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El hombre

  Los ingenieros jamás han ideado una computadora que iguale a la suprema crea­ción de Dios: al hombre.   Un atleta puede correr 40 kilómetros por hora, lanzar una pelota a 160 kilómetros por hora o saltar a una altura de más de dos metros.  Nues­tras actividades comunes y corrientes se deben a la energía de una maquinaria maravi­llosa, que por su complejidad y eficacia haría parecer rudimentaria a la más perfec­cionada de las computadoras.

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La plegaria de Edmundo Allenb

El Puente Allenby fue construido para honrar a Edmundo Allenby a quien Dios usó para llevar a cabo la conquista milagrosa de Jerusalén sin que se disparara una sola arma.  Se extiende sobre el río Jordán.

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No se atrevió a orar en contra del Duque

Cierto duque de Milán era tan odiado por su insoportable crueldad que todos oraban día y noche para que le ocurriera algo malo.  Alguien notó que cada día a la salida del sol, una anciana decrépita entraba a la iglesia y le imploraba a Dios para que le concediera al duque, salud y larga vida.  El duque, al oír esto y sabiendo muy bien que no lo merecía por sus virtudes, envió a buscar a la anciana y le preguntó por qué rogaba a Dios por él diariamente.

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Hazme como Joe

El reverendo Samuel Hopkins Hadley, se graduó del Seminario Teológico de Andover.  Cuando trabajaba en la Misión Jerry McAuley relató este incidente: Una noche presenté la invitación en el servicio de media noche para todos esos que desearan recibir a Cristo o que quisieran que orara con ellos, para que se acercaran y oraran ante el altar.  Desde la nave central de la iglesia se acercó un borracho a quien había visto a menudo en la comunidad.  Cuando se arrodilló para orar, yo me arrodillé a su lado, él ya estaba orando y su oración consistía de una sola frase que repetía una y otra vez: “Amado Padre Celestial, hazme como Joe”.

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Diez centavos de más

Un hombre joven, empleado por la junta directiva de la escuela dominical, contó la siguiente historia.  A última hora le invitaron para predicar en una iglesia en Nashville.  Por un impulso súbito usó como su texto "No hurtarás".  Al siguiente día se subió a un ómnibus y le entregó al conductor un billete de un dólar.  El conductor le devolvió su cambio y él avanzó hasta el fondo del bus y comenzó a contar el dinero.  Habían diez centavos de más.  Su primer pensamiento fue: "La compañía de buses nunca echará de menos diez centavos".

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El diablo deseaba devolverle la vergüenza

Una leyenda dice que una vez el diablo se llegó hasta un hombre que de rodillas se disponía a confesar sus pecados delante de Dios y le dijo que venía para hacerle restitución.  Cuando el hombre le preguntó que iba a devolverle, el diablo respondió: "La vergüenza, porque es la vergüenza lo que yo le robo al pecador, para que no sienta vergüenza al pecar.  He venido para restaurártela, para que así sientas vergüenza de confesar tus pecados".
Foster

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Fue directo a su casa

Henry Moorhouse, el evangelista inglés que nació en la ciudad de Manchester, fue un jugador empedernido, líder de una pandilla y ladrón.  Sin embargo, durante un gran despertar espiritual que tuvo lugar en 1859, Henry  le entregó su vida al Señor Jesucristo.   En una tarde en que predicaba con todo el amor y devoción a Dios, en la reunión se encontraba un hombre perverso que trabajaba en una mina de carbón, tenía un temperamento violento, era un borracho empedernido y cuando bebía maltrataba a su esposa y a sus hijos.  Su nombre era Ike Miller.

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Satanás le dijo que orara

Hay una historia oriental antigua de un rey muy piadoso que acostumbraba a orar muy temprano cada mañana.  Un día se quedó dormido y no se levantó a la hora de la oración.  Fue así como el diablo se llegó hasta él y despertándole le dijo que fuera a orar.

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Israel: Luz a las naciones

  • Publicado en Israel

A veces, los cristianos olvidamos poner en contexto las Palabras de Dios. Olvidamos que el camino entre Egipto y la Tierra Prometida, aunque en nuestra Biblia sólo abarque algunas páginas, duró varias décadas. Leemos la asombrosa historia sobre su revelación en el Monte Sinaí, y olvidamos que el pueblo judío esperó más de 400 años para escuchar la voz del Creador, cuando esto mismo era cosa común entre los patriarcas.

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