“Acuérdate  de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y  lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes  que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las  nubes tras la lluvia; cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán  los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se  oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se  cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del  ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo  que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la  langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su  morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que  la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se  quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo”.