¿Palestina, Canaán o Israel?
- Fecha de publicación: Viernes, 25 Julio 2014, 04:14 horas
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Lo que se conoce hoy como Palestina, es la región histórica situada en la costa oriental del mar Mediterráneo, al suroeste de Asia, y actualmente dividida en su mayor parte entre Israel, los territorios de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jordania.
Su extensión ha variado en gran medida desde la antigüedad. La región tiene un terreno muy diverso que se divide generalmente en cuatro zonas paralelas. De Este a Oeste está la llanura costera, las colinas y montañas de Galilea, Samaria y Judea, el valle del río Jordán, que separa Cisjordania y Transjordania, y la meseta oriental. En el extremo sur se halla el desierto de Néguev.
La altura de sus elevaciones varía entre los 395 metros bajo el nivel del mar en las costas del mar Muerto, el punto más bajo de la superficie terrestre, y los 1.020 metros de la cumbre del monte Hebrón. La región tiene varias zonas fértiles que constituyen su principal recurso natural. Las más notables son la llanura de Sharon, a lo largo de la parte septentrional de la costa mediterránea, y la llanura de Esdrelón, un valle situado al Norte de las colinas de Samaria. El abastecimiento de agua de la región es pobre y la lluvia escasa. El río Jordán, es su único cauce y fluye hacia el sur a través del lago Tiberíades, el único lago de agua dulce de la zona, hasta el mar Muerto, de gran salinidad.
El nombre de Palestina está mencionado sólo en cuatro ocasiones en la Biblia. Pero como a diario las noticias la mencionan, vale la pena que investiguemos su origen. La palabra misma se deriva de “Plesheth”, nombre que aparece con frecuencia en la Biblia y que se traduce como «filisteo». Sin embargo, los antiguos filisteos no eran árabes, ni siquiera semitas, sino que estaban más estrechamente relacionados con los griegos procedentes de Asia Menor. La palabra Palestina, originalmente identificaba la región como «la tierra de los filisteos», una tribu guerrera que habitaba gran parte de esa área junto con el pueblo hebreo, pero el nombre más antiguo de esta región no era Palestina, sino Canaán, y es el término más usado en el Antiguo Testamento con respecto a esta parcela de tierra.
La historia de Palestina se complica por las muchas culturas diferentes y civilizaciones que florecieron en la región. La primera referencia histórica a los habitantes de Canaán, la encontramos en Génesis 10: 15-18 y dice: “Y Canaán engendró a Sidón su primogénito, a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araceo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y después se dispersaron las familias de los cananeos”.
Canaán, el hijo de Cam y nieto de Noé, fue el progenitor de la mayoría de los habitantes de ese territorio. Esto incluye a Sidón, padre de los fenicios; a Het, de los heteos o hititas y de los jebuseos que vivían en las cercanías de Jerusalén; a los amorreos en las colinas; los gergeseos; los araceos en Arac de Fenicia; los sineos de la costa norte de Líbano; los arvadeos; los zemareos de Sumra y los hemateos de Hamat. La historia de esta región ganó significado con el principio del periodo bíblico, pero estaba habitada por otras culturas antes de que Abraham y su familia llegaran allí.
Canaán se convirtió en la Tierra Prometida
El primer lugar en las Escrituras donde se declara que Abraham es el legítimo propietario de la Tierra de Israel es en los capítulos 12 y 13 de Génesis. Allí está relatado cómo Abraham fue llamado por Dios para ir desde Harán, en el norte de Mesopotamia, hasta la tierra de Canaán: “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Gn. 13:14, 15). De Abraham procedería una nueva familia, la nación de Israel, y la intención de Dios era usar a un descendiente de Abraham como Salvador del mundo.
Esa promesa de Dios a Abraham, repetida múltiples veces en toda la Biblia, dio base a la nación judía en Israel. Ese pacto estableció el primer gobierno teocrático entre el Creador y los hombres. Fue un pacto incondicional, dependiendo únicamente del Señor y representa un aspecto esencial en todos sus planes para la humanidad, incluyendo la salvación. Su promesa, tal como está registrada en Génesis 12:1-3, contiene cuatro áreas de bendición:
1. “Y haré de ti una nación grande,
2. “Y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”,
3. “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré;”
4. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:1-3).
Cuando Dios hizo ese pacto con Abraham, entregó la tierra de Canaán a sus descendientes como posesión eterna. “Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra” (Gn. 15:7). Abraham dio un gran paso de fe en aceptación de esa promesa, ya que no tenía hijos en ese momento. Sin embargo, él y su esposa Sara tuvieron a Isaac. Dios prometió bendecir a Isaac, según la promesa o pacto que hizo con Abraham y consecuentemente a todos sus descendientes.
No obstante, la tierra de Israel lo cual incluye a lo que hoy se conoce como Palestina claramente pertenece a Dios, quien declaró: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo” (Lv. 25:23). Son incontables los pasajes de la Escritura que proclaman esta verdad.
Canaán se convierte en la Tierra Prometida
Después del éxodo desde Egipto, probablemente en el siglo XIII a.C., o tal vez en una época anterior, los hijos de Israel se establecieron en el territorio de Canaán. Allí integraron la primera confederación de tribus, posteriormente los reinos bíblicos de Israel y Judá, y luego el reino posbíblico de Judea. En los tiempos bíblicos el nombre de esa región no era Palestina, sino que en el Antiguo Testamento se le llama “la tierra de Israel”.
Por mil quinientos años, desde Josué hasta el Señor Jesucristo, el territorio se llamaba Israel, pero todo esto cambió después que los romanos deportaron a los judíos. En el año 135 de nuestra era, Adriano y sus tropas se abrieron paso a través de Jerusalén y sembraron sal en sus surcos. Fueron ellos quienes cambiaron su nombre de Ciudad Santa a «Aelia Capitolina» y la llamaron la «Tierra de Palestina», por el nombre de los antiguos enemigos de Israel, los filisteos.
Los turcos otomanos conquistaron el territorio en el año 1517, y durante los cincuenta años siguientes enviaron trescientas mil personas para que se establecieran allí, y edificaran comunidades. Si los turcos hubieran tenido éxito estableciendo comunidades, granjas, negocios, etc, entonces para 1947, el territorio habría estado completamente ocupado por los gentiles, y los judíos que retornaban no habrían podido convencer a las Naciones Unidas para que les entregaran su tierra natal. Menachem Kohen, un rabino ortodoxo de Brooklyn cuenta la increíble historia en su libro Profecías para la era del terror musulmán. Dice: «Esto es bien lógico, y lo más importante es que esta condición de desolación produjo un tremendo beneficio. Precisamente porque el territorio no podía proveer para esos que vivían en él - por lo tanto el área permaneció libre de extranjeros. El Tora oral - o Talmud - dice que la extensa devastación tendría un efecto positivo - tal como está indicado en la profecía, ya que está declarado en Sifra, B’chukotai 6:5: ‘La desolación desenfrenada es finalmente para tu beneficio... Los enemigos que moren en él serán totalmente improductivos. Esto significa que incluso sus enemigos que llegaren después de eso no encontrarán consuelo allí’. La prolongada sequía haría que los judíos regresaran al territorio más fácilmente».
Después que los judíos regresaron y empezaron a cultivar el suelo y a devolverle su productividad, los árabes asimismo comenzaron a establecerse allí. Kohen escribe: «Antes del siglo XX, ni un solo visitante a la tierra santa reportó jamás haber visto una población nativa árabe significativa viviendo en Israel. Como mencioné se notaba la presencia de nómadas. También se observaban miles de judíos. Pero ningún turista jamás notó la presencia de una población árabe numerosa allí. Simplemente declararon, que no muchos árabes residieron jamás allí en una base permanente. Ciertamente bajo estas circunstancias, los árabes no podían haber estado conectados nunca a la Tierra Santa. Algunos árabes pasaban temporalmente por allí, otros permanecían por un breve periodo como nómadas, pero jamás se supo de ninguna entidad árabe o musulmana que estuviera conectada al territorio. Vimos reportes de testigos en diferentes periodos, que decían: La Tierra Santa está totalmente desolada; algunos nómadas y beduinos vivieron allí y decenas de miles de judíos. Escuche al pueblo que conoce mejor al que vivió hace cien o ciento cincuenta años, el pueblo que fueron los testigos, y quienes afirmaron que la presencia de una población árabe nativa nunca fue notada’.
Los líderes musulmanes que vivían en Palestina remitieron una declaración oficial a la Conferencia de Paz que se celebrara en 1919 en París, una reunión de los Aliados después del armisticio para acordar las condiciones de paz con los países de las Potencias Centrales, la conferencia para esculpir el imperio otomano como consecuencia de la I Guerra Mundial. Este fue el tiempo de hacer uso de todos los reclamos legítimos. No habría una segunda ocasión. De hecho, ésta fue la conferencia que creó los acontecimientos para la creación final de 22 países árabes. Fue la conferencia en donde los líderes árabes declararon que no tenían ataduras con la Tierra Santa. Preste atención cuidadosa a las palabras de ellos: ‘Los árabes que estamos viviendo en Palestina nos consideramos como sirios por nacionalidad, religión, lingüística, naturaleza, economía y vínculos geográficos’.
Estas fueron las palabras de los líderes musulmanes en 1919 y fueron presentadas de una manera calculada y deliberada. ¡Las palabras fueron preparadas cuidadosamente, a fin de presentarle al mundo la doctrina oficial árabe musulmana! La declaración contiene muchos adjetivos, y tomados juntos, enfatizan que no hay tal cosa como una entidad ‘Palestina Árabe’ y que no hay entidad árabe o musulmana con vínculos a la Tierra Santa’.
De hecho, el censo de 1931 reveló que los árabes palestinos reportaron 23 lenguajes nativos diferentes y 20 diferentes países de origen. Ellos acababan de llegar. No hay idioma palestino, porque no hay nación Palestina, y nunca hubo. Los judíos están unidos a Palestina desde tiempos inmemoriales, y los árabes y musulmanes a Siria, Arabia Saudita o algunos otros países árabes o musulmanes. Consecuentemente, los británicos no incluyeron a Jerusalén en los territorios que serían asignados a los árabes. Henry McMahom, como su principal negociador declaró: ‘No había lugar... de suficiente importancia... además del sur de Damasco, al cual los árabes le atribuían importancia vital’. En 1937 la Conferencia Real Británico Palestina, lejos de ser una entidad en favor de los judíos, reportó que ‘Era tiempo, seguramente, para que la ciudadanía palestina fuera reconocida por lo que es, como sólo una fórmula legal desprovista de significado moral’.
Para finales de mayo de 1947, el representante del alto comité árabe ante las Naciones Unidas hizo eco a la misma posición árabe tradicional cuando hizo esta declaración oficial y formal ante la asamblea general: ‘Es de conocimiento común que políticamente, Palestina es nada’.
Preste atención a estas palabras, ‘Palestina es nada’. Palestina no tiene valor o significado alguno para los árabes. A finales de 1947, incluso los seiscientos mil árabes que se encontraban en Palestina - no estaban en ninguna forma conectados a la Tierra Santa”. Por lo tanto, ¿dónde están los millones de refugiados palestinos que aseguran que hay? ¡Sencillamente no existen!
El primer congreso Sionista
Por otra parte, en 1897 Theodor Hertzl llegó a la conclusión de que los judíos nunca serían aceptados en el mundo gentil, aunque fuesen ciudadanos leales. También se convenció, por la larga y trágica historia del antisemitismo, que no había un lugar en que los judíos pudieran estar a salvo. Él presentó su caso ante los líderes judíos en Europa, acerca de la necesidad de encontrar un hogar nacional para el pueblo israelí. La idea llegó a ser conocida como Sionismo - nombre que se le dio por el monte de Sion en Jerusalén.
Finalmente un grupo de israelíes captó la visión de Herzl. Convocaron su primera reunión en 1897 en la ciudad de Basilea, Suiza, llamándose a sí mismos sionistas. En ese tiempo ellos estaban dispuestos a aceptar cualquier territorio en el que pudieran establecer un estado. Incluso le pidieron a Inglaterra que les permitieran instituir el hogar judío en Uganda, una colonia británica. Inglaterra negó la petición, sugiriéndoles que en lugar de eso, deberían mirar hacia su hogar ancestral de Palestina. En ese tiempo, como ya mencionara, Palestina era una parte abandonada del imperio turco otomano con sólo unos pocos habitantes.
Animados por las sugerencias de Inglaterra, comenzaron a emigrar a ese territorio. La emigración era lenta en el principio. Muchos judíos europeos se habían acostumbrado a la vida más suave y la cultura de las ciudades de Europa. La idea de establecerse en el territorio agreste, desierto y desolado de Palestina como granjeros pioneros les atraía muy poco. Las pocas almas que estuvieron dispuestas a ir voluntariamente, fueron ampliamente conocidas por los judíos seculares como «religiosos zelotes». Además, en este punto de la historia, la civilización europea era más tolerante con los judíos, principalmente debido a sus contribuciones al arte, literatura, medicina y ciencia. Mientras se mantenían aislados en sus propios barrios, los judíos europeos estaban relativamente seguros y con dinero. Irónicamente, de todos los judíos en Europa, esos que vivían en Alemania buscaban ser asimilados y ser aceptados como alemanes, no como judíos.
La atracción mística del territorio de Dios para su pueblo antiguo poco a poco llegó a ser cada vez más fuerte, de tal manera que una significativa población judía se estableció allí en los años que siguieron. En forma sobrenatural, el suelo comenzó a responder a los exilados que regresaban, tal como Dios había prometido que sería: “Por tanto, profetiza sobre la tierra de Israel, y di a los montes y a los collados, y a los arroyos y a los valles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, en mi celo y en mi furor he hablado, por cuanto habéis llevado el oprobio de las naciones. Por lo cual así ha dicho Jehová el Señor: Yo he alzado mi mano, he jurado que las naciones que están a vuestro alrededor han de llevar su afrenta. Mas vosotros, oh montes de Israel, daréis vuestras ramas, y llevaréis vuestro fruto para mi pueblo Israel; porque cerca están para venir. Porque he aquí, yo estoy por vosotros, y a vosotros me volveré, y seréis labrados y sembrados. Y haré multiplicar sobre vosotros hombres, a toda la casa de Israel, toda ella; y las ciudades serán habitadas, y edificadas las ruinas” (Ez. 36:6-10).
Durante la I Guerra Mundial, un científico británico, el doctor Chaim Weizmann fue responsable del descubrimiento y desarrollo de un método para sintetizar acetona, lo que ayudó a los británicos a desarrollar una nueva pólvora sin humo la cual acortó la guerra de manera significativa. En gratitud, el gobierno británico se ofreció a garantizarle a Weizmann, una petición. Weizmann, un líder Sionista, pidió un hogar natal para su pueblo. Su solicitud resultó en la emisión de la Declaración Balfour, la cual decía:
Oficina de Asuntos Extranjeros
Noviembre 2 de 1917
Estimado Lord Rothschild,
Tengo mucho placer en comunicarle, en nombre del Gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones de los judíos sionistas, la cual fue sometida a votación y aprobada por el Gabinete:
El Gobierno de su Majestad ve con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará lo mejor de sus esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y la situación política que disfrutan los judíos en cualquier otro país.
Quedaré muy agradecido si hace que esta declaración sea del conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente, Arthur James Balfour.
Lord Balfour se había convertido en un creyente ávido de la interpretación literal de las profecías bíblicas, debido a la influencia del profundo ministerio de John Darby. Como resultado, creía que Dios no podía mentirle al pueblo judío cuando les prometió que los llevaría de regreso a su propio territorio y que restablecería el Estado de Israel. Lord Balfour, con la asistencia de otro miembro del Parlamento llamado Lord Lindsay, quien también creía en las promesas literales de las profecías bíblicas, habían ejercido considerable influencia sobre sus colegas con el fin de obtener su ayuda para tratar de establecer un hogar nacional judío.
En diciembre de 1917, cuando la I Guerra Mundial estaba en lo mejor, los británicos se encontraron a sí mismos en posición para implementar la Declaración Balfour. En la providencia de Dios, el general Edmund Allenby recuperó a Palestina de manos del imperio otomano - poniéndole fin a cuatrocientos años de gobierno musulmán turco.
A la conclusión de la guerra, la Liga de las Naciones desmanteló el imperio otomano y dividió el Medio Oriente entre dos pueblos, los árabes y los judíos. Del territorio otorgado a los judíos por la Declaración Balfour en 1917, sólo 20% se le dio a los judíos en 1921. El resto del hogar nacional judío le fue entregado a los árabes. Esto se debió a un inesperado furor entre los musulmanes, quienes de súbito descubrieron que el territorio desolado de Palestina tenía un valor infinito.
Derecho Actual
Estamos viviendo días en que se ve el cumplimiento de la profecía de Jeremías: “He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito” (Jer. 31:8, 9). Se están acomodando las fichas para el retorno de nuestro Mesías. Dios está restaurando a Israel y está trayendo al pueblo judío de regreso a Su tierra con el propósito de restaurarlo para Sí. Dios ha prometido que ellos serán Su pueblo, y Él será su Dios. Les dará un sólo corazón y un sólo camino, y hará un pacto eterno con ellos, prometiendo que se quedarán en la Tierra para siempre.