El cristiano
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El misionero metodista en India, obispo Thoburn estaba caminando por una calle cuando la gran pluma de un águila descendió lentamente hasta el suelo. Él levantó la mirada al cielo buscando al águila a la cual se le había desprendido, pero no vio ninguna. Dándole vueltas y vueltas en sus manos, recordó que con estas plumas se habían escrito documentos históricos.
Un amor que no puede ser comprendido.
Una vida que nunca se acaba.
Una justicia que no se empaña.
Una gloria que nunca puede nublarse.
Una luz que no puede oscurecerse.
Una felicidad que no puede interrumpirse.
Una fortaleza que nunca puede debilitarse.
Una belleza que nunca puede echarse a perder.
Una sabiduría que nunca puede frustrarse.
Recursos que nunca se agotan.
Un hombre cristiano que iba camino a la iglesia vio a cuatro niños holgazaneando en una esquina. Él los invitó para que lo acompañaran y organizó una clase con estos niños como núcleo.
El siguiente artículo apareció publicado en el Nashville Banner el 19 de junio de 1956. Decía:
“Porter, Oklahoma (Prensa Asociada) - La señora Ella Craig de 81 años de edad, nunca ha dejado de asistir a la escuela dominical durante 1.040 domingos - un récord perfecto durante 20 años’.
Muy pocos saben las contribuciones que Justinian Ernst Baron von Welz le hizo a las misiones mundiales. Era hijo de un noble austriaco, nació en 1621 en una familia luterana en un país dominado por los católicos. Renunció a sus títulos, a sus posesiones y rentas públicas y se fue a Guyana Británica como misionero, en donde terminó por descansar en una solitaria tumba. Al renunciar a sus títulos dijo: “¿Qué significa para mí un título nobiliario, cuando soy un creyente que ha experimentado el nuevo nacimiento? ¿Qué significa para mí el título Lord, cuando mi único deseo es ser siervo de Cristo? ¿Qué me importa que me llamen ‘Su Gracia’ cuando tengo necesidad de la gracia de Dios? Todo esto es vanidad, por eso me despojaré de todo y yaceré a los pies de mi amado Señor Jesús”.
A. Naismith
La compañía Standard Oil estaba haciendo preparaciones para establecerse en Indonesia. Los ejecutivos de la compañía estaban buscando un gerente para que se hiciera cargo de las operaciones allí. Les informaron que el hombre mejor calificado para el puesto era un misionero. La compañía se puso en contacto con el misionero para ver si estaba disponible para la posición. Su oferta fue generosa [teniendo en cuenta que esto ocurrió hace más de 50 años], $30.000 dólares anuales. El misionero declinó la oferta. Esos que solicitaban su servicio elevaron la suma de dinero, pero él todavía siguió rehusando. Finalmente le dijeron: “Sólo déjenos saber cuánto quiere ganar. Le pagaremos lo que sea si considera que el salario no es suficiente”.
“¡Oh!” - replicó él - “el salario es suficiente, lo que no es suficiente es el trabajo”.
Al Bryant