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¡Tenga cuidado con la gran mentira!

  • Fecha de publicación: Lunes, 13 Abril 2020, 06:37 horas

“¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?”.  La mayoría de personas están familiarizadas con esta frase de los dramas de corte. Es una parte integral del juramento que hace un testigo cuando tiene que dar su testimonio en un juicio civil o penal.  Esto sugiere que toda la información pertinente e imparcial sobre un tema será explorada y presentada, siempre de manera objetiva.

Sin embargo, cualquiera que haya estado involucrado en un proceso judicial, sabe que la realidad a menudo se aleja de ese ideal.  Cuando se lleva a cabo un proceso legal, los abogados defensores y fiscales resaltan los hechos de manera ventajosa.  De tal manera que la “verdad” en sí misma puede convertirse en una víctima de disputas legales excesivas, intereses en conflicto y prejuicios por parte de cada participante involucrado. 

El episodio del Coronavirus, está demostrando una vez más que la verdad es algo ilusorio en la experiencia humana.  El mundo se enteró, de que los expertos médicos chinos se advirtieron de la existencia de una cepa nueva y peligrosa de Coronavirus, a principios de diciembre de 2019.  El Dr. Li Wenliang se propuso publicar sus hallazgos y compartir una advertencia dentro de la comunidad médica.  Lamentablemente, el gobierno chino, controlado por el partido comunista, denunció de inmediato su descubrimiento y la policía lo detuvo por “difundir rumores falsos”. Los funcionarios del gobierno, incluso lo obligaron a firmar una declaración retractándose de su advertencia y disculpándose por amenazar la seguridad del estado comunista. La tragedia final para el doctor Li, fue que contrajo el Coronavirus y, según funcionarios chinos, sucumbió a la enfermedad semanas después en febrero de 2020.

El encubrimiento de Chernobyl

Hemos visto a gobiernos que han engañado a su propia gente y al mundo en general, en un esfuerzo equivocado por proteger primero sus intereses personales. En 1980, la Unión Soviética experimentó un desastre catastrófico en su planta de energía nuclear de Chernobyl.  La radiación tóxica que arrojó se esparció a niveles sin precedentes durante un período de días, sin embargo, el gobierno impuso una moratoria para advertir a la población local.  Incluso cuando los expertos nucleares y médicos le informaron a los altos funcionarios sobre las medidas imprescindibles para contener la catástrofe no mitigada, éstos se mostraron reacios a actuar con decisión.

Tal como está documentado en la serie de la cadena de televisión HBO titulada Chernobyl, el sistema soviético reemplazó intencionalmente la verdad con mentiras, y anuló la responsabilidad bajo un régimen opresivo. El resultado fue la explosión en un reactor nuclear que pudo haberse evitado, y un intento por ocultar el desastre que en realidad costó muchas más vidas. En las etapas iniciales de la respuesta estatal, los burócratas comunistas intentaron aislar la ciudad, no para salvar a las personas, sino para evitar el flujo de información negativa.  A la larga, el costo extremo de contener la radiación, reubicar a la población y descontaminar el medio ambiente contribuyó al colapso de todo el sistema soviético.

La maquinaria propagandística

Esta fijación por la autoconservación y el control, es una característica de los gobiernos unipartidistas y autocráticos.  Los ministerios oficiales de propaganda están facultados para evitar que se revele la verdad.  La información que se trasmite es una negación interminable y desvergonzada de la realidad. Por ejemplo, luego de la impresionante destrucción de la Fuerza Aérea de Egipto por parte de Israel, al comienzo de la Guerra de los Seis Días en 1967, Gamal Nasser entonces presidente de Egipto, le mintió a sus aliados árabes durante días, en lugar de admitir su ignominiosa derrota a manos de la defensa aérea israelí.  Ese engaño extendió la guerra y finalmente atrajo a Jordania, lo que resultó en su dimisión y expulsión de Judea y Samaria.

Pero la propensión a engañar no se limita a los “viejos tiempos”. Cuando Estados Unidos invadió a Irak en mayo de 2003, el ministro de relaciones extranjeras Mohammed Saeed al-Sahaf, hablaba públicamente sobre la gloriosa victoria de Irak,  mientras los tanques estadounidenses ya estaban movilizándose por la capital.  Incluso hoy, el dictador sudamericano Nicolás Maduro está proclamando la gloriosa prosperidad de Venezuela mientras su pueblo se muere de hambre.

Sin duda alguna, todos  los gobiernos democráticos en algún momento han alterado o enterrado la verdad.  Otros se inspiran en una motivación un poco más elevada.  Mientras que los políticos con cierta clase, prefieren engañarse a sí mismos.

La pandemia global

La forma cómo manejó China lo del coronavirus COVID-19, demuestra cuán mortales pueden ser las consecuencias de una mentira.  Esta tendencia humana hacia el engaño nos ofrece una visión espiritual tremenda, y la Biblia es clara a este respecto.

Después de proclamar: “Yo soy la luz del mundo...” el Señor Jesucristo agregó: “... el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12).  Asimismo “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31–32).

Contrastando la verdad con la mentira, el Señor Jesús también dijo que aquellos que se oponen a Él son hijos del diablo. Declaró que sólo Su  propia Palabra es verdad, y que el diablo “... ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira...” (Jn. 8:44). Y termina diciendo: “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte” (Jn. 8:51).

La epidemia actual de coronavirus está demostrando ser devastadora desde el punto de vista médico, social y económico.  Pero, hay otra pandemia global que se cierne sobre la cabeza de cada persona que no haya  sido limpiada de sus pecados por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Y, si bien el gobierno comunista chino merece el desprecio del mundo libre por su egoísmo y engaño continuo, esta otra mentira es mucho más significativa y letal y se ha perpetuado en el mundo.

Satanás se ha esforzado por difundir el mismo engaño con el que hizo sucumbir a Eva en el Huerto del Edén, de que si desobedecían a Dios, eso no tendría consecuencias eternas. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn 2.16–17).  Y la gran mentira de Satanás fue: “... No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4b–5).

Esa mentira original ha continuado a través de los milenios y sigue arrastrando a millones hacia la condenación eterna.  El esfuerzo de Satanás por engañar a las multitudes no sólo se hará más pronunciado con cada día que pasa. La profecía bíblica nos dice que el Anticristo será el engañador; pero también nos advierte  “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Jn. 7).  Y luego identifica a los engañadores cuando dice: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1 Jn. 2:22).

El Señor Jesús ofreció otra perspectiva que aplica aún más directamente a esta crisis de salud actual.  En declaraciones a sus discípulos les dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

Para los cristianos de todo el mundo, ese versículo ha ofrecido seguridad a pesar de las persecuciones y amenazas mortales durante los últimos dos mil años. Incluso estas palabras son un consuelo ante este virus microscópico pero mortal.

La verdad y la vida

Tal parece como si los dolores de parto estuvieran acelerándose en tiempo e intensidad, y que ya nos encontráramos en la etapa preliminar de los últimos días, pero también existe la posibilidad de que este brote viral de Coronavirus se atenúe y que finalmente hasta desaparezca, después de dejar tras de sí un número incontable de víctimas  y que el mundo vuelva a la “normalidad”.

Que los mercados mundiales se recuperen y los viajes se reanuden.  Que las personas sigan con sus vidas y hasta comenten que la paranoia excedió el riesgo real de la enfermedad y muerte.  Quizá incluso pasen silbando ante las puertas del cementerio, y hasta olviden este breve momento de introspección, pero hay una realidad absoluta, una que nunca va a cambiar y es que en el fin todos moriremos.  Por lo tanto proclamemos la verdad de la Palabra de Dios.  El Salmo 2 nos ofrece sabiduría profética, dice: “Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra.  Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.  Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira.  Bienaventurados todos los que en él confían” (Salmo 2:10–12).

Esa misma advertencia se aplica a toda la humanidad, ya que no hay una persona que esté demasiado lejos para que el largo brazo de Dios no pueda alcanzarla.  Él envió a su Hijo, al Señor Jesucristo quien declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn.  14:6b).  Y Juan el Bautista testificó: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3.36).

Satanás se valdrá de todos los medios a su disposición para mantener enredada a la humanidad en su red de mentiras. Su objetivo es desacreditar a Dios y arrastrar a tantos como le sea posible a la condenación eterna.  Llevarse a hombres y mujeres junto con él, al infierno.  Pero, el Señor Jesucristo está allí, delante de nosotros, ofreciéndonos rescate de las mentiras, y salvación de la condenación.

En el fin: “La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, sólo se cumple en una Persona: nuestro único Dios y Salvador Jesucristo.  “Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él” (1 Co. 8:6).

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Tim. 2:5–6).

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