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David y Goliat como semblanzas proféticas (II)

Por David podemos ver el contraste entre el sacerdocio Levítico y el sacerdocio Mesiánico cuando leemos en la Epístola a los Hebreos: “Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (He. 7:24-27).

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David y Goliat como semblanzas proféticas

Saúl, el primer rey de Israel aceptó el trono con renuencia.  Se excusó con el profeta Samuel argumentando que era un miembro de la familia más pequeña y de la tribu menos importante, la de Benjamín: “Saúl respondió y dijo: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel?  Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín?  ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?” (1 S. 9:21).

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¿Salvo Ganador o Salvo Perdedor?

Supongamos que usted es un cristiano, y supongamos que ha llegado el arrebatamiento, es decir, que el Señor recoge a sus hijos y usted está entre los salvos. ¿Qué espera ni bien llegue a la presencia del Salvador? ¿Hay alguien en particular a quien desearía ver inmediatamente después del mismo Señor? Algunas cosas podemos imaginar, porque ya sabemos con qué nos encontraremos allí: será el Tribunal de Cristo. Estaremos allí todos los redimidos. Algunos rodeados de miles de creyentes felices y agradecidos porque de él o ella, oyeron el evangelio y fueron salvos. ¡Habrá alegría, abrazos y hasta llanto de gozo! Tal vez usted será uno de aquellos que se verá rodeado de tanta gente preguntándose: «¿Por qué tanto me agradecen estos hijos de Dios? ¿Qué hice yo por ellos?» Teniendo al Señor al alcance, le dirá usted: «Señor, ¿puedes decirme por qué estos centenares de hombres y mujeres me admiran tanto, me agradecen y se confunden en un ambiente tan festivo?» El Señor bien podría contestar: «Hijo/a, ellos me conocieron por tu ministerio. Yo fui quien hizo todo, pero cuando te llamé para que me sirvieras, tú no declinaste mi invitación, sino que con ánimo pronto y con verdadero gozo aceptaste mi invitación. No buscaste comodidades, no fuiste pastor ni nada de eso, no tuviste grandes títulos, nadie te admiraba por lo que hacías, derivándome siempre toda la gloria. Tenemos la eternidad por delante y tú podrás entrevistar a estos centenares que te recibieron con tanto gozo para que cada uno te explique cuánto bien hiciste con darles el evangelio. Probablemente no recuerdes a algunos de ellos, pero yo te recompensaré por todo tu esfuerzo».

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Tiempo, Espacio y la Transfiguración (II)

Cuando Jesús vino al mundo lo hizo como el Verbo.  La enseñanza judía declara que Dios creó el universo y todo lo que hay en él al pronunciar la Palabra o Verbo de la Creación, deletreada con las 22 letras del alfabeto hebreo.  Estas letras se consideran como la materia prima.  Esto fue lo que escribió el apóstol Juan acerca de Jesús en Juan 1:1-11: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.

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Tiempo, Espacio y la Transfiguración

Tuvo que ser un momento único cuando el tiempo se unió con la eternidad.  El pasado, presente y futuro se fusionaron en un evento único.  Fue como si el Señor hubiera colocado su sello sobre el plan general que los humanos ven como historia bíblica.

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¿Qué tienen en común Balaam y los “amigos” de Job?

Si no conoce a Balaam ni sabe lo de los "amigos" de Job, lo explicaremos en pocas palabras.  La historia de Balaam la podrá leer en los capítulos 22 al 24 de Números. Balaam fue invitado para maldecir a Israel y a cambio recibiría una remuneración muy tentadora, de parte de Balac, rey de Moab.

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Cristo ofrece una independencia

Casi en todos nuestros países solemos celebrar nuestra INDEPENDENCIA.  La idea es que antes éramos dependientes, pero ahora somos independientes.  En algunos países de nuestro continente, el pueblo se independizó de España, en otros, de los ingleses, de los franceses e incluso, en algunos casos, los historiadores nos dicen que nos hemos independizado de más de una potencia extranjera.

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Promesas Divinas para el hombre

¿Cuántas promesas hay en la Biblia para aquellos que confiamos en el Señor?

De acuerdo con Herbert Lockyer, en su libro “Todas las promesas de la Biblia”, tenemos 31.173 promesas para los creyentes individualmente, la Iglesia e Israel, respectivamente.

En el Antiguo Testamento hay 23.214 promesas y en el Nuevo Testamento hay 7.959. En total son 31.173 promesas.

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Las epístolas de Pablo a los tesalonicenses (III)

Pablo asoció la aparición del “hombre de pecado” con la “apostasía”.  Muchos expositores han notado que la palabra griega de la cual se traduce «apostasía» es «apostasía».  La cual, si se usa como verbo, su significado es consistente con el término «ir de un lugar a otro o cambiar de sitio».

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Las epístolas de Pablo a los tesalonicenses (II)

La apostasía

De manera sorprendente todo lo que Pablo escribió en su primera epístola a los Tesalonicenses, sobre el tiempo de la venida del Señor Jesucristo, no fue suficiente para persuadir a muchos de ellos, quienes estaban convencidos de que la ira de Dios ya había comenzado.

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