La imagen de Dios en el hombre - Parte IV -
- Fecha de publicación: Martes, 07 Abril 2015, 01:37 horas
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Si la información que recibimos originalmente de Dios está siendo comprometida a tal grado, que un día la entera raza humana sufrirá su corrupción final conocida como extinción, entonces es claro que necesitamos del Programador Maestro para que arregle el código original. Afortunadamente nuestro Hacedor ha provisto una forma para que nuestro código sea corregido.
Sin embargo, se requirió que Él mismo lo tomara, lo mezclara con el Suyo y luego ofreciera su propia sangre. Por medio del nuevo nacimiento se nos garantiza un nuevo cuerpo - es decir vida eterna, y nos ha sido dado el Espíritu Santo como las arras de nuestra herencia. De tal manera que en el mundo venidero, nuestro ADN, será restaurado y hecho una vez más como el de Adán antes de su caída.
La concepción normal
Antes de tratar de entender la genética de la encarnación, necesitamos captar lo que ocurre en el momento de una concepción normal. Durante el proceso de procreación, aproximadamente 250 millones de espermatozoides se desplazan nadando hacia el óvulo. Tanto el óvulo como el espermatozoide portan información similar. El esperma tiene un flagelo, el cual lo ayuda a desplazarse en su búsqueda, pero lo que es verdaderamente significativo es la información que lleva en su interior.
Las células de nuestro cuerpo tienen 46 cromosomas individuales en 23 pares diploides. Sin embargo, las células del óvulo y la del espermatozoide sólo tienen 23 cromosomas individuales, de tal manera que cuando se combinan durante la fertilización, suman los 46 cromosomas necesarios para la vida humana. El proceso por medio del cual se dividen las células somáticas del cuerpo, se llama meiosis. Las células creadas, las cuales son los 23 cromosomas individuales, se llaman células haploides.
La doctora Silke Schmidt, una profesora asociada en la sección de genética del Departamento de Medicina de la Universidad Duke en Carolina del Norte, en la Enciclopedia Genética, dice: «durante la reproducción, los gametos paterno y materno, se fusionan para producir un cigoto, que se convertirá en un feto y finalmente en un ser humano adulto».
La Enciclopedia Británica resume así el proceso: «Cuando los dos gametos se unen durante la fertilización, cada uno contribuye con su grupo haploide de cromosomas al nuevo individuo, restaurando el número diploide».
La Encarnación
Como ya declaramos anteriormente, necesitamos enfatizar que Jesús no comenzó a existir en el momento de la encarnación - Él es eterno y siempre ha existido. Sin embargo, la encarnación fue el momento en que Dios entremezcló su simiente con el ADN de la humanidad.
A continuación vamos a considerar la mecánica de la encarnación de acuerdo con todo lo que hemos mencionado hasta este momento. Tenga en mente que el siguiente sumario lo presentó el pastor Douglas Hamp, un reconocido autor cristiano en Estados Unidos, con una maestría en la Biblia Hebrea y el Antiguo Oriente Medio en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Israel. Quien además durante los tres años que estuvo en Israel estudió arameo bíblico, hebreo bíblico y moderno, griego y otras lenguas antiguas, al igual que textos antiguos. En la actualidad presta sus servicios como pastor asistente en la Capilla Calvario en Costa Mesa, California.
La explicación de este hermano no pretende abarcar el entero misterio de lo que significó el que Dios se revistiera de carne humana, sino que examina la información que el Creador ha revelado en su Palabra. Tampoco esta explicación abarca todas las razones potenciales por lo que fue necesaria la encarnación. Sin embargo, si la examinamos desde una perspectiva genética, demuestra cómo Jesús pudo un día llegar a ser como uno de nosotros, y al mismo tiempo permanecer libre de pecado.
El doctor Peter A. Underhill especialista en biología molecular e investigador en la secuencia del ADN, quien además desde 1992 está realizando una investigación pionera en el cromosoma “Y” [y griega], y quien es un experto en esta materia, escribe en el sitio de internet encyclopedia.com con respecto a lo único del cromosoma “Y” y cómo es pasado de generación en generación sin cambiar. Dice: «Ya que normalmente sólo existe un cromosoma ‘Y’ por célula, durante la meiosis no hay apareamiento entre el cromosoma ‘X’ [equis] y el ‘Y’, excepto en pequeñas regiones. Normalmente no hay cruzamiento. Por consiguiente, por raras excepciones que pueden ocurrir durante la espermatogénesis, es decir cuando se producen los espermatozoides, un hijo heredará una copia idéntica del cromosoma ‘Y’ de su padre, y esta copia es también esencialmente idéntica a los cromosomas ‘Y’ que han portado todos sus antecesores varones de la línea paterna, a lo largo de las generaciones. Esto se encuentra en contraste con el resto de la herencia cromosómica, la cual será un mosaico único de contribuciones de múltiples ancestros creados por el proceso reorganizador de recombinación».
Esto significa que de los 23 cromosomas haploides individuales en el gameto, sólo uno de los 23, puede potencialmente ser un cromosoma “Y”. Los otros 22 que provee el espermatozoide del padre todos serán autosómicos, es decir no sexuales. Si el cromosoma 23 es “X”, entonces la persona resultante será una niña, pero si es “Y”, un varón.
No obstante, el doctor Underhill enfatiza que esencialmente no hay cambio en el cromosoma “Y” pasado de padre a hijo de generación en generación. Sin embargo, el “X” será un mosaico de sus múltiples ancestros. El texto de estudio Learner.org en línea, declara esta peculiaridad en otra forma, dice: «La falta de recombinación significa que la entera porción ‘Y’ que no se recombina es pasada intacta de padre a hijo. Un varón comparte el mismo cromosoma ‘Y’ que su padre, abuelo, bisabuelo paterno y todos sus antecesores en la línea paterna».
Los doctores especialistas en genética Neil Bradman y Mark Thomas, explican el significado de esta realidad en un artículo que publicaron sobre sus investigaciones titulado ¿Por qué “Y”? El cromosoma “Y” en el estudio de la evolución humana, migración y prehistoria, dicen: «El capítulo 5 de Génesis, registra ‘las generaciones de Adán’: ‘Adán engendró a Set, Set engendro a Enós, Enós engendró a Cainán... y continúa hasta Noé del diluvio. Traducido esto en modernos términos genéticos, este recuento podría leerse: ‘Adán le pasó una copia de su cromosoma ‘Y’ a Set, Set le pasó la copia de su cromosoma ‘Y’ a Enós, Enós a Cainán... y así sucesivamente. Cuando Noé nació portaba también una copia del cromosoma ‘Y’ de Adán. El cromosoma se hereda por la línea paterna. Los varones tienen uno, mientras que las mujeres ninguno. Lo que es más, el cromosoma ‘Y’ que el padre le pasa al hijo, es en gran medida, una copia exacta del suyo propio».
¡Esto significa que sea cual fuere la información que estuviera codificada en el cromosoma “Y” de Adán, fue pasada virtualmente sin cambiar a todos sus descendientes, incluyendo los hombres que se encuentran vivos hoy! Sin embargo, si la información en el cromosoma “Y” era defectuosa, entonces esto significaría que todos sus descendientes, incluso nosotros, tendríamos un código defectuoso. Es imposible saber cuál era la estructura exacta del cromosoma “Y” de Adán cuando recién fue creado, sin embargo su estado actual bien puede decirnos algo con respecto a su caída.
El cromosoma “Y” de hecho bien puede ser un registro de un evento en la vida de nuestro padre original. Los doctores Bradman y Thomas sugieren que el cromosoma “Y” contiene «el registro de un evento» en la vida de un hombre que pasó el actual cromosoma “Y”. No obstante, Bradman y Thomas creen en el modelo de la evolución, así que no consideran que esto le ocurrió a Adán, sino que fue algo que tuvo efecto en un ancestro pasado. Cuando esto ocurrió, Adán no sólo murió espiritualmente por haber perdido al Espíritu Santo que moraba en él, sino que su información genética, tal como estaba registrada específicamente en su cromosoma “Y” se corrompió y tal como Dios había declarado en Génesis 2:17, el día que comió del fruto del árbol del conocimiento, ese día murió.
Tal parece que en ese mismo momento, la muerte entró en el cromosoma “Y” de Adán en una forma única y diferente, haciendo que su perfección genética tuviera serios errores en su código, causando finalmente un error fatal. Ocasionalmente las personas que usan computadoras experimentan un “error fatal” en sus sistemas operacionales, y esto sucede debido a que hay un conflicto en el código del programa. Aunque un programa, a pesar de la pérdida de datos, es capaz de seguir funcionando por un período corto, si no se corrige, terminará finalmente por colapsar. En el caso de Adán, ese colapso ocurrió al cabo de 930 años, a no dudar, finalmente experimentó un paro completo.
Si eso es correcto, entonces el cromosoma “Y” y todos los demás, deben haber estado completos y en perfecto estado antes de que Adán pecara. Sabemos que él estaba libre de toda clase de imperfecciones, porque cuando Dios lo creó declaró que todo era “bueno en gran manera”, pero la muerte entró en el mundo debido a su pecado. Tal parece que el cromosoma “Y” contiene algo que es tan perjudicial que nuestro Señor no podía compartir. Después de todo, cada copia del cromosoma “Y” que tiene cada descendiente varón de Adán, necesariamente porta la misma falta genética que finalmente conduce al colapso total. A fin de salvar a la humanidad en un nivel genético, era necesario proveer un nuevo cromosoma “Y”. Debido a la desobediencia de Adán toda la creación se vio sujeta a la corrupción, tal como declara Pablo en Romanos 8:19-23: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
En alguna forma la desobediencia de Adán y la corrupción subsecuente se propagó a toda la creación. Sin embargo, aunque las mujeres no portan este cromosoma “Y”, no puede decirse que estén completamente excluidas, porque cada una recibe 23 cromosomas haploides de sus padres biológicos que sí tienen el “Y” - el cromosoma defectuoso de Adán y que está directamente involucrado en la procreación.
La pérdida de información original - también denominada «pecado original»
La Escritura da testimonio de lo que conocemos históricamente como «pecado original». Pablo discute ampliamente que todos enfrentamos los efectos de la corrupción del pecado, a pesar de que un solo hombre fuera el responsable de introducirlo en este mundo. Dice: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos” (1 Co. 15:21).
La Traducción Literal Revisada Young, de la Biblia en inglés, lo dice en esta forma: «Pablo lo reitera y resume diciendo: ‘porque así como en Adán todos morimos, en Cristo todos viviremos, cada uno en su orden apropiado, Cristo las primicias, después los que son de Cristo, quienes están en su presencia’ (1 Co. 15:22, 23)».
Jesús no sólo resucitó de entre los muertos, sino que también se mezcló con la humanidad. De tal manera, que todo parece indicar que en nuestra resurrección también nos mezclaremos con el Señor. El comentarista bíblico Thomas Constable hace notar que la muerte y la resurrección no son sólo una especie de entidades «espirituales», sino algo físico y literal. Dijo: «Adán derivó su vida de otro - de Dios; pero Cristo es en sí mismo la fuente de vida. Adán fue el primer hombre en la creación antigua, y como él todos sus hijos mueren físicamente. Cristo es el primer hombre en la nueva creación, y como Él todos sus hijos vivirán físicamente… Tanto Adán como Jesús eran hombres. Por consiguiente, nuestra resurrección será una resurrección humana, no de tipo espiritual. La resurrección física es inevitable para el hijo de Jesucristo, de la misma manera que la muerte es para el hijo de Adán».
Pablo ofrece una discusión mucho más amplia de cómo el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre - de Adán, y de allí se propagó y extendió a todos los hombres. Afirma: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Ro. 5:12-19).
Aunque el pecado de Adán fue realmente moral al quebrantar la orden de Dios, su resultado fue tanto físico como espiritual. Ya hemos discutido cómo ocasionó de inmediato la muerte espiritual - la pérdida del Espíritu Santo. Sin embargo, también parece por los dos pasajes mencionados, que el concepto del pecado original - de cómo todos nacemos en pecado - se debe al hecho que cada hijo de Adán, es también una copia de la recombinación genética de Adán y Eva. Podríamos pensar de esto, como el pan de masa fermentada, que cada vez que se hace un nueva hogaza, se le echa un poco de la mezcla fermentada a la nueva masa. En esa forma la masa fermentada original se encuentra en cada pieza de pan.
Lo mismo es con los genes de Adán, ya que todos somos copias de él, por consiguiente, cualquier error en su código es pasado a nosotros desde el instante de la concepción. El hecho de que el pecado se le atribuye a Adán y no a Eva, a pesar de que fuera ella la que primero quebrantó la orden de Dios, parece ser explicable. Cuando Dios formó a Eva, la hizo del costado de Adán, de su costilla, la que sin duda contiene médula ósea. En la médula se encuentran las células madre, de las cuales pueden replicarse todas las otras células del cuerpo. Por consiguiente, Dios simplemente tomó prestado el mismo código de Adán, removió el cromosoma “Y” y le añadió un segundo cromosoma “X” ¡y listo - formó un segundo clon femenino de Adán!
Por eso al verla, “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Gn. 2:23). Por consiguiente podemos trazar la conclusión, que Adán fue el disco maestro, por decirlo de alguna forma, del cual se hicieron copias. Eva recibió su código de Adán. Entender esto, ciertamente no le quita mérito a su posición como cabeza del hogar, sino que sirve para aclarar la forma cómo fue pasado el pecado y por qué estamos en pecado desde el momento de la concepción.
La solución del problema es análoga al propio problema, lo cual es también una idea que ya hemos examinado en parte. Juan declara que “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). El nuevo nacimiento no significa simplemente, quedar libre de nuestros pecados, ¡aunque gracias a Dios es así!, sino que incluye también el hecho que verdaderamente renaceremos con nuevos cuerpos. Un día, cuando estemos en el cielo, vamos a tomar posesión de nuevos cuerpos con un ADN correcto. Hasta ese momento tendremos el Espíritu Santo como las arras, es decir como una cuota inicial.
Conclusión de la encarnación
Con la comprensión de la genética que tenemos ahora, y específicamente del cromosoma “Y”, podemos concluir que si Adán se corrompió genéticamente, entonces sus descendientes también lo están, y que algunos de los errores de información en el cromosoma “Y”, fueron específicamente significativos. Esto quiere decir que la pérdida de información fue extremadamente importante y que como tal, los errores en el sistema se han ido presentando con el paso del tiempo.
Como el cromosoma “Y” se pasa de padre a hijo de forma idéntica, cada descendiente experimenta una pérdida de información y aunque las mujeres no portan el cromosoma “Y” todavía están bajo maldición y de igual manera experimentan una pérdida de información, porque cada un tiene un padre que es hijo de Adán. Por consiguiente, así sea mujer u hombre, todos compartimos la pérdida genética que experimentó Adán en el principio.
Sin embargo, en la concepción de Jesús, en el momento de su encarnación, Él no recibió el cromosoma “Y” de Adán. ¡Por consiguiente, Jesús en su carne tenía un cromosoma “Y” perfecto! Aunque estaba conectado genéticamente con la humanidad por medio del cromosoma “X” de su madre, no portaba el cromosoma “Y”, el cual Adán le pasó a todas las generaciones subsecuentes. Jesús se convirtió en las primicias de la resurrección, porque un día por medio de “la simiente de la mujer” que hemos recibido como creyentes, nos mezclaremos con nuestro Creador.
De esta forma podemos resumir así los eventos genéticos de la encarnación: Jesús, quien es Dios eterno, es espíritu tal como afirma Juan 4:24. De la misma manera que es el “código original” de información de toda la humanidad, también es la información principal, inicial, que no es material. Su información fue colocada en un medio de almacenamiento, pero a fin de codificarla en el medio físico que era el ADN, aparentemente el Espíritu Santo tuvo dos opciones:
1. O hizo el material del ADN, las amino ácidas, etc., de la nada, o
2. Usó el material existente en el óvulo como el medio en el cual se introdujo el Espíritu inmaterial de Jesús.
Entonces el Espíritu Santo fusionó esa parte del cuerpo de Jesús con el gameto de María y al fusionarse los dos gametos, el Verbo se hizo carne, tal como dice Juan 1:14: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Los cromosomas de María y esos que aportó el Espíritu Santo se fusionaron para hacer el cuerpo del nuevo Adán, porque Jesús es el segundo Adán, y así como estamos genéticamente conectados con el primer Adán, de la misma manera debemos también mezclarnos con el ADN de Jesús: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23).
Renacidos con la simiente del Mesías
En Isaías 53:10 llegamos a un aspecto muy importante de nuestra salvación. Vemos que el Señor estuvo dispuesto a aplastar la cabeza de la serpiente y que se ofreció gustosamente para salvarnos. El texto pasa a decir: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” (Is. 53:10).
La palabra hebrea «zera» que se traduce como «linaje» en la Versión Reina-Valera 1960, y que en algunas otras versiones se traduce «simiente», es la misma que se usa para designar a la descendencia biológica de Abraham y David. La palabra significa más o menos, alguien que es descendiente de otro. La pregunta por lo tanto es: ¿Cómo puede el Señor tener «linaje o simiente»? Mientras que los Evangelios Cópticos sugieren que Jesús tuvo relaciones íntimas con María Magdalena y consecuentemente hijos o «linaje», tal pensamiento es considerado extremadamente herético y anti-bíblico.
Entonces, ¿cómo podemos tomar el texto literalmente si no se está refiriendo al hecho que tuvo descendencia al tener relaciones íntimas con una mujer? La respuesta la encontramos en 1 Juan 3:9 y 1 Pedro 1:23, ya que ambos textos se refieren a que Dios tiene descendencia: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9).
Este pasaje expresa muy claramente que la simiente de Dios, la sperma en el texto original griego, está en el creyente porque ha experimentado el nuevo nacimiento. Dicho en otras palabras, que todo el que ha nacido de nuevo tiene la simiente de Dios en él. Eso significa que todos los creyentes verdaderos portan la simiente de Dios.
El apóstol Pedro confirma esto cuando dice: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23). El apóstol además añade que la calidad de la simiente no es corruptible, sino “incorruptible”.
El Verbo vivo y eterno de Dios debe referirse al propio Señor Jesucristo, y no simplemente a un texto de la Biblia, ya que el término Logos allí, se usa tal como en Juan 1:1-3, que declara: “En el principio era el Verbo [Logos], y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas [por el Logos], y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Estos versículos declaran que el Logos fue quien creó todo.
Juan confirma lo qué significa ser nacido de Dios en su primera epístola, cuando dice: “Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él” (1 Jn. 2:29). Y luego reitera así esta misma declaración: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Jn. 5:18).
Renacidos con una nueva imagen
El hecho que experimentamos el nuevo nacimiento por medio del Verbo de Dios, señala retrospectivamente a Isaías 53:10, en donde se declara que el Siervo Sufriente “verá linaje”. Nosotros verdaderamente somos nacidos de Dios, de la simiente del Mesías, y es por esta razón que podremos ser parte de la edad venidera. Eso fue enfatizado a Nicodemo cuando “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3).
El Señor Jesucristo no estaba hablando alegóricamente. De hecho, ahora con la comprensión de la información tecnológica y también de la genética del ADN, podemos comenzar a captar sólo un poquito lo que va a ocurrir cuando lleguemos ante la presencia del Señor. Aquí y ahora nuestro ADN permanece corrupto, pero a quienes confiamos en Él nos ha dado el Espíritu Santo como una cuota inicial. Cuando por medio de la muerte o el rapto, lleguemos ante su presencia y recibamos nuestros nuevos cuerpos, todavía seguiremos siendo nosotros, pero nuestro ADN, nuestra información no material, será restaurada.
De hecho, por todo lo que hemos aprendido hasta ahora, podemos concluir que literalmente estaremos mezclando nuestro ADN con el del Señor, porque su simiente es la única que no perece, porque es incorruptible. Pablo elabora en gran manera sobre esto en el capítulo 15 de 1 Corintios, lo cual ya hemos examinado. Debemos combinarnos con su simiente, para que podamos ser como Él para siempre. Es más que obvio que el hombre y su simiente son perecederas y corruptas. El hecho que todos finalmente muramos, es prueba que la simiente del hombre es perecedera, pero la de Dios es incorruptible.
Renacidos como hijos de Dios
En este punto vamos a considerar lo que concierne a los hijos de Dios en el Nuevo Testamento con relación a los creyentes. Más adelante nos referiremos a los hijos de Dios de quienes habla el Antiguo Testamento. La Escritura demuestra, que estos hijos de Dios, son de hecho creación directa del Señor. Por Lucas sabemos que Adán fue hijo de Dios. Lucas 3:23 nos presenta la genealogía de Jesús a fin de demostrarnos que Él es el Redentor prometido. Lucas traza su linaje a través de David, remontándose a Judá, Jacob, Isaac, Abraham, Sem, Noé e incluso Adán; y comienza y termina diciendo: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José... hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios” (Lc. 3:23, 24, 37, 38).
Lucas comienza la genealogía de Jesús desde José hasta llegar a Adán que era hijo de Dios. Usted y yo, no somos hijos naturales de Dios, sino que descendemos naturalmente de Adán, quien es nuestro padre, ya que no fuimos hechos directamente por Dios, sino una procreación de nuestros padres, quienes a su vez fueron procreados por sus padres y sucesivamente hasta llegar a Adán.
Por esto podemos deducir que el término hijos de Dios, se usa para esos seres que fueron creados directamente por el Creador. Esta conclusión es compartida por el erudito bíblico Ethelbert William Bullinger, quien dijo: «Es sólo por acto específico de creación que a una criatura puede llamársele ‘hijo de Dios’. Porque como dice Juan 3:6: ‘Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es’. De ahí que a Adán se le llame ‘hijo de Dios’ en Lucas 3:38. Esos, ‘en Cristo’ teniendo ‘la nueva naturaleza’ la cual es por creación directa de Dios, pueden ser llamados ‘hijos de Dios’.
• ‘De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas’ (2 Co. 5:17).
• ‘Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas’ (Ef. 2:10).
• ‘Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios’ (Jn. 1:13).
• ‘Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!’ (Ro. 8:14, 15).
Es por eso que a los ángeles se les llama ‘hijos de Dios’ en todos los lugares en donde se menciona la expresión en el Antiguo Testamento. Tal como en Job 1:6; 2:1; 38:7, Salmos 29:1; 89:6, Daniel 3:25. Nosotros no tenemos autoridad o derecho para tomar la expresión en Génesis 6:4 en ningún otro sentido. Por consiguiente, en Génesis 6:2, la Septuaginta la traduce ‘ángeles’».
Adán, claro está, fue hecho a la imagen y semejanza de Dios. Y como el término hijo de Dios se usa también para los ángeles, tal parecería que esto indica que ellos también comparten la imagen y semejanza de Dios. Como ya hemos examinado, la principal diferencia entre los ángeles y Adán, es que los ángeles fueron creados como espíritus, mientras que Adán fue hecho del polvo y Dios sopló en él aliento de vida.
Pero entonces... ¿Quién es hijo de Dios?
La Escritura revela que los hijos de Dios son creación directa de Él. Mientras que al Señor Jesucristo se le llama El Hijo Unigénito de Dios, lo cual lo coloca en otra categoría. No obstante, el término se usa para referirse a los seres que fueron creados especial y directamente por la mano de Dios. A continuación consideremos lo siguiente: en el sexto día de la creación Jehová hizo a Adán, quien no tuvo padre humano, sino que en lugar de eso es el padre de toda la humanidad. De ahí que todos sus descendientes, lo cual incluye a todas las personas que han vivido en el mundo, son por naturaleza hijos e hijas de él. Así es exactamente como las Escrituras hebreas llaman a todos los humanos - hijos e hijas de Adán, quien tal como dice Lucas era un hijo de Dios. El vínculo común entre Adán, como hijo de Dios, y los ángeles, los otros hijos de Dios que se nombran en el Antiguo Testamento, es que ambos fueron creaciones directas de Dios.
Cómo convertirse en un Ben Elohim - un hijo de Dios
Pero entonces... ¿Qué significan las referencias en el Nuevo Testamento a los creyentes como hijos de Dios? ¿Acaso no parece eso contradecir las conclusiones que hemos presentado? De hecho, el caso es exactamente lo contrario. El propósito primario que tuvo Jesús para venir a la tierra fue hacer posible que nos convirtiéramos en hijos de Dios, tal como declara el evangelio de Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12, 13).
Lo que vemos aquí, es que nacemos como hijos e hijas de Adán, pero que tenemos la posibilidad de convertirnos en hijos de Dios, aunque el poder no se encuentra en nosotros, sino que es por la voluntad del Creador, no del hombre. La conversión a hijo de Dios, no es por medio de sangre a un nivel físico, sino para esos que han creído en Jesús y lo recibieron como su Señor y Salvador. Esta evidencia la encontramos en sus propias palabras a Nicodemo, un maestro de Israel que vino a Él de noche, y quien quería ser parte del reino celestial, y a quien el Señor reprendió así por no saber lo que contenía la Escritura: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:3-7).
El Señor Jesucristo declaró claramente que uno «debe nacer de nuevo». El primer nacimiento, el terrenal y puramente material como hijo de Adán, no es suficiente si deseamos ser parte del reino de Dios. Pablo elabora sobre este concepto cuando manifiesta sobre nuestros cuerpos físicos: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Co. 15:52, 53).
El Señor Jesucristo le explicó a Nicodemo que cuando nacemos somos naturalmente corruptos - física y moralmente, y que por lo tanto es absolutamente necesario un nuevo nacimiento.
• Pablo apoya su reclamo al declarar: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
• Y también dice: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gá. 6:15).
No hay manera posible que nuestras almas y cuerpos actuales puedan entrar en la presencia de Dios en la forma como somos, sino que tenemos que volver a comenzar. Sin embargo, ser una nueva creación significa convertirnos en una creación directa de Dios - en ben Elohim, es decir hijos de Dios, mientras continuamos siendo ben Adan - hijos de Adán. La línea final es que cuando nacemos de nuevo al creer en su nombre, tenemos una nueva naturaleza.
• El Señor Jesucristo declara con respecto a nuestra nueva y futura naturaleza: “Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lc. 20:36).
• Pablo también afirma en Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
• Asimismo dice: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gá. 3:26).
Lo opuesto a las declaraciones de Pablo es, que si uno no es guiado por el Espíritu, entonces no es hijo de Dios. Todos los que no son hijos de Dios sólo han nacido una vez como hijos de Adán. Sin el segundo nacimiento uno no puede entrar al reino celestial.
Por consiguiente, antes de la cruz de Jesús no había hijos de Adán - es decir seres humanos - que fuesen también hijos de Dios. Ese derecho para convertirnos en hijos de Dios, tuvo lugar después que el Señor Jesucristo concluyó su labor redentora sobre la cruz. Así que todas las referencias a los hijos de Dios, en el Antiguo Testamento, antes de la muerte y resurrección de Cristo, se refieren a los ángeles, porque ellos fueron creados directamente por Dios.
La concepción y nacimiento de Jesús para hacer de nosotros hijos de Dios, fue sólo la mitad de la promesa que Dios le hizo a Adán y Eva. Él dijo que la simiente de ella, sería la que destruiría al enemigo, por lo tanto cuando Dios le habló a Satanás de “su simiente”, quiso decir que debemos esperar a uno que llegará y que será lo opuesto del Mesías. Ya vimos que la palabra simiente se usa para referirse al espermatozoide y el óvulo - a los gametos o material genético. Hablando de la encarnación del Señor Jesucristo, su cuerpo fue la fusión perfecta entre el cielo y la tierra. Y si la profecía de la simiente de la mujer, tuvo un cumplimiento literal y preciso, ¿qué ocurrirá entonces con respecto al cumplimiento de la simiente de la serpiente?
Los hijos de Dios en los días de Noé
Ya hemos explorado la mitad de la promesa que diera Dios hace tantos años, cuando declaró que el Mesías Jesús, la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Él vino del cielo cuando el Espíritu Santo mezcló su simiente, por decirlo de alguna forma, con la de la mujer. Si eso fue cierto, entonces de acuerdo con la consistencia hermenéutica, debemos interpretar la profecía de la simiente de la serpiente, de la misma manera.
Lo que esto quiere decir, es que Jesús en su encarnación física, era una mezcla genética entre el cielo - por medio del Espíritu Santo, y la tierra por medio de María, y eso mismo será cierto con respecto a la simiente de la serpiente. Lo cual implica que Satanás mezclará su simiente - su gameto - con el de una mujer, para engendrar un híbrido que será un demonio humanoide. La Biblia le llama a esta clase de progenie los Nefilims - es decir los caídos.
A continuación examinaremos en detalle, qué fue lo que ocurrió en los días de Noé, y más adelante qué es lo que está sucediendo ahora en los eventos actuales que culminarán con la segunda venida del Señor Jesucristo. Él mismo le dio a sus discípulos una clave importante para que supieran cómo serían los últimos días, afirmando que serían similares a la destrucción súbita que le sobrevino a la tierra en los días de Noé: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt. 24:37-39).
Lo que ocurrió en los días de Noé tiene una correlación directa con lo que tenemos que esperar en los últimos días. Los habitantes de la tierra fueron advertidos en forma repetida por Noé, el predicador de justicia, pero fallaron al no escuchar. Pedro, bajo la dirección del Espíritu Santo, hace esta revelación sobre los días de Noé y la destrucción que sobrevino:
• “Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 P. 3:20).
• Y sigue diciendo en su segunda epístola: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos” (2 P. 2:4, 5).
El Señor Jesucristo y Pedro están diciéndonos algo más que sólo la rapidez de la destrucción que le sobrevino a la tierra. Sus palabras nos ofrecen la clave de las condiciones del mundo en ese tiempo. No debemos pasar por alto que los judíos del primer siglo, sin ninguna excepción creían que en los días de Noé, los demonios quienes también eran hijos de Dios, porque eran ángeles caídos, descendieron a la tierra y tuvieron relaciones con mujeres, y engendraron una raza híbrida de demonios humanos.
De tal manera que para comprender completamente la declaración de Jesús de que así cómo eran“los días de Noé”, lo mismo será en los días de la “venida del Hijo del Hombre”, primero debemos entender cómo era la vida en los días de Noé. Si fallamos en discernir lo que significa este pasaje, no sólo pasaremos por alto algunos asuntos históricos significativos, sino que también nuestro punto de vista de los tiempos finales no será completo. Primero que todo analicemos el texto.
Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los benei haelohim vieron que las hijas de la humanidad - las banot haadam - eran hermosas. Fue así cómo tomaron esposas para sí, escogiendo entre ellas. “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años” (Gn. 6:3).
Los Nefilims estaban en la tierra en esos días, e incluso después de eso, cuando los ángeles tuvieron relaciones íntimas con las hijas de los hombres, quienes dieron a luz hijos. Ellos fueron los poderosos héroes de la antigüedad, hombres famosos. Pero el Señor vio que la iniquidad de los seres humanos era grande sobre la tierra. Que cada pensamiento de sus mentes era sólo el mal. Y dice la Escritura, “Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho” (Gn. 6:7).
En el tiempo de Noé y el juicio subsecuente, la población de la tierra había crecido dramáticamente. El texto dice que “comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra”. Eruditos creen que en ese tiempo, ¡la población tal vez ascendía a más de diez mil millones! Como consecuencia natural, estaban naciendo mujeres entre los hombres, pero otro grupo también las observó - los hijos de Dios, y ellos les engendraron hijos y dieron origen a una descendencia conocida como los Nefilims. Para entender lo que ocurrió, necesitamos clarificar la identidad de los hijos de Dios.
Los hijos de Dios
La frase “los hijos de Dios” aparece unas diez veces en la Biblia, dos veces en el capítulo 6 de Génesis, tres en el libro de Job, y cinco veces en el Nuevo Testamento, lo cual ya lo hemos examinado. En hebreo esta frase benei haelohim, aparece cuatro veces, mientras que benei elohim sólo una vez en Job 38:7, la única variación es el artículo definido. Cuando Dios responde a la petición de Job de que le muestre y explique el significado del tremendo sufrimiento que tuvo que padecer, le dijo: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia... ¿...Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:4, 7).
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