La Biblia y los viajes en el tiempo
- Fecha de publicación: Jueves, 25 Julio 2013, 23:51 horas
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Todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido fascinados con las propiedades del tiempo. Los escritores de libros y de películas se sienten obsesionados con este tema, por sus cualidades inescrutables.
En la novela y subsecuente película Tiempo cambiante, un ministro cristiano en el siglo XIX, encuentra una máquina del tiempo y viaja 110 años en el futuro, es decir hasta nuestro presente. El hombre queda escandalizado al encontrarse con una sociedad insolente, hostil, que se ha apartado de sus creencias espirituales. Es una historia de ciencia-ficción muy bien hecha, una que entretiene la imaginación. En la actualidad, son muchas las películas y series de televisión, cuyo argumento principal es los viajes a través del tiempo, y es así porque al reflexionar sobre este asunto, estas jornadas teóricas hacen que uno se pregunte si será posible realizarlas.
En una serie muy popular en Estados Unidos titulada Quantum Leap - Salto Cuántico, su protagonista el doctor Sam Beckett viaja en el tiempo teniendo como guía a un holograma, decidido a cambiar el pasado por algo mejor. En otra serie que se titulara Seven days - Siete días, el protagonista Frank Parker viaja en una máquina del tiempo, siete días en el pasado, siempre para impedir tragedias o acontecimientos terribles.
¿Quién no ha soñado en algún momento de su vida con trasladarse a otra época, ya sea pasada o futura? ¿No cree que sería maravilloso poder ir al pasado y ver los grandes momentos históricos de la humanidad? Para los cristianos, los grandes eventos de la Biblia serían los primeros en esta lista: Ver el arca de Noé, a Moisés delante de Faraón, o a José confrontando a sus hermanos, a no dudar nos proveería revelaciones maravillosas.
Quizá la lista de deseos estaría encabezada por los grandes milagros, tales como las diez plagas de Egipto, o la división del mar Rojo. En la historia del Nuevo Testamento, los milagros del Señor Jesucristo y los eventos de su crucifixión profundizarían grandemente la comprensión de esos que hemos confiado en su nombre.
Las visiones, sonidos y olores de la historia secular, serían igualmente fascinantes, eso sin mencionar el aspecto educativo. ¿No le parece que sería increíble poder saber cuál fue la verdadera relación que existió entre Alejandro el Grande y su padre Filipo? ¿Cómo lucían Nabucodonosor, Jerjes, Nerón o Poncio Pilato? ¿Cómo se construyó la Gran Pirámide? Poder ver la época de oro de Grecia y Roma, le proveería revelaciones asombrosas al estudiante de historia. Y uno se pregunta, pero... ¿será que ya pasó la grandeza de ellos para siempre y nunca se verá nuevamente?
El pasado es una cosa, pero... ¿qué con respecto al futuro? Esta generación de hecho ha visto 50 años de avances tecnológicos de importancia. El siglo XX fue testigo de la transición del caballo hasta las naves espaciales, de la pluma de escribir a las super computadoras.
Pensando en estas cosas, uno se siente sobrecogido en ocasiones, sintiendo el deseo de ver qué será lo próximo en el futuro. Es imposible dejar de especular y preguntarse... ¿Será tal vez un vehículo impulsado por una celdilla de poder con capacidad para levitarse, que no contamine ni tampoco precise de las autopistas pavimentadas? Que no se necesiten carreteras que tengan que ser reparadas a cada rato por el paso constante de las ruedas de los vehículos. Que no haya necesidad de llantas, engranajes o motores que requieran gasolina.
Automóviles controlados por computadora, capaces de evitar las colisiones y con sistema de auto navegación, serían el complemento para los hogares computarizados y los sistemas de comunicación. La comida podría ser sintetizada. ¡También podríamos usar sistemas personales de anti-gravedad! Los robots podrían hacerse cargo de las labores domésticas. Prácticamente se turba nuestra imaginación al pensar en todas estas posibilidades.
Luego experimentamos temor, y nos preguntamos: ¿Reemplazará la tecnología a Dios en las mentes de las personas de la próxima generación? ¿Corromperá la ingeniería genética a los hombres convirtiéndolos en esclavos que trabajan bajo las órdenes de unos pocos jefes supremos? ¿Terminará la vigilancia universal eliminando por completo la privacidad y permitiendo que los déspotas reinen libremente?
¿Acabarán esas computadoras y robots que fueron creados como siervos, siendo los amos? Esos que estudiamos la profecía bíblica sabemos que la Escritura sugiere este tenebroso escenario. La imagen de la bestia y la marca asociada con el Anticristo involucra cierta forma de alta tecnología. Al repasar la historia de la humanidad, uno no puede escapar del hecho simple de que los hombres siempre han abusado de la tecnología.
Tales pensamientos nos turban con temor. Pero pronto llega el alivio cuando recordamos que es imposible viajar en el tiempo. ¡Gracias a Dios que es así! El viajar al pasado podría alterar el presente y el futuro. Sólo piense en la posibilidad de que un pícaro pudiera viajar al pasado y cambiar las cosas a su favor. Si cometiera un crimen en una época diferente a la suya propia, podría alterar catastróficamente el futuro. Y para crímenes cometidos en el tiempo se necesitarían igualmente policías que pudieran viajar a través de él. Ellos no sólo sabrían lo que usted hizo, sino lo que está haciendo y lo que hará.
Dado que vivimos en un mundo de seres humanos falibles y pecadores, los viajes en el tiempo representan una multitud de horrores. Viajar al pasado sería provocar un desastre, el sólo hecho de estar allí sería alterar la historia. Ir al futuro, sería saltar hacia un mundo de tecnocracia, despotismo, perversidad y super armas. Al menos así es como ven el futuro casi todos los escritores de ciencia-ficción. Este es el punto de vista secular del futuro, pero no porque estén convencidos en realidad que es posible viajar a través del tiempo. Pese a todo sus especulaciones son interminables.
El punto de vista secular
La máquina del tiempo del escritor Herbert G. Wells, es el modelo final para tales conjeturas. El héroe de su novela viaja al futuro, sólo para encontrar que el hombre se ha destruido a sí mismo en una serie de guerras, emergiendo finalmente en un futuro sombrío de tribalismo primitivo y degeneración genética.
De hecho, tal pesimismo se convirtió en el sello de la ciencia-ficción del siglo XX que siguió al trabajo original de Wells. Las incursiones de ficción hacia el futuro describen invariablemente el rompimiento de la sociedad, unido con la locura científica. La auto destrucción y los desastres naturales son los temas gemelos de los autores visionarios que imaginan varios métodos de viajes en el tiempo.
Los caracteres de ficción que viajan al pasado están preocupados con alterar la línea de tiempo ya sea en forma accidental o a propósito. Sus jornadas están colmadas con desastres, dilemas y finalmente aniquilación.
Para la mente secular, los viajes en el tiempo son fantasía, comedia, o caos anárquico. En la serie Viaje a las estrellas se presentan las numerosas paradojas que enfrentan los viajeros en el tiempo. Stephen W Hawking, autor del libro Historia del tiempo, escribe: “Una forma posible de explicar la ausencia de visitantes del futuro, sería decir que el pasado ya está determinado porque hemos observado y visto que no tiene la clase de curvatura necesaria para permitir viajar retrospectivamente desde el futuro. Por otra parte, el futuro es desconocido y está abierto, de tal manera que bien podría tener la curvatura requerida. Esto significaría que cualquier viaje en el tiempo estará confinado al futuro. Que no habría oportunidad alguna de que el capitán Kirk, el protagonista de la serie Viaje a las estrellas, y su nave espacial Enterprise regresen al tiempo presente”.
“Esto explicaría por qué no hemos sido invadidos todavía por turistas del futuro, pero no evitaría el problema que surgiría si uno pudiera ir al pasado y cambiar la historia. Supóngase por ejemplo, que fuese posible regresar y asesinar a su bisabuelo mientras todavía es un niño. Hay muchas versiones de esta paradoja, pero son esencialmente equivalentes: uno tendría contradicciones si tuviera libertad para cambiar el pasado”.
El señor Hawking pasa a decir que una explicación para esta paradoja es la consistencia física, según él la física no permitirá que alguien regrese en el tiempo, a menos que la historia demuestre que ya había llegado al pasado.
Alternativamente, postula que los visitantes del pasado podrían participar en “... historias alternativas las cuales difieren de la historia registrada. De tal manera que podrían actuar libremente, sin la restricción de consistencia con la historia previa”. Y sigue diciendo: “El productor de cine Steven Spielberg se divirtió con la noción presentada en las películas ‘De regreso al futuro’ en las cuales, el protagonista Marty McFly regresa al pasado y cambia el ‘romance’ de sus padres, transformándolo en una historia mucho más satisfactoria”.
Hawking y los otros físicos que siguen los pasos de Albert Einsten, postulan que hay una gran diversidad de dimensiones, puentes de tiempo, agujeros negros, de gusanos y casi una serie inimaginable de hileras de energía y partículas energéticas. Gran parte de su trabajo hace referencia al concepto del agujero negro. Su investigación indica que la relatividad general, si es cierta, apoya la teoría de que la creación del universo tuvo su origen a partir de una Gran Explosión o Big Bang, surgida de una singularidad o un punto de distorsión infinita del espacio y el tiempo. Más tarde depuró este concepto considerando todas estas hipótesis como intentos secundarios de describir una realidad, en la que conceptos como la singularidad no tienen sentido y donde el espacio y el tiempo forman una superficie cerrada sin fronteras.
El brillante físico Michio Kaku, es profesor de física teórica en el CUNY Graduate Center y el CCNY. Él deja que su mente vague mucho más allá de los límites de la gran mayoría. Razona que las civilizaciones avanzadas, tal vez ya han perfeccionado los viajes en el tiempo, pero que para hacerlo deben tener acceso a cantidades masivas de energía. Queriendo implicar con eso, al poder de la entera galaxia.
Y dice en una porción de su best-seller Hiperespacio: Una Odisea Científica a través de universos paralelos, curvas del tiempo y la décima dimensión: “¿Existen dimensiones superiores? ¿Están los mundos invisibles más allá de nuestro alcance, más allá de las leyes corrientes de la física? Aunque las dimensiones superiores hayan sido históricamente cosa de charlatanes, místicos y de escritores de ciencia-ficción, muchos físicos teóricos creen ahora, no sólo que las dimensiones superiores existen, sino que además pueden llegar a explicar algunos de los más profundos secretos de la naturaleza. Aunque hay que aclarar que no existen evidencias experimentales...’
“Para ser expertos en la décima dimensión, o encontramos vida inteligente dentro de la galaxia que ya haya utilizado estos niveles astronómicos de energía, o luchamos por varios miles de años antes de alcanzar esta habilidad por nosotros mismos. Por ejemplo, nuestros actuales colisionadores de átomos o aceleradores de partículas, pueden aumentar la energía de una partícula a más de un billón de voltios electrones - lo cual equivale a la energía que se crearía si se acelera un electrón por un billón de voltios. El acelerador de partículas más grande se encuentra localizado en la actualidad en Ginebra, Suiza y es operado por un consorcio de 14 naciones europeas. Pero esta energía es nada ante la energía necesaria para explorar el hiperespacio que sería equivalente a diez elevado a la diecinueveava potencia de mil millones de voltios electrones, o mil billones de veces más grande que la energía que podría producir el super colisionador”.
Es así como los viajes en el tiempo están limitados en dos formas - a las aterradoras paradojas y a la falta de habilidad para encontrar la potencia suficiente para realizarlos. No obstante, por decirlo de alguna forma, eso no impide que la mente curiosa explore las formas de salir de la caja. En las principales universidades alrededor del mundo, muchos físicos andan en busca de una solución respecto a lo que Einsten llamó “la teoría del campo unificado” - una forma matemática de explicar el universo. Para los iniciados, su mundo de electrones, anti-electrones, positrones, quarks, anillos, hileras, vórtices y una miríada de otros términos descriptivos, raya en lo sobrenatural.
El punto de vista bíblico
En realidad, lo que todos estos científicos están tratando de hacer, es querer tocar el rostro de Dios. Esto nos lleva de regreso a una pregunta básica: ¿Qué es realmente un viaje en el tiempo? Como ya hemos visto, según el punto de vista secular es penetrar el muro entre nuestra dimensión y otras dimensiones. De acuerdo con los físicos hay como diez dimensiones... o tal vez más.
La Biblia describe exactamente la misma idea estructural. Pero esto no debe sorprendernos, dado que es el manual que nos ofrece el Creador del universo. Tal vez la verdad más fundamental de nuestra existencia, es que Dios se encuentra fuera de los muros dimensionales de nuestro mundo. Está más allá del largo, ancho, alto, tiempo, o cualquier otra dimensión que los matemáticos o científicos puedan descubrir, ya que hizo todas las dimensiones. Es el Creador y puede viajar a través de ellas libremente.
Si el viajar en el tiempo, es como crear una especie de túnel entre dimensiones paralelas, entonces, si se cuenta con el poder suficiente, es posible dar un salto en el tiempo. Dios sí tiene ese poder, asimismo se encuentra más allá de lo que se conoce como “línea del tiempo”, mientras que nosotros estamos, o sobre la línea, o dentro de ella. Dios está afuera y declara con claridad que puede ver cualquier parte del tiempo, conforme le plazca: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9,10).
En su famosa exhortación a Israel, Dios les pide que recuerden todo lo que ha hecho por ellos. No sólo eso, se declara a sí mismo como el Señor del tiempo. Aquí, amablemente le suplica a Israel que recuerde “las cosas pasadas desde los tiempos antiguos”, refiriéndose con eso a las cosas de la eternidad, representadas por la palabra hebrea olam. El Señor le dice a Israel que recuerde lo eterno, no los ídolos transitorios de esta tierra. Declara que es el principio y el fin, como lo afirma Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Desde nuestra perspectiva, el Señor está hablando de una línea de tiempo, mientras que desde su punto de vista, los elementos a lo largo de esa línea, son sólo aspectos de un propósito mayor. Como es el Creador, puede aparecer en cualquier parte a lo largo de la línea que llamamos “tiempo”. Es decir, que mientras permanece en su dimensión natural, puede penetrar y colocarse en cualquier punto, cosa que nosotros no podemos hacer. Él es único, es quien define el universo, quien lo origina.
Además, declara los eventos redentores de nuestro mundo, desde la historia más antigua hasta el futuro más distante. Su propósito se cumplirá y su deseo prevalecerá. Como Señor del tiempo, puede “viajar” a cualquier punto en la historia: pasado, presente o futuro. De hecho, no tiene que desplazarse de un sitio a otro, porque está omnipresente en todas partes al mismo tiempo.
En un sentido real y verdadero, el punto de vista bíblico de los viajes en el tiempo, es simplemente otra opinión de Dios. Poniéndolo en otra forma, para poder viajar en el tiempo, es necesario que se nos permita hacerlo porque es Dios quien guarda las puertas del tiempo.
El plan redentor
Mientras el hombre secular puede especular acerca de los viajes inter-dimensionales, de hecho está omitiendo la parte más importante de la fórmula, que es el propósito de la línea de tiempo de Dios. La historia de nuestro universo hasta donde se nos ha permitido ver, está dedicada a la redención y restauración.
Pero... ¿de dónde sacó el hombre la idea de viajar en el tiempo? ¡La inspiración provino de la Biblia! Moisés y otros profetas del antiguo Israel, demostraron una y otra vez que había un futuro discernible. Por medio de ellos, el Señor también se declaró a sí mismo como el Dios que vive por la eternidad. Los sacerdotes de la antigüedad declararon en sus rollos, que el pasado lejano y el futuro distante, estaban unidos por el propósito de Dios. Incluso los antiguos sabían de los “viajes en el tiempo”.
Hoy, al tener la Santa Biblia en nuestras manos, nos damos cuenta que en ella tenemos el único vínculo verdadero en el mundo con esa línea del tiempo. Sólo la Escritura retiene la filosofía correcta de la historia. Y sólo la Biblia, al narrar el recuento de los nuevos cielos y la nueva tierra, presenta el resultado final de este universo.
El principio primordial de toda la creación es rectificar la destrucción que se inició cuando el dragón antiguo, Satanás, trastornó el orden celestial. Su rebelión provocó oleadas de destrucción que se propagaron en todas las direcciones, incluyendo la Tierra. En un sentido bien real, la línea de tiempo que comienza con la creación y finaliza con la perfección, existe sólo para satisfacer el propósito de Dios.
El hombre secular no puede ver esta verdad. Su visión y propósito no es seguir al Creador sino asumir el papel de Dios. El hombre egotista anhela ser el amo y controlar las dimensiones de tiempo y espacio, sin reconocer que sólo le pertenecen al Creador. El Señor declara que son inseparables de Él. “Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad. Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce, te lo dije ya hace tiempo; antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras: Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas. Lo oíste, y lo viste todo; ¿y no lo anunciaréis vosotros? Ahora, pues, te he hecho oír cosas nuevas y ocultas que tú no sabías. Ahora han sido creadas, no en días pasados, ni antes de este día las habías oído, para que no digas: He aquí que yo lo sabía” (Isaías 48:3-7).
En esta afirmación, el Señor desea que Israel sepa que Él y sólo Él, es el Dios de la historia, no un ídolo falso. Desde tiempos inmemoriales, los hombres han intentado atribuir la obra del Creador a varias ideas falsas. Algunas veces esos conceptos son filosofías, otras religiones y en ocasiones la “ciencia”. Sea lo que fuere, la realidad es que son formas de remover a Dios de la causa central del universo. La Biblia nos dice, que Dios es tanto Creador como Consumador, el Alfa y la Omega - el Aleph y el Tahv.
Adán como viajero del tiempo
En la Biblia es mucho lo que se habla sobre viajes en el tiempo. Pero como veremos, siempre es con un propósito, nunca se hace a la ligera, siempre se lleva a cabo con miras hacia el futuro. Algo interesante es que no encontramos un solo ejemplo en la Escritura, de que Dios haya llevado a alguien al pasado.
Antes de examinar a algunos de los viajeros en el tiempo, debemos reiterar que desde el punto de vista del hombre, el futuro todavía no ha ocurrido. Al intentar ver hacia adelante, el hombre no puede ver nada, sólo vacío. Los adivinos, videntes y médiums, a menudo obtienen grandes sumas de dinero con sus reclamos de que pueden predecir el futuro. Sus intentos casi siempre están acompañados por una serie interminable de fallas.
Para viajar en un reino que sólo le pertenece a Dios, uno debe conocer al Amo de la eternidad. Los profetas falsos, siguen o sus propias urgencias carnales o los susurros que escuchan desde el reino de las tinieblas. De ninguna manera están conectados con la fuente real de información.
Eruditos de la antigüedad dicen que el primer hombre, Adán, vio el futuro. Un comentario judío del Tora, de los primeros cinco libros de la Biblia, declara que Dios le dio a Adán la oportunidad de mirar hacia el futuro. Estos sabios afirman, que en los momentos que siguieron a su pecado, a Adán le fue permitido ver las páginas de la historia futura, ver a Aquel que sería el adecuado para actuar como líder, quien llevaría al mundo de regreso al estado de perfección que Dios intentó en el principio.
Adán fue condenado a morir el día que pecó. Dice la Escritura que tenía 130 años cuando nació Set y que vivió otros 800 años después de eso. Murió a la edad de 930 años. Le faltaron 70 años para cumplir su día completo. 2 Pedro 3:8 nos dice: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. Lo cual implica que un día de acuerdo con la perspectiva de Dios, bien pueden ser mil años.
Según los eruditos judíos, Adán pudo mirar hacia el futuro y ver que David estaba destinado a llevar a cabo el propósito que le había asignado Dios, aunque aparentemente también observó que viviría sólo por un corto período de tiempo. Ellos declaran, que entonces Adán le cedió a David los 70 años de su propia vida para que pudiera llevar a cabo su misión.
Ahora, esta historia no se encuentra en la Biblia, pero así sea verdad o mentira, ilustra el punto, de que la eternidad no es algo que yace más allá de la humanidad, sino que se encuentra dentro del hombre de Dios. De tal manera, que la verdadera visión profética es simplemente la habilidad dada por el Señor para mirar a través de la pared dimensional. Así sea que de hecho se viaje corporalmente o simplemente en el Espíritu de Dios, es algo inmaterial.
Los hijos de Set
Hay otra evidencia de que Adán viajó en el futuro. Set nació después de la muerte de Abel. En su genealogía se encuentra el piadoso Noé, luego Sem, Abraham, Isaac, Jacob y las 12 tribus de Israel. Los hijos de Set, incluyendo Enoc y Matusalén, también fueron hombres que vivieron en comunión íntima con Dios. Algunos de ellos probablemente también viajaron en el tiempo. Cuando uno mira retrospectivamente a la forma cómo vivieron sus vidas, la conclusión es ineludible.
Refiriéndose a los hijos de Set, el historiador judío Flavio Josefo escribió: “Fueron también los inventores de esa especie particular de sabiduría relativa a los cuerpos celestes y su orden”. En otras palabras, estos hombres primitivos eran astrónomos y matemáticos. Tenemos evidencia contemporánea de esta verdad en la gran pirámide, respecto a la cual matemáticos teóricos han declarado que refleja el conocimiento de nuestro sistema solar y la física de nuestro planeta. Pero... ¿construyeron los hijos de Set la pirámide? Josefo afirma que sí. Dice en su obra Antigüedades de los judíos, libro 1, capítulo 2, parágrafo 3: “Y para que sus invenciones no se perdieran antes de ser ampliamente difundidas, como según la predicción de Adán todas las cosas serían destruidas primero por el fuego y luego por la violencia de una gran cantidad de agua, construyeron dos columnas, una de ladrillos y otra de piedra, e inscribieron en ellas sus invenciones; si la de ladrillos era derribada por la inundación, quedaría la de piedra para exhibir al mundo sus descubrimientos, y le informaría que había otra columna de ladrillos. Hasta el día de hoy han quedado en la tierra de Siriad [Egipto]”.
En esta declaración podemos ver dos cosas: Adán tenía conocimiento del mañana, por consiguiente debió haber viajado al futuro. Sabía del diluvio que habría de venir, también de la fiereza del “día del Señor”. Adán lo había visto todo. El peso del futuro de la humanidad estaba sobre él. Sus hijos también sentían la carga y querían preservar tanto conocimiento como fuese posible.
En nuestro día, los llamados expertos en pirámides estudian la gran pirámide esperando discernir el futuro profético del hombre, pero hasta ahora no han podido hacerlo. Se sienten motivados por el conocimiento de que los hijos de Set, de hecho registraron la historia futura.
Enoc el hombre inter-dimensional
¿Quién no ha especulado acerca de la declaración bíblica encontrada en Génesis 5:24 que dice: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”?
Enoc tenía una relación tan íntima con Dios, que de hecho literalmente pudo traspasar la pared dimensional. Como ya hemos visto, por definición, esto quiere decir que viajó a través del tiempo. Desde el otro lado de esa barrera dimensional, Enoc pudo viajar en el Espíritu del Señor, hasta cualquier punto a lo largo de la línea del tiempo de la redención.
Además, tenemos pruebas bíblicas de su visión del futuro: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Judas 14). ¡Enoc de hecho fue testigo de la segunda venida de Cristo! Pero... ¿estaba allí? ¡Sí! Dios lo llevó allí. Y usted se preguntara: “¿Estaba físicamente o sólo en su espíritu?”. Hablando en términos generales esto realmente no importa, pero en el caso particular de Enoc, por seguro que estaba corporalmente en la dimensión del Señor, donde el viajar en el tiempo es un hecho.
La torre de Babel
Siguiendo al diluvio anticipado por Adán, los hijos de Noé descendieron a la llanura de Sinar, el lugar que más tarde llegaría a ser conocido como Mesopotamia. Allí se dispusieron a edificar una torre, la que en alguna forma que ignoramos, les iba a permitir “llegar al cielo”. Aparentemente, ellos retuvieron conocimiento suficiente desde antes del diluvio, ya que estaban convencidos que podían traspasar la barrera dimensional.
Desde la perspectiva celestial, la reacción fue rápida y cierta: “Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (Génesis 11:5-8).
Lo que esos hombres de Sinar querían hacer, era nada más y nada menos que escalar la barrera dimensional. Estaban convencidos que una vez allí, podrían controlar el tiempo y el espacio. En efecto, deseaban tener acceso al cielo. A no dudar, conocían las profecías de Adán, el traslado de Enoc y las columnas edificadas por los hijos de Set.
Estaban intentando con su propia fuerza, ocupar la posición de Dios. Trataban de hacer lo mismo que intentan hacer los teóricos de hoy por medio de los principios de la ciencia moderna. Pero entonces como ahora, los viajes en el tiempo son algo prohibido. Si los científicos hoy, estuvieran un día a punto de alcanzar esta meta, Dios confundiría sus esfuerzos tal como hizo en Babel.
Moisés el Libertador
Moisés fue quien escribió el Tora, los primeros cinco libros de la Biblia. En una ocasión en que condenaba a los líderes de Israel, Jesús afirmó este hecho: “No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:45-47).
Pero... ¿Fue Moisés un viajero en el tiempo? Debemos responder esta pregunta afirmativamente. Si hubo un hombre que tuvo el privilegio de trasponer la barrera dimensional, ese fue Moisés. Sus cinco libros abarcan un período que va desde la creación de la tierra hasta el establecimiento del Reino.
Sus palabras en Génesis 1:1 hablan de ese día en el pasado distante cuando Dios hizo la luz de la creación. Su “cántico” en el libro de Deuteronomio, anticipa ese bendito día cuando la “Roca” de Israel, el Señor Jesucristo, finamente vengue la sangre de los profetas y de Israel.
Pero más que eso, las palabras del Tora están encubiertas con significado interno. Los llamados “códigos de la Biblia” de los que tanto se habla hoy, no son más que la reflexión actual de una verdad conocida por los eruditos de Israel durante un número incontable de generaciones, desde el tiempo de Moisés: Que esta verdad eterna, universal, infinita está programada en la propia secuencia de las letras del Tora. Un sabio del siglo XVIII, conocido como Vilna Gaon, escribió estas palabras: “La regla es que todo lo que fue, es y será ‘hasta el tiempo del fin’ se encuentra incluido en el Tora, desde la primera palabra hasta la última. Y no simplemente en un sentido general, sino hasta los detalles de cada especie y cada una individualmente, y detalles de detalles de todo lo que le ocurrió a él desde el día de su nacimiento hasta su fin”.
Este rabino no es el único en afirmar esto. Con sus palabras sólo está declarando un principio general. Note la frase “hasta el tiempo del fin”, refiriéndose aquí a la línea de tiempo redentora. El doctor Eliyahu Rips, matemático de la Universidad Hebrea, ha llevado a cabo una investigación sobre los códigos del Tora, reafirmando las creencias de los eruditos de la antigüedad.
Sólo el Espíritu de Dios en unión con el espíritu de Moisés, pudo haber producido un documento tan trascendental. Es de hecho eterno, en el sentido que sobrepasa el tiempo y espacio de nuestra dimensión. Moisés se comunicaba directamente con Jehová. Pudo ver cosas que van más allá de nuestro conocimiento. Fue infundido con la luz de Dios. Mantuvo intacta su vitalidad, incluso hasta la edad de 120 años, cuando fue llevado al lugar donde iba a ser sepultado gozando de perfecta salud. “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor” (Deuteronomio 34:7).
En el Nuevo Testamento, Moisés apareció junto con Elías ante el Señor Jesucristo y sus discípulos. “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús” (Marcos 9:2-4). Ellos tuvieron el privilegio de ver anticipadamente la edad del Reino. Si tal como muchos estudiosos de las profecías creemos, Moisés es uno de los dos testigos de Apocalipsis, entonces es obvio que volverá a presentarse nuevamente en otro tiempo futuro. Es así como en un sentido bien real, Moisés es un viajero en el tiempo. Pero una vez más debemos decir que sus viajes no fueron arbitrarios, porque los mismos tenían un propósito específico como parte de la línea de tiempo redentora.
Elías contra Acab y el Anticristo
Dios le dio el profeta Elías a Israel a fin de ofrecerle esperanza durante el perverso reinado del rey Acab, hijo de Omri. Acab levantó estatuas e imágenes de Asera, la diosa de la fertilidad, y de Baal, en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso. “E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel” (1 Reyes 16:32,33).
Juntos, Acab y su esposa Jezabel, eran completamente malvados. Trataban de convertir a Israel en un imperio caananita, pero Elías llegó ante el rey como vocero del Señor y le declaró que debido a su pecado no volvería a llover por tres años y medio. “Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Reyes 17:1).
Más tarde, en una disputa con los sacerdotes de Baal, Elías demostró que Jehová era el Dios del universo. “Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 Reyes 18:36-39).
Como Enoc, Elías caminó en tal comunión con Dios, que fue arrebatado vivo al cielo: “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino” (2 Reyes 2:11). Elías partió, pero no fue olvidado. En el siglo V antes de Cristo, el profeta Malaquías profetizó, que Elías regresaría a su pueblo: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5,6).
Las palabras finales del Antiguo Testamento presentan a Elías como el precursor de la fe en los terribles días de la tribulación. Como dijera anteriormente, se hizo presente durante la transfiguración del Señor Jesucristo, y según el libro de Apocalipsis se hará presente una vez más en un futuro distante como uno de los dos testigos de la tribulación. Así como hiciera en el tiempo de Acab, Elías una vez más retendrá la lluvia por tres años y medio. “Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía...” (Apocalipsis 11:6). Además, de la misma forma como un día se opuso a los sacerdotes de Baal, también le hará frente a los espíritus malignos que son las potencias detrás del trono del Anticristo.
En un sentido más real, Elías se convirtió en un viajero del tiempo en el momento en que abordó el carro de fuego con caballos de fuego. Desde que entró a la dimensión celestial ha tenido acceso a la entera línea del tiempo, disponible para el servicio de Dios y para quienes Él designa.
- Malaquías, el último en el orden de los 12 profetas menores, vio el futuro. “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1).
- Oseas por su parte profetizó de la apostasía de Israel y su restauración final. “Sacerdotes, oíd esto, y estad atentos, casa de Israel, y casa del rey, escuchad; porque para vosotros es el juicio, pues habéis sido lazo en Mizpa, y red tendida sobre Tabor” (Oseas 5:1). “Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte. Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán” (Oseas 5:14,15).
- Joel vio las visiones horribles del día del Señor. “¡Ay del día! Porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (Joel 1:15).
- Amós vio anticipadamente el juicio que le sobrevendría a Israel, al igual que su restauración final. “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos” (Amós 2:6). “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace esto” (Amós 9:11,12).
- Abdías recibió una visión del destino final de Edom “¿No haré que perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom, y la prudencia del monte de Esaú?” (Abdías 8).
- Miqueas vio el nacimiento del Mesías, su obra y su rechazo, también vio el establecimiento del Reino. “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). “El remanente de Jacob será en medio de muchos pueblos como el rocío de Jehová, como las lluvias sobre la hierba, las cuales no esperan a varón, ni aguardan a hijos de hombres. Asimismo el remanente de Jacob será entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como el león entre las bestias de la selva, como el cachorro del león entre las manadas de las ovejas, el cual si pasare, y hollare, y arrebatare, no hay quien escape” (Miqueas 5:7,8).
- Sofonías vio los horrores del período de la tribulación, el juicio de los enemigos de Israel y su reunificación. “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres” (Sofonías 1:14-16). “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento” (Sofonías 3:9).
- Hageo y Zacarías profetizaron específicamente que el templo del Señor sería reconstruido en los días del Reino futuro. “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:8,9). Zacarías de hecho vio el asedio final de Jerusalén y su liberación. “Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:3).
Todos estos profetas, cada uno de los cuales ha sido motivo de muchos tratados analíticos, vio el futuro. Más que eso, cada uno de ellos lo experimentó.
Los profetas mayores
Tanto Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, vieron el futuro, precisamente en la misma forma que todos los otros profetas. Es imposible tratar de condensar sus escritos en esta serie de mensajes, sólo puedo decir que cada uno de ellos experimentó una visita celestial que estuvo seguida por una serie de revelaciones acerca de la futura línea de tiempo de Israel.
- Isaías fue visitado en el templo por impresionantes serafines: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban” (Isaías 6:1,2). En esta visita, Isaías fue comisionado a ir como profeta. La gloria de Dios llenó el templo, cuando fue llevado hasta la dimensión celestial desde la cual vio eventos futuros.
- El llamado de Jeremías ilustra la naturaleza eterna del oficio de profeta. “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:4,5). Aquí el Señor le afirma a Jeremías que se encuentra fuera de la bóveda del tiempo. Le explica que su ordenación no tuvo lugar en la línea del tiempo, sino en el reino de la eternidad.
- Ezequiel, claro está fue visitado por un carro de fuego del Señor, cuyas ruedas dentro de ruedas revelaban cuatro seres vivientes, un firmamento cristalino y un trono de zafiro, todo rodeado por la gloria de Dios. “Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda” (Ezequiel 1:15,16). A partir de ese momento, Ezequiel vivió la vida difícil de un profeta.
Sus viajes al futuro incluyeron una visión de la reunificación de Israel, y el cuadro más detallado en toda la Escritura de una batalla moderna. Nos referimos, claro está, a la invasión de Israel por Gog, de la tierra de Magog. Esta profecía, registrada en los capítulos 38 y 39 de su libro, es tan completa en su visión que tal parece que Ezequiel fue testigo ocular del hecho. Y comienza diciendo: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro contra Gog en tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal, y profetiza contra él, y di: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Y te quebrantaré, y pondré garfios en tus quijadas, y te sacaré a ti y a todo tu ejército, caballos y jinetes, de todo en todo equipados, gran multitud con paveses y escudos, teniendo todos ellos espadas; Persia, Cus y Fut con ellos; todos ellos con escudo y yelmo; Gomer, y todas sus tropas; la casa de Togarma, de los confines del norte, y todas sus tropas; muchos pueblos contigo” (Ezequiel 38:1-6).
Su visión es tan increíble que ve las fuerzas invasoras que llegan “como tempestad; como nublado para cubrir la tierra”. Ezequiel también ve la derrota de Gog y ofrece una descripción amplia del lugar de su sepultura en Hamón-gog. “En aquel tiempo yo daré a Gog lugar para sepultura allí en Israel, el valle de los que pasan al oriente del mar; y obstruirá el paso a los transeúntes, pues allí enterrarán a Gog y a toda su multitud; y lo llamarán el Valle de Hamón-gog” (Ezequiel 39:11). Él vio todas esas cosas porque se encontraba allí.
La mente moderna bien puede objetar esta declaración. Después de todo, tenemos la televisión y podemos ver las cosas a distancia. Así que suponen que es posible que tal vez Ezequiel recibiera la visión en una especie de pantalla de televisión celestial. No obstante, la Escritura declara con claridad que Ezequiel fue llevado al reino espiritual, donde vio el futuro, estuvo allí.
Ezequiel 40:1, dice de hecho que, “En el año veinticinco de nuestro cautiverio, al principio del año, a los diez días del mes, a los catorce años después que la ciudad fue conquistada, en aquel mismo día vino sobre mí la mano de Jehová, y me llevó allá”. El profeta afirma que fue llevado a Jerusalén por “la mano de Jehová”, que vio tanto la ciudad como el tercer templo futuro.
El capítulo 41 comienza diciendo: “Me introdujo luego en el templo...” Luego, el capítulo 42 nos ofrece otra vista, “Me trajo luego al atrio exterior hacia el norte...” (Ezequiel 42:1). El capítulo 43 declara: “Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente” (Ezequiel 43:1).
Finalmente, Ezequiel fue llevado a un punto ventajoso desde donde pudo ver un río que fluía desde el templo. “Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar” (Ezequiel 47:1). El punto sobre el cual estaba parado no era simplemente un lugar geográfico, era de hecho una coordenada en el tiempo y el espacio. El sitio en donde se encontraba Ezequiel fue cambiando progresivamente hasta permitirle ver lo que el Señor quería que viera. Estaba allí como un viajero en el tiempo. Su propósito era ofrecerle a Israel la esperanza que trae consigo la certeza de que se construirá el tercer templo.
Un puente hacia el Nuevo Testamento
Es bien conocida la estrecha relación que hay entre el libro de Daniel y el Apocalipsis de Juan. El profeta Daniel fue el intérprete de los sueños de Nabucodonosor. También fue un visionario a quien se le permitió viajar en la dimensión celestial.
En su “visión de noche”, Dios le permitió ver el curso de los eventos venideros, los cuales incluían la disposición geopolítica de los imperios gentiles y dos profecías específicas sobre el Anticristo. La primera expone la profecía de las 70 semanas y “la abominación desoladora”. “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:24-27). La segunda se relaciona con el linaje de Alejandro y los Seléucidas.
Pero... ¿Fue Daniel un viajero en el tiempo, en el sentido real del término? Sólo si uno interpreta las visiones como viajes fuera del cuerpo. En el caso de Daniel, el profeta “vio” el futuro, pero en realidad no parece que lo hubiera visitado. Un mensajero angélico llegó hasta él, guiando su visión final hacia el futuro.
Sus visiones son confirmadas en el Nuevo Testamento por el Señor Jesucristo, quien ya ha visto esos eventos futuros. Jesús, quien estuvo confinado por un breve período en carne humana, en un tiempo ocupó una posición de omnipresencia. Con autoridad habló del futuro y dijo: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15,16).
Aquí, confirmó la verdad de la visión de Daniel con su propio conocimiento de los eventos futuros. Jesús había estado allí. En una ocasión le dijo a sus discípulos: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mateo 16:28).
Poco después, estando en compañía de Pedro, Jacobo y Juan, el Señor fue a la cima de un monte y se transfiguró delante de ellos. Allí se encontró con viajeros en la línea del tiempo: Moisés y Elías. Por un momento, el pasado, el presente y el futuro se unieron sin limitación de tiempo, en un presente eterno.
Jesús y Juan
Además del propio Señor Jesucristo, el último viajero en el tiempo de la Biblia es Juan, quien fue llevado físicamente a la dimensión celestial en donde fue testigo de la tribulación, el establecimiento del Reino y las glorias de la tierra restaurada. Su viaje comenzó cuando se le apareció el Cristo resucitado y le dio una serie de mensajes específicos para las siete iglesias.
Luego, se le permitió literalmente pasar a través de una puerta dimensional. Conforme esto ocurría, Juan fue acompañado hasta el reino de la eternidad desde donde se puede ver el futuro desde una variedad de perspectivas: “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado” (Apocalipsis 4:1,2).
El espíritu de Juan en conjunción con el Espíritu de Dios, se movieron hasta el lugar del trono divino para un procedimiento formal que revelaría una serie de juicios sobre el mundo gentil. El Cordero toma un libro sellado y comienza a abrirlo, desatando la furia del cielo sobre una humanidad pecaminosa e impenitente. “Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer. Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?... Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?... Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto” (Apocalipsis 6:1-10,12-17; 8:1,5).
Juan fue testigo de este evento, el cual va narrando conforme se desarrolla. Sin embargo desde nuestra perspectiva todavía no ha ocurrido. Juan literalmente viajó en el tiempo hacia el futuro. Conforme los sellos son abiertos uno por uno, Juan ve la guerra del Anticristo, el hambre y las pestes. Y lo más importante: Ve a las 12 tribus, mientras luchan para vencer las pruebas que les inflige Satanás y el Anticristo.
También ve a los santos de la tribulación y los problemas que encuentran cuando el sistema del Anticristo asciende al poder. Luego fue testigo de la destrucción del misterio, de Babilonia. “Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible” (Apocalipsis 18:1,2).
Asimismo, Juan vio la gloriosa segunda venida de Cristo. “ Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:11-16).
Los juicios que viera Juan llegan en tres grupos: siete sellos, siete trompetas y siete copas. A lo largo de los siglos varios expositores han trabajado exhaustivamente tratando de poner en orden sus complejas secuencias. Los terremotos, las catástrofes astronómicas, las hordas demoníacas y las enfermedades asolan a un mundo estremecido debido a un cambio en su eje polar y por sus fallas geológicas. Estos mismos eventos tendrán lugar durante los tres grupos de juicios. Por mucho que uno trate, es imposible eludirlos en alguna forma, lo cual tiene sentido desde la perspectiva de la línea de tiempo terrenal. A no dudar desde el punto de vista de Juan, encajan perfectamente.
Su perspectiva como viajero del tiempo, guiado por el Espíritu del Señor, tiene un propósito determinado. Juan, como los profetas del Antiguo Testamento, vio los eventos que le trasmitían un mensaje particular a esos que más tarde estudiarían el recuento de la Escritura.
Juan es guiado específicamente para que regrese con el mensaje de juicio, restauración y paz eterna. Se ignora el tiempo exacto en que tendrán lugar estos eventos. Pedro en una ocasión le preguntó al Señor Jesucristo, cuál sería el destino de Juan: “Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Juan 21:20-22).
¿Cómo podían haber sabido los discípulos, que Jesús de hecho se le aparecería a Juan varios años después? ¿Cómo podían imaginar que a Juan se le permitiría visitar el futuro distante? Ellos habían escuchado sólo un breve resumen del plan de Jesús para Juan. Ignoraban cómo se llevaría a cabo, mientras a Juan se le permitió ir y verlo por sí mismo.
El tercer cielo
El apóstol Pablo también fue seleccionado específicamente para entregar las revelaciones ordenadas divinamente para los gentiles. También fue llevado a la dimensión de la eternidad, así lo dijo él mismo: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:2-4).
El término “tercer cielo”, a no dudar se refiere al plano dimensional desde el cual es posible visitar varios puntos en el tiempo terrenal. Pero... ¿Qué vio Pablo desde allí? Declaró que no podía decirlo. Probablemente vio porciones del futuro que el Señor no desea que sean del conocimiento común.
Sabemos que visitó el futuro, porque sus epístolas narran acontecimientos futuros. En sus epístolas a los Corintios, Tesalonicenses y a Timoteo, Pablo habla con autoridad de eventos futuros, describiendo la disipación doctrinal que prevalecerá en los últimos días. “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía...” (2 Tesalonicenses 2:3a). “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
Habla de la naturaleza degradada de la última generación. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:1-4).
Nos anima con sus descripciones del rapto de la Iglesia. “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:13-17). “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:51,52).
Ve al hijo de perdición sentado en el templo, auto proclamándose Dios. “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:3,4).
Como los otros viajeros en el tiempo de la Biblia, a Pablo se le permitió predicar el mensaje de redención.
Dudo mucho que sin las Sagradas Escrituras, la humanidad hubiera podido siquiera soñar con los viajes en el tiempo. La Biblia es el único ejemplo que tenemos. Desde los días de la antigüedad hasta el tiempo presente, el Señor sólo ha permitido los viajes en el tiempo, con el propósito de dar a conocer una revelación. Nuestro Creador como el Portero del tiempo, sólo los autoriza cuando quiere dar a conocer su voluntad a un mundo de incrédulos.
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