jesucristo residiera temporalmente en Israel. El proyecto no fue concluido sino un poco antes de su destrucción en el año 70 de la era cristiana. Para entonces, con todas las adiciones que le hiciera Herodes, se asemejaba mucho al primer templo, el de Salomón, en su gloria y esplendor.
Los tiempos modernos
Si nos adelantamos a tiempos más modernos, encontramos muchos otros personajes que Dios escogió con el propósito de cumplir su agenda divina. El sionismo moderno comenzó en la última década del siglo diecinueve con un hombre llamado Teodoro Herzl. Este abogado judío nació en 1860 en el Reino de Hungría, en el condado de Pest, que hoy constituye la parte oriental de la ciudad de Budapest, que entonces estaba compuesto por dos ciudades separadas, junto a la Gran Sinagoga de Budapest.
Al principio mantuvo tesis asimilacionistas, creía que el pueblo judío se debía asimilar en los países donde vivía. Como corresponsal en París constató y analizó el crecimiento del antisemitismo, y comenzó a implicarse emocionalmente en el “problema judío”, al que hasta entonces no le había prestado demasiada atención. El Caso Dreyfus en 1894 - un notorio proceso antisemita ocurrido en Francia, en el que un capitán judío del ejército francés, Alfred Dreyfus, fue injustamente acusado de traición, inculpado de espiar para Alemania, ocasionó en Herzl un cambio en su punto de vista hacia el nacionalismo ya que, en sus propias palabras, asistir al proceso Dreyfus y a la agitación antisemita que se generó en torno a ese caso fue lo que le convirtió definitivamente en sionista.
Como corresponsal de Neue Freie Presse, fue uno de los pocos periodistas que les permitió asistir a la ceremonia de degradación de Dreyfus. Dos semanas antes había acudido a la sala del tribunal y presenció el anuncio del veredicto de culpabilidad del capitán. A la salida del edificio fue testigo de las manifestaciones en París tras el juicio al capitán en el que las hordas gritaban: "¡Muerte a Dreyfus! ¡Muerte a los judíos!".
La profunda atmósfera antisemita condujo a Herzl hacia un nuevo horizonte conceptual. Comenzó a rechazar sus primeras ideas sobre la emancipación judía y la asimilación, para creer que el pueblo hebreo debía retirarse de Europa y crear su propio estado.
Escribió en su libro El Estado Judío lo siguiente: "Siento que, con la publicación de este folleto, he cumplido con mi tarea... ¿Declaro algo falso? ¿Me adelanto al tiempo? ¿No han sufrido los judíos suficiente? Veremos lo que sucede. Depende de ellos mismos si este folleto político se reduce a un simple romance político. Si la actual generación es demasiado torpe para entenderlo correctamente, una más excelente y mejor se levantará para comprenderlo. Los judíos que deseen un Estado lo tendrán, y merecerán tenerlo". El camino hacia el moderno estado de Israel resultaría muy difícil.
Sin embargo, los que se sintieron animados por el movimiento sionista de Herzl reconocieron que la suya era una época muy importante, no sólo para los descendientes dispersos de Abraham, sino también para todas las poblaciones del mundo.
Herzl continuó escribiendo: "El Estado Judío es esencial para el mundo, y por lo tanto, será creado”. Aunque el padre del sionismo moderno vio que Israel era "esencial para el mundo", no se percató plenamente de cuán importante sería esa nación. El autor y erudito cristiano de Oxford, doctor Ron Moseley, dijo muy correctamente: "Aunque a muchos cristianos se les ha enseñado que los judíos como un todo le dieron muerte a Jesús y que han sido eternamente malditos, la verdad es que han sido más exitosos en peores condiciones que cualquiera otra raza". Miles de personas han admitido, y a veces de mala gana, que el mundo no podría existir sin el pueblo judío entre las naciones. Desde presidentes hasta filósofos, todos han tenido que elogiar a los hijos de Jacob.
Hasta Voltaire, el filósofo francés antisemita de los años 1800, dijo: "Si yo fuese ateo, y creyese en un ciego destino eterno, todavía estaría persuadido que el destino predestinó a los judíos para ser el instrumento más esencial para civilizar a las naciones. Si fuese un ateo de la otra secta, quienes creen o pretenden creer, que todo ocurre por casualidad, todavía afirmaría que la casualidad ha ordenado a los judíos para que preserven y propaguen la doctrina de un Ser supremo, inteligente, sabio y todopoderoso del universo, lo cual estimo es el gran principio esencial de toda moralidad y, consecuentemente, de toda civilización”.
El segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, concordó con Voltaire respecto a Israel, dijo: "Insistiré en que los hebreos han hecho más para civilizar al hombre que cualquiera otra nación”. Comentarios como éstos dan lugar a la idea de que la presencia del pueblo judío es un recordatorio constante de que el Dios de Israel aún trabaja en los asuntos humanos.
Tanto Herzl como Voltaire usaron la palabra "esencial" cuando describieron la importancia de los hijos de Israel en la economía global. El lugar donde nacería esta nación tan esencial era inmisericorde y hostil. Pero de ese terreno baldío florecería algo grandioso y exitoso, como cumplimiento a las palabras de los profetas, tal como dijo Isaías por inspiración divina: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa” (Isaías 35:1).
El paisaje en ese tiempo de la historia todavía era igual cuando Mark Twain lo describió luego de visitar el país en 1867: "Un país desolado cuya tierra es suficientemente buena, pero abandonada cubierta de abrojos... una enlutada y silenciosa expansión... una desolación... Nunca vimos una sola persona en toda la ruta... apenas vimos algún árbol o arbusto en todos los alrededores. Aún el olivo y el cactus, amigos cercanos a una tierra despreciable, habían casi desertado del país". Sin embargo, a este lugar desolado, Dios a volvería a llevar de regreso a los judíos, y del polvo levantaría la nación "esencial" de Herzl y cambiarían su desolación en productividad y fruto abundante.
Sueños Sionistas cumplidos
Si la tarea del movimiento sionista fue restablecer una patria judía en la antigua tierra de Israel, sin duda logró su cometido. El 14 de mayo de 1948 nació el moderno estado de Israel, cumpliéndose así las palabras proféticas de Isaías 66:8 de que la nación nacería en un día. “¿Quién oyó cosa semejante? ¿quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos”.
Como Dios estuvo involucrado en el restablecimiento de la nación, es posible ver cómo el producto y sustancia de tal evento, ciertamente ha impactando al mundo, ya que Israel es la nación más esencial jamás vista. Esa chispa Divina es sin duda, la fuerza tras la creación de este moderno estado, y ha sido el combustible para el movimiento sionista.
Chaim Weizmann, el primer presidente israelí, hablando ante las Naciones Unidas en 1947, un año antes de cumplirse la profecía de Isaías sobre el restablecimiento de Israel, describió su interpretación de la chispa divina diciendo: "Palestina, por razones que no necesito elaborar, emite energía e impulso al pueblo judío que no son emitidos en ninguna otra parte. No podría decir que todo judío lo siente. No voy a decir que lo experimenta enseguida. Pero hay sentimientos que crecen en cada uno de nosotros, y las piedras, los pantanos y la arena de Palestina se convierten en una posesión preciosa a la que vertimos nuestro sudor, nuestra sangre, nuestro esfuerzo y nuestro ingenio, para hacer de ella lo que es".
Chaim Weizmann, un judío secular, nació el 27 de noviembre de 1874, en Molti, área que en la actualidad se conoce como Bielorrusia. Estudió en Alemania y Suiza, en las universidades de Berlín y Friburgo. Fue profesor de química en la Universidad de Ginebra en 1901, y profesor adjunto de bioquímica en la Universidad de Manchester en 1904. Los hechos más destacados en la vida de Weizmann comenzaron a desarrollarse cuando irrumpió la primera guerra mundial y Dios hizo que saliera de Polonia y se trasladase a Inglaterra. Mientras desempeñaba el cargo de director de los laboratorios del Almirantazgo Británico entre 1916 a 1919, el científico se advirtió de que quizá los británicos no iban a terminar la guerra victoriosamente. Fue así como se puso realizar investigaciones de manera incansable, terminando por descubrir y desarrollar un método para sintetizar acetona.
Weizmann, que no era dado a explicaciones sobrenaturales, usó la palabra "energía" para describir lo que otros llamarían "bendición" o "influencia sobrenatural".
Durante sus días estudiantiles, se interesó por el sionismo y pasó a ser uno de los primeros líderes del movimiento. En junio de 1917 el primer ministro de Gran Bretaña David Lloyd George, prometió retribuirlo por este logro espectacular y Weizmann pidió como recompensa que el gobierno británico proporcionara un hogar geográfico nacional para el pueblo judío.
Participó en las conversaciones que llevaron a la proclamación en 1917 por parte del gobierno británico de la Declaración Balfour, que aprobaba el establecimiento de “una patria nacional para el pueblo judío” en Palestina. Entre 1921 a 1929 fue presidente de la Organización Sionista Mundial, la que actuó como fuerza de equilibrio entre aquellos que querían un cumplimiento inmediato de la declaración Balfour y los británicos y árabes, que se resistían a cualquier maniobra de este tipo.
Esto finalmente conllevó al establecimiento del estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Weizmann pudo ver en esto, parte del cumplimiento dramático de la promesa dada por Dios a Ezequiel dos mil quinientos años antes: “Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová” (Ezequiel 37:14).
En 1925 inauguró la Universidad Hebrea de Jerusalén, y fue presidente de la Agencia Judía para Palestina, un organismo representativo de los intereses judíos en la zona bajo las preceptivas autoridades británicas; de este modo ejerció alguna autoridad política sobre los residentes judíos de Palestina. Se trasladó a Palestina en 1934 y trabajó como director del Instituto de Investigación Daniel Sieff de Rehovot y como presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Durante la segunda guerra mundial, fue asesor honorario del Ministerio de Suministros británico.
En 1948 fue nombrado presidente del gobierno provisional y al año siguiente se convirtió en el primer presidente del nuevo estado de Israel, cargo que mantuvo hasta su muerte. El Instituto Weizmann de Ciencia, que incorporaba al Instituto Sieff, fue fundado en Rehovot en 1949 y él fue nombrado su director. Sus investigaciones en este instituto, principalmente en agronomía, mejoraron la producción de cosechas, la gestión del suelo y el desarrollo de alimentos proteínicos.
Dios usó a este ilustre sabio judío para hacer que se refundara el estado de Israel y que los judíos regresaran a su tierra natal. El profeta Ezequiel fue absolutamente preciso cuando declaró: “Y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos” (Ezequiel 37:21, 22).
Otro capítulo de importancia en la pintoresca vida de Weizmann tuvo lugar durante la segunda guerra mundial. En esa época el científico ofreció sus servicios al gobierno de Estados Unidos como consejero en la elaboración de un caucho sintético, siendo aceptado su ofrecimiento con beneplácito. Aportó una contribución sustancial en el desarrollo de la industria del caucho, que vino a ser el factor clave en la producción de guerra de Estados Unidos.
La mayoría de los hechos que involucran al moderno estado de Israel son proclamados como sobrenaturales o milagrosos por muchos quienes han sido testigos de los hechos.
El autor Ron Moseley es aún más específico cuando narra la serie de luchas, comenzando con las cruzadas en 1096 por liberar la Tierra Santa de los infieles, luego las masacres en Polonia entre 1648 a 1656, terminando con el Holocausto de la segunda guerra mundial. Describe la supervivencia del pueblo judío como algo "milagroso". La perspectiva de Moseley es semejante a la de David Ben-Gurión, el primer Ministro de Israel, quien dijo que "El regreso del pueblo judío a su propia tierra ha sido el milagro más grande en toda la historia mundial".
Verdaderamente, no existe otro pueblo o nación sobre el planeta que haya sido conquistado, dispersado y restablecido en su tierra original dos veces, sólo Israel. La historiadora norteamericana y ganadora del premio Pulitzer, Barbara Tuchman, una vez escribió que Israel es "La única nación en el mundo que se gobierna a sí misma en el mismo territorio, bajo el mismo nombre, con la misma religión y con el mismo idioma que tenía hace tres mil años”. Ben-Gurión añadió: "En Israel, para ser realista, uno tiene que creer en milagros".
Sin importar cuál sea el término que se use, la realidad es que gracias a la colaboración de lo Divino, junto con el movimiento sionista de Herzl, la "energía" de Weizmann o los "milagros" de Ben-Gurión, los judíos lograron que renaciera el estado de Israel. Fue ese grupo de personas, el que enfrentó los obstáculos insuperables y sobrevivió el nazismo y el fascismo, el que eventualmente llegó a ser, de acuerdo con las palabras de Herzl, la "Más excelente y mejor generación" que alcanzaría la meta de estado nacional y experimentaría el cumplimiento de la causa sionista.
La Guerra de Independencia de 1948
El comienzo de la reconstrucción de la nación de Israel fue explosivo, literalmente. Después de sólo doce horas de existencia nacional, todo el mundo árabe le declaró la guerra a la recién nacida nación judía. La intención de esa declaración fue unificar a toda la región en una guerra contra Israel, el que contaba con una mínima cantidad de armas. A pesar de que el infante Israel, con su lastimera cantidad de armas, miraba directo a los innumerables cañones árabes, pronto escribiría una moderna versión de la milagrosa batalla de David contra Goliat.
Ésta fue la más sangrienta de las guerras para Israel. Costó la vida de seis mil trescientos setenta y tres combatientes muertos en acción, esto desde los días previos a la creación del estado, hasta el 20 de julio de 1949. Sin embargo, vale la pena hacer notar que esta cifra de muertos incluye también una buen cantidad de inmigrantes y algunos voluntarios del extranjero.
John Westwood dice así en su libro sobre las guerras del Medio Oriente: "Pero ellos planeaban atacar desde varias direcciones a las pequeñas fuerzas judías, que no sólo estaban faltos de armas sino que carecían de ellas”. Él describe las condiciones del Palmach, grupo que consistía sólo de tres mil soldados de ambos sexos. Poseían menos de mil rifles, quizás igual número de ametralladoras, y municiones para durar sólo varios días. No poseían unidades blindadas, y sólo contaban con once pequeños aviones civiles de uno o de dos asientos, y únicamente como con veinte pilotos para volarlos.
Lo más destacado de esta guerra fue lo que ocurrió el día séptimo de la refundación del estado de Israel, cuando Líbano, Siria, Jordania, Iraq y Egipto, dijeron: “Si permitimos la existencia de Israel, se convertirá en una espina en el costado. La historia demuestra todos los problemas que han causado. Vamos a empujar a los judíos hacia el mar, vamos a hacer literalmente que se ahoguen en el Mediterráneo”.
Fue así como el séptimo día los árabes comenzaron a agrupar sus tanques, sus ejércitos y todo el armamento posible, listos para hacer retroceder a los judíos hasta el mar. En la noche, entre el séptimo y el octavo día, Israel al tanto de los planes de los árabes, instituyó lo que llamó “Plan Gedeón”. Si acaso usted no sabe que fue lo que hizo Gedeón, le aconsejo que lea el capítulo 7 del libro de Jueces.
Ese séptimo día, los judíos tomaron todos los vehículos que poseían: buses, taxis, camiones, camionetas y automóviles privados. Tratando de no hacer ningún ruido los condujeron hasta la cercanía del campamento de los árabes, en los montes de Israel, allí les quitaron los tubos de escape, y le aceleraron la revolución de los motores, les ataron cadenas, latas y cuando tuvieron todo listo, encendieron las luces de los vehículos, sonaron los pitos, y comenzaron a hacer un ruido tan descomunal con los motores y dando alaridos, ¡que los árabes pensaron que estaban rodeados por tanques y un gran ejército! Aterrorizados abandonaron el campamento en desbandada dejando allí todo el armamento. Al día siguiente no había un solo árabe en contra de Israel y los judíos contaban con un cuantioso botín de guerra. ¿Coincidencia?
Cuando terminó la guerra, Israel había conquistado el setenta y ocho por ciento del territorio y había arrasado cientos de pueblos palestinos provocando oleadas de miles de refugiados en Gaza, Cisjordania y otros países árabes. En la zona israelí quedaron cien mil palestinos.
Como resultado de lo que Ben-Gurión llamó "milagros realistas", ellos eliminaron a las fuerzas árabes unidas, y la victoria que sólo era sustancia de sueños se convirtió en realidad. El columnista y comentarista político de Estados Unidos, Charles Krauthammer, dijo: "Ellos [los judíos] no existían. No estaban en ninguna parte. Su disipación entre la neblina de la historia, durante el exilio de Israel en el año 722 antes de Cristo, no fue algo misterioso. Era algo normal que, cuando un antiguo pueblo derrotaba a otro, los destruía, los dispersaba y los exilaba; con una sola excepción: una historia milagrosa de redención y restauración, no después de un siglo o de dos, sino después de dos mil años. Notablemente, ese milagro ocurrió en nuestros tiempos".
Segunda guerra árabe-israelí en 1956
Esta guerra se denominó La crisis del canal de Suez. El detonante de este nuevo conflicto fue el anuncio del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser de la nacionalización del canal de Suez, en julio de 1956.
Este fue el segundo de los conflictos bélicos entre israelíes y musulmanes, y tuvo lugar desde octubre hasta noviembre de 1956.El conflicto se inició el 29 de aquel mismo mes con la ofensiva terrestre, bautizada como Operación Kadesh, con el ejército israelí bajo la dirección del general Moshé Dayán, sobre la península del Sinaí.
El ataque sorpresa, provocó una desordenada retirada del ejército egipcio hacia el canal, culminando con el control de los estrechos de Tirán, en la entrada del golfo de Aqaba.
La Guerra de los Seis Días en 1967
A medida que se acercaba junio de 1967, las turbinas de la "energía" de Weizmann comenzaron a girar de nuevo. Desde los días de Jericó el mundo no había presenciado el tipo de victoria que ocurriría allí.
El 5 de junio de 1967 se desencadenó un nuevo conflicto armado, que pasó a ser conocido como La guerra de los Seis Días y se proyectó sobre tres frentes, encabezado por Egipto. El 10 de junio cuando cesaron los combates, Israel controlaba la totalidad de la península del Sinaí, la franja de Gaza y Cisjordania - con la totalidad de la ciudad de Jerusalén, y las estratégicas Alturas del Golán en Siria. Israel conquistó un territorio cuatro veces mayor que el suyo propio en 1949, y albergaba en sus nuevas fronteras una población árabe de un millón y medio de personas.
En menos de seis días, Israel perdió setecientos setenta y siete militares en combate; dos mil quinientos ochenta y seis de sus hombres - muchos de ellos oficiales fueron heridos; diecisiete de ellos en su mayoría pilotos fueron hechos prisioneros. Por su parte las bajas en los ejércitos árabes sumaron quince muertos y seis mil prisioneros, más un gran número de desaparecidos.
Israel actuando solo, derrotó a tres de sus vecinos apoyados por numerosos países árabes, en lo que se recordará como una de las campañas militares más rápidas y de mayor éxito en la época actual. Destruyeron más de cuatrocientos aviones árabes, de éstos unos sesenta en el aire. Capturaron unos ochocientos tanques y destrozaron completamente a muchos otros.
El valor del equipo militar perdido por los árabes durante la Guerra de los Seis Días ascendió a más de mil millones de dólares, cifra que constituía aproximadamente el setenta por ciento del equipo pesado de tres ejércitos árabes.
Al final de esta corta guerra, Israel estaba en posesión de sesenta y ocho mil seiscientos setenta y dos kilómetros cuadrados de territorio que antes se hallaban en manos de los árabes, lo que equivalía a unos mil ciento quince kilómetros cuadrados en las Alturas del Golán, cinco mil ochocientos setenta en Judea y Cisjordania, trescientos sesenta en la franja de Gaza, y sesenta y un mil ciento setenta y cinco en la península del Sinaí.
El maestro y escritor Daniel Pinner escribió lo siguiente: "Por lo tanto, cabe responder a la pregunta: ¿Cuál fue el mayor milagro en la Guerra de los Seis Días? No existe una simple respuesta, porque sucedieron muchos, tanto escondidos como evidentes”.
Milagros ocurridos durante la Guerra de los Seis Días
- Son incontables las historias documentadas de los milagros ocurridos durante esta guerra: Un comandante de tanques egipcios en el desierto del Sinaí se rindió ante una fuerza israelí sumamente inferior el segundo día de la guerra, porque vio un espejismo de cientos de tanques israelíes cuando realmente eran menos de una docena.
- Las fuerzas jordanas le dieron la bienvenida a los tanques israelíes bajo el comando del coronel Uri Ram, porque creyeron que eran tanques iraquíes que los venían a ayudar.
- El Cerro de Municiones, en las afueras al norte de Jerusalén, fue capturado por un soldado israelí, quien por error fue a investigar y cayó en una trinchera jordana una noche sin luna a las dos de la mañana y comenzó a disparar a ciegas. La caída del Cerro de Municiones fue un preámbulo necesario para la captura de la Ciudad Antigua de Jerusalén treinta horas después.
- Este fue el titular que apareció publicado en la edición del 26 de junio de 1967 del periódico Jerusalem Post: “Huestes celestiales invisibles no vistas por hombres mortales, visitaron a los israelitas cuando estaban amenazados con destrucción por los egipcios”. Y continúa diciendo:
- Cientos de camiones y vehículos armados se estropearon cerca del frente de batalla.
- Tal parece que el sistema de radar egipcio se dañó por completo. En el Cairo se escucharon las alarmas después que los aviones israelíes habían atacado los aeropuertos y volaban ya de regreso a casa. En varias ocasiones se oyó decir que ‘Todo estaba bien’, mientras los aviones israelitas se aproximaban al blanco.
- Las tropas que retornaban del frente en Sinaí hablaban de una falla de los militares estrategas y en las comunicaciones.
- Enteros regimientos fueron rodeados cuando quedaban expuestos sus flancos por retiradas carentes de coordinación.
- La jefatura militar egipcia tenía muy poco control sobre sus ejércitos después que comenzó la batalla.
- Columnas de camiones y tanques quedaron abandonados por falta de combustible y repuestos.
- La disciplina a menudo colapsó ante el asalto de las tropas israelitas.
- Un coronel cuyo vehículo se descompuso fue ignorado por los conductores de sus ejércitos a pesar de hacer señales con una bandera pidiendo un transporte alterno.
- Egipto tenía algunas de sus tropas élite de ataque en el desierto de Sinaí, veteranos de la campaña de Yemen. La mayoría de estas unidades fueron destruidas.
- Israel se apropió de toneladas de equipo militar ruso por un valor de dos mil millones de dolares, consistente de tanques, armas pequeñas y municiones, que quedaron esparcidos por todo el Sinaí.
- Dos trenes cargados con gas venenoso también fueron encontrados en el Sinaí”.
La guerra de Yom Kippur en 1973
Tal parecía que al consolidarse la frontera por medio de la Guerra de los Seis Días, y al aumentar la inmigración a Israel, las aspiraciones sionistas del moderno estado de Israel se habían cumplido. Pero, según Moseley, “los ojos” de Dios se mantuvieron una vez más sobre Israel en la Guerra de Yom Kippur. Los Alturas de Golán se sumarían a la lista de milagros evidentes que confirmarían la intención de Dios por establecer un hogar judío nacional.
Esta guerra se llamó de Yom-Kippur porque comenzó el 6 de octubre de 1973, cuando se celebraba el día más sagrado del calendario judío, el día de expiación o de perdón. En este día, Egipto y Siria lanzaron su ataque contra Israel. Escogieron esta fecha con cuidado, sabiendo que la mayoría de la población israelí se encontraría en sus casas o de festejos.
Egipto y Siria iniciaron el conflicto para recuperar los territorios que Israel ocupaba desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Ambas partes sufrieron graves pérdidas, aunque Israel mantuvo los territorios conquistados.
El productor de películas y documentales Michael Greenspan, relata la historia de un grupo de soldados israelíes en el Golán que se dirigían, en una clara noche de octubre, hacia un pueblo cercano, y quienes de repente se encontraron en medio de un campo minado. Mientras los soldados comenzaban a palpar el suelo tierra con sus rifles tratando de localizar los explosivos, un extraño viento se levantó. La brisa fue tan fuerte que removió unos cuarenta y cinco centímetros de arena, exponiendo así mas de mil explosivos. Tan pronto quedaron expuestos, el viento se detuvo, y todos los hombres pudieron salir a salvo del campo a la luz de la luna. Ejemplos de milagros durante la fundación de Israel son más que evidentes para demostrar que el Señor de los Ejércitos estuvo comandando los ejércitos israelíes.
Todas las opiniones sobre la formación sionista del moderno estado de Israel, son las mismas. Puede leerlas tanto en fuentes seculares como religiosas. Por falta de tiempo no mencionamos todos los "milagros" experimentados entre 1948 hasta 1973, pero sólo es necesario decir que, sin la poderosa intervención del Altísimo, nada hubiese quedado de los hijos y las hijas de Abraham.
El doctor Ron Moseley comenta: "Una simple mirada casual a la 'Guerra de Independencia' de 1948, el 'Conflicto del Suez' contra Egipto en 1956, el 'Milagro de los Seis Días' en 1967 y la victoria en la 'Guerra de Yom Kippur' de 1973 debería convencer a cualquiera que Dios mantiene sus ojos sobre el Israel de la actualidad”.
Más por venir
Vez tras vez, frente a increíbles obstáculos, la pequeña fuerza que describió Westwood derrotó al gigante del mundo árabe combinado. Nuevamente, David derrotó a Goliat en su batalla, no en un monte escondido de Judea, sino en un escenario que atraería la atención del mundo entero. Verdaderamente, se puede decir que el nacimiento de la nación de Dios comenzó con un estallido, y la más excelente generación de Herzl finalmente ocupó su lugar central entre las familias del mundo.
El Ministerio de Asuntos Extranjeros de Israel describe la redención del pueblo judío durante la Guerra de Independencia como "Un milagro que ocurrió en un momento de desesperación". Los milagros definieron la existencia del antiguo Israel, y los milagros volvieron a definir la historia de la reconstitución del moderno estado de Israel y la realización de la visión del sionismo.
Si caracterizáramos al sionismo como el movimiento expansionista más allá de la simple creación del estado actual, cuya meta final es recuperar el territorio total que ocupara Israel durante el gobierno del rey David, entonces “la más excelente generación de Herzl” aún no se ha manifestado. Sólo con esa perspectiva en mente podrá decirse que el sueño sionista ha fracasado y ha quedado inconcluso. Sin embargo, no creo que la agenda sionista haya fracasado.
Los propósitos de Dios realmente se han ido cumpliendo por medio de sus vasos escogidos a través de las edades, y el moderno estado de Israel es verdaderamente la renovada semilla de Abraham. Pero... Esas semillas que ya están de regreso en su tierra, ¿viven en conformidad con la promesa de Dios? ¡No! Pero tampoco la mayoría de los cristianos vivimos en la plenitud del Reino de Dios. Sin embargo, el hecho que no vivamos en una total rendición al Reino, comportándonos según las promesas, no significa que el Reino no habite dentro de nosotros. De la misma manera, el hecho de que todavía el pueblo de Israel no ocupe la totalidad del territorio prometido, no contradice el glorioso retorno de Jacob a la Tierra Prometida y el cumplimiento del sueño sionista nacional.
El futuro del sionismo se fundamenta en el pasado. Hace cuatro mil años, las palabras proféticas sellaron el destino de las aspiraciones futuras del sionismo. El profeta dijo que nunca más sería Jacob arrancado de su tierra: “Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo” (Amós 9:15).
Tanto los judíos como los cristianos esperamos la llegada triunfal del Mesías al territorio de Israel para asegurar las fronteras prometidas a Abraham hace tantos años. Hasta que no se presente el Mesías, la responsabilidad del futuro de Sion recae sobre todos nosotros. De acuerdo con la Palabra de Dios que define nuestras responsabilidades, el futuro de Sion ahora es nuestro futuro. Nuestros destinos están juntamente ligados. Anhelamos el día cuando toda la tierra de Canaán se llame Israel, cuando reine la paz y cuando Jerusalén sea puesta por alabanza en la tierra.
Hasta que no sea una realidad manifiesta el sionismo mesiánico, debemos mantener el texto de Isaías 62:1 como nuestro lema: “Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha”.