La imagen de Dios en el hombre - Parte II -
- Fecha de publicación: Martes, 07 Abril 2015, 01:13 horas
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Cuando Dios visitó la tierra en el Antiguo Testamento, lo hizo como una Cristofanía, es decir, que quien se manifestó fue Jesús, no el Padre. Considere sólo unos pocos ejemplos en los cuales al Ángel del Señor también se le llama Dios. Esto sirve para mostrarnos, que quien ha sido visto es Dios el Hijo, pero no Dios el Padre, lo cual es consistente con las propias palabras de Jesús:
• “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt. 11:27).
• “Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza (es decir, Jesús se apareció en medio de una zarza); él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía... Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (Ex. 3:2, 4-6).
El Ángel del Señor en el Antiguo Testamento es Jesús, la segunda persona de la Trinidad. De tal manera, que en los muchos lugares en donde hizo una aparición terrenal, el observador no estaba viendo a Dios el Padre, sino a Dios el Hijo.
Ahora continuemos nuestra investigación con Gedeón que fue visitado por el ángel del Señor: “Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han conmañdo, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre. Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo... Entonces el ángel de Dios le dijo: Toma la carne y los panes sin levadura, y ponlos sobre esta peña, y vierte el caldo. Y él lo hizo así. Y extendiendo el ángel de Jehová el báculo que tenía en su mano, tocó con la punta la carne y los panes sin levadura; y subió fuego de la peña, el cual consumió la carne y los panes sin levadura. Y el ángel de Jehová desapareció de su vista. Viendo entonces Gedeón que era el ángel de Jehová, dijo: Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová cara a cara. Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás” (Jue. 6:12-17, 20-23).
Una vez Gedeón reconoció que había visto al Ángel de Jehová cara a cara, se quedó aterrado, a punto de morir. El Señor, Ese mismo que había tenido un encuentro con él, le calmó, declarándole que no moriría. Gedeón, de acuerdo con el texto, vio a Dios, e incluso su rostro. Sin embargo, el Señor en esta instancia, justo como en el capítulo 3 de Éxodo y muchos otros, no es Dios el Padre, sino una Cristofanía - es decir la aparición del Cristo pre-encarnado, de Jesús.
Es así como de esta manera, era posible ver a Dios, siempre que se tratara de Dios el Hijo y no el Padre.
• Por lo tanto, las declaraciones de Jesús son verdaderas, tal como cuando dijo en Mateo 11:27: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.
• Pablo elabora sobre el hecho que Jesús es la imagen de Dios: “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4).
• “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Col. 1:15).
Por estos versículos vemos que Jesús es la imagen del Dios invisible. Dios se revela a sí mismo como tres en uno. Él es Dios Triuno, también conocido como Trinidad. El Creador es uno, pero existe como tres personas distintas. Comprender su naturaleza Triuna representa un reto para nosotros, y se han sugerido varias ilustraciones para tratar de entender cómo puede ser eso. Algunos sugieren algo similar a las tres partes del huevo: cáscara, clara y yema. Otros sugieren los tres estados del agua: hielo, agua y vapor. Mientras ambas cosas nos permiten tener una leve comprensión, al examinarlas lo único que notamos es que confunden la naturaleza de Dios, porque Él no existe en diferentes fases, tampoco se puede dividir en partes.
Mientras ninguna ilustración es perfecta, haríamos bien en considerar el sol como algo análogo al Dios Triuno. Podemos pensar de este astro como de tres en uno: Su esfera o bola podríamos compararla con el Padre, los rayos de luz con el Señor Jesús, y el calor con el Espíritu Santo. El sol en sí mismo es la fuente de luz, y sin él no tendríamos luz. Sin embargo, al mismo tiempo es imposible imaginarlo sin la luz y calor que proceden de él. Si no fuera por su luz, su esfera sería invisible. Es precisamente la luz, la que nos permite ver su esfera o su bola. En una manera paralela, Pablo nos dice que Jesús es la imagen del Dios invisible. De forma similar, sin Jesús no podríamos ver a Dios el Padre; pero también así como la luz es generada por la esfera del sol, Él es generado por el Padre, sin embargo eso no hace que sea creado. Para reafirmar nuestra ilustración, prueba es que el sol no puede en ningún momento de su historia haber existido sin emitir luz y energía. De tal manera que la luz que proviene de él, es exactamente igual en su origen al propio astro. Claro está, Dios no tuvo principio, de la misma manera tampoco tuvo Jesús. El Espíritu Santo representado por el calor, es análogo a la luz. Así como el sol emite luz, también emite calor. Su calor depende de la propia bola de fuego, pero es imposible separar su bola de fuego del calor que irradia.
El Credo de Nicea
El Credo de Nicea o símbolo de la fe, es una declaración dogmática del contenido de la fe cristiana, promulgada en el Primer Concilio de Nicea celebrado en el año 325 de nuestra era. Su objeto fue adoptar una decisión común de los dogmas de fe, resumiendo los principios básicos de la fe ortodoxa de una manera relativamente sencilla, con la intención de proporcionar un recurso para memorizarlo y proclamarlo a los fieles. Sin embargo en el año 381 durante el primer Concilio de Constantinopla, se le hicieron unas pequeñas correcciones y se le denominó Símbolo Niceno Constantinopolitano, y dice así en parte: «Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre; por quien todas las cosas fueron hechas; que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación descendió del cielo... Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas».
El texto griego demuestra esta comprensión por el uso de las palabras: «Engendrado eternamente del Padre». La raíz de la palabra «engendrado» tiene que ver con un padre humano engendrando hijos. Pero entonces... ¿Qué significa esto en relación con Jesús? A la luz de esta declaración de que Él es «Dios de Dios», podemos retroceder a nuestra ilustración del sol para ayudar a captar el concepto. Jesús es la imagen del Dios invisible. Así como sólo por medio de la luz del sol podemos ver el propio astro, igual es con Jesús. Sólo por medio de Él podemos ver al Padre. Jesús entonces es generado eternamente del Padre. Depende del Padre, pero no tuvo principio. Es coeterno y es la imagen por medio de la cual se manifestó el Padre.
El Espíritu de Dios en Adán
El capítulo 1 de Génesis nos ofrece una vista general de la creación, a todo lo largo desde la creación del espacio, hasta la creación cumbre de Dios: Adán. Las otras criaturas: peces, aves, o los animales terrestres y los que se arrastran, todos los otros seres que hizo, están agrupados en unos pocos versículos. Sin embargo, el texto sagrado procede a extenderse mucho más en Adán, nos dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:26, 27).
Luego el capítulo 2 se centra únicamente en Adán y en los privilegios y responsabilidades que Dios le dio. Con respecto a su creación, el texto elabora y declara que el Señor creó a Adán del polvo de la tierra. Sin embargo, esto no fue todo lo que hizo porque el pasaje sigue diciendo: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).
Este versículo demuestra que Adán físicamente fue hecho del polvo de la tierra, que era una forma de vida basada en el carbono. Sin embargo, Dios también sopló en él aliento de vida. Los animales también tienen aliento en sus pulmones, tal como declara Génesis 7:15: “Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida”, pero Dios no sopló en ellos. Hay algo especial respecto al soplo que Adán recibió directamente de Él. Este hecho es algo único porque de esta manera se convirtió en un ser espiritual. Para ponerlo en otra forma, Adán tenía una parte material, físicamente terrenal, esa parte era su cuerpo, pero también poseía una parte inmaterial, su alma, ésta era su parte celestial, es decir, su alma y espíritu.
La composición no material del hombre
A lo largo de los siglos, los eruditos bíblicos han debatido si el hombre consiste de dos partes, es decir, si es una dicotomía, sólo cuerpo, y alma espiritual, o en tres partes, una tricotomía: cuerpo, alma y espíritu.
El ministro norteamericano bautista Augustus Hopkins Strong, quien nació en 1836 y falleció en 1921, en su libro en inglés Teología sistemática, articula el carácter de los elementos esenciales de la naturaleza humana, dice: «El hombre tiene una naturaleza doble, por una parte material y por la otra inmaterial. Consiste de cuerpo y espíritu, o alma... El hombre está tan consciente de que su parte inmaterial es una unidad, como que su cuerpo es una unidad. Él conoce sólo dos partes de su ser: cuerpo y alma».
Strong hace notar que 1 Tesalonicenses 5:23 en donde se menciona el “...espíritu, alma y cuerpo...”, y que es el principal pasaje que apoya el punto de vista de la tricotomía, puede ser mejor explicado en que «el alma y espíritu no son dos sustancias distintas o partes, sino que ellas designan el principio inmaterial desde dos puntos de vista diferentes». Después de todo, hay muchos versículos en los que el alma y el cuerpo se usan de manera intercambiable. Si fuéramos a dividir la composición inmaterial del hombre en alma y espíritu, entonces ¿qué haríamos con el corazón, la mente y la conciencia? Ellos también son parte inmaterial del ser humano sobre lo cual la Escritura hace referencia repetidamente. Finalmente, hay versículos que hablan sólo de dos partes en el hombre, como si constituyera el todo de su ser. La siguiente lista demuestra cómo el alma y el espíritu se mencionan en la Escritura de forma intercambiable:
• “Sucedió que por la mañana estaba agitado su espíritu...” (Gn. 41:8a).
• “Dios mío, mi alma está abatida en mí...” (Sal. 42:6a).
• “Ahora está turbada mi alma...” (Jn. 12:27a).
• “Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu...” (Jn. 13:21a).
• “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida (su alma) en rescate por muchos” (Mt. 20:28).
• “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. 10:28).
• “...A Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos” (He. 12:23b).
• “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían” (Ap. 6:9).
El lugar del Espíritu Santo
Lo que hemos estado observando es que el hombre fue creado como un ser en tres partes. Dios creó a Adán como una criatura con un cuerpo material y un alma o espíritu inmaterial, estos dos últimos eran únicamente suyos y la tercera parte era el “compartimiento” para el Espíritu Santo. Para el tiempo de la creación de Adán, Dios en la Persona del Espíritu Santo, de hecho moró en él, sin embargo, cuando desobedeció al pecar, perdió la imagen de Dios que era suya hasta ese momento. De tal manera que verdaderamente comenzó a morir físicamente. La corrupción, la pérdida de información de su código genético en un nivel físico comenzó, y la imagen que Dios le dio fue cambiada por hojas de higuera, pero el Señor tuvo otra idea mucho mejor y los vistió de pieles (Gn. 3:21).
Cuando Dios sopló por primera vez
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).
La característica evidente que debemos notar es que el propio Dios sopló en Adán el aliento de vida. ¡Qué imagen más hermosa! Después de haber creado el universo con las estrellas, el sol, la luna, los animales, la vegetación y demás, Dios se inclinó sobre el cuerpo de Adán, el cual había formado tal como el alfarero modela la arcilla, y sopló en su nariz. Tanto la palabra hebrea yatzar, como el griego plasso, portan la idea de formar algo con cera o arcilla. Esto sólo debió tomarle un momento a Dios, sin embargo, si consideramos el hecho que pudo haber creado al mundo y a todo lo que hay en él en menos de un microsegundo, pero decidió hacerlo más despacio y lo hizo en seis días, entonces cuando creó al hombre, ¡tuvo que ser mucho más cuidadoso! De hecho, casi podemos visualizar al Verbo de Dios, a Jesús, el Hijo, en su estado preencarnado, tomando con cuidado el polvo de la tierra (es decir, los átomos de carbono) en sus manos, moldeando al hombre tal como haría un alfarero. Una vez que Adán lucía como su Creador, cuando se le asemejaba como una sombra, Él, gentilmente se inclinó sobre este ser hermoso, pero todavía sin vida, y sopló profundamente en su nariz, ¡y Adán entonces abrió sus ojos para ver el rostro glorioso y tierno de Ese que le había hecho!
El aliento de Dios animó el cuerpo de Adán en una manera similar a los animales a quienes también impartió vida. Pero esto fue algo mucho más, porque sabemos que Dios no sopló en ninguno de los animales. Por lo tanto, el aliento que Dios le impartió a Adán, debió ser algo mucho más que la simple animación de un cuerpo, que la chispa de vida. Fue también el impartirle su Espíritu Santo.
Cuando Dios sopló nuevamente
Para ver evidencia de este cuadro debemos avanzar aproximadamente cuatro mil años. Encontraremos a los discípulos después de la crucifixión de Jesús, que se encontraban encerrados en una habitación por temor a los líderes judíos. El Señor se les apareció de súbito, atravesando las paredes en su cuerpo resucitado, y “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Jn. 20:21, 22).
La palabra griega enephusesen, usada en este pasaje, es el mismo término exacto y forma del vocablo que La Septuaginta griega usa en Génesis 2:7, para traducir el vocablo hebreo naphakh. Esta correlación podemos notar en el Lexicon Griego Thayers, donde leemos: «Esta palabra la utilizan sólo una vez los traductores de la Versión de los Setenta (o Septuaginta) en Génesis 2:7, en donde Dios sopló sobre Adán y él se convirtió en alma viviente. Así como la creación original fue completada por un acto de Dios, de la misma forma la nueva creación fue completada por un acto de la Cabeza de la nueva creación».
La misma raíz emphusao, aunque ligeramente modificada también aparece en Ezequiel 37:9 y 37:8 en la versión en griego, y es la palabra hebrea exacta en Génesis 2:7. “Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán” (Ez. 37:9).
Verdaderamente, tal parece que cuando Jesús sopló el Espíritu Santo sobre los discípulos, estaba haciendo lo mismo que hizo cuando le impartió vida a Adán miles de años antes. Aunque esta profecía de Ezequiel ha estado cumpliéndose parcialmente en nuestros días, tendrá su cumplimiento final en la resurrección de los muertos.
De tal manera, que mientras Adán consistía inherentemente de dos partes (material e inmaterial), el propio Jesús sopló en él, no sólo el aliento de vida, sino el Espíritu Santo, pero al momento en que pecó, el Espíritu se apartó de él, dejándolo solo. Josefo, el historiador judío del primer siglo, parece documentar esto mismo, en su obra Antigüedades de los judíos, Libro 1, Capítulo 1, Parágrafo 2: «Y dice así con respecto a la formación del hombre: ...Dios tomó polvo de la tierra, y formó al hombre, y puso en él un espíritu y un alma».
Las notas de la Biblia en inglés Nueva Versión Internacional también ofrecen una clave al respecto, dicen: «La palabra hebrea ‘n’shamah’ que se traduce ‘soplar’, es usada por Dios con relación a la vida impartida a los seres humanos, no a los animales. El uso en el Antiguo Testamento de ‘N’shama’ transmite más que soplarle a los organismos vivos. Cualquiera que recibe este aliento de vida, convertido en un ser animado con la vida proveniente de Dios, tiene entendimiento espiritual, tal como dice Job 32:8: ‘Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda’. Además tiene funcionando una conciencia, como leemos en Proverbios 20:27: ‘Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón’».
En Génesis 2:7, el Targum de Onkelos, también porta la idea de que el Espíritu de Dios moraba en él, dice: «Y el Señor Dios creó a Adán del polvo de la tierra, y sopló sobre su rostro el aliento de vida, y se convirtió Adán en un espíritu capaz de hablar».
Juan en su evangelio hace una observación interesante: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:39). De tal manera, que como Jesús aún no había sido crucificado, ni levantado de los muertos, es decir glorificado, ninguno de ellos había recibido todavía el Espíritu Santo. Hemos visto ya que Jesús se apareció, sopló e infundió el Espíritu Santo en sus discípulos.
Cuando el Espíritu Santo llega pero no penetra en el interior
Sin embargo, justo antes de ascender al Padre, el Señor les dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Sabemos que el Espíritu descendió sobre hombres en el Antiguo Testamento, para tiempos y propósitos específicos.
• Lo hizo sobre Jefté por un tiempo, a fin de que derrotara a los amonitas, tal como dice Jueces 11:29: “Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón”.
• Descendió sobre Sansón, para que derrotara a los filisteos, pero le abandonó debido a su vida pecaminosa: “Y el Espíritu de Jehová vino sobre Sansón, quien despedazó al león como quien despedaza un cabrito, sin tener nada en su mano; y no declaró ni a su padre ni a su madre lo que había hecho... Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y descendió a Ascalón y mató a treinta hombres de ellos; y tomando sus despojos, dio las mudas de vestidos a los que habían explicado el enigma; y encendido en enojo se volvió a la casa de su padre” (Jue. 14:6, 19).
• “Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él” (Jue. 16:20).
• Sobre David: “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David...” (1 S. 16:13a). Asimismo sobre otros.
Cuando el Espíritu era impartido por Dios antes de la muerte y resurrección de Jesús, se trataba de una experiencia en forma temporal y transitoria. El Espíritu no moraba en los hombres antiguos. Descendía sobre ellos, pero no estaba en ellos, venía cada vez que Dios los iba a usar para un trabajo específico.
Adán un hijo de Dios
Recuerde que Adán fue el único ser humano creado directamente como hijo de Dios. Está registrado en el evangelio de Juan, que el Señor Jesucristo declaró, que el Espíritu Santo aún no había descendido, pero que esos que creyeran en Él lo recibirían. Al creer en Jesús uno puede convertirse en hijo de Dios, y sus hijos hoy están marcados por la presencia de su Espíritu:
• “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:39).
• “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).
• “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gá. 3:26).
• “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:15, 16).
• “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor” (2 Co. 2:12).
• “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gá. 4:6).
• “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro. 8:11).
Pablo dice que nos hemos convertido en una nueva creación en Cristo, y como tales somos adoptados por Dios convirtiéndonos en sus hijos. El Espíritu Santo, nuestras arras, es evidencia de que somos nueva creación y que estamos esperando “por el paquete completo” cuando lleguemos al cielo. Por consiguiente, concluimos que el Espíritu Santo debía morar en Adán antes de su caída, porque fue clasificado como un hijo de Dios. Nosotros somos hijos de Dios, porque somos una creación suya directa:
• “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
• “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gá. 6:15).
Nosotros compartimos esa característica con los ángeles, con quienes estaremos en el cielo. Sin embargo, Dios no los hizo del polvo de la tierra, tampoco sopló en ellos su Espíritu, por lo tanto nosotros poseemos algo que nos separa de los ángeles, en lo que como a hijos de Dios nos concierne.
Los biofotones de Adán y los futuros cuerpos de luz
Los de la Nueva Era y quienes canalizan o “se ponen en contacto con los extraterrestres”, a menudo hablan de los cuerpos de luz que supuestamente tienen estos seres. Sin embargo, la verdad es que los mismos se mencionan por primera vez en la Biblia. A continuación examinaremos los muchos lugares en que la Escritura habla de cuerpos de luz y discute cómo nuestro ADN emite luz. El entender esta verdad una vez más nos ayudará a captar el engaño demoníaco que está teniendo lugar en estos últimos días.
Hemos visto que Adán fue creado a la imagen y semejanza de Dios, lo cual incluye la apariencia o forma de Dios. Además pudimos deducir cómo era Adán antes de la caída y también cómo será después de resucitar, basándonos en el modelo del Señor Jesús. Mientras estaba en Cesarea Filipo, Él tomó sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan hasta la cima del monte Hermón, “Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mt. 17:2).
La vestimenta de Jesús no sólo era blanca, sino que literalmente era resplandeciente como la luz, que en el texto original griego es phos, de la cual se deriva la palabra «foto» o «fotón». En otras palabras, la luz de Jesús, quien es la fuente de esa luz, TRASPASABA SU VESTIMENTA. Cuando se aproxime el fin de la tribulación, y retorne a la tierra montando un caballo blanco, esos que han confiado en Él, regresarán con Él. Al referirse a esos creyentes que vendrán con Jesús, Juan hace notar en Apocalipsis: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).
Vemos por este versículo que las vestiduras de los santos que integren la Iglesia, serán brillantes o luminosas. La palabra griega lampron significa «brillante» o «radiante». El Griego Lexicon clásico lo define como «brillo radiante del sol y las estrellas». De tal manera que cuando ocupemos nuestros cuerpos celestiales estaremos envueltos en una vestidura de luz. El Señor Jesucristo confirmó esta realidad cuando dijo respecto a la justicia en el mundo venidero: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre…” (Mt. 13:43a). Esto mismo le fue revelado a Daniel concerniente a la resurrección de los justos. La versión de La Septuaginta, usa la misma palabra mencionada en el capítulo 13 de Mateo, la cual también se relaciona con las vestiduras de Apocalipsis 19:8: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:3).
Esta verdad fue revelada ya desde el tiempo de los jueces, cuando Débora, Barac y Abinoam cantaban: “Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza...” (Jue. 5:31a).
Esto se encuentra además evidenciado en el libro de Proverbios, donde leemos: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). Recordemos que Jesús dijo que en la resurrección seremos como los ángeles, y si examinamos lo que dice la Escritura sobre ellos, advertimos que eran radiantes, lo cual indica que nosotros también seremos así.
Esta es la conclusión del comentarista bíblico Arthur Pink, quien dice en su libro La Doctrina de la revelación: «Así que lejos de considerar el alma como algo misterioso, nebuloso e indefinido, el creyente la considera como un ser vivo, inteligente, sensible - su verdadero yo. Nosotros deberíamos ver el alma sin el cuerpo, como uno que se ha despojado de su vestidura terrenal y ahora está ataviado en una prenda de luz, tal como indica Apocalipsis 3:5; 4:4. A la muerte el alma del santo está libre de todas las limitaciones que el pecado había impuesto sobre él, y sus facultades entonces no sólo son purificadas, sino elevadas y aumentadas».
Hay muchos versículos que hacen referencia a la apariencia gloriosa de los ángeles. Nosotros, claro está, recordamos el brillo del ángel que anunció el nacimiento del Mesías tan esperado: “Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor” (Lc. 2:9). La raíz de la palabra en este pasaje es perilampo, que significa «brillar». En Lucas 24:4 leemos que cerca de la tumba del Señor, “Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes”.
Tal vez los ejemplos más reveladores respecto a la forma cómo resplandecen los ángeles y cómo luciremos nosotros, lo encontramos en los libros de Daniel y Apocalipsis.
• Daniel nos habla de una visión en la cual vio un ángel con apariencia resplandeciente, que fue detenido por el príncipe de Persia, “Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud” (Dn. 10:5, 6).
• Juan también vio ángeles resplandecientes, vestidos de lino fino: “Y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro” (Ap. 15:6).
• Por consiguiente, podemos concluir que de acuerdo con este pasaje, nuestra vestidura futura será semejante a la de Dios: “Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina” (Sal. 104:1, 2).
Lo apoyaban los intérpretes judíos de la antigüedad
Lo que es fascinante es que la antigua interpretación judía sostiene que Adán y Eva estaban cubiertos en un principio con vestidos resplandecientes y que después Dios los cubrió con pieles. En el Midrash Rabbah - la literatura rabínica del primero y segundo siglo de la era cristiana, dice de Génesis 3:5: «‘Y EL SEÑOR DIOS HIZO PARA ADÁN Y SU ESPOSA VESTIDOS DE PIELES Y LOS VISTIÓ CON ELLOS’. En el Torah de R. Meir, está escrito: ‘Prendas de luz’ - esto se refiere a los vestidos de Adán, los cuales eran como una antorcha, amplios en la parte inferior y estrechos en la superior».
El Soncino Zohar de Bereshith, que se considera un escrito judío del período medieval, describe en mayor detalle, cómo los rabinos interpretaban las vestiduras originales de Adán y Eva, dice: «Y LOS OJOS DE AMBOS FUERON ABIERTOS. R. Hiya dice que sus ojos se abrieron a lo malo del mundo, lo que ellos no habían conocido hasta entonces. Entonces supieron que estaban desnudos, porque habían perdido su brillo celestial el cual los había recubierto anteriormente, y del cual ahora estaban despojados. Y COSIERON HOJAS DE HIGUERA. Se esforzaron para cubrirse con las engañosas imágenes del árbol del cual habían comido, de las llamadas ‘hojas del árbol’. Y se hicieron túnicas... Después de eso, Dios cubrió a Adán y a Eva de pieles, tal como está escrito. En el principio estaban cubiertos de luz, provista para ellos por el Altísimo, y los ángeles llegaban a disfrutar de esa luz, así está escrito: ‘Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies’ (Sal. 8:6)». Ahora que el pecado invadió sus cuerpos, sólo contaban con pieles.
Sigue comentando el Soncino Zohar, en el libro de Éxodo, cómo Adán originalmente estaba vestido con luz, para así poder estar en el huerto. El texto sugiere que si no hubiera sido así, no habría podido estar en la presencia de Dios. «Adán en el huerto del Edén estaba cubierto con una vestidura sobrenatural, de resplandor celestial. Tan pronto fue expulsado del huerto, necesitó vestimenta acorde a este mundo, por eso dice la Escritura: ‘Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió’ (Gn. 3:21). Anteriormente eran ropajes de luz, de luz celestial los cuales estaban en conformidad con los del Bendito que ministraba en el huerto, quien primero los vistió con la brillantez Divina. De otra forma no habrían podido entrar allí. Sin embargo, cuando fueron expulsados tuvieron necesidad de otro vestido».
La obra apócrifa sobre La vida de Adán y Eva, escrita en algún momento entre los siglos III y V de la era cristiana, registra la creencia sostenida por muchos con respecto al estado original de Adán y Eva antes de la caída. Dice: «Pero conforme ellos - Adán y Eva - continuaban en su camino, y antes de llegar a ese lugar, Satanás, el maligno, había escuchado la Voz de Dios hablándole a Adán respecto a su vestido... Entonces llegó la Palabra de Dios a Adán y Eva, y les dijo: ‘Éste es quien estaba oculto en la serpiente y quien los engañó, y los despojó del vestido de luz y gloria que tenían. Éste es quien les prometió majestad y divinidad. ¿Dónde está entonces la belleza que había en él? ¿Dónde está la divinidad? ¿Dónde está la luz? ¿Dónde la gloria que reposaba sobre él? Ahora su figura es espantosa; se ha convertido en abominable entre los ángeles, y ha llegado a ser Satanás».
Confirmado por las antiguas interpretaciones cristianas
La creencia de que Adán y Eva estuvieron en un tiempo vestidos de luz antes de su caída, no sólo es confirmada por los judíos de la antigüedad, sino también por los primeros cristianos. Arnobio, uno de los llamados primeros líderes de la iglesia, dice en su libro Contra paganos, respecto a lo que los creyentes debían esperar: «Pero no razonemos de cosas terrestres considerándolas como celestiales: El material burdo de nuestras vestiduras ‘son sombra de la verdad’. Las vestiduras de luz son realidades, y están conformadas para cuerpos espirituales, tal como la niebla abraza a un árbol».
Metodio, otro líder de la iglesia dice lo siguiente concerniente a la luz con que seremos revestidos. Deriva su comentario del capítulo 60 de Isaías, el cual habla del futuro reino mesiánico en el cual Israel estará en el centro. Él visualiza cómo será el cuerpo completamente libre de pecado y corrupción, dice: «Levántate, brilla, porque tu luz ha de venir, y la gloria del Señor se levanta sobre ti... Es la iglesia cuyos hijos llegarán a ti con toda velocidad después de la resurrección, corriendo a ella de todos los lugares. Ella se regocija recibiendo la luz que nunca se extingue, y vestida con el brillo de la Palabra como con un manto. Porque... ¿con cuál otro más honorable o precioso ornamento iba a adornarse la reina, para ser guiada como una Esposa ante el Señor, cuando ella había recibido una vestidura de luz, y por consiguiente fue llamada por el Padre?...»
El documento del segundo siglo, la Revelación de Pedro, escrito después del año 135 de la era cristiana, nos ofrece un maravilloso comentario respecto a lo que indudablemente muchos cristianos creían que había ocurrido y que pasaría. Una vez más no miramos a tales textos como inspirados de Dios, sino como los primeros comentarios cristianos sobre las Escrituras. Respecto a los creyentes resucitados, el texto declara: «Allí aparecieron dos hombres parados delante del Señor... sobre los cuales no fuimos capaces de mirar. Porque brotaba de su rostro un rayo como del sol, y su vestido era brillante como el ojo nunca vio igual: tanto que ninguna boca es capaz de declarar, ni corazón concebir la gloria con la que ellos estaban vestidos y la belleza de sus rostros. A quienes cuando vimos quedamos asombrados, porque sus cuerpos eran más blancos que cualquier nieve y más rojos que cualquier rosa. Y el color rojo de ellos estaba mezclado con la blancura, en una palabra, no soy capaz de declarar la belleza de ellos... Estos son nuestros hermanos justos, cuya apariencia ustedes deseaban ver... los moradores en ese lugar estaban vestidos con el traje de los ángeles radiantes...»
Note que los escritores de este documento creían que los santos resucitados literalmente emitirán luz de sus cuerpos, exactamente como ya hemos visto en numerosas Escrituras. El escritor identifica los dos santos como Moisés y Elías. También ve el brillo análogo a los colores del arco iris, exactamente como los colores que rodeaba a Dios en Ezequiel 1:28.
No hay duda que la iglesia primitiva creía que los cuerpos resucitados de los creyentes emitirán tal luz y brillarán como el sol. Dado que el Señor Jesucristo vino como el segundo Adán y que nosotros estamos en la imagen corrupta del primer Adán, podemos inferir que cuando Dios hizo al primer hombre en un estado incorrupto, su cuerpo hecho de la tierra debía irradiar una luz en una manera similar a nuestros cuerpos resucitados.
¿Estaban desnudos?
El hecho que la traducción en español dice en Génesis 2:25: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”, tal parece que destruyera la noción de que estaban vestidos con luz. Sin embargo, un detalle que debemos captar es que un versículo después leemos: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho...” (Gn. 3:1a).
Lo curioso es que la misma palabra arum en el hebreo original para “desnudo”, en Génesis 2:25, se use con relación al carácter de la serpiente. Tal parece que en el hebreo hay un juego de palabras para indicar que Adán y Eva no estaban simplemente desnudos, sino que poseían la cualidad de ser «prudentes», «sabios» o «astutos».
Según la publicación en inglés El libro de las palabras teológicas del Antiguo Testamento, el vocablo arum, significa ser «astuto», «mañoso», «prudente», «sensible», etc. Su connotación puede ser tanto positiva como negativa, dependiendo del contexto. Por ejemplo en Proverbios 12:16 leemos: “El necio al punto da a conocer su ira; mas el que no hace caso de la injuria es prudente”. En este versículo la palabra arum se traduce «prudente».
Algunos judíos de la antigüedad notaron este mismo juego de palabras en la traducción aramea llamada el Targumim. Mientras no consideramos nada más aparte de la Biblia, la Palabra autorizada de Dios, no negamos que las fuentes antiguas pueden aportar alguna luz respecto a cómo entendían esto los judíos y cristianos del pasado. En el Targum Arameo Jonathan, una traducción aramea del Antiguo Testamento, dice del texto de Génesis 2:25: «Y ambos eran sabios, Adán y su esposa; pero no fueron fieles en su gloria».
Este pasaje parece demostrar, que después que se les abrieron los ojos se advirtieron que estaban desnudos, lo cual atestigua el hecho que quedaron desposeídos de la gloria de Dios, tal como dice el Targum Arameo Jonathan en Génesis 3:7:«Y los ojos de ambos se iluminaron, y ellos supieron que estaban desnudos, quedaron despojados de la túnica púrpura con la cual habían sido creados y se sintieron avergonzados de su nueva condición, y tomaron por sí mismos hojas de higuera y las cosieron y se hicieron para ellos cintos».
El mensaje es, que antes de su caída ellos eran sabios, pero debido a su desobediencia a la orden dada por Dios, y su infidelidad, pudieron ver su desnudez y perdieron la vestidura que los cubría. También podríamos encontrar otra variación de esta palabra consultando el Gesenius Lexicon Hebreo sobre su significado, que también lo traduce como «desnudez» - es decir estar sin ropa. Sin embargo, varias otras definiciones ayudan a ampliar las formas para que podamos entenderla mejor.
Gesenius hace notar que la palabra griega para desnudo, en la Septuaginta, la versión griega del hebreo del Antiguo Testamento, es gumnos, que es la misma que se cita al referirse a la forma cómo se encontraba Pedro cuando nadó en la playa para encontrarse con el Señor, después de la resurrección en Juan 21:7: “Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar”.
Pedro no estaba completamente desnudo - es decir sin ninguna pieza de ropa que lo cubriera, sino que estaba vestido con algo. Sólo se despojó de su vestidura externa, pero la palabra gumnos para desnudo, es la misma que se usó en la Septuaginta en Génesis 2:25. Por lo tanto vemos, que desnudo, desde el punto de vista de la Biblia, no significa necesariamente estar sin ninguna prenda de vestir en el sentido absoluto de la palabra, sino vestido pobremente, o con ropa inapropiada.
Por consiguiente, Adán y Eva no llevaban puesta ropa, tal como la que usamos hoy, sino que estaban cubiertos con algo, lo cual hemos descubierto que era luz. El texto original hebreo demuestra que no sentían vergüenza, debido a la vestidura con que estaban cubiertos, y no simplemente porque no se dieran cuenta que estaban desnudos. Por el texto y los matices lingüísticos, podemos saber que antes de la caída ellos no estaban desnudos en el sentido absoluto de la palabra. El término diferente para desnudo que se menciona en Génesis 3:7, porta consigo la idea, que después de la caída ellos quedaron verdaderamente desnudos porque perdieron sus vestiduras de luz.
Por lo tanto, me atrevo a sugerir la siguiente lectura con todos los matices lingüísticos, además de incluir las fuentes de información antiguas: «Ahora, los dos estaban desnudos (cubiertos con una vestidura básica de prudencia y sabiduría) y no tenían vergüenza. Mientras la serpiente era la más inteligente, la más astuta de la creación, de todas las criaturas que el Señor había hecho» (Gn. 2:25; 3:1).
Esta traducción toma en consideración el testimonio antiguo del Targum, indicando, que antes de su caída, ellos eran sabios, pero que por su desobediencia y falta de fidelidad pudieron ver su desnudez - en otras palabras, que pudieron ver el resultado de haber perdido sus vestiduras de luz.
Además, esto provee una razón plausible de por qué la palabra en hebreo cambia en Génesis 3:7. Tal parece que el autor, quien presumiblemente fue Adán, estaba haciendo mención al hecho que las cosas cambiaron radicalmente. Que quedaron desnudos en el sentido absoluto de la palabra. Sabiendo que cuando recibamos la plenitud de nuestra salvación estaremos vestidos en luz, y así como el Señor Jesucristo se transfiguró, podemos concluir que Adán y Eva estaban vestidos de luz. Y dice la Escritura respecto a la Iglesia: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).
Sabemos de hecho que el Señor los vistió más tarde después de que hubieron pecado. Igualmente sabemos que Dios está vestido de luz, tal como declara Salmos 104:1 y 2: “Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina”.
Además Ezequiel lo describe como un ser radiante, de fuego rodeado por algo parecido a un arco iris. Cuando el Señor Jesucristo se transfiguró su cuerpo y vestiduras irradiaban luz. De la misma manera, los santos que regresarán con el Señor estarán cubiertos con vestiduras radiantes.
La imagen de Dios y el libre albedrío
Pero... ¿Por qué Dios colocó el árbol del conocimiento del bien y del mal en el huerto, cuando el comer su fruto resultaría en una experiencia de separación y muerte para nuestros primeros padres? El haber sido creados a la imagen de Dios, parece que implicaba otro aspecto más: la habilidad para decidir. Mientras todo lo creado por Dios era bueno, es decir que no tenía defecto alguno, y que el día en que hizo al hombre fue declarado “bueno en gran manera”, Adán tenía que adoptar una decisión de su parte - ¡debía decidir por sí mismo si deseaba seguir al Creador o no! Para que pudiera hacerlo, Él le había dado algo que podía ejercitar: el libre albedrío. La elección era obedecer o desobedecerlo, no comer o comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.
La creación del mal
Tal parece que Isaías 45:7 declarara que Dios, es Ese mismo que creó el mal. Sin embargo, al examinar el versículo, veremos que realmente está hablando de nuestra habilidad para decidir. Note los paralelos entre el formar la luz y crear las tinieblas, crear la paz y la contienda. Por lo tanto, siguiendo este mismo pensamiento y de acuerdo con el versículo, es Dios quien hizo el mal. Dice: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Is. 45:7).
Para captar el impacto completo de esto, debemos retroceder antes que el Señor iniciara la creación, incluso antes de crear el vasto y negro vacío del espacio, cuando sólo era Él quien existía en su propia dimensión. En otras palabras, Dios no estaba flotando en el espacio por las eternidades pasadas, lo cual algunos conciben como un niño en el vientre de su madre, porque no había espacio, ni dimensión o realidad fuera de quien es Dios intrínsecamente. Este pensamiento nos lastima un poco, pero necesariamente debe ser cierto, ya que sugerirlo de otra forma significaría que algo existía antes que Él lo creara y la Escritura está colmada con versículos que dicen que todas las cosas fueron creadas por Él.
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