La Escritura registra literalmente cientos de  promesas de Dios, de que Israel nunca cesaría de existir: “Así ha dicho Jehová, que da el  sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la  noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su  nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la  descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente.  Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo  los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de  Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová” (Jr. 31:35-37).  Esto no puede ser anulado, ni siquiera por  Dios, pues si lo hiciera se convertiría en un mentiroso.  Tampoco puede ser espiritualizado, tal como  si dijéramos que el territorio de Canaán que más tarde se convirtió en Israel,  simplemente significa la herencia celestial de la Iglesia.