La edad de los milagros
- Fecha de publicación: Miércoles, 01 Octubre 2014, 22:54 horas
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Estamos viviendo en una edad de milagros, como ninguna otra que el mundo jamás haya conocido. En el siglo XX, el hombre descubrió el secreto del genoma, pudo crear vida en una probeta, asimismo - mediante la clonación - aprendió a duplicar lo que Dios ya había creado, desarrolló medicamentos y compuestos que pueden prolongar la vida, y tal parece que no hubiera nada que no pueda hacer.
Los científicos esperan un día poder controlar los elementos: hacer llover cuando hay sequía, anticipar desastres naturales como terremotos, e incluso hasta prevenirlos.
Es posible viajar fuera de nuestra atmósfera, en realidad ya el hombre viajó a la Luna y esperamos un día poder visitar los planetas distantes. Hasta cierto punto, la ciencia ha podido explicar en forma natural lo que en un tiempo se creyó que eran milagros, reduciéndolos a probabilidades, ecuaciones, tablas y gráficos. Pero la ciencia tiene sus límites, porque no podemos escapar de los confines del tiempo. Podemos examinar el pasado, pero sólo podemos conjeturar sobre lo que nos depara el futuro, ya que contiene demasiadas variables para poder hacer predicciones con exactitud.
Sólo la Biblia, la Palabra de Dios, anticipa el futuro con precisión y es la única fuente de información que registró cuál fue el cumplimiento profético más importante que tuvo lugar en el siglo XX. Cuando miro retrospectivamente a todo lo ocurrido en ese siglo, lo primero que viene a mi mente son las palabras de Habacuc, ya que las mismas constituyen una declaración hecha por Dios al profeta, cuando dijo: “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (Hab. 1:5).
El siglo XX estuvo colmado de momentos grandiosos, que nadie ni siquiera anticipó en el comienzo de los años 1900. Si miramos retrospectivamente a este siglo, ¿cuál consideraría usted como el evento más importante desde una perspectiva bíblica, particularmente desde el punto de vista de la profecía? ¿Serán acaso la primera y segunda guerras mundiales? ¿La gran depresión? ¿La llegada de la era espacial? ¿El colapso del comunismo? ¿La reunificación de Europa? ¿El resurgimiento del islam? ¿El avance sin precedentes de la ciencia, medicina y las comunicaciones? ¿El aumento increíble de toda clase de desastres naturales? ¿La degeneración de la sociedad?
Desde una perspectiva bíblica, la respuesta es: ninguno de estos eventos, porque el acontecimiento profético más importante que ocurrió en el siglo XX - mucho más importante que todas estas cosas juntas - fue el retorno desde todos los confines de la tierra del pueblo judío, a su tierra natal, Israel. Bueno, es posible que algunos piensen que estoy exagerando, por lo tanto, permítame demostrárselo.
Hay muchas profecías concernientes a la reunificación del pueblo judío en incredulidad. De hecho, es la que más se encuentra mencionada en el Antiguo Testamento. Como son demasiadas, sólo me limitaré a citar tres de las más importantes. La primera, la encontramos en el capítulo 16 de Jeremías y es algo prácticamente increíble. Lea con cuidado: “No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres” (Jer. 16:14, 15).
Esta misma profecía se repite textualmente en Jeremías 23:7, 8: “Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehová, en que no dirán más: Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra”.
Usted no podrá apreciar plenamente lo que dicen estos versículos, a menos que sepa algo respecto al judaísmo, porque el único evento que los judíos consideran como el más grande de todos los tiempos de su historia, es la liberación de sus ancestros del cautiverio en Egipto, bajo el liderazgo de Moisés.
Sin embargo, este pasaje de la Escritura asegura que llegará un tiempo cuando los judíos mirarán retrospectivamente a su historia y proclamarán que la reunificación de su pueblo desde los cuatro confines de la tierra, que comenzó en la década de 1890 y que continúa hasta este día - ha sido un milagro mucho más grandioso que la liberación desde Egipto. En otras palabras, ¡el retorno que comenzó en el siglo XX, eclipsará el Éxodo!
Esto significa que usted y yo, hemos tenido el privilegio de ser testigos del más grande de todos los milagros de la historia. Pese a todo, el cristiano promedio, ni siquiera tiene conocimiento de este evento, y si lo tiene, no aprecia lo que está ocurriendo, porque ignora las profecías de la Biblia, ya que le enseñaron que Dios concluyó su trato con los judíos, y por consiguiente, considera la reunificación actual del pueblo de Israel, como un simple accidente de la historia.
La segunda profecía que examinaremos, la encontramos en Isaías 11:10-12, y dice: “Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar. Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra”.
Algunos han tratado de desacreditar cualquier aplicación moderna de esta profecía, al afirmar, que la misma se cumplió unos quinientos años antes del tiempo del Señor Jesucristo, cuando los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia. Sin embargo, al momento de traducir este pasaje de la Escritura se hizo una omisión, porque el texto en La Versión Reina-Valera 1909, dice más claramente en el versículo 11a: “Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová tornará a poner otra vez su mano para poseer las reliquias de su pueblo...”
Es obvio que el pasaje se refiere a un «segundo retorno», porque dice bien claro que, “Jehová tornará a poner otra vez su mano”. “Otra vez” implica un segundo retorno, porque el de Babilonia fue el primero. Afirma que esta será una reunión “del remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar”. La frase “en las costas del mar”, es una expresión coloquial hebrea para referirse al mundo entero. Además el versículo 12, también afirma que el Señor “juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra”, mientras que el regreso de Babilonia fue sólo de los judíos de Judá.
La tercera, la encontramos en el capítulo 37 de Ezequiel. Se trata de la famosa profecía del «Valle de los huesos secos». El profeta fue colocado en un valle colmado de huesos secos, y se le dijo que les profetizara. Conforme lo hacía, los huesos comenzaron a reunirse, y la carne comenzó a cubrirlos, convirtiéndose en un gran ejército. Y dice así la profecía: “La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo” (Ez. 37:1-10).
En este punto, el Señor le explicó a Ezequiel qué era lo que estaba viendo: “Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel” (Ez. 37:11, 12).
Esta es una profecía simbólica. Los huesos secos representan al pueblo judío al final de su dispersión, sin esperanzas de volver jamás a existir como nación. La resurrección desde sus sepulturas, simboliza su reunificación desde todas las naciones del mundo a donde habían sido dispersados.
Podemos estar seguros de esta interpretación, porque es el mismo Dios quien provee su explicación: “Y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos” (Ez. 37:21, 22).
Una vez más, todos esos que argumentan, que Dios no tiene ningún propósito para el pueblo judío, tratan de invalidar estos versículos, pretendiendo que no se trata de una profecía para los últimos días, sino que la misma tuvo cumplimiento, cuando los judíos regresaron desde el cautiverio en Babilonia, pero esto simplemente no puede ser.
El contexto del capítulo completo se refiere al retorno de los judíos desde todas las naciones, y declara sin lugar a dudas: “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes”, no se trata sólo de un retorno desde Babilonia. Asimismo afirma que después de esta reunificación, “nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos”, es decir que esto resultará en la unión de Israel y Judá. Declarando además que siguiendo esta reunificación, “Ni se contaminarán ya más con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; y los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios” (Ez. 37:23).
El versículo 24 de este mismo capítulo, avanza hacia el Reino Milenial del Señor Jesucristo, conforme el rey David - en su cuerpo glorificado - una vez más, se convierte en rey del pueblo judío. Además, sigue diciendo: “Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra... Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre” (Ez. 37:24, 28).
La visión de Theodor Herzl
El cumplimiento de estas profecías se inició a finales del siglo XIX, gracias a los esfuerzos de un periodista y escritor austrohúngaro de origen judío llamado Theodor Herzl, quien nació en 1860 y murió en 1904. Era un intelectual que prestaba sus servicios como periodista de Viena, cuando tuvo lugar el infame proceso de Dreyfus en Francia.
Alfred Dreyfus, quien nació en 1859 y murió en 1935, era un joven oficial francés de origen judío, quien fue acusado falsamente de espionaje y traición en 1894. Esta acusación tuvo lugar en medio de una ola de antisemitismo que se generó por la publicación de un libro en 1886, titulado: Francia Judía.
Dice William I. Brustein, en la página 119 de su libro Raíces de odio: Anti-semitismo en Europa antes del Holocausto, publicado en el año 2003, en Cambridge, Inglaterra, por Cambridge University Press, que su autor Edouard Drumont, quien nació en 1844 y falleció en 1917, era un virulento anti-semita que atacó el papel de los judíos en Francia, y abogó para que fueran excluidos de la sociedad. El libro llegó a ser ampliamente popular y fue reimpreso unas 153 veces antes de finales de siglo.
Cuando Dreyfus fue acusado de traición, la prensa fue la primera en unirse al vagón de los críticos, y se dedicó de lleno a destacar este caso, como prueba del argumento de Drumont contra los judíos, todo lo cual desató el frenesí general del público.
Herzl fue enviado a París para que cubriera el reportaje del juicio para su periódico, pero apenas llegó, quedó impactado al escuchar a los parisinos gritar: «¡Muerte a los judíos!». Fue en ese momento, cuando de súbito tuvo como una revelación, al advertirse que los judíos nunca habían sido asimilados en la sociedad europea como suponía. Además, se dio cuenta que esto nunca sería posible, y que se aproximaba una persecución aún mayor.
Al reconocer esto, Herzl se vio motivado a escribir un folleto titulado: El Estado Judío, que fue publicado en 1896, en Leipzig y Viena. Su subtítulo era, Una propuesta de una solución moderna para el asunto judío. En él expresaba un llamado por el regreso de los judíos a su territorio natal y la creación de su propio Estado. Argumentaba que ésta sería la mejor cura contra el antisemitismo. Su frase más famosa en el libro fue: «Si lo desea, no será un sueño».
El folleto atrajo la atención de los judíos en todo el mundo, dando origen al Primer Congreso Sionista, el cual se celebró en Basilea, Suiza, en 1897. Durante esa conferencia, Herzl escribió en su periódico, que esperaba que el Estado judío existiera dentro de 50 años. Esa declaración resultó ser profética, cuando 50 años más tarde en 1947, Naciones Unidas votó en favor de crear un Estado para el pueblo judío.
Otro resultado del llamado de Herzl por un territorio natal para Israel fue la serie, de lo que los judíos llamaron aliyahs. Estos eran grupos de israelíes que decidieron recoger sus pertenencias en Europa y regresar a la tierra de Canaán, erróneamente la llamaron también Palestina, con vistas a promover el territorio y volver a establecer allí una fuerte presencia judía.
Otra respuesta - una muy significativa - fue la que tuvo lugar a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno británico emitió la Declaración Balfour, en la que se expresó la promesa de hacer de Canaán un hogar nacional para los judíos. Esta declaración decía textualmente:
Estimado Lord Rothschild:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.
“El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina (Canaán) de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina (Canaán) ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país”.
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo, Arthur James Balfour
La motivación para regresar
Sin embargo, no fueron muchos los judíos que regresaron a su patria. La perspectiva de ser un pionero en medio de un desierto no era lo suficientemente atractiva para motivarlos a que volvieran a casa, a pesar del creciente antisemitismo que estaban experimentando.
La Primera Guerra Mundial proveyó el territorio para la nación judía, pero se necesitaría la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto para incitar en ellos el deseo suficiente de regresar a su tierra.
El pueblo judío salió del Holocausto proclamando: «¡Nunca más! ¡Nunca más! ¡Vamos a tener nuestro propio territorio y nuestro propio Estado, y vamos a gobernarnos a nosotros mismos!».
Dice en la Biblioteca Judía Virtual, Demografía de Israel/Palestina desde 1533 hasta el presente, «Que para los años 1900 había sólo unos 40.000 judíos en toda Palestina (Canaán), mientras que para finales de la Segunda Guerra Mundial, esa cifra había ascendido a más de 600.000».
Grandes oleadas de inmigración
Dice una vez más en la «Ficha Técnica de la Biblioteca Virtual Judía», titulada: Refugiados Judíos de los países árabes, que «Las siguientes grandes oleadas de inmigración fueron el resultado de la guerra de Suez ocurrida en 1956, y la de Seis Días en 1967. Después de la guerra de Suez, Egipto expulsó a casi la totalidad de su población judía. Asimismo al concluir la guerra de los Seis Días, el resto del mundo árabe siguió su ejemplo. Como resultado de esto, casi 800.000 israelíes fueron expulsados por la fuerza de las naciones árabes en el Medio Oriente. En 1948 había unos 851.000 en los países árabes de Oriente Medio. Treinta años más tarde, en 1978, sólo quedaban 31.000».
No obstante, la población judía más numerosa del mundo no podía regresar a su patria, por encontrarse cautiva en la Unión Soviética. Los rusos odiaban a los judíos, pero los utilizaban como chivo expiatorio, culpándolos de todos los problemas de su nación.
Sin embargo, Dios había dado una profecía bíblica, que declaraba, que un día a los judíos de Rusia se le permitiría regresar a su patria. Se encuentra en el capítulo 43 de Isaías. En ella el profeta cita a Dios diciendo: “Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (Is. 43:4-6).
Note que esta profecía dice que los judíos llegarían libremente desde el oriente y el occidente, pero que el mismo Dios exigirá que aquellos que se encuentren en el norte sean liberados. Todas las direcciones en la Biblia están dadas desde Jerusalén. El norte es la nación de Rusia hoy. La profecía también dice que el mundo le dirá al sur, “No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas”. A continuación examinaremos a qué se refiere todo esto.
En cumplimiento de esta profecía, conforme el imperio de la Rusia Soviética empezó a quebrantarse a comienzos de la década de 1990, el mundo comenzó a demandar que se les permitiera a los judíos rusos regresar a Israel. Y en 1990, el premier ruso Mikhail Gorbachov, de súbito abrió las puertas de la Unión Soviética.
El resultado fue, literalmente un diluvio de refugiados en Israel. Durante los siguientes dos años, casi 400.000 judíos rusos llegaron a Israel. De acuerdo con La Biblioteca Virtual Judía, constituían un promedio de 16.600 por mes. Sería algo igual como si Estados Unidos hoy, asimilara durante el mismo período, la población completa de Arabia Saudita, que asciende a 27 millones.
De manera asombrosa, todos los refugiados llegaron con el conocimiento de...
- Que tenían que dejar atrás todas sus posesiones y valores.
- Que tenían la necesidad de aprender el hebreo.
- Que tendrían que habitar en una vivienda mínima.
- Que estaban obligados a prestar el servicio militar.
- Que no encontrarían un mercado de trabajo, porque no existía.
- Que tendrían que pagar uno de los impuestos más altos del mundo, y…
- Que se enfrentarían a la constante amenaza del terrorismo y la guerra.
Estaban plenamente conscientes de estas duras realidades, porque todos ellos tenían familiares viviendo en Israel.
Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, llegaron. Pero... ¿Por qué? Creo que lo hicieron y siguen haciéndolo, porque Dios ha puesto en el corazón del pueblo judío el sendero que conduce a Sión, y ha inducido en ellos el impulso para que regresen a casa.
Considere lo que dice el Salmo 84:5, en la Biblia Paralela: “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos a Sion”.
Operación Salomón
El mayor número de población judía que llegó desde el sur de Jerusalén a mediados del siglo XX, consistió de judíos de la raza negra, procedentes de Etiopía. Nadie sabe con certeza cuál es el origen de los judíos de color en Etiopía. La creencia más común es, que se originaron como resultado de la unión entre el rey Salomón y la reina de Sabá, a quien se menciona en el libro 2 de Crónicas, aunque no existe evidencia bíblica de esto. Todo lo que sabemos con seguridad, es que ellos existían en el tiempo del Nuevo Testamento, porque el capítulo 8 del libro de los Hechos, contiene la historia del etíope judío que llegó a Jerusalén para participar de las fiestas, y se convirtió al cristianismo cuando iba de regreso a África y fue bautizado por un evangelista de nombre Felipe.
A finales de los años 1980, los etíopes judíos comenzaron a experimentar un anhelo en sus corazones por regresar a la tierra prometida. En respuesta empezaron a movilizarse por miles hasta la capital Adís Abeba, en donde acamparon alrededor del aeropuerto internacional, demandando transportación hasta Israel. El gobierno se negó rotundamente a dejarlos salir, en cumplimiento de la profecía de Isaías 43:6, que declaraba que los judíos del sur estarían detenidos.
En 1991, conforme el gobierno comenzó a derrumbarse en medio de una guerra civil, Estados Unidos e Israel intervinieron y ofrecieron sobornos a los jefes militares. Fue entonces que el gobierno cedió y le proporcionó una ventaja de 48 horas para que los refugiados pudieran partir.
De acuerdo con un artículo publicado por el periódico The New York Times, el 25 de mayo de 1991, escrito por Joel Brinkley, «El puente aéreo que tuvo lugar en mayo fue algo increíble. En poco menos de 36 horas, 14.500 judíos de Etiopía - que sumaban casi toda la población judía - voló a Tel Aviv en 40 vuelos que implicaron a 35 aviones. En un momento de la evacuación había 28 aviones en el aire al mismo tiempo. Y hasta se estableció un récord mundial, cuando un El Al Boeing 747, diseñado para unas 350 personas, transportó 1.086 pasajeros. Esto fue posible porque el avión fue despojado de todos los asientos, los etíopes pesaban muy poco, y además no tenían equipaje alguno. Cuando esta nave en particular arribó a Tel Aviv, había un total de 1.088 a bordo, debido a que dos bebés nacieron durante el transcurso del vuelo».
Cuando leí en los periódicos de esa época, acerca del desarrollo de todo lo que estaba ocurriendo, de inmediato vino a mi mente la profecía en Jeremías 31:8, que dice lo siguiente: “He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá”.
Hoy, más de seis millones de judíos - tantos como la cifra de los que fueran asesinados durante el Holocausto - han regresado a su tierra ancestral, y todavía continúan retornando.
El propósito
Pero... ¿Por qué está Dios reunificando al pueblo judío después de una dispersión de casi dos mil años? Porque prometió que llevaría allí a un remanente de judíos para salvación, antes de la consumación de la historia. Eso es lo que declaran estas profecías:
- “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zac. 12:10).
- “Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en Jehová, el Santo de Israel. El remanente volverá, el remanente de Jacob volverá al Dios fuerte. Porque si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la destrucción acordada rebosará justicia. Pues el Señor, Jehová de los ejércitos, hará consumación ya determinada en medio de la tierra” (Is. 10:20-23).
- “También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo” (Ro. 9:27).
Las Escrituras proféticas revelan que Dios tiene un plan específico para alcanzar ese objetivo. Él los reunirá, luego llevará a todas las naciones del mundo en contra de ellos, permitiendo que sean golpeados, hasta que al verse completamente perdidos recurran a Él en arrepentimiento, aceptando a Su Hijo Jesucristo como su Mesías. ¡Qué día tan glorioso será ese!
La saga del Éxodo 1947
Después de la Segunda Guerra Mundial, los británicos, quienes controlaban Palestina (Canaán), decidieron hacerle un alto a la inmigración judía, al enviar de regreso a sus puertos de embarque en Europa, a barcos cargados de refugiados judíos, y la primera embarcación a la que se le aplicó esta política, fue al Éxodo 1947.
El barco zarpó desde un puerto en Francia, el 11 de julio de 1947, con 4.515 inmigrantes a bordo, entre ellos 655 niños. El 18 de julio, cerca de la costa de Palestina (Canaán), un destructor británico embistió la embarcación y la abordó, mientras que los inmigrantes se defendían desesperadamente. Dos pasajeros judíos y un tripulante murieron en la batalla, y 30 resultaron heridos. La nave fue remolcada hasta Haifa, donde los inmigrantes fueron trasladados a los barcos de deportación con destino a Francia. El gobierno francés se negó a sacarlos de la embarcación por la fuerza, y con el paso del tiempo, ¡los británicos decidieron devolver a Alemania, los que deseaban emigrar!
La opinión pública mundial se mostró indignada y los británicos cambiaron su política. En lugar de enviar a los emigrantes de regreso a Europa, los instalaron en campos de detención en Chipre.
La mayoría de los pasajeros del Éxodo 1947, terminaron finalmente viviendo en Israel, aunque algunos tuvieron que esperar hasta después del establecimiento del Estado judío.
Este incidente constituyó el argumento de la novela escrita por Leon Uris en 1958, y la película dirigida por Otto Preminger en 1968, ambas tituladas, Éxodo.
Hoy la nación de Israel es una realidad, está integrada por un pueblo tomado “de entre las naciones” del planeta, mientras que por primera vez en dos mil años, existe también un super Estado europeo compuesto por todo lo que en un tiempo fuera parte del imperio romano, el cual llevará a cabo un proceso de paz, que de acuerdo con el profeta Daniel será confirmado por el Anticristo.
Israel renació en 1948, al igual que el embrión de la Comunidad Europea de naciones que se inició en 1948, con el Tratado de Benelux.
Verdaderamente estamos viviendo en la edad de los milagros, pero la ciencia nunca podrá competir con los milagros de Dios.
Nosotros somos bendecidos con un regalo único: la certeza de que el Señor Jesucristo un día retornará a la tierra. Y las profecías de la Biblia indican que ese día está muy cercano. Debemos cumplir con la comisión que el Señor nos encomendó de hacer discípulos a todas las naciones, mientras todavía nos queda tiempo.
Ningún hombre conoce el futuro, pero el Dios de la Creación, sí lo anticipó en detalle, así que no tenemos excusa, porque el próximo evento en el calendario de Dios, es el rapto de la Iglesia.
- “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co. 15:51-55).
- “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:16-18).