Christmas Evans
- Publicado en Anécdotas
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2)
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2)
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1–2)
“El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Prov. 9:10)
“Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado”
(Salmo 119:114)
Dios formalmente reconoció en Éxodo 3:7, a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, como su pueblo. “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias” (Éxodo 3:7).
“Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo” (Ezequiel 37:10). Este versículo nos informa que Israel, luego de surgir de un destino aparentemente sin esperanzas, integrará “un ejército grande en extremo”. Se convertirán de víctimas en victoriosos, de destruidos a destructores, y de perseguidos a cazadores. Hoy somos testigos de que las puertas de la Tierra Santa, las cuales hace unos dos mil años les dieron una despedida hostil, ahora se han vuelto a abrir. Uno por uno, los judíos están regresando a Israel. Con el holocausto detrás y sus enemigos antiguos al frente, ellos han llegado con un ojo sobre el arado y el otro en el fusil.
Ahora vamos a tratar de responder cuatro de las preguntas más lógicas, con respecto al retorno actual del pueblo judío al territorio de Israel. Encontramos esas respuestas en el Antiguo Testamento, en el libro de Ezequiel. El profeta Ezequiel redactó su libro profético en tal forma que estimula la curiosidad de los lectores, hasta el punto que se sienten obligados a hacerse a sí mismos cuatro preguntas básicas.
“Nosotros somos insensatos por amor de Cristo...” (1 Cor. 4:10a).