¿Qué está Pasando en este Mundo, con el Pueblo Judío?
- Fecha de publicación: Lunes, 26 Abril 2021, 17:20 horas
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Desde que comenzara Radio América hace ya 30 años, hemos estado proclamando la segunda venida del Señor Jesucristo, basándonos en el cumplimiento de las señales específicas que nos diera Él mismo, las cuales clasificamos en seis categorías: la naturaleza, la sociedad, espirituales, la política mundial, la tecnología e Israel. Al inicio del 2020, comenzamos a ver un aumento dramático en los desastres naturales: desde la pandemia de covid19, tormentas, inundaciones, incendios devastadores, hasta avispas asesinas.
Los engranajes de nuestra sociedad parecen avanzar inexorablemente este año, hacia la división en el territorio de Estados Unidos, en los disturbios que plagan el mundo entero y destruyen las comunidades y sus ciudades, en la angustia de las gentes, por lo tanto, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Qué está haciendo Dios en este momento, y por qué?
En cumplimiento con la alusión del Señor Jesucristo a los “dolores de parto”, y a que todas las señales están aumentando en frecuencia e intensidad, cualquier cristiano honesto, que tenga ojos para ver, y oídos para oír, tiene que dar testimonio de que vivimos en la época del retorno de Señor. Sin embargo, en este mensaje vamos a centrarnos en la última categoría de señales: las de Israel, asimismo a responder a esta pregunta: “¿Qué está haciendo Dios ahora mismo entre el pueblo judío?”.
Los israelitas remontan su linaje hasta Abraham, el padre de Isaac y abuelo de Jacob. Está registrado en el capítulo 12 de Génesis, que el Señor le llamó para que dejara su país natal y fuera a una tierra que le mostraría. “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:1–3).
Pero incluso antes de Abraham, el Señor consideró a Noé como justo e irreprensible en su generación, tal como afirma la Escritura: “... Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Gn. 6:9b). Este patriarca pasó una bendición a su hijo Sem, el antepasado de Abram, es por esta razón que hasta el día de hoy, los judíos son considerados semitas y la hostilidad hacia ellos se denomina antisemitismo.
Pero... ¿Por qué Dios eligió a Abraham? ¿Qué rasgo de carácter superlativo vio en él? Aunque la Biblia no responde esa pregunta directamente, sí registra que creyó a Dios y lo obedeció. Al principio de su relación interactiva con Abram, el Señor enfatizó su promesa al decirle que multiplicaría sus descendientes: “Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes” (Gn. 17:5).
Igualmente estableció un Pacto de Territorio prometiéndole a él y a su descendencia elegida, una porción de tierra, en lo que ahora llamamos el Medio Oriente, a pesar de que su posesión no se haría realidad sino al cabo de muchos cientos de años.
Dios también Le otorgó una clara promesa mesiánica, en respuesta a su pregunta sobre el momento en que enviaría al hijo prometido, ya que Le respondió: “¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo” (Gn. 18:14). No sólo confirmó su relación de pacto con Isaac, el hijo de Abraham, sino con Jacob, hijo de Isaac. “Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gn. 32:28). Este cambio de nombre de Jacob por Israel, proporcionó el homónimo que marcaría para siempre al pueblo judío.
Este linaje bendito continuó a través de los hijos de Israel, los cuales en cumplimiento al calendario trazado por Dios, languidecieron en cautiverio en Egipto por 400 años. Luego, Los liberó bajo el liderazgo de Moisés y les dio instrucciones claras para apartarse del mundo pagano a fin de permanecer en estrecha relación con Él.
Durante muchos años, el Shekinah, la propia Gloria de Dios, Su misma presencia, habitó en medio de los judíos. Primero en el Tabernáculo y luego en el Templo. En ese sentido, la promesa profética de Zacarías 8:23 fue en ese tiempo una realidad para los judíos: las personas en ese entonces, bien pudieron haberle dicho a los judíos: “Vamos con el pueblo de Israel, porque sabemos que Dios está con ustedes”. ¡Y de hecho, así era!
Pero Moisés les advirtió sobre las consecuencias de su desobediencia. En Deuteronomio 28:15-68, expuso el rechazo, el aislamiento y la dispersión de que serían objeto, si no honraban a Dios ni obedecían sus mandamientos.
Con el paso de los años los judíos se volvieron negligentes con respecto a su relación con el Señor. Como daban por sentado que habían sido elegidos, consideraban que eran inmunes a sus juicios y que estaban a salvo de Su ira. Ignoraron a los profetas que les advertían que dejaran a un lado sus caminos idólatras. Hoy casi todos los creyentes conocemos el resto de la historia: Israel - el reino del norte, fue abrumado y arrasado.
Más tarde, los babilonios conquistaron Judá y destruyeron Jerusalén, incluido el Templo. Setenta años después de eso, Dios motivó a Ciro rey de Persia, para que permitiera que regresaran a su tierra para reconstruir la ciudad y el templo. Finalmente volvieron a predominar en el territorio una vez más, aunque nunca con el mismo poder e influencia como cuando reinaron David y Salomón.
Con el paso del tiempo, los judíos una vez más se volvieron orgullosos de su condición de pueblo escogido. Por eso cuando el Señor Jesucristo estuvo entre ellos les dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt. 15:8–9). “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lc. 19:41–44).
Dos mil años antes, Dios le había dicho a Moisés que Israel ciertamente se alejaría de Él. Antes de que transcurriesen 40 años después de haber rechazado a Jesús como Su Mesías, Dios permitió el castigo que profetizara Moisés en los capítulos 28 y 29 de Deuteronomio: la dispersión y persecución de todos los judíos y la desolación de la tierra. En el siglo XX, la esperanza de este pueblo prácticamente se apagó.
Pero la infidelidad de Israel no canceló las promesas de Dios dadas a Moisés, porque también les había dicho: “Nunca les dejaré ni los desampararé”. Él reiteró Su fidelidad a través de muchas otras profecías. De hecho, nos emociona profundamente reflexionar sobre todo lo ocurrido. ¿Por qué? ¡Porque muchas cosas se han cumplido ante los ojos de millones de nosotros! Sí quieren comprobar que Dios cumple sus promesas, simplemente observen todo lo que ha hecho y continúa haciendo con el pueblo judío.
Dijo que los esparciría por todo el mundo, pero que los preservaría como un pueblo aparte - especial. ¡Y así lo hizo! Incluso cuando sufrieron generaciones de persecución en la Diáspora, cuando fueron oprimidos y asesinados en pogromos, y millones más fueron masacrados en medio del horror del Holocausto. A pesar de todo, mantuvieron una identidad común como judíos. ¿Puede mencionar usted a otro pueblo antiguo que hubiese estado disperso y oprimido por siglos y que exista todavía en el mundo hoy?
En 1948 habían cerca de 600.000 judíos viviendo en Israel y se estima que una décima parte de ellos fueron asesinados durante el Holocausto. Aunque su población actual asciende a 9.237.000, sólo unos 6.800.000 son judíos, y constituyen aproximadamente la mitad, de su cifra total en el mundo. Dios dijo que los llevaría de regreso a su tierra, que le diría “... al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (Is. 43:6), y así ha sido.
El 68% de estos judíos son “sabras” - es decir que nacieron en Israel antes de 1948 y son descendientes de estos. El resto son: “olim” los que suman un 22% y llegaron procedentes de Europa y América, y el 10% restante de Asia y África, incluyendo los países árabes.
Jehová Dios prometió que restablecería a Israel como una sola nación - en Eretz Israel, su propia Tierra Prometida. Y lo hizo así, el 14 de mayo de 1948. Ese evento único tiene más significado profético de lo que la mayoría de los cristianos creen, porque a partir de ese momento, fue como si Dios hubiese puesto en funcionamiento su reloj profético que marca el tiempo del Rapto y de la gloriosa segunda venida de Jesucristo.
El Señor también dijo que el territorio quedaría desolado y estéril, pero que reverdecería tan pronto como los judíos regresasen a su hogar. La desolación de la tierra de Israel es un hecho perfectamente documentado. Cuando el escritor, Samuel Clemens, mejor conocido por su seudónimo de Mark Twain viajó a Tierra Santa a fines del siglo XIX, lo describió como un terreno baldío, con poca población y poca vegetación. Hoy, esta tierra está pletórica de vida y produce una extensa diversidad de frutos y cultivos de toda clase en forma por demás abundante.
El Señor dijo que había otra razón para restaurar a los judíos a su territorio, les prometió que reviviría su antiguo idioma. E hizo precisamente eso, cuando levantó a Eliezer Ben Yehuda para inspirarlos tan pronto regresaron y adoptaron el hebreo como el idioma oficial de Israel.
Dios asimismo declaró, que cuando los judíos se reunieran y tomaran el control de Jerusalén, la atención del mundo entero se centraría en Israel, y específicamente en Jerusalén. Bueno, en los primeros diez años después de que se estableció el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el año 2006, Israel fue condenado 62 veces. Siria, Corea del Norte e Irán juntos fueron condenados menos de la mitad de las veces, pero a lo largo de la historia, no habido otro presidente en Estados Unidos que haya sido más hostil contra Israel que el señor Barack Obama, quien los acusó ante la ONU cientos de veces.
Independientemente, de que hay otras corrientes peligrosas evidentes en la escena política estadounidense actual. Las voces en ascenso de la izquierda en contra de Israel, incluyen a radicales como Alexandria Ocasio Cortez, de Nueva York, conocida por sus iniciales AOC. Una activista y política de ascendencia puertorriqueña, miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Ilhan Omar de Mogadiscio, Somalia, una política estadounidense de Minnesota, diputada del Congreso. Fue elegida en noviembre de 2016 convirtiéndose en la primera persona de origen somalí y la primera mujer de confesión musulmana que logra un escaño en la Cámara. Rashida H. Tlaib, de Detroit, una abogada y congresista estadounidense de origen palestino. Es una ex-parlamentaria demócrata en la Cámara de Representantes de Michigan. Tlaib se convirtió en la primera mujer musulmana estadounidense en la Cámara y en la segunda mujer musulmana en ser elegida para la cámara. Finalmente está Linda Sarsour, una activista política de origen palestino que trabajó como directora ejecutiva de la Asociación Árabe-Estadounidense de Nueva York. Ha obtenido reconocimiento en el ámbito nacional por su defensa de los musulmanes americanos y como co-organizadora de la Marcha de las Mujeres de 2017. Esta señora se convirtió en la principal opositora en contra del expresidente Donald Trump.
Son personas como ellas, las que han saturado a los jóvenes universitarios en Estados Unidos con mentalidades anti-israelíes, porque todas están abiertamente opuestas contra Israel, al igual que una inmensa mayoría en el partido demócrata.
Pero examinemos ahora, algunas de las bendiciones que Israel le ha dado al mundo entero: Primero, los judíos dieron el monoteísmo, porque a pesar de que Abram provenía de una familia de adoradores de ídolos, como dice la Escritura: “Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños” (Jos. 24:2). Sin embargo el Señor mismo llamó a Abram para que lo siguiera a la tierra prometida.
La segunda forma cómo Dios ha bendecido al mundo a través de los judíos, es que fue a ellos a quienes les confió Su Palabra. Una y otra vez, sus profetas declararon: “Así ha dicho Jehová”. Todo lo que dijo, primero fue grabado en tablas de piedra que Él mismo le entregó a Moisés, y luego fueron copiadas en rollos de pergamino. Los escribas tuvieron mucho cuidado al registrar y preservar la Palabra de Dios. Y aunque los judíos no siempre La obedecieron, por lo general mostraron reverencia por Ella, como en el momento cuando el pueblo se puso de pie cuando Esdras abrió el libro.
La tercera forma cómo Dios bendijo al mundo a través de los judíos, fue en Su relación de gracia con ellos como pueblo elegido. Cualquier persona inteligente que examine todo esto con honestidad, no podrá negar que los judíos son un testimonio vivo de bendición y disciplina, tal como lo declara el Pacto Divino con ellos.
No obstante, la bendición más importante y maravillosa que hayamos recibido de ellos es el Mesías, nuestro Señor Jesucristo, quien fuera profetizado a lo largo del Antiguo Testamento. Jesús, el Rey Prometido, el Salvador que vino a liberar a su pueblo de la esclavitud, fue prefigurado por José, Moisés y David. Fue profetizado por Isaías y todos los demás profetas. En Él se cumplieron las esperanzas del pueblo judío y los temores de los que se oponían al plan eterno de Dios.
El Señor Jesucristo vino hace dos mil años como un judío. Nació de una madre judía y se sometió a un padre judío. Aprendió las Escrituras de ellos, y adoró en su templo. Doce judíos fueron sus discípulos y cuando lo crucificaron pusieron sobre la cruz un letrero que decía: “Rey de los Judíos”.
El punto de todas estas bendiciones derramadas sobre el pueblo judío, es que también estaban destinadas a fluir a través de ellos al resto del mundo. El conocimiento del único Dios verdadero, una revelación ofrecida a través de Su Palabra viva, una relación de pacto como ramas fructíferas ancladas en Él, y el Mesías que encarnó al Dios verdadero, la Palabra viviente y la Vid que da vida.
Esto implica que los judíos son un conducto, no un depósito de bendiciones. Sin embargo, a pesar de ellos mismos, en muchas ocasiones esas bendiciones han llegado al resto del mundo. Los seguidores gentiles del Señor Jesucristo, conocen al Dios vivo y verdadero, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, quien se reveló por primera vez a los patriarcas del pueblo judío.
Tenemos la Palabra de Dios escrita, porque los judíos ungidos por el Espíritu Santo, consignaron las revelaciones que Él les dio, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Cuando Pablo preguntó retóricamente: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios” (Ro. 3:1–2).
Afortunadamente, el Espíritu Santo de Dios se aseguró que esos oráculos, Su Palabra ungida, fueran incorporados al canon de las Escrituras que llamamos la Biblia. El pueblo judío proporcionó un testimonio vivo, de lo que es una relación de pacto. Cuando fueron fieles y obedientes a Dios, Él derramó bendiciones sobre ellos, pero cuando se extraviaron y Lo desobedecieron, los reprendió y disciplinó. Sin una palabra, los judíos dan testimonio de la fidelidad de Dios y del poder de sus promesas.
Finalmente, fue a través del pueblo judío que vino el Mesías. Jesús es llamado el Hijo de David por una razón, porque ese título demuestra Su linaje real judío y prueba que Dios fue fiel a Su promesa dada al antiguo rey, y sobre lo cual dice la Escritura: “... Les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hch. 13:22b).
Ahora que las antiguas promesas proféticas se están cumpliendo ante nuestros ojos, ¿qué está haciendo Dios específicamente entre el pueblo judío? En primer lugar, todavía está honrando su antiguo pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Está cumpliendo Su palabra. Dios ha derramado bendiciones sobre los judíos, dándoles habilidades notorias, en medicina, ciencia, tecnología, música y arte. Prácticamente en todas las ramas del saber, lo que a su vez ha bendecido a las mismas naciones donde estaban esparcidos.
Tan inflexible fue Dios en su compromiso con los judíos que inspiró a Isaías a escribir: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Is. 49:15–16).
También dijo por medio de Jeremías: “Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente” (Jer. 31:35–36).
Eso implica que ni siquiera la infidelidad de Israel puede anular las promesas de Dios. Implica que todas las profecías antiguas con respecto a Israel se cumplirán a la Segunda Venida del Señor Jesucristo, a pesar de la incredulidad e infidelidad de los judíos.
La mayoría de los israelíes de hoy, están unidos por su herencia, no por su fe. A pesar de que prevalece una fracción influyente de ortodoxos, Israel sigue siendo una nación mayoritariamente laica. El 54% de los judíos israelíes se ven a sí mismos como no religiosos. E incluso en los Estados Unidos, casi el 30% de los israelíes ni siquiera creen en Dios. Pero las promesas del Señor del tiempo del fin no se basaron en la fidelidad de ellos.
Ezequiel profetizó la reunificación de Israel durante el siglo pasado. “Así ha dicho Jehová el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas. Y la tierra asolada será labrada, en lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas. Y las naciones que queden en vuestros alrededores sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y planté lo que estaba desolado; yo Jehová he hablado, y lo haré” (Ez. 36:33-36).
Pero así como Dios ha reunido a los judíos y ha derramado bendiciones sobre ellos una vez más, de la misma manera está permitiendo que la persecución continua los siga probando y refinando. El antisemitismo ha sido una aflicción para el pueblo judío a lo largo de los 20 siglos de la Edad de la Iglesia. El hostigamiento y los pogromos han sido cosa habitual en la mayoría de los países del mundo. Ellos tuvieron un breve respiro después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial cuando el mundo se horrorizó ante la solución final de Hitler que condujo al Holocausto y mató a seis millones de judíos. Setenta y seis años después, hay personas educadas que niegan el Holocausto.
Pero el espectro del antisemitismo rabioso está levantando su cabeza en Europa y Estados Unidos, bajo el disfraz de movimientos como BDS: Boicot, desinversión y sanciones. Las Escrituras son muy claras en cuanto a que la persecución de los judíos no disminuirá hasta que reine el propio Señor Jesucristo desde el monte de Sion, de hecho, sólo aumentará conforme nos acerquemos al fin. El creciente acoso eventualmente llevará a los judíos en Estados Unidos y en todo el mundo al enclave de Israel.
El señor Barack Obama, será recordado en la historia como el presidente que más hostigó al pueblo de Israel y a los cristianos en Estados Unidos, lo acusó cientos de veces ante la ONU, por supuestas violaciones. Los agredió verbalmente en todas las formas e hizo todo lo humanamente posible para anularlos, pero la gracia de Dios sobre esta nación los preservó y lo seguirá haciendo hasta el día de la Segunda Venida de Cristo.
A diferencia, el señor Donald Trump, será siempre recordado como el presidente más amigo de Israel, y del pueblo cristiano. Reconoció a Jerusalén como la capital de Israel, trasladó la embajada estadounidense allí, aportó fondos para la reconstrucción del tercer templo, he hizo todo lo humanamente posible por favorecerlos. De la misma manera con el pueblo cristiano, ya que abrogó varias leyes en su contra, las cuales ahora se han recrudecido bajo el nuevo presidente.
Ya para concluir confrontemos estos hechos. En la voluminosa lista de premios Nobel en Wikipedia, se afirma que “A partir de 2017, se han otorgado premios Nobel a 902 personas, de las cuales 203, lo que equivale al 22,5% eran judíos, aunque su población total suma menos del 0,2% de la cifra mundial. Esto significa que el porcentaje de premios Nobel otorgados a los judíos, es al menos 112,5 veces superior al promedio”.
Por su parte los musulmanes quienes suman más de 1.800 millones, y que son más del 20% de la población mundial, han recibido en este mismo período 12 premios Nobel, un poco más que los que recibieron en el siglo XX, cuando les otorgaron 9 premios Nobel por la paz, y tres por ciencias. Mientras que entre las mujeres, el porcentaje de judías laureadas en estos campos, tanto en el mundo como en Estados Unidos es de 38% y 50% respectivamente.
Nunca dejemos de orar por Israel, y siempre tengamos presentes estas Palabras del Creador: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3).