Félix Manz
- Fecha de publicación: Viernes, 28 Febrero 2020, 04:47 horas
- Visitado 3552 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
“Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados” (Heb. 11:37)
Félix Manz nació y murió en Zürich, donde su padre era un sacerdote de la iglesia Grossmünster. Aunque los registros de su educación son escasos, hay evidencia de que tuvo una educación liberal, con un conocimiento profundo del hebreo, griego y latín. Sus creencias básicas eran las mismas de la Reforma, aunque como era un anabaptista, creía que sólo debían bautizarse a los creyentes y que era necesario volver a bautizar a los que habían recibido ese sacramento cuando niños. Por esa razón eran llamados anabautistas o rebautizadores. Creía asimismo en la autoridad de la iglesia local, la separación de la Iglesia y el estado, así como en cierto grado de pacifismo y el aislamiento de las cuestiones políticas. Su estilo de reforma era mucho más profundo que el adoptado por los otros evangélicos del siglo XVI. Fue cofundador de la Hermandad Suiza y también el primer mártir de la Reforma Radical.
Cuando Conrad Grebel, otro seguidor de Zwinglio se unió al grupo en 1521, él y Manz se hicieron amigos. A partir de octubre de 1523 entró en contradicciones con Zwinglio y figuraba entre los jóvenes que querían acelerar el ritmo de la Reforma. Cuestionaron la misa, la naturaleza de las conexiones de la iglesia y el estado, y el bautismo infantil. Después de la Segunda Disputa de Zúrich que tuvo lugar en 1523, quedaron insatisfechos, creyendo que los planes de reforma de Zwinglio habían sido comprometidos con el ayuntamiento.
Los disidentes empezaron a reunirse clandestinamente en su casa, desafiando la prohibición del concejo de la ciudad, y allí, el 21 de enero de 1525, se bautizaron unos a otros. Este grupo, conocido como los Hermanos Suizos, visitaba casa por casa explicando la necesidad del bautismo de creyentes, rechazando el bautismo de infantes y el uso de armas o participación en guerras entre los cristianos, llamando a vivir la fe. Junto con Georg Blaurock desplegó una intensa actividad entre los campesinos y artesanos en la región de Zúrich, Zollikon, Coira y Appenzell.
Fue arrestado en octubre de 1525 y encarcelado en el Castillo de Grüningen, donde ya estaban presos Blaurock y Conrad Grebel, detenidos días antes. Fueron condenados inicialmente a prisión indefinida a pan y agua y, tras ser condenados a cadena perpetua, se fugaron en marzo de 1526.
Manz y Blaurock volvieron a Grüningen en mayo siguiente. E l 12 de octubre de 1526, Manz fue detenido en Sankt Gallen y dejado en libertad en seguida, pero en diciembre él y Blaurock fueron nuevamente arrestados en los bosques de Grüningen.
El 5 de enero de 1527 fue sentenciado a muerte y ejecutado por ahogamiento, por haberse involucrado con el anabaptismo, y porque confesó haber dicho que deseaba reunir a todos aquellos que querían seguir y aceptar a Cristo y unirse a ellos por el bautismo. Tal doctrina había sido considerada dañina a la costumbre de todo el cristianismo ya que según sus defensores conducía a la ofensa, insurrección y sedición contra el gobierno.
El 7 de marzo de 1526, el consejo de Zürich aprobó un edicto que hizo que el rebautismo de adultos se castigara con ahogamiento. El 5 de enero de 1527, Manz se convirtió en la primera víctima del edicto y el primer anabautista suizo en ser martirizado en manos de protestantes. A las tres de la tarde cuando lo subieron en un bote alabó a Dios y predicó a la gente. Un ministro reformado lo acompañaba y trataba de silenciarlo, esperando darle la oportunidad de retractarse. Mientras tanto su madre y hermano lo alentaban a mantenerse firme y sufrir por el amor de Jesús. Mientras iba en el bote por el río Limmat, tenía las manos atadas, colocadas detrás de las rodillas y con un poste colocado en medio de ellas. Antes de ahogarse sus últimas palabras fueron: “En tus manos, oh Dios, encomiendo mi espíritu”. Su propiedad fue confiscada por el gobierno de Zúrich, y fue enterrado en el cementerio de San Jakobs.
Señor, permite que pongamos en práctica Tus palabras, y que nunca actuemos agresivamente sino que amemos y oremos por esos que no comparten nuestras creencias.