“Y les  dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”
  (Mr. 16:15).
Numéricamente  somos insignificantes frente al liberalismo ecuménico, la apostasía teológica y  la tergiversación de las Sagradas Escrituras, la Biblia.  Tanto es así que, para evitar que todavía se  siga predicando el evangelio en su pureza, se está “bombardeando” la Biblia que  usamos (Reina-Valera 1960).  No solamente “está cargada de errores” según ellos, sino que en la mayoría de  nuestros países hispanos ya no se la puede encontrar, porque se suspendió su  impresión.  Hoy ya no es necesario quemar  las Biblias y a cuantos la imprimen y la distribuyen.  Los burladores hallaron un medio mucho más  atractivo.  Con el pretexto de “muchos  errores” decidieron imprimir una Biblia “sin errores”, donde no  figure el sacrificio por derramamiento de sangre; donde el nombre de Dios se  adapte, tanto a masculino como a femenino; donde la unidad cristiana es el  ecumenismo diabólico, insistiendo en la necesidad de “volver a la santa  iglesia madre” (Vaticano) y donde las revelaciones siguen su curso, al  punto que los festivales y encuentros paganos son ahora rotulados como grandes  avivamientos espirituales, tanto es así que sus promotores, burlándose de las  Escrituras, dicen que el avivamiento promovido por la apostasía ya ha superado  al que viviera la Iglesia apostólica.  Es  difícil saber si todos estos que promueven tantos errores realmente están  convencidos y el Señor les cegó el entendimiento o si ellos lo hacen  conscientemente tratando de destruir a la Iglesia de Cristo.  El apóstol Pablo inspirado por el Espíritu  Santo nos advierte, diciendo: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden  está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de  los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria  de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:3, 4).