Boletin dominical - 02/05/10
- Publicado en Boletin Dominical
Cuando un pecador recibe a Cristo como su Salvador, luego es bautizado y se une a una iglesia local, sería lamentable si esta persona nueva en la fe, no recibe toda la orientación que necesita.
Si hacemos una breve encuesta estadística sobre el pasado, advertimos que los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, durante el siglo XX, y ya en este siglo XXI, han desenvainado un formidable arsenal de armas secretas en forma muy superior a cualquier otra nación contemporánea en el mundo.
Si usted menciona a Persia en el contexto de la profecía bíblica, probablemente la primera referencia que le llegue a su mente, sea la invasión a Israel en los últimos días, por una fuerza armada gigantesca comandada por “...Gog en tierra de Magog...” (Ez. 38:2b).
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Sal. 119:9).
Los creyentes a través de cada generación han experimentado diversos problemas en sus intentos por vivir para Cristo. Aunque las circunstancias y situaciones hayan variado en gran manera con el paso de los milenios, Dios ha provisto su remedio el cual es tanto eterno como suficiente. Este remedio es “Guardar su Palabra”.
La Escritura amonesta a los cristianos para que sean virtuosos. El apóstol Pedro escribe: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 P. 1:5-7). Por su parte, Pablo cita una lista similar de virtudes en Gálatas 5 y se refiere a ellas como “el fruto del Espíritu”: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá. 5:22, 23).