¡Los curas también curan!
- Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas
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No no soy televidente muy fiel, de modo que si por mí fuera, los canales de televisión seguramente no sobrevivirían, aunque a veces miro algún programa, por lo menos por unos minutos. Fue justamente en uno de esos momentos cuando pensé que probablemente podría encontrar algo para distraer la mente.
Grande fue mi sorpresa cuando vi que estaban hablando acerca de cómo un sacerdote católico romano había sanado a una enferma. No recuerdo exactamente el problema, pero creo que era cierto tipo de epilepsia o algo así. Los médicos no podían ayudar más a la enferma ni a sus padres. Es natural que estos últimos, abrumados por la condición de su hija, al enterarse que determinado sacerdote tenía «el don de sanidad» acudieran a él.
Una vez en la catedral, el sacerdote preguntó si había alguien con alguna necesidad física. Al momento el padre de la niña levantó la mano y casi de inmediato fue invitado a pasar al frente con la enferma. «¡Qué interesante!», pensé. «¿Qué hará este hombre?», seguía preguntándome. No, no gritaba mucho, tampoco expulsó demonio alguno, sino que hizo esos movimientos con las manos que los curas suelen hacer, balbuceó algunas palabras que no pude entender y la muchacha «se sanó».
A partir de allí entrevistaron a los padres y todos estaban radiantes de contentos por la sanidad obtenida. También entrevistaron al sacerdote quien dijo que no era mejor que nadie, que Dios le había dado ese don y lo usaba para bien de los demás. Todo sonaba muy auténtico, él parecía totalmente genuino y humilde, tal como uno esperaría de un cristiano verdadero.
Ese mismo día tuve que concurrir al lugar de servicio, a un estudio bíblico. Allí les relaté esto a los hermanos presentes. Luego les hice algunas preguntas y tuve que ofrecerles una explicación. Sabía que Dios me había permitido ver esto para ofrecerles luego una respuesta a los hermanos, pero con el tiempo me di cuenta que necesitaba publicarlo, ya que no he encontrado nada que explique bíblicamente estos «milagros o fenómenos». ¡Es algo que realmente confunde a muchos hermanos sencillos y hasta a cristianos de muchos años!
¿Qué está ocurriendo?
No hace muchos años, esto de la «sanidad» era exclusivo de los pentecostales. Hoy lo hacen por igual los presbiterianos, bautistas, metodistas, episcopales y católicos romanos. Todo el mundo sana, sin embargo, los enfermos no merman, por el contrario, mientras el costo de la hospitalización aumenta, los hospitales y clínicas están colmados de enfermos que necesitan atención médica. Pero este no es el tema de nuestro mensaje, sino que vamos a referirnos a «¡Curas que curan!»
¿Qué contestaría usted si alguien viniera y le hablara de un milagro verdadero, donde se ha comprobado que realmente la persona se ha sanado, con pruebas médicas de que la enfermedad era real, en donde el diagnóstico está en los archivos médicos y que no es algo inventado? Comprendo que esto puede convertirse en un verdadero rompecabezas para cualquiera, por lo tanto, es necesario una orientación. Bien, usted está en el lugar que le corresponde, porque este mensaje pretende ayudar a los hermanos fieles a la Palabra que no entienden todo cuanto está ocurriendo.
Seguramente sabe que es nuestro deber, especialmente el de los pastores, ofrecer una explicación clara de lo que creemos y por qué lo creemos. No podemos encogernos de hombros con una ligera mueca, como diciendo: «Bueno, no quiero juzgar a nadie». Esto no constituye ayuda alguna, sino que sólo revela la ignorancia y hasta hipocresía de quien actúa así. Cuando nos vemos en una situación de esta naturaleza debemos recurrir a la Palabra de Dios: "Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 P. 3:14b,15).
Sabiendo ahora que es nuestra responsabilidad explicar las cosas que tienen que ver con las Escrituras, necesito que me siga con mucha atención. Le aseguro que no será defraudado. Si realmente busca la verdad, la hallará. Muchos hermanos suelen decir: «Bueno, quien sanó a tal enferma no fue Dios, sino Satanás». Otros dicen: «No creo que la persona sufría de tal o cual mal ni que haya sanado». Todavía hay quienes dicen que la persona «sanada» luego sufrirá de algo peor, porque su sanidad es de origen dudoso. Estos son más o menos los argumentos de los que creen que un sacerdote católico no es en realidad cristiano.
Pero... ¿Cuál es la verdad al respecto? No tenemos que andar mucho para descubrirla. En el Antiguo Testamento encontramos un paralelo interesante, ya que la cuestión engaño no es nada nuevo. Los judíos tan pronto entendieron que Dios les hablaba a través de los profetas, plantearon la posibilidad de los profetas falsos, de alguien que no ha recibido ningún mensaje de Dios y que viene y dice que sí lo recibió.
Los que creemos que la Biblia es toda la revelación de Dios, no solamente la aceptamos como autoridad final, sino que rechazamos cualquier libro agregado a los 66 que conforman el Canon Sagrado. Veamos lo que dice la Biblia: "Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma" (Dt. 13:1-3).
Es fácil comprender por este pasaje de la Escritura, cuál era el dilema de los hebreos en aquellos días y la solución que les ofreció Dios para que no cayeran víctimas de un engaño. Cuando un profeta profetizaba algo, tenía que cumplirse. Cuando predecía, de ninguna manera podía ser una casualidad. Tenía que tratarse de un judío con las credenciales de un auténtico profeta de Dios. La primera prueba que debía pasar era que su profecía tenía que cumplirse. En realidad había tres requisitos iniciales, tres pruebas por las que todo profeta potencial debía pasar, y eran:
• Debía ser judío y hablar en el nombre de Jehová.
• Debía denunciar algo que nadie podría saber o prever, y
• La profecía debía cumplirse en un 100%.
Una vez que el profeta llenaba estos requisitos, el pueblo podía hacerle caso y sin temor aceptar sus mensajes como de parte de Dios. Sin embargo, Dios como buen conocedor de la naturaleza humana, agregó algo más. El Señor dijo que si el profeta lograba la credibilidad del pueblo porque sus credenciales proféticas eran auténticas, y si debido a la confianza que habían depositado en él, invitaba al pueblo para que fuera y rindiera culto a dioses ajenos, entonces el pueblo debía rechazarlo junto con todas sus credenciales. Dios entonces explica cómo es que a pesar de ser un profeta falso, sus profecías son auténticas porque resisten las pruebas, añadiendo que permite que sea así, para probar a su pueblo. Pero... ¿Por qué dice Dios que a veces los sometería a este tipo de pruebas?
Dios sabía que se levantarían muchos profetas falsos, cientos y miles con el correr de los años. Sabía que esos profetas tendrían éxito, al punto que sus profecías se cumplirían, pero que como eran falsos, luego caerían en la trampa, ya que le dirían al pueblo: "Vamos en pos de dioses ajenos". Esta invitación del profeta, por muy impresionante que hubiera sido su profecía cumplida, lo descalificaba de inmediato. Como puede verse, aunque la cuestión verdadero versus falso, parecía complicada, resulta sencilla si buscamos su explicación en las páginas del Libro de Dios.
Ahora traslademos ese mismo cuadro a nuestros días y a nuestros «profetas, sanadores y obradores de milagros». Es notable que virtualmente hagan lo mismo que aquellos del pasado. Pero... ¿Estamos preparados para reconocerlos? Tome el ejemplo del cura católico sanando a una enferma, quien luego con un rostro radiante y apariencia de humildad deriva todo el poder y la gloria al Señor. Sin embargo, usted no puede tragarse el asunto así de fácil ni decir que lo hizo valiéndose de poderes diabólicos. El hombre asegura haber invocado el nombre de Cristo, y seguramente así fue. Pero esto no significa que pasó las pruebas que corresponden, no ya al profeta, sino a un auténtico ministro del Señor. Este mismo hombre sigue creyendo en doctrinas paganas, tal como la práctica de la idolatría, el culto a María, el «sacrificio» de la misa, las oraciones a los santos, las oraciones por los muertos y las peregrinaciones a los «lugares altos». En una palabra, el sacerdote católico sigue en su paganismo y esto es prueba de que se trata de un profeta falso, aunque el milagro lo haya hecho Dios. Es probable que Dios hubiera sanado a esa muchacha que mencionara, pero esto de ninguna manera prueba que quien invocó el nombre de Dios sea necesariamente su siervo. Dios sin duda también quiere probarnos. La autoridad no es la sanidad ni la tumbadera ni los milagros ni nada de eso. La autoridad para cada cristiano debe ser siempre la Palabra de Dios. En este caso es demasiado claro que mediante este milagro, sea o no de Dios, y no importa cuán auténtico pueda ser, se trata de arrastrar a los cristianos ingenuos para que regresen al paganismo de Roma.
Esto no se limita a curas católicos, porque hay muchos otros que no llevan sotana, pero que sin embargo predican un evangelio totalmente extraño aunque reúnan a miles y miles en grandes salones y estadios, donde se ven todo tipo de manifestaciones. Por confuso que parezca el cuadro, es fácil reconocer la fuente de tales poderes ni bien el mensajero obrador de milagros comienza a torcer las Escrituras.
Jesús dijo: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mt 7:21-23).
Los falsos profetas, aunque protagonizan milagros sorprendentes hoy, no ocultan su falsa procedencia al ridiculizar las Escrituras. Hay predicadores que hablan de prosperidad material e involucran al Señor, dicen que tenían tanto dinero que por eso necesitaban un tesorero. Para enterarse mejor de cuánto daño se ha hecho y se sigue haciendo a la obra del Señor, lea el libro Cristianismo en Crisis de Hank Hanegraaff. Es una pena que este autor no haya dicho lo mismo sobre el engaño del catolicismo romano, que no es menor. Hoy, la gente va a los templos católicos para ser «sanados» y ciertamente muchos aseguran haber recibido sanidad.
A medida que pasan los días y el Señor no viene en busca de su Iglesia, muchos cristianos se confundirán porque no logran distinguir el asunto. Los milagros, a no dudar, seguirán en aumento, en igual proporción que los falsos profetas de nuestros días. Jesús nos advirtió de esto, lo mismo tenemos en las epístolas y especialmente en el libro de Apocalipsis. En realidad, seamos francos, los milagreros de hoy no predican a Cristo, sino al Anticristo. Cuando se rechaza la Palabra de Dios como autoridad única y final, no nos queda otra cosa que completa confusión.
Podemos predecir ya mismo que a medida que pasan los días, si el Señor no recoge a su Iglesia, veremos a caravanas de hombres, mujeres y niños, concurriendo indistintamente a templos católicos y protestantes, porque «el evangelio» que se predicará será exactamente el mismo. Finalmente habrá viajes promocionales para ir a Roma, al Vaticano, para escuchar al máximo líder de «la iglesia Madre» y muy probablemente para recibir milagros. Ya no será necesario viajar a Lourdes ni a ningún otro lugar de milagros, porque el mismo Papa podrá ser el sanador número uno y sin duda también podrán hacerlo aquellos a quienes derive su poder. El interés por la sanidad, la prosperidad material y otras manifestaciones sobrenaturales es cada vez mayor. No hay interés por la lectura y estudio de la Biblia, porque lo primero es mucho más atractivo. A Eva, la Palabra de Dios que le era tan clara, quedó anulada ante la oferta de Lucifer, quien le sugirió que ella misma sería una diosa si sólo comía del fruto que Dios le había dicho que no comiera. No se engañe, la doctrina de la diosa y reina del cielo ya viene desde el Edén. Allí es donde tiene su origen el catolicismo romano y donde se origina la apostasía que prevalece hoy en muchos círculos protestantes.
Permítame ilustrarle esto usando a otro personaje bíblico, a Saúl. Este hombre, cuando era un joven que cuidaba de unas pocas cabras de su padre, fue a ver al profeta Samuel. Samuel, por indicación de Dios, lo ungió por rey sobre Israel. Y dice en parte el registro bíblico, que Samuel le dijo: "Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre... Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas?" (1 S. 10:6,11).
Aunque Saúl haya sido profeta y también el ungido de Dios, esto no necesariamente lo hacía digno de crédito. El día que desobedeció la Palabra de Dios tuvo un fin trágico. En el capítulo 15 del primer libro de Samuel leemos que desobedeció la Palabra de Dios y fue desechado: "Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel" (1 S. 15:26). Luego Saúl ordenó la muerte de los profetas de Dios: "Entonces dijo el rey a Doeg: Vuelve tú, y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg el edomita y acometió a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta y cinco varones que vestían efod de lino" (1 S. 22:18). En otra ocasión Saúl visitó a una bruja, la adivina de Endor: "Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere" (1 S. 28:8). Allí comenzó la cuenta regresiva de su horrible muerte en la guerra con los filisteos.
Dios había prohibido de manera terminante en su Palabra acudir a brujos o adivinos. Saúl lo sabía, pero tal vez pensaba que por haber sido ungido y por su investidura, esto lo exoneraba de cualquier culpa. Pero no fue así. Sólo hay que desobedecer la Palabra de Dios para esperar el desastre final. Jesús fue muy claro cuando le dijo a los escribas y fariseos que ellos habían invalidado los mandamientos de Dios por su propia tradición: "Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mt. 15:6b-9).
Sin duda alguna esto mismo estamos viendo hoy en muchos lugares en donde se reúnen para «alabar, bendecir, aplaudir a Jesús, hacer milagros, hablar en lenguas y cultivar la unidad, ‘el ecumenismo’». Si usted no conoce las Escrituras, la Palabra de Dios, bien podría confundir la apostasía actual con un gran despertar espiritual.
• ¿Todavía está impresionado por qué los sacerdotes católicos sanan al igual que los sanadores protestantes que han dejado las Escrituras?
• ¿Cuándo el catolicismo ha dejado de orar por los muertos, una doctrina que inventó en el año 310?
• ¿Cuándo ha dejado de adorar a los santos, o más bien el culto a los muertos que inventó en el año 375?
• ¿Cuándo han dejado de celebrar el sacrificio de la misa inventado en el año 394?
• ¿Cuándo han abandonado la doctrina del purgatorio inventada en el 593?
• ¿Cuándo la supremacía papal inventada en el 606?
• ¿Cuándo las fiestas en honor de María inventadas en el año 650?
• ¿Han abandonado acaso la adoración de imágenes introducida en el año 788?
• ¿Y qué de la invención del agua bendita en el 850?
• ¿Acaso han dejado la canonización de los santos inventada en el 993?
• ¿O la fiesta de los difuntos creada en el 1003?
• ¿Han dejado acaso el celibato introducido en el 1074?
• ¿Cuándo han dejado el dogma de la infalibilidad papal incluido en el 1076?
¿Y qué del dogma de la transubstanciación que fue inventado en el año 1215?
• ¿Y la confesión auricular instituida en el año 1215?
• Y como si todo esto fuera poco, la iglesia católica romana abiertamente decretó en el año 1546, que la tradición está al mismo nivel de la Biblia. Y en ese mismo año, le agregó a la Biblia los libros apócrifos.
Hay muchas otras «creencias y dogmas» que podría agregarle a esta lista, pero esto basta para que nos demos cuenta de que muchas cosas que ocurren a nuestro alrededor, aunque parezcan muy cristianas y hasta bíblicas, debemos analizarlas a la luz de las Escrituras. Los sanadores de hoy, no sólo «los Curas que curan» sino muchos llamados cristianos, no resisten las pruebas por las que debe pasar cualquier mensajero verdadero del Señor. Recuerde un detalle: Todos los sanadores, sin una sola excepción, son ecuménicos y directa o indirectamente están esforzándose junto con los líderes católicos por llevar a los hermanos separados de regreso a la «iglesia madre». Lo que realmente está ocurriendo hoy, es que hay un gran avivamiento, pero no cristiano, sino anticristiano, porque las doctrinas que predican y los milagros que realizan son los mismos que harán el Anticristo y el falso profeta. La iglesia se divide hoy en dos segmentos:
a) En el puñado de redimidos que viven separados de todo y procuran permanecer fieles a la Palabra, y
b) En la gran mayoría que trabaja incansablemente por el advenimiento del Anticristo.
No olvidemos que el Señor recibirá primero a su Iglesia en gloria y casi inmediatamente después aparecerá el amo de todos estos profetas y sanadores modernos. No importa si son mormones, budistas, bautistas, católicos romanos, ruselistas, pentecostales o de cualquier otro grupo, el Anticristo espera contar con una gran familia leal a él.
¿Qué dice la Biblia?
Hemos mencionado varias cosas inventadas por el catolicismo romano junto con la fecha respectiva en que fueron introducidas como dogmas. Usted puede verificarlo todo en la misma literatura católica. A continuación examinemos algunas de «estas doctrinas» y veamos cómo la Biblia condena las enseñanzas agregadas. No vamos a tomarlas todas, sólo las más conocidas por la gran mayoría, esas que vemos prácticamente todos los días.
Tomemos el caso del purgatorio, inventado en el año 593. ¿Se encuentra esta doctrina en la Biblia? ¡No, no la encontrará ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento! Dice la Escritura sobre los que mueren sin ser salvos: "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio" (He. 9:27). En el Antiguo Testamento el caso es el mismo: "Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; y la expectación de los malos perecerá" (Pr. 11:7).
Estos son los únicos textos de la Biblia que hablan sobre esta doctrina de la salvación mientras estamos en el cuerpo. Hay muchas otras referencias que podríamos dar. Le aconsejo leer cuidadosamente lo que dice Jesús en Lucas 16:19-31.
Pero... ¿Resiste el texto Sagrado la supremacía papal inventada en el año 606? Por cierto que no, el mismo Señor dijo: "Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo" (Mt. 23:8-10).
Aquí no sólo tenemos a la jerarquía máxima del catolicismo romano, sino que también se prohíbe llamar «padre» a cualquiera que enseñe la Palabra de Dios. Todos los cristianos somos simplemente hermanos, no hay jerarquías. En la iglesia de Cristo hay responsabilidades, pero no jerarquías.
La adoración de las imágenes fue introducida en la iglesia católica en el año 788. Pero... ¿Es bíblico tener imágenes y postrarse delante de ellas, encendiéndole velas y pidiéndole favores? ¡Cuán difundido se encuentra este culto pagano en nuestro continente! Mas dice la Biblia: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás..." (Ex. 20:4,5a).
La Biblia no sólo prohíbe rendirle culto a las imágenes, sino que prohíbe postrarse delante de ellas, honrarlas y aún tenerlas: "No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella..." (Lv. 26:1). "Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego..." (Dt. 7:25). "Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas" (Is. 42:8).
Aquí no se está hablando de estatuas que representan a algún héroe del pasado, ya que nadie les rinde culto, sino que se trata de una imagen religiosa y para fines espirituales. Dios prohíbe rendirle culto a cualquier imagen porque esto es pagano. Dice en 1 Juan 5:21: "Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén".
Es muy probable que el Salmo 115 fuera un cántico que los israelitas cantaban con frecuencia para evocar la grandeza del único Dios verdadero y una advertencia contra la idolatría: "Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho. Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen, manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos. Oh Israel, confía en Jehová; él es tu ayuda y tu escudo. Casa de Aarón, confiad en Jehová; él es vuestra ayuda y vuestro escudo. Los que teméis a Jehová, confiad en Jehová; él es vuestra ayuda y vuestro escudo" (Sal. 115:3-11).
También dicen otros textos de la Escritura: "No os volveréis a los ídolos, ni haréis para vosotros dioses de fundición. Yo Jehová vuestro Dios" (Lev. 19:4). "Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra" (Dt. 4:15-18).
Hoy en día, los templos católico romanos, las plazas y hasta las entradas de algunas ciudades están colmadas de imágenes. Así sean la supuesta María, Jesús crucificado o el "patrono de la ciudad", estos ídolos, solemnemente prohibidos por la Biblia, lucen sus rostros grotescos en medio de un pueblo que les lleva flores, les prende velas, se postra ante ellos y los besa. Dígame: ¿No es esto idolatría? Tal vez usted diga que estas imágenes son sólo para que la persona que adore a Dios se concentre mejor y para que tenga una mejor idea de que Dios realmente existe. Pero Dios mismo dice: "... Pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego" (Dt. 4:15b).
Jesús dijo: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn. 4:24). ¿Sabe usted cuál es el paradero final de los idólatras? Es bueno que lo sepa cuanto antes, porque todavía tiene tiempo de escapar de tan horrible tragedia eterna. "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" (Ap. 21:8). ¡Qué compañía la de los idólatras! ¡Están entre los incrédulos, abominables, homicidas, fornicarios, hechiceros y mentirosos!
No importa cuán solemne le parezca el culto rendido a un ídolo muy agradable a la vista. No importa cuánta gente se postre ante tal o cual ídolo, para recibir sanidad, mayor religiosidad o algún otro tipo de ayuda material, espiritual o física. La idolatría es abominable ante Dios y en los cielos no entrará ni una sola persona que tenga o adore ídolos. Sin embargo, la iglesia católica romana instituyó formalmente el culto de los ídolos en el año 788. La Palabra de Dios es inmutable, nunca cambia, aunque las religiones agreguen nuevas enseñanzas y prácticas para parecerse más a los paganos a fin de hacer causa común con ellos.
Pero... ¿Qué en cuanto al celibato sacerdotal? La Biblia literalmente condena esta práctica, llamándola "doctrina de demonios": "Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad" (1 Ti. 4:1-3).
Aquí se mencionan dos cosas. La prohibición del casamiento, el supuesto celibato que la iglesia católica le impone a los curas, y la prohibición de comer ciertos alimentos. Bien sabemos del invento de la llamada cuaresma cuando se supone que no se debe comer carne los viernes. Dios dice: "Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas" (Is. 42:8).
No existe otro Dios, porque el verdadero no lo permite. No es posible igualar a Dios a escultura alguna. Pero entonces... ¿Cómo es posible que tantos "cristianos" anden postrándose ante imágenes que supuestamente representan la deidad? Esto es paganismo, no cristianismo.
En los días del Pacto Antiguo hubo muchas naciones, pero todas eran paganas a excepción de Israel. Por eso Dios no trataba con ellos, sólo con Israel. Las prohibiciones que encontramos, especialmente en contra de la idolatría, no son para los paganos, sino para aquellos que son hijos de Dios por fe en Cristo.
Los hechiceros de Faraón
Cuando Moisés se presentó ante Faraón exigiendo que dejara salir a los hebreos, éste demandó alguna señal que indicara que verdaderamente era un mensajero de Dios. Moisés entonces le ordenó a Aarón que arrojara su vara la que se convirtió en culebra. Pero... ¿Qué sucedió luego? ¡Qué Faraón no se amedrentó por eso! Rechazó la Palabra de Dios de labios de Moisés e hizo comparecer a sus hechiceros los cuales hicieron exactamente lo mismo: "Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Si Faraón os respondiere diciendo: Mostrad milagro; dirás a Aarón: Toma tu vara, y échala delante de Faraón, para que se haga culebra. Vinieron, pues, Moisés y Aarón a Faraón, e hicieron como Jehová lo había mandado. Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos, y se hizo culebra. Entonces llamó también Faraón sabios y hechiceros, e hicieron también lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras; mas la vara de Aarón devoró las varas de ellos. Y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho" (Ex. 7:8-13).
Imagine por un momento a Faraón sentado como un gran monarca en su cómodo trono. Aparecen Moisés y Aarón y le dicen que vienen con un mensaje de Dios. El Dios que Faraón no conocía ni quería conocer. Cuando Aarón, al mandato de Moisés echó su vara frente a Faraón y se convirtió en culebra, ellos no se sorprendieron, sino que Faraón ordenó comparecer a sus sabios y hechiceros, cuyas varas se convirtieron también en serpientes. ¿Tenían los hechiceros poder para hacer esto? ¿Se convirtieron realmente las varas de ellos en culebras? ¿Podrá algún hechicero hoy, o un grupo de ellos, convertir una vara siquiera en una pulga? ¿Por qué Faraón no se sorprendió ante un milagro tan evidente?
Sin duda alguna Dios ya había endurecido su corazón. Lo conocía muy bien, sabía que pensaba que sus hechiceros eran tan poderosos como el Dios de Moisés y Aarón. Según Faraón sus hechiceros habían logrado esto, gracias a sus dioses paganos. Pero no fue así, no cabe duda que fue Dios mismo quien permitió que esas varas se convirtieran en culebras. Cuando el hombre, quien quiera que sea, cura católico, ministro pentecostal o cualquier otro, se aleja de la Palabra de Dios, comienza a creer en los milagros. Aunque tal vez el propósito de estos milagros sea que continúe el endurecimiento del corazón de ellos.
La Palabra de Dios dice que los cristianos deben "salir" de en medio de aquellos que practican el paganismo, aunque lleven el nombre de cristianos. Que se alejen de quienes rinden culto a los ídolos. Pero si este hombre no quiere alejarse, sino que busca los "puntos de concordancia" para hacer causa común con ellos, entonces Dios permite que tengan lugar manifestaciones sobrenaturales, tal como el caso de las varas de los hechiceros que se convirtieron en culebras, sólo para que se siguiera endureciendo el corazón del Faraón.
No se apresure a atribuirle a Dios todos los milagros que se realicen en determinado círculo, aunque estén presentes allí personas tan grandes como Moisés. En el palacio de Faraón tuvo lugar una verdadera reunión de portentos, pero sólo Moisés y Aarón pudieron distinguirlos porque habían realizado el mismo tipo de milagros. Sí, es probable que en cierta forma Dios esté en los milagros de tantos sanadores y expulsadores de demonios, pero Dios sólo está para mantenerlos endurecidos, con un fin bien claro según su propia Palabra y también para probar y saber quién le ama verdaderamente. Cuando un predicador deja de confiar en la Palabra de Dios, se convierte en un peligro muy grande para todos aquellos que le escuchan. "Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia" (2 Ts. 2:7-12).
Cuando un predicador se aleja de la Palabra de Dios, se expone a que Satanás lo confunda con milagros y prodigios. Jesús no dijo: "Los milagros son las pruebas", excepto cuando se trató de sus credenciales mesiánicas, pero sí dijo: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Jn.17:17).
Sin duda alguna el eslabón que finalmente unirá a los protestantes con los católicos para volver al Vaticano, serán los milagros. Pero aquellos que sólo aceptamos la autoridad de la Biblia, jamás caeremos en esa trampa que con tanta astucia está siendo manejada por los expertos. Sí, los curas también curan, como lo hacen tantos otros hechiceros modernos que militan entre aquellos que llevan el nombre de cristianos. Si usted se encuentra entre esos que tienen esto muy claro y no quiere ser víctima del engaño, tenga presente lo siguiente:
• Los milagros de estos días son el preámbulo del gran milagrero, el Anticristo, cuyos milagros incluirán hacer descender fuego del cielo.
• No se apresure a ignorar la veracidad de algún milagro que alguien dice haber recibido o visto. Dios puede es
• La autoridad final para un cristiano es la Palabra de Dios, no son los milagros. Estos podrían ser falsos o bien pueden ser una prueba de Dios para ver si sus hijos siguen fieles a su Palabra.
• No se apresure a calificar de falsa la sanidad de quien dice haberse sanado gracias a la imposición de las manos de un cura católico o porque algún "ministro protestante" expulsa demonios.
• No debe calificar de falso el testimonio de otra persona porque en realidad no sabe si se sanó o no.
• Tampoco califique a un ministro por lo portentoso de sus milagros y el bien que hace sanando a tantas personas angustiadas. Examínele por lo que predica y enseña. Si su enseñanza no es totalmente bíblica y separatista, si no habla de la separación sino que insta al ecumenismo y a las falsas doctrinas, entonces aunque sus milagros sean auténticos, la persona misma no es auténtica.
En el mismo libro de Deuteronomio hay otra interesante cita donde Dios le dice a Moisés cuál debía ser la actitud de un rey: "Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas, y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel" (Dt. 17:18-20).
Aunque el rey de Israel siempre podía pedirle un milagro a Dios, sabía que no podía reemplazar una copia de la Biblia tomada del propio original. Dios tuvo especial cuidado en indicar, no sólo lo importante que era poseer una copia de su Palabra y leerla diariamente, sino que se tratase de una copia en la que no hubiere alteración alguna. Él jamás aceptaría que los apócrifos deuterocanónicos formaran parte del volumen que el rey tuviera consigo.
La fidelidad a Dios, la fe verdaderamente cristiana y salvadora se basa en las Escrituras. Es deber de cada cristiano examinarlo todo a la luz de la Palabra de Dios, incluso es necesario escudriñar las enseñanzas del menor predicador a la luz de la Palabra de Dios. Es por esta razón que siempre debemos tener una buena versión de la Biblia, sin interpretaciones y notas al margen, de orden caprichoso, para desviar al lector.
¿Recuerda a un grupo de cristianos que incluso se pusieron a examinar las Escrituras para compararlas con lo que Pablo predicaba? "Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hch. 17:11). Pero... ¿Cuál fue el resultado entre muchos de esos que escucharon a Pablo y a Silas? "Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres" (Hch. 17:12).
Ellos creyeron, no porque Pablo y Silas protagonizaron milagros, aunque no cabe duda que había más de un enfermo que necesitaba curación. Lo que les impresionó y llamó la atención fue el novedoso mensaje de Pablo presentando a Jesús como el Mesías, y a la gracia como el único medio de salvación. Se pusieron a investigar, porque debieron pensar que "era demasiado bueno para ser verdad". Pero cuando compararon las Escrituras del Antiguo Testamento con lo que escucharon acerca de Jesús, ¡notaron que verdaderamente Jesús era el Cristo y que debía nacer donde nació y morir por los pecadores para ser el Salvador del mundo!
Note también en Hechos 8:26-40, este pasaje de la Escritura narra cómo Dios se encargó de guiar a Felipe hacia cierto camino porque por allí viajaba un hombre hambriento de la verdad. Dice la Biblia que cuando Felipe estuvo con él en el carro, el etíope estaba leyendo el libro del profeta Isaías. Más adelante dice: "Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús" (Hch. 8:35). Felipe no le preguntó entusiasmado si se había enterado del "viento recio", de las "lenguas de fuego" y de cómo hablaron en diferentes idiomas los cristianos que estaban reunidos en el aposento alto el día de Pentecostés, sino que le anunció el "evangelio de Jesús".
En una iglesia bíblica el pastor no entretiene a los hermanos con algún testimonio, con coritos, con sentarse un poco y ponerse de pie otro poco, levantar las manos, agachar la cabeza, que "testimonios de sanaciones" y "aplausos para Jesús", que un poco más de prosperidad material, que algunas palabritas en supuestas lenguas, etc. No, usted no verá ni oirá tal cosa. Verá a un hombre que abre su Biblia para enseñar las Escrituras en forma clara y sistemática. En una secuencia que lleve al pecador al arrepentimiento y al ya salvo a la verdadera santificación y consagración a Dios.
Nadie puede excusarse diciendo que no entiende lo que Jesús quiso decir con: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (Jn. 5:39). No es necesario que se detenga para escudriñar tal o cual milagro. Los milagros hasta la fecha no han salvado a nadie, ni siquiera los auténticos, los que protagonizaran el mismo Señor y los apóstoles, porque la finalidad de los milagros, no fue ni es la salvación de los pecadores. La salvación estriba en escuchar la Palabra de Dios, porque la salvación se opera mediante la fe, mientras que los milagros se ven y experimentan, por lo tanto no se necesita la fe.
Tampoco debemos olvidar que el Señor Jesucristo en una ocasión dijo: "Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista..." (Lc.7:28a). Y luego leemos en otra porción de la Escritura, que dice: "Juan, a la verdad, ninguna señal hizo (milagro en el texto original griego)..." (Jn. 10:41). El propio Señor Jesucristo afirmó que entre los hombres no hubo ninguno mayor que Juan el Bautista. Si los milagros hubieran sido requisito para confirmar la autenticidad de un profeta, ¿no cree usted que Dios le habría otorgado a Juan el don de hacer milagros? Y si no lo hizo, esto corrobora el punto que trato de enfatizar, que los milagros no han sido ni son prueba de mayor santidad.
La Biblia dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Ro. 10:17). Dios protesta diciendo: "Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeron conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Is. 8:19,20).
La garantía de la Biblia es insustituible, inigualable, exacta y perfecta. Aquellos predicadores, sean protestantes o católicos romanos, cuyo mensaje no es estrictamente bíblico, están en tinieblas, no les ha amanecido aún.
Un extraño paralelo
Debo aclarar que no tengo nada en particular en contra de los pentecostales, he conocido entre ellos a hermanos ejemplares. Una gran mayoría, especialmente los laicos, aman mucho al Señor, son hermanos de oración y consagrados a Dios. Pero, en honor a la verdad, también debemos admitir que en esta denominación se han infiltrado algunas doctrinas falsas que han hecho bastante daño. Una de estas doctrinas, al menos entre muchos pentecostales, es la firme creencia de que la prueba de la plenitud del Espíritu Santo es una segunda experiencia que tiene el cristiano, la cual debe necesariamente buscar por sí mismo, para así obtener lo que llaman "el bautismo del Espíritu". Creen que mediante el bautismo del Espíritu, reciben la plenitud del Espíritu para poder vivir una vida victoriosa.
Este error es grave, porque la Biblia dice claramente: "Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida" (Jn. 3:34). Obviamente si Dios nos diera un poco de Espíritu Santo en el momento en que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador y luego nos diera su plenitud, cuando el nuevo cristiano se lo pide o exige mediante el bautismo en el Espíritu, esto sería dar el Espíritu por medida. Pero entonces, ¿cuándo se recibe la plenitud del Espíritu Santo? "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria" (Ef. 1:13,14).
Permítame citar aquí mismo el texto parafraseado: "Gracias también a lo que Cristo hizo, ustedes, los que escucharon la proclamación de las buenas noticias de salvación y confiaron en Cristo, fueron sellados por el Espíritu Santo que nos había sido prometido. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es la garantía divina de que nos dará lo prometido, y su sello en nosotros significa que Dios ya nos ha comprado y garantiza que nos llevará hasta Él. Este es un motivo más para alabar a nuestro glorioso Dios" (Paráfrasis).
Uno de los errores de esos cristianos que buscan una "segunda experiencia" para asegurarse que tienen realmente la plenitud del Espíritu Santo, es invariablemente el hablar en lenguas. Esto ha llevado a situaciones verdaderamente trágicas. Por un lado renuncian a la fe en la Palabra de Dios, pues Dios prometió enviar al Espíritu Santo y lo hizo en Pentecostés en la ciudad de Jerusalén. De allí en adelante, el Espíritu Santo según la promesa divina, se posesiona de todo aquel que arrepentido deposita su fe en los méritos de Cristo. Hasta aquí la promesa divina. Para un cristiano esto debe ser más que suficiente.
Pero el error va más allá, pues estos cristianos dicen que para probar la plenitud del Espíritu Santo es necesario hablar en lenguas. Pero... ¿Dice esto la Biblia? ¡No! La Biblia sí dice cuál es el resultado de la plenitud del Espíritu Santo ¡y ni siquiera menciona las lenguas!
Cuando Jesús se despidió de los 120, camino al monte de los Olivos, entabló con ellos una interesante conversación. Querían saber ciertas cosas y le hicieron algunas preguntas: "Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:6-8).
La evidencia de la plenitud del Espíritu Santo en el creyente no es el hablar en lenguas, sino el poder que se deja ver en el intachable testimonio del cristiano en su diario vivir. Al cristiano guiado por el Espíritu Santo también se le llama "lleno del Espíritu". El resto de las evidencias de la plenitud del Espíritu en el cristiano lo tenemos en este otro pasaje que dice: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gá 5:22,23).
Pero... ¿Por qué esos cristianos que abogan por una segunda experiencia para alcanzar la plenitud del Espíritu Santo, han cometido un grave error? Todo parecía marchar bien desde que comenzó este movimiento hace alrededor de 100 años. A partir del Concilio Vaticano II, a comienzos de la década de 1960, el cuadro se agravó y fue uno de los principales incentivos que permitió la aceleración del movimiento ecuménico. Muy pronto, después que terminara el Concilio, aparecieron monjas y curas católicos hablando en lenguas. Esto por cierto confundió a muchos líderes de las iglesias quienes sostenían que las lenguas eran señal de la plenitud del Espíritu Santo. Ahora sí se vieron en un serio aprieto, porque no se sentían con autoridad para determinar si las lenguas que hablaban los católicos no eran auténticas porque sonaban exactamente igual a las que ellos mismos hablaban. ¿Qué hacer? Puesto que para algunas iglesias la cuestión "lenguas" es muy importante, tuvieron que aceptar que los católicos también son cristianos, porque de lo contrario no podrían exhibir "el sello de la plenitud del Espíritu Santo".
Pero... ¿Qué ocurrió? De nuevo una importante doctrina bíblica, la del Espíritu Santo, ha sido mal interpretada. Fue entonces cuando comenzó la cadena de herejías, obligando a quienes hablaban en lenguas a hacer causa común con los adoradores de imágenes, los que practican el culto a los muertos, los que introdujeron los libros apócrifos en el Canon Sagrado y todas esas otras doctrinas que ya mencionamos.
Por supuesto que los católicos, sean sacerdotes o laicos que hablan en lenguas, no dejan las doctrinas católicas: El papado, la mariolatría, las oraciones por los muertos, el sacrificio de la misa, la salvación por las obras, la canonización de los "santos", el purgatorio y todo lo demás. Lo que ocurre es que la doctrina de que hablar en lenguas es prueba de la plenitud del Espíritu Santo, se basa en una experiencia, no en la Palabra de Dios. Pero no son solamente los católicos los que hablan en lenguas, sino que también lo hacen los budistas, los musulmanes, hindúes, sintoístas y prácticamente todas las doctrinas paganas.
Lo que relata Lucas en el capítulo 2 de Hechos es muy diferente, allí todos los presentes entendieron que se habló en el idioma de cada uno de ellos. Hoy son muchos los que realmente aseguran que deben buscar esta experiencia y aunque gritan que tienen mucha fe, no la tienen o por lo menos no tienen fe en Dios, fe bíblica. No descansan en las promesas divinas, sino en sus experiencias humanas.
La fe verdadera es: "Dios lo dice y yo lo creo". La fe falsa hace justamente lo opuesto: "Tuve la experiencia, por lo tanto no puedo dudar, lo creo". La experiencia suplanta a Dios. Cuando hay experiencia la fe no es necesaria, tampoco Dios es necesario. De ahí que la experiencia, provenga de donde provenga, es hoy autoridad del cristiano promedio. Ya no la Palabra de Dios, sino la experiencia del hombre.
Resumen
En cuanto a "curas que curan", digamos lo siguiente:
• Es cierto que hay curaciones verdaderas, protagonizadas por cristianos falsos incluyendo a curas católicos.
• Es cierto que la gran mayoría de esas "sanidades" son de tipo más bien emocional, no físico.
• Es cierto que hay mucho fraude en esto de sanidades, incluso gente preparada de antemano, personas sanas que entran en silla de ruedas para "recibir el milagro".
• Es cierto que Dios puede usar a un hombre que ni siquiera es regenerado para que realice un milagro de sanidad a fin de probar a los cristianos bíblicos, para ver si seguirán colocando la Biblia por encima de los milagros.
• Es cierto que cada día seguiremos viendo milagros mayores protagonizados en el nombre de Cristo "y para su gloria" por hombres que en realidad se identifican con el Anticristo ya que propagan falsas doctrinas.
• Es cierto que las "sanidades", verdaderas o falsas, servirán como un eslabón importante en esta cadena que intenta arrastrar a los cristianos al Vaticano para que el Papa sea el pastor de todos los "cristianos".
• Es también cierto que si Dios desea sanar a una persona sin médico ni medicina, lo hará sin la intervención de ningún "dotado" con el don de sanidad. Lo hará en respuesta a su voluntad y a la oración del enfermo, de sus familiares o hermanos en la fe.
• Es cierto que en las iglesias que se suelen "enumerar las bendiciones recibidas", especialmente cuando concluye un año, el 90% son "bendiciones de sanidad física". En otras palabras, Jesús es útil y necesario siempre y cuando siga desempeñándose como enfermero y paramédico.
Si usted sigue escuchando y viendo, especialmente por televisión, anuncios muy cautivadores de "curas que curan" tal como los que pasan diariamente en la ciudad de Houston, de iglesias que ofrecen "aceite bendecido y rosarios benditos para obtener la sanidad", si carece de sólida vida espiritual y conocimiento de las Escrituras, hará exactamente lo que ya han hecho miles de personas que conocieron alguna vez la verdad, aunque muy probablemente nunca fueron regeneradas. A todos ellos la Escritura les dice: "Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno" (2 P. 2:21,22).