En la tienda del Señor
- Fecha de publicación: Viernes, 01 Febrero 2008, 18:07 horas
- Escrito por Pastor, J. A. Holowaty
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Cierto caballero de apellido “Obediente” se acercó a un singular edificio donde funcionaba un “negocio”, al menos así parecía. Pero mientras se acercaba al establecimiento, sediento y hambriento se dijo: «Lo único que me falta es pretender que puedo hacer algo para mitigar mi sed y fortalecer mi cuerpo con algún bocado...
¡No, no puede ser!» - pensó al ver un anuncio en el lugar - «Creo que estoy leyendo bien, y aquí dice: ‘A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche’ (Is. 55:1). ¡Esto sí que es un anuncio comercial! ¿Es posible que se pueda “comprar” sin dinero algo tan bueno como lo derivado de la vid y la leche?» Aunque dudando de la veracidad del anuncio en un amplio letrero, el señor “Obediente” de todos modos entró para hablar con el Dueño.
«Vengo con sed y con hambre y no sé si he leído bien el cartel que anuncia su establecimiento o es algo como... espejismo, puesto que ya no doy más de sed y hambre».
El “Dependiente” con una mirada tierna y rostro que irradiaba confianza, le miró en sus ojos y le dijo: «Sí pecador cansado, hambriento y sediento de la verdad, todo cuanto necesitas aquí lo tenemos. No serás defraudado jamás».
«Pero... ¿es verdad que todos sus productos son gratuitos o hay aquí alguna trampa?»
«Caballero» - le dijo el Dueño - «no solamente todo cuanto hay aquí es gratis, sino que cuando tú te llevas algunos de los artículos en lugar de recibir una cuenta para pagar, yo te haré llegar muchos otros ‘productos’ según sea tu necesidad».
“Obediente” volvió a preguntar: «¿Son estos ‘productos’ nacionales o importados?»
La respuesta fue: «Son todos importados. Vinieron del cielo hace ya más de dos mil años».
«¿Y por qué nadie me dijo esto antes y yo sufría tanto?»
«Bueno, esto se debe a que yo tengo a un enemigo que pretende imitarme y él también tiene su ‘supermercado’, también sus ‘productos’ son importados. Todos ellos llevan la marca de su origen: Infierno. Él desea que todo el mundo vaya a sus ‘almacenes’ y se surta de lo que ofrece».
«¿Qué me aconseja llevar por ahora?»
El “Dependiente”, cuyo nombre es Jesús, le dijo: «Es necesario que hagas lo que yo te diga y sigas consumiendo los ‘productos’ que lleves en un cierto orden. Si quieres vivir una vida a plenitud y por la eternidad, sigue mis consejos».
«Pero… ¿Quién es usted? Yo no quiero que me vuelvan a engañar, por eso me parece que su oferta aquí es ‘demasiado buena para que sea verdad’. Ni siquiera había soñado jamás con algo así. ¡Cómo me gustaría que todo esto fuera así como usted dice!»
«¿Quieres saber quién soy? Yo soy el Creador del universo, también del hombre, de toda la raza humana, tú mismo eres mi creación. Pero mi adversario, el diablo trató de destruir todo lo bello que yo había creado. Entonces descendí yo de mi trono celestial y vine a este mundo para comprar al mismo hombre que originalmente era mi propia creación. Y habiendo yo pagado un precio muy alto por cada ser humano, lo único que pido es que tanto hombres como mujeres y niños, se surtan de lo que tengo para ellos a fin de lograr una restauración total.
Ahora, estimado ‘Obediente’, lo primero que necesitas es una rodaja de Arrepentimiento, luego una buena porción de Confesión de Pecados y finalmente llévate todo cuanto puedas de algo, sin lo cual no llegarás jamás al cielo, me refiero a la Fe. Es importante este ‘producto’ porque te permitirá comunicarte conmigo y yo te seguiré proveyendo de lo que necesites en el futuro. Ya no necesitarás buscar nada en algún otro lugar. Puedes conseguir aquí todo el Gozo que quieras, toda la Paz que necesitas, toda la Seguridad y todo el Perdón de pecados. Llegaste aquí manchado de pecados como un leopardo, porque tú nunca podrás acabar con las manchas de tus pecados. ¿Te das cuenta que la piel de tu mente y corazón están totalmente manchados? No hay dermatólogo que te ayude, pero yo soy un experto para convertir lo negro en blanco y lo sucio en limpio».
«Pero, Jesús, yo no soy bueno, ni humilde ni íntegro».
«Bueno» - le contestó Jesús - «necesitas Bondad, Humildad e Integridad. Lleva de estos ‘productos’ también. Ahora que ya conoces lo que tengo en los estantes de mi establecimiento puedes irte tranquilo a tu casa y todas las veces que necesites de ellos, mi número telefónico se compone de letras, que son: rodillas dobladas en oración y ruego. Usa mucho de este tipo de comunicación conmigo».
«¡Qué bueno»- contestó el señor “Obediente!” - «¿en qué horario prefiere que le llame?»
«No, no hay cierta hora para comunicarte conmigo. Es más, las puertas de mi Gracia y Perdón de pecados están siempre abiertas. Cuantas veces necesites Perdón de pecados, pídeme y lo recibirás. Te lo enviaré vía Gracia».
El señor “Obediente” se fue a su casa con todos los “artículos” adquiridos y se puso a contar uno por uno: «Aquí tengo Arrepentimiento, Confesión de pecados, estos ya los consumí, lo mismo que este otro paquete llamado Fe. ¡Pero cómo es posible que tenga tanto más! Todo es llamativo y extremadamente útil». Compartió todo esto con su esposa, quien se sorprendió al verlo tan feliz. “Obediente” siguió sacando artículo por artículo: Gozo, Paz, Armonía, Esperanza, Perdón de pecados, etc.
Luego se fijó que Gracia tenía una amplia descripción, por lo que se puso a leer atentamente acerca de ella. Encontró que la Gracia es absolutamente necesaria para que todos los otros “artículos” puedan hacerle el efecto esperado. Sin la Gracia no hay Perdón de pecados, no hay Restauración, Paz ni Salvación. “Obediente” descubrió que la Gracia le era indispensable si deseaba escapar de las garras de su enemigo.
Cuando le faltaba Gozo, apenas se percataba y se fortalecía con Gracia, de esta forma el Gozo inmediatamente le hacía efecto. “Obediente” descubrió que la Fe y la Gracia siempre actúan juntas.
Pasaron algunos días y “Obediente” volvió a hablar con Jesús acerca de las “provisiones” que obtuvo. Le dijo que siguiendo Sus instrucciones, ahora estaba recomendando a cuantos encontraba para que se acercaran al mismo “establecimiento” y supieran que lo de Isaías 55:1, 2 era literalmente exacto. «¿Cuál fue el resultado cuando comenzaste a hablar a otros acerca de todo esto?» - le preguntó Jesús.
“Obediente” le dijo: «En un primer momento no me creían, pero cuando vieron el cambio que todo esto produjo en mí, decidieron hacer la prueba. Hoy ya somos varios los que disfrutamos de estos manjares que se ofrecen sin costo a todo aquel que desee superar esa vida sin objetivo, sin seguridad. Seguimos siempre firmes en la Fe, sabiendo que fuimos salvos por tu Gracia, Señor».
Y así “Obediente” salió de tan singular encuentro y decidió en adelante proclamar a los cuatro vientos el Perdón de pecados y la Vida eterna.