El pentecostalismo
- Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas
- Visitado 13471 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
Conocido en tiempos pasados como "El movimiento de lenguas", "Los que se arrastran por el suelo", etc., mas recientemente han adoptado el nombre de "El evangelio completo", "La iglesia cuadrangular", "La fe apostólica", etc. Muchos verdaderos hijos de Dios están conectados con este movimiento.
Sin embargo, las enseñanzas básicas del pentecostalismo no son bíblicas. Le pido, amable lector, que al examinar conmigo el pentecostalismo, haga lo que hicieron los nobles bereanos: "recibieron la palabra con toda buena disposición e investigaron las escrituras a diario, para saber si estas cosas eran ciertas"(Hch. 17:11).
No es bíblico estar a la caza del Espíritu Santo
Después del hecho histórico de Pentecostés, no hay un solo párrafo en las Escrituras que ordene o exhorte a "estar a la espera" del Espíritu Santo. La palabra "Pentecostés" significa cincuenta. La fiesta de Pentecostés del Antiguo Testamento se celebraba cincuenta días después de la fiesta de los Primeros Frutos de la cosecha o fiesta de las Primicias (Lv. 23:l6). La fiesta solemne de los Primeros Frutos simboliza la resurrección del Señor Jesucristo (1 Co. 15:23), mientras que la fiesta de Pentecostés simboliza la venida del Espíritu Santo. El Señor Jesucristo apareció a sus discípulos por 40 días después de su resurrección (Hch. 13), luego ascendió al cielo. Diez días después (un total de 50 días después de la resurrección) el Espíritu Santo vino el día de Pentecostés (cincuenta). El Señor vino el día exacto que pronosticaron las Escrituras. Los discípulos sólo tuvieron que esperar hasta el día número 50 [Pentecostés] (Hch. 2:1).
Note que el Espíritu Santo vino no porque los discípulos estuvieran ya listos esperando, sino que el Espíritu vino porque en ese día se cumplía la fecha fijada por el Padre Dios. Pentecostés fue el día del nacimiento terrenal, por así decir, del Espíritu Santo, tal y como el día de Navidad fue el día del nacimiento terrenal del Señor Jesucristo. Así como la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Jesucristo no vuelven a repetirse, Pentecostés no se ha repetido ni se volverá a repetir jamás. Jesucristo murió en la cruz del Calvario una vez y para siempre, y el Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés una vez y para siempre. En consecuencia, insulta al Espíritu Santo "esperar" que él venga, porque ¡Gloria a Dios! Él ya vino. ¿Esperaría en el aeropuerto a un amigo que sabe ha llegado ya? Por supuesto que no. De igual manera el creyente en el Señor Jesucristo no tiene que esperar para que el Espíritu Santo venga a su corazón. Si es salvo, el Espíritu Santo está ya residiendo en su corazón. ¡Dele gracias porque ya está ahí! ¡Amén! No sería cristiano si el Espíritu Santo no ha llegado a su corazón. La Palabra de Dios dice: "Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él" (Ro. 8:9). En este versículo de Romanos 8 el Espíritu Santo es nombrado de tres maneras diferentes: "el Espíritu", "el Espíritu de Dios"y"el Espíritu de Cristo". Muchos creen erróneamente que la expresión "Espíritu de Cristo" significa aquella disposición de semejanza a Cristo que suponen exhibir los cristianos. Pero no es así. La expresión "Espíritu de Cristo" es sencillamente otro de los nombres bíblicos del Espíritu Santo. La pregunta de Hechos 19:2 "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" no fue dirigida a cristianos. Si estos hubieran sido cristianos Pablo no los hubiera bautizado "en el nombre del Señor Jesús" (Hch. 19:5). Como muestra el contexto, estas personas eran discípulos de Juan el Bautista y no sabían nada acerca del Calvario o de Pentecostés.
No es bíblico estar a la caza de ser bautizados por el Espíritu Santo
En ninguna de sus partes la Palabra de Dios amonesta a procurar con ahínco el bautismo del Espíritu Santo. Ni una sola vez en sus epístolas, Pablo, Pedro, Santiago o Juan, escriben acerca de alguno que "recibiera el bautismo" o que "tuviera su Pentecostés". ¿Por qué no? Sencillamente, la Palabra da la respuesta: "Porque por un solo Espíritu (el Espíritu Santo) fuimos TODOS bautizados en un cuerpo (el cuerpo místico de Cristo, la iglesia), sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu"(1 Co. 12:13). Observe con cuidado lo que la Palabra de Dios dice con toda precisión. ¿Quiénes o cuántos creyentes son bautizados aquí por el Espíritu Santo? La respuesta es "todos". El pentecostalismo dice: "algunos". ¿Cuándo son bautizados por el Espíritu Santo los creyentes? La respuesta es cuando ingresan al cuerpo de Cristo por la conversión, es decir, cuando nacen de nuevo "del Espíritu" (Jn. 3:8) no un tiempecito después. Según la Palabra de Dios todos los creyentes son "bautizados" por el Espíritu en el preciso instante que "nacen del Espíritu". En consecuencia, estar a la caza del bautismo del Espíritu Santo equivale a negar lo que la Palabra de Dios asegura que ya ha tenido lugar.
En el momento en que somos "nacidos del Espíritu" y "bautizados" por el Espíritu, somos también "sellados" con el Espíritu (Ef. 1:13,14). Note que las expresiones en Efesios 1 "habiendo oído la palabra" y "habiendo creído" anteceden y traen como consecuencia el ser "sellados con el Espíritu Santo de la promesa". El Espíritu Santo hace su residencia dentro del nacido, bautizado y sellado (1 Co. 6:19). Ahora bien, ser "lleno del Espíritu Santo" (Ef. 5:18) es el gran privilegio y la gran obligación de todo creyente. Nos llenamos del Espíritu Santo no por "esperarlo", sino por cederle por completo el control de nuestras vidas. Abra pues a este huésped celestial todos los rincones de su corazón. Entréguele todo su ser. Su vida se llenará de su gloria, de su gozo y paz, de su fruto y de su poder.
Recordemos de paso, que el Espíritu Santo es la tercera persona de la bendita Trinidad. No es meramente una "influencia", sino que es una persona divina (Jn. l6:l3). La Biblia afirma que el Espíritu Santo es Dios (Hch. 5:3,4). El Espíritu Santo pues es digno de adoración. No es meramente un "poder" que debemos estar buscando más y más, es una persona divina, amorosa, que desea y debe tener completa posesión de nuestras vidas.
1 Juan 4:1 dice: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo". Nuestra es la pérdida si no hacemos caso a esta amonestación. El método para probar si los espíritus son de Dios es por medio de la Palabra de Dios. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Is. 8:20). Si nos ponemos a "esperar el Espíritu Santo", si ansiamos y nos esforzamos buscando "el bautismo del Espíritu Santo" nos abrimos y exponemos a serios peligros espirituales. Dios no nos ha mandado a hacer eso. El Espíritu Santo vino una vez por todas el día de Pentecostés y lo que ahora se recibe no podemos decir que sea enviado por Dios. Cuídese de constituirse en juez de otras personas, como tantos hacen, midiendo a los demás por sus propias experiencias o por las experiencias de aquellos que cree son modelos de espiritualidad. Este no es, nunca fue, jamás será el criterio para separar lo auténtico de lo falso. Las experiencias que no encajan dentro de lo que dice la Palabra de Dios provienen de otras fuentes, no importa cuán "inspirada" parezcan o cuán "gozosos" o "edificados" nos hagan sentir. La Biblia no nos manda a imitar las experiencias de otros, ni siquiera la de los apóstoles, sino a obedecer la Palabra de Dios que el Espíritu Santo nos dio por medio de ellos (2 P. 1:21). Observe que el Espíritu Santo nunca dirige a alguien en contravención con lo que está escrito en la Biblia. El orgullo espiritual es el que empuja a algunos a poner sus "experiencias" por encima de lo que está escrito.
Hay los que hablan "del fuego", de los "fuetazos", de los "candelazos", de los "choques eléctricos" del Espíritu. Son atraídos a la tesonera tarea de buscar esas "emociones" o "experiencias" exotéricas (de gran fervor religioso que sólo logran alcanzar los miembros de una élite). A menudo Satanás los premia otorgándoles sus deseos. Cuando el diablo no puede detenernos en obedecer la voluntad de Dios, procurará empujarnos por encima de la misma. Lo que el pentecostalismo llama "bautismo del Espíritu Santo" es una combinación de superemoción, hipnotismo e histeria religiosa, que bien puede ser inducida por demonios o puramente por sugestión psicológica. El "buscador" cae en trances y su mente consciente se sumerge en el limbo. El subconsciente toma control. La "experiencia" podrá llenarlo de paz, podrá hacerlo sentir mucha alegría y un gran acercamiento a Dios. Claro, esto se debe a la actitud sincera del corazón sincero hacia Dios y no a la "experiencia" en sí. Pero en ciertos casos resulta en tragedia mental y emocional para los que se someten a esta "experiencia". Tenga cuidado, este fuego puede devorarlo.
No es bíblico creer y enseñar que "hablar en lenguas" sea la evidencia o una evidencia del bautismo del Espíritu Santo
En ninguna parte la Biblia dice esto o siquiera lo sugiere. Todo lo contrario, Pablo pregunta: "¿Hablan todos lenguas?" (1 Co. 12:30). La respuesta obvia es que no. No obstante, en versículos anteriores a este, Pablo escribe: "Porque por un solo espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo..." (1 Co. 12:13). Por lo tanto, mientras que todos los creyentes son bautizados por el Espíritu Santo, no todos los creyentes hablan en lenguas.
Las Escrituras no sancionan la distinción que hacen los pentecostales entre "hablar en lenguas" y el "don de lenguas". Hay sólo cuatro casos en que se habló en lenguas en el libro de Los Hechos. Tres de ellos se citan específicamente y uno se trae a colación por implicación solamente. "Así que, las lenguas son por señal..." dice en 1 Corintios 14:22. Mediante estos cuatro casos el Espíritu Santo demuestra la incorporación al Cuerpo de Cristo, la iglesia, de los primeros creyentes pertenecientes a cuatro grupos diferentes, mayormente étnicos:
• Creyentes judíos (Hch. 2).
• Creyentes samaritanos [mezcla de judío y gentil] (Hch. 8:14-17).
• Creyentes gentiles (Hch. 10:1,46,47).
• Discípulos de Juan el Bautista (Hch. 19:1-6).
Pero... "Cesarán las lenguas..." (1 Co. 13:8) declara la Palabra de Dios. Después que los primeros representantes de estos cuatro grupos distintos de judíos, samaritanos, gentiles y discípulos de Juan el Bautista fueron incorporados al Cuerpo de Cristo, no vuelve a aparecer mención de hablar en lenguas cuando el Espíritu Santo entra a los corazones de los creyentes.
La iglesia corintia es la iglesia de más bajo nivel espiritual en el Nuevo Testamento. Estaba dividida en bandos. Se sometían a los tribunales unos a otros. Toleraban en su medio a uno que vivía maritalmente con la esposa de su padre. Pervertían la Cena del Señor. Exaltaban la experiencia de las lenguas. A ningún estudiante imparcial de los capítulos 12 a 14 de 1 Corintios se le escapa la desestimación que San Pablo tenía hacia la devoción corintia a las lenguas. A ellos dijo: "Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida" (1 Co. 14:18,19). Como se puede ver, en el pentecostalismo ponen en reverso esta enseñanza de San Pablo puesto que prefieren hablar cinco palabras en lo que llaman "lengua desconocida" que diez mil palabras con su entendimiento.
Quien esto escribe fue libertado por Dios del pentecostalismo hace muchos años. Un domingo en la mañana, en un culto pentecostal, un hermano pelirojo se levantó a leer el capitulo 14 de 1 a Corintios. Yo lo escuchaba atentamente. De repente se levantó una mujer y comenzó a agitar los brazos y a "hablar en lenguas". Luego se levantó otro, y luego otro, y otro más, hasta que habían nueve personas de pie que parecían nueve molinos de viento. Me convencí de que no querían escuchar la lectura de la Palabra de Dios. Pero a pesar del ruido y el alboroto que producían, pude escuchar claramente estas palabras: "Dios no es Dios de confusión, sino de paz... Hágase todo decentemente y con orden" (1 Co. 14:33,40). [Nota del traductor: Si el hermano Huling hubiese escuchado también los versículos 34 y 35 de la porción que se leía, con más velocidad hubiese puesto el pie en polvorosa aquel día]. El marcado contraste entre esta Escritura y el pandemonio que reinaba en mi entorno, fueron causa de que empezara a ver que el pentecostalismo no puede ser de Dios.
No es bíblico tener liderazgo femenino en la obra del Señor
Este no es el orden establecido por Dios, nunca lo fue y todavía no lo es hoy. Sin embargo, es pan de cada día en el pentecostalismo. Dice Pablo: "Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio" (1 Ti. 2:12).
Para justificar sus prácticas los pentecostales citan Hechos 2:18 que dice: "Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán". Note con cuidado que esta predicción es que tanto hombres como mujeres "profetizarán". Profetizar necesariamente no significa predecir el futuro, sino que también significa publicar o predicar el mensaje. Todo hombre y mujer cristianos deben predicar el mensaje del evangelio. El pasaje en cuestión nada tiene que ver con el liderazgo en la congregación. No endosa el concepto de mujeres pastoras. Es significativo que casi todos los cultos falsos han sido encabezados por alguna mujer. Muchos son los hogares que se han destruido, muchos son los hijos que se han visto abandonados porque las esposas y madres, equivocadamente, se creyeron "llamadas" por el Señor a la predicación. El resultado ha sido el naufragio espiritual de muchos y la consecuente deshonra para el Señor. Las mujeres que honran el orden establecido por el Señor tienen un enorme campo abierto de servicio, tienen su importante lugar en la viña del Señor y no deben desear ningún otro lugar.
No es bíblico enseñar que la voluntad de Dios es sanar siempre cuando haya fe
La Palabra de Dios no enseña esto. Cierto, "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (He. 13:8). ¡Alabado sea Su nombre! Él tiene el mismo poder para sanar hoy como ayer. El sana actualmente cuando es su sabia y buena voluntad hacerlo. Sin embargo, cuando aún vivían los apóstoles, las señales y milagros comenzaron a desaparecer porque no eran necesarias ya para acreditar el mensaje del evangelio. Afirmar, como afirman los pentecostales, que ellos han "restaurado" los dones perdidos del Espíritu Santo, es pura ficción. Pero es el caso que los dones del Espíritu nunca estuvieron "perdidos". El apóstol Pablo mismo, destacado ejecutor de milagros mediante el poder de Dios, dejó enfermo en Mileto a uno de sus colaboradores cercanos (2 Ti. 4:20). Más todavía, cuando a San Pablo mismo le tocó orar por la salud de su propio cuerpo, por su propio "aguijón en la carne", no obstante, haberlo pedido tres veces, la respuesta que recibió fue: "Bástate mi gracia..." (2 Co. 12:9).
Las "obras mayores" que el Señor prometió que harían sus discípulos (Jn. 14:12), no eran obras físicas, sino milagros espirituales. Por ejemplo, Jesús resucitó a los muertos, pero nadie hace esto hoy. Por cierto, muy pocos osan reclamar este don milagroso hoy día. Resucitar muertos sería el milagro físico mayor que alguien pudiera hacer. Sin embargo, mediante el poder del Espíritu Santo 3.000 almas "muertas en delitos y pecados" (Ef. 2:1), recibieron vida en Cristo el día de Pentecostés. Esto, sí que fue una "obra mayor". La salvación de un alma es el milagro más grande de todos.
Sin lugar a dudas, la liberación de todas las consecuencias de la caída de Adán es posible por medio de la expiación de Cristo. Ésta incluye liberación del pecado, enfermedad, muerte y de la maldición que descansa sobre la creación animal y material. Pero todo según el orden de Dios. La liberación de la culpa y el poder del pecado son posibles ahora mismo para todo aquel que cree. Pero la redención del cuerpo no se efectúa ahora, está todavía futura: "... Esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo" (Ro. 8:23). No la estaríamos "esperando" si nuestros cuerpos estuvieran ya redimidos. Nuestros cuerpos serán redimidos cuando el Señor Jesucristo regrese. Entonces el cuerpo de nuestra humillación será transformado y hecho semejante al cuerpo de la gloria de Cristo (Fil. 3:20,21). Toda debilidad, cansancio, enfermedad, tristeza y muerte terminarán para siempre. ¡Bendito sea Su nombre! La creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción (Ro. 8:19-23).
Están los que buscan apoyarse en lo que dice Santiago 5:14,15: "Y la oración de fe salvará al enfermo..." para afirmar que "donde hay fe, hay sanidad". Note dos cosas acerca de esta Escritura: En primer lugar está dirigida "a las doce tribus que están en la dispersión" (Stg. 1:1). Es decir, a judíos cristianos amparados todavía bajo las promesas judías de sanidad corporal. Estos estaban ubicados en el período de transición entre la dispensación de la ley y la de la gracia, entre el caminar por fe o por vista. En segundo lugar, note que aquí se manda a llamar a "los ancianos" quienes son los que deberán ofrecer la oración de fe. En consecuencia, como la oración de fe era para "salvar a los enfermos" y eran los ancianos quienes tenían la responsabilidad de orar, si el enfermo no sanaba era por culpa de la falta de fe de los ancianos y no del enfermo. Los sanadores modernos que se agarran de esta Escritura, hacen precisamente lo opuesto. Siempre le echan la culpa al enfermo en vez de echarse la culpa ellos mismos cuando estos no sanan. Todo lo que logran es añadir más carga y aflicción a criaturas de por sí agobiadas por la enfermedad, empujándolas a la miseria psicológica y emocional de culparse y condenarse a sí mismos. Esto es hacerles un mal mayor.
¿Debemos orar por los enfermos hoy día? ¡Ya lo creo que sí! La Palabra del Señor nos manda a hacerlo cuando nos dice: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en TODA oración y ruego (lo cual incluye las oraciones por las enfermedades), con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Fil. 4:6-7). Dios puede sanar con o sin medios. Por tanto, debemos orar y usar los medios que él mismo ha provisto y dejar el resultado en Sus manos.
Hay cristianos que oran muy poco por sus enfermedades dependiendo enteramente de la ayuda médica y de los remedios. Esto es equivocado. Debemos recordar que nuestros cuerpos pertenecen al Señor y que están habitados por el Espíritu Santo. No debemos abusarlos comiendo comidas malsanas, o por comer demasiado, o en otras maneras. Debemos presentar nuestros cuerpos para servir y glorificar al Señor (Ro. 12:1-2).
¿Es usted salvo, lector? Si no, está eternalmente perdido. Ponga en reverso esta condición arrepintiéndose de sus pecados y aceptando al Señor Jesucristo como su Señor y salvador hoy mismo. El le ama tiernamente y murió en la cruz para salvarle. ¿Es salvo ya? Entonces agárrese firmemente de su Palabra: "La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples" (Sal. 119:130). Sea uno de los "simples" de Dios que examinan todas las cosas a la luz de la Palabra de Dios, que obedecen la Palabra de Dios y nada más. Si le busca y obedece, él le guardará de las trampas del enemigo.