La imagen de Dios en el hombre - Parte III -
- Fecha de publicación: Martes, 07 Abril 2015, 01:15 horas
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Necesitamos considerar que tal como afirma 1 Juan 1:5, Dios es luz: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. Por consiguiente, luz en lo que concierne a Dios, no es algo que fue creado, pero tenga bien presente que no se trata de la luz de Génesis 1:3, sino que Dios intrínsecamente es luz.
Como la Escritura nos dice que Dios es luz, entonces debemos entender que la cualidad de luz que emana de Él es substancial e inseparablemente parte de su esencia. Por consiguiente, cuando decidió crear la dimensión espacio/tiempo, fuera de Sí mismo, ésta no fue automáticamente llena de su luz, sino que por defecto creó el potencial de la ausencia de luz la cual llamó tinieblas. A continuación creó la luz física - los fotones como ondas y partículas a fin de llenar el espacio.
En la misma forma, Dios es bueno, en Él no hay pecado ni imperfección, como dice Éxodo 34:6b: “...¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”. De acuerdo con la Biblia, el bien se define como todo lo que está en armonía con su voluntad, deseo o plan. Mientras que cualquier desviación de esto, es por definición no bueno, y por lo tanto malo. De tal manera, que cuando Dios decidió otorgar a los hombres y a los ángeles la opción de seguirlo o desobedecerlo, debió por defecto haber creado en ellos el potencial para que ejercitaran el libre albedrío, y decidir si querían o no, escoger el bien, que era su voluntad, deseo y plan.
El hombre no puede elegir lo que no existe, esto es evidente por sí mismo. El ingeniero norteamericano Henry Ford, quien en 1896 construyó el cuadriciclo - el primer vehículo propulsado, dijo en una ocasión que las personas podían escoger cualquier color para su Modelo T, pero sólo estaba el negro. Esto también es similar al infame régimen comunista, cuando a las personas se les permitía votar, pero sólo había un candidato. Y un color para escoger, o un solo candidato, no es para nada opción. Por consiguiente, Dios tuvo que crear “el mal” el “otro candidato” o el “otro color”, a fin de que los ángeles y el hombre pudieran hacer una elección real.
Sin embargo, dar al hombre la oportunidad de elegir entre dos opciones reales y viables no es lo mismo que hacerlo escoger una mala opción. Al decidir es cuando tenemos la oportunidad de determinar nuestro propio sendero. Los dos caminos están puestos claramente ante nosotros, asimismo las consecuencias de elegir el uno u el otro, y depende de cada individuo determinar cuál sigue. Dios creó la posibilidad de permitir que sus criaturas decidan por algo que está contrario a sus deseos.
La palabra mal
Algunas versiones traducen la palabra ra v, como «calamidad», la cual parece ser una opción en el contexto de Isaías 45:7. No obstante, el vocablo es el mismo que encontramos primeramente en Génesis 2:17, en donde Dios ordena al hombre no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal - de ra v. “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16, 17).
Pero... ¿por qué Dios colocó tal árbol en medio del huerto para que Adán y Eva lo comieran? ¿Por qué simplemente no lo dejó fuera? ¿Por qué declaró que todo era bueno, cuando puso un árbol tan ruinoso y abominable allí? ¡Es como dejar una bomba nuclear en una sala de estar y decir a los niños que no toquen el detonador! Pero... ¿Sabemos con seguridad que fue Él quien creó el árbol? Sí, sabemos que Dios fue su creador, porque la Escritura dice claramente: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Gn. 2:8, 9).
La verdad es que era necesario tener el árbol en el huerto, para que el hombre escogiera seguir al Creador y por consiguiente optar por el bien. Él no habría tenido opción alguna, si no hubiera existido el fruto prohibido del árbol y así elegir el mal con todas sus consecuencias, tal como hizo por voluntad propia.
Ahora consideremos lo que es el mal en su sentido más amplio. La Biblia declara que Dios es luz y que no hay oscuridad en Él. Asimismo es la esencia de todo lo que es bueno. Seguirlo, es hacer todo lo que es correcto y bueno. De tal manera que si Adán sólo hubiera tenido para escoger las cosas “buenas” de Dios, realmente no habría tenido ninguna opción. Tenía que haber una manera de que él ejerciera su libre albedrío de forma independiente, incluso aunque fuera contrario a la voluntad de Dios. Y como todo lo bueno provenía de Dios, entonces era necesario que hubiera algo que verdaderamente permitiera que el hombre optara por su propio sendero y no sólo lo que estuviera en armonía con el deseo de Dios.
Es así como podríamos definir el mal como cualquier acción o decisión contraria al deseo de Dios. El Diccionario Evangélico Baker de Teología Bíblica publicado en inglés, define el mal de la siguiente manera: «Lo que es correcto era lo ordenado por Dios, y lo incorrecto lo que prohibía, la desviación de este modelo constituye el mal».
Otra publicación en inglés El libro teológico de palabras del Antiguo Testamento, hace notar que el vocablo «mal» se define como «la condición u acción que es inaceptable ante los ojos de Dios» y procede a continuación a citar estos pasajes de la Escritura para reafirmar el punto:
• “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todo lo que hizo Joacim” (Jer. 52:2).
• “Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?” (Mal. 2:17).
• “Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano de sus enemigos que los dominaron...” (Neh. 9:28a).
El mal potencial y el cinético
Podemos pensar de Dios creando el mal, como algo análogo a una gran roca al borde de un precipicio. La roca en esa posición tiene una tremenda cantidad potencial de energía. Sólo está esperando para que alguien le dé un pequeño golpecito y convierta esa energía en potencia, en energía cinética - es decir en movimiento. Así como el potencial energético de esta roca bien podría no ser activado nunca, lo mismo es con el mal, tenemos la opción de mantenernos quietos o de empujar la roca y precipitarla al vacío con todas sus consecuencias. Dios, por decirlo de alguna forma, le dijo a Adán que no tocara la roca, pero él decidió hacerlo y sufrió las consecuencias, cuando su acción se convirtió en energía cinética.
La serpiente que es Satanás, entendía el propósito y el potencial del árbol, y que en él se encontraba la sagacidad de su engaño. En una ocasión él estuvo en la misma presencia de Dios, actuando como un querubín protector y como el dirigente de todos los ángeles, tal como leemos en Ezequiel 28:14: “Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas”.
• En algún momento Satanás se engañó a sí mismo, pensando que podía elevarse por encima del propio trono de Dios: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:13, 14).
• La Escritura dice que se encontró iniquidad en su corazón y fue expulsado de la presencia de Dios: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector” (Ez. 28:15, 16), convirtiéndose así como dice Efesios 2:2c en “…príncipe de la potestad del aire”.
Él entonces se dispuso a engañar a Adán y a Eva, a quienes Dios había creado a su imagen y los había colocado en el huerto del Edén. Satanás dijo la verdad a la mujer acerca del propósito del árbol, pero mintió con respecto a las consecuencias potenciales de comerlo: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis” (Gn. 3:4), siendo que Dios les había dicho claramente: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:17).
Eva fue engañada debido a la mentira que le dijo la serpiente: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:4, 5). Sabemos que esta afirmación respecto a que serían como Él es cierta, porque después de pronunciar su juicio, “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Gn. 3:22).
Ciertamente el ser como Dios es algo bueno, de hecho la Escritura está colmada de pasajes que dicen que seremos semejantes a Él:
• “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Sal. 17:15).
• “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina...” (2 P. 1:4a).
• “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).
Asimismo nos amonesta a que seamos como Él: “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo... Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo” (Lv. 11:44a, 5).
• “Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Lv. 19:2).
• “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios” (Lv. 20:7).
• “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Lv. 20:26).
• “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:16).
Por consiguiente, concluimos que el árbol del conocimiento del bien y del mal era bueno, tal como Dios declaró, pero era debido a él, que el hombre podía ejercitar su libre albedrío, lo cual era algo que tenía que hacer para ser más semejante a Dios. Sin embargo, es necesario enfatizar que Adán tenía voluntad propia para decidir obedecer a Dios y resistir a la serpiente, y por consiguiente “ser como uno de nosotros” - como el Dios Triuno - ¡pero sin la corrupción del pecado!
En esta forma Jesús tuvo que venir en la forma de un siervo y morir para poder reconciliar los hijos de Adán con Dios: “En su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Col. 1:22).
Biofotón
Biofotón, del griego «vida» y «luz», es una emisión biológica de luminiscencia química a bajo nivel, emitida por los sistemas biológicos como parte de la radiación de las células. El recordar que el hombre fue hecho a la imagen de Dios servirá como una clave para responder nuestras preguntas sobre el origen de la luz, y con un poco de lógica veremos que esa luz debe provenir de la esencia de Dios.
Regresando al capítulo 1 de Ezequiel, recordamos que dice el profeta: “Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente” (Ez. 1:4).
Sabemos asimismo por el versículo 28 del capítulo 1 de Ezequiel, que esto era lo que rodeaba al propio Señor, quien era como un hombre de fuego, envuelto en una luz que provenía de Él mismo y no de sus vestiduras. De hecho, la Escritura nos dice específicamente que en la Nueva Jerusalén “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23).
Isaías, asimismo nos deja saber que esta luz proviene del propio Dios: “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados” (Is. 60:19, 20).
Pablo nos amplía este pensamiento respecto a la forma de cómo seremos, dice: “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24).
Nuestro nuevo hombre ha sido creado a la imagen de Dios - ¡imagine eso! ¡Nosotros como nueva creación tendremos la imagen de Dios, Ese que nos creó! Pablo declara que Jesús es la propia imagen de Dios, dice: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Col. 1:15). Luego usa la misma palabra en griego eicon, para decir en Colosenses 3:10 que revestidos del nuevo hombre, “el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando”,avanzamos hasta el conocimiento pleno.
Sin embargo, no debemos olvidar que Adán originalmente fue creado a la imagen del Creador. De tal manera que nuestro nuevo hombre será como Dios, pero no un dios. Por lo tanto, podemos concluir que cuando Él hizo al primer hombre a su imagen y semejanza, Adán emitía luz en una forma similar. Ya que tendremos cuerpos de luz una vez que nuestra imagen haya sido restaurada, de la misma forma Adán debía tener esta cobertura de luz antes de su caída. Tal parece que no habrá diferencia entre Adán, y su estado antes de la caída y nuestro estado celestial, esto en lo que se refiere a la luz que irradiarán nuestros cuerpos.
No obstante, habrá una enorme diferencia: Adán pudo haberse refrenado de pecar y así haber disfrutado por siempre del gozo indescriptible de la presencia de Dios, sin embargo nunca habría conocido la profundidad de su amor, y la forma cómo estuvo dispuesto a humillarse a sí mismo para recuperar su creación. Como hijos redimidos de Dios, Adán y nosotros ahora tenemos gozo y disfrutaremos la gloria del cielo, sabiendo muy bien que si estamos allí, es gracias al poderoso sacrificio de nuestro Señor Jesús.
Hemos visto entonces que Adán, debía haber estado vestido de luz. Ahora consideremos cómo irradiaba esa luz.
El ADN emite luz
Alrededor del año 1923, el biólogo ucraniano Alexander Gurwitsh descubrió que las cosas vivas como la cebolla y la levadura producían una emisión ultra débil de fotones. Fue él quien originó la teoría de los campos morfogenéticos y propuso la existencia de los biofotones, es decir, del tipo de radiación por medio de la cual las células se comunican entre sí, a la que llamó Teoría de la Radiación Mitogénica.
Este descubrimiento fue confirmado después en forma independiente por científicos rusos, alrededor del año 1950, cuando descubrieron una emisión ultra débil de fotones, que emanaba de los organismos vivos. Una vez más, en 1955 el hallazgo de la emisión de fotones fue confirmado independientemente de los descubrimientos previos por los físicos nucleares italianos L. Colli, U. Facchini, G. Guidotti, R. Dugnani-Lonati, y M. Orsenigo, quienes “por casualidad” descubrieron la “bioluminiscencia de las plantas recién brotadas”. Ellos publicaron su descubrimiento en las páginas 479 al 481 del libro en italiano, Mediciones adicionales de la bioluminiscencia de las plántulas, a pesar de que no creían que esto era algo importante.
El que el ADN emite luz, es ahora un hecho bien establecido, a pesar de que es algo relativamente desconocido para el público en general. El Instituto Fritz-Albert Popp, discute así el trabajo que se está realizando alrededor del mundo, dice: «Independientemente el uno del otro, y movidos por diferentes motivaciones, grupos científicos como Quickenden en Australia, el Instituto Fritz-Albert Popp en Alemania, Inaba en Japón y Slawinski en Polonia, presentaron evidencia de la emisión ultra débil de fotones de los sistemas biológicos, por medio del uso del moderno sistema de conteo individual de fotones».
Pero... ¿qué es un biofotón? El biofotón es un fotón, el que a su vez es la partícula portadora de todas las formas de radiación electromagnética. No obstante la diferencia entre un fotón y un biofotón es que el último es de origen biológico. Se trata por tanto de una quimioluminiscencia de origen biológico que se distingue de la bioluminiscencia, por la ausencia de mecanismo enzimático relacionado, y por una magnitud o intensidad ultra-débil. Es la emisión de luz del ADN.
El grupo de los doctores Popp y Marburg descubrieron que «la fuente esencial de la emisión de biofotones es el ADN». Definiéndolo en la siguiente forma: «Los biofotones es la cantidad de luz que emiten todos los sistemas vivos. Ellos son tema de la física cuántica y exhiben un fenómeno universal atribuido a todos los seres vivos».
Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Kanazawa, en Kanazawa, Japón, el 3 de marzo del 2010, confirmaron la universalidad que el ADN emite luz. Ellos añadieron, que la luz no sólo es emitida, sino también absorbida por las cosas vivas, agregando: «Toda la vida orgánica absorbe, emite y procesa luz. Se ha observado la emisión de biofotones o la emisión espontánea ultra débil de luz, en casi todos los organismos vivos...»
Un artículo reciente publicado el 15 de septiembre del 2010, por el investigador Daniel Fels, discute la posibilidad de que la luz parece ser el modo de comunicación de las células, Fels dice lo siguiente: «Las células pueden influenciarse las unas con las otras sin usar una señal molecular para este propósito: esto significa que no todos los procesos celulares están necesariamente basados en un receptor molecular de reconocimiento. Las señales no moleculares son muy probablemente fotones. Si es así, las células usan más de una frecuencia para transferir información e influencia mutua. Los efectos son múltiples, actuando positiva o negativamente en el crecimiento celular, crecimiento correlacionado y consumo de energía... TAL VEZ SE DEBE A QUE MUCHOS PROCESOS CELULARES SON PROVOCADOS POR FOTONES».
Los biofotones de Adán
Pero... ¿tienen los biofotones algo que ver con la cobertura radiante que Adán tuviera en un tiempo? Podría decirse que la respuesta es, sí. Por todo lo que hemos visto, todo indica que Adán estaba cubierto con una vestidura de luz similar a la de su Creador. También hemos visto que el Espíritu Santo fue imbuido en él, en el momento en que fue creado. Dada toda la evidencia hasta ahora, podemos crear un cuadro de cómo era la vida antes y después de la caída. Esto de cómo era la vida antes de la caída, debe ser algo emocionante, ya que las condiciones que existían en el Edén regresarán en la edad venidera. Un resumen de los puntos nos ayudará a crear una imagen compuesta de cómo era Adán entonces.
• “...Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Jn. 1:5b).
• “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23).
• Jesús se transfiguró y emitía luz: “Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mt. 17:2).
• Los ángeles emiten luz, como leemos en Daniel 10:5 y 6: “Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud”.
• Los ángeles lucen muy similar a Dios y pueden ser confundidos con Él: “Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre” (Ez. 1:4, 5).
• “Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve” (Mt. 28:3).
• “Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego” (Ap. 10:1).
• En el mundo venidero seremos como los ángeles: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mt. 22:30).
• “Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lc. 20:36).
• Nuestros cuerpos serán como el de Dios: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).
• “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Sal. 17:15).
• “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24).
• “El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:21).
• “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:4).
• “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24).
• “Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 P. 1:4).
• Los hijos de Dios tienen el Espíritu Santo: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Ro. 8:14).
• Adán era un hijo de Dios que cayó: “hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios” (Lc. 3:38).
• Recibiremos vestiduras resplandecientes: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).
De tal manera que Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, de acuerdo con su propia figura - a saber, cabeza, hombros, manos y pies. Adán además emitía luz de una manera similar a Dios y también fue imbuido con su Espíritu Santo. También hemos aprendido que nuestro ADN no sólo emite luz, sino que asimismo la absorbe. Tal parecería como si nuestro ADN fuera un condensador eléctrico, el cual puede almacenar cantidades pequeñas de electricidad y luego descargarla, porque los condensadores no producen su propia energía como una batería. En una forma similar, podemos especular que la luz que provenía de Adán, no la producía por sí mismo, sino que primero la absorbía de Dios y luego la emitía, de la misma manera como las cosas brillan en la oscuridad.
Tal como dice en un artículo publicado el 17 de junio del 2010, y titulado Cómo las cosas brillan en la oscuridad: «Para que los objetos brillen en la oscuridad, necesitan estar expuestos a la luz, cargarse a fin de poder brillar. La luz energiza los fósforos y excita los electrones. Conforme los electrones pierden esta energía extra, la liberan como una luz propia».
Cuando Adán pecó el Espíritu Santo le abandonó y la conexión directa con la fuente de luz se interrumpió. De tal manera que la luz que emiten hoy las cosas vivas, no se origina de la fuente final que es Dios mismo, sino que aparentemente proviene del sol. Por consiguiente, antes de su caída, Adán debía emitir grandes cantidades de luz, muy similar a los ángeles, quienes tienen acceso a la luz y energía de Dios. Así que tal parece que el brillo que provenía del propio ADN de Adán, debía cubrir su cuerpo en una forma similar al brillo de los ángeles, recubriéndolo con una vestidura de luz.
El rostro radiante de Moisés
Tenemos evidencia de que Dios energiza nuestro ADN con su luz, por lo que le ocurrió a Moisés cuando estuvo en el monte con Él por cuarenta días. Dice la Biblia: “Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él... Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios” (Ex. 34:29, 30, 33-35).
Moisés no lo advirtió, pero al hablar con Dios absorbió su luz. En una manera similar a un material que brilla después de haber estado expuesto a una fuente de luz, así también brillaba Moisés después de permanecer expuesto a la luz de Dios. Como ya vimos el Creador “es un hombre de fuego” - por decirlo de alguna forma. Una gran energía y electricidad irradia de su ser. La luz brotaba del Señor y cuando Moisés habló con Él cara a cara, absorbió esa luz y la emitió, haciendo que su rostro brillara. Aparentemente Moisés estuvo muy cerca de Dios, tal como dice la Escritura: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero...” (Ex. 33:11a).
Sin embargo, Números 12:8 añade otro nivel más de cercanía entre el Señor y Moisés, porque mientras la traducción en inglés y español dice “cara a cara” el hebreo original dice «boca a boca»: “Cara a cara hablaré con él (boca a boca en el texto original), y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová...” (Nm. 12:8a). Cuán cerca estaba el uno del otro, no lo sabemos, pero la descripción es suficiente para ofrecernos el cuadro de que Moisés se encontraba muy cerca del rostro del Señor. Sin embargo, de alguna forma debió permanecer velado, ya que Él mismo dijo que nadie podía ver su rostro y vivir. Él no debió velar su gloria completamente, pero sí parcialmente.
Por consiguiente, podemos concluir que Adán debía emitir grandes cantidades de luz o fotones de su ADN. Cuando pecó, la luz que había recibido de Dios, la fuente de la luz, se extinguió, y los pequeños rastros de luminiscencia que emiten nuestros cuerpos hoy, se debe a la luz del sol, no de Dios.
• Dice la Escritura: “La luz de los justos se alegrará; mas se apagará la lámpara de los impíos” (Pr. 13:9).
• “Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa” (Pr. 20:20).
• “Porque para el malo no habrá buen fin, y la lámpara de los impíos será apagada” (Pr. 24:20).
• “Ciertamente la luz de los impíos será apagada, y no resplandecerá la centella de su fuego” (Job 18:5).
• “¡Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, y viene sobre ellos su quebranto, y Dios en su ira les reparte dolores!” (Job 21:17).
Me atrevo a sugerir que cuando una persona no regenerada muere, la poca luz interna que tenía debido al sol, se pierde y al quedar completamente desconectado de Dios, su luz se extingue.
Sin embargo, el creyente, al igual que Adán tendrá luz que emitirá de su cuerpo espiritual, por consiguiente estará vestido de ella, aunque no será propia, sino que absorberá y emitirá la luz de Dios, siendo así restaurado a la imagen verdadera de nuestro Creador.
La genética de la encarnación
La profecía de Génesis hablaba de la venida de dos simientes: una la del Mesías, el Cristo, y la otra la del Anticristo. A fin de que podamos ver cómo el enemigo planea poner en el poder a su hombre, primero debemos entender la genética de la encarnación del Señor Jesús, porque Dios prometió varias cosas respecto a la venida del Mesías.
• Afirmó que todas las naciones serían benditas por medio de la simiente de Abraham. Esto significa que Jesús tenía que ser un descendiente del patriarca, implicando con esto que debía existir un vínculo genético entre ambos.
• Sabemos que Jesús asimismo debía ser del linaje de David a fin de tener la autoridad para ser rey de Israel. Dios le prometió al monarca, que uno de sus descendientes sería el gobernante de todo Israel. Si Jesús no hubiera sido su pariente de sangre, si no hubieran compartido vínculos genéticos, entonces no tendría derecho a sentarse sobre su trono.
• A fin de que el Señor Jesús fuera una propiciación, es decir nuestro sustituto y también Sumo Sacerdote, tenía que ser uno de nosotros, de la simiente de Adán. Por consiguiente, la Escritura declara que Jesús estaba conectado genéticamente a su madre María, al igual que a Abraham, David y Adán.
La simiente de Abraham y la de David
Nuestra primera línea de evidencia con respecto a su conexión genética, proviene de muchas profecías que declaran que el Mesías en la carne sería de la descendencia de Abraham, siendo el rey David el más prominente.
• Dios primero declaró que todas las naciones serían benditas por medio de la simiente de Abraham: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn. 22:18).
• Unos mil años después, Dios le hizo esta promesa a David en 2 Samuel 7:12: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino”.
• Según 1 Reyes 8:19, este versículo tuvo su cumplimiento inmediato en Salomón: “Pero tú no edificarás la casa, sino tu hijo que saldrá de tus lomos, él edificará casa a mi nombre”.
• Sin embargo, Pedro aplica el cumplimiento final de esta promesa al Señor Jesucristo en los capítulos 2 y 3 de Hechos, cuando dice: “Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono” (Hch. 2:30).
• “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (Hch. 3:25).
• Este cumplimiento final de la simiente de David, culminando en Jesús, también es profetizado así en el Salmo Mesiánico 89: “Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones... Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los días de los cielos... Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí” (Sal. 89:4, 29, 36).
• Como ya mencionara, el Nuevo Testamento igualmente enfatiza que Jesús sería de la simiente de David, es decir que serían parientes consanguíneos, genéticos, lo cual lo relacionaría directamente con Adán y de él con todos sus descendientes - la humanidad: “¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?” (Jn. 7:42).
• Pablo menciona este hecho específicamente en sus escritos, destacando en el texto original griego que será de la sperma - de la simiente de David. Dice: “Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne” (Ro. 1:3).
• “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gá. 3:16).
• “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio” (2 Ti. 2:8).
También vemos que Leví le pagó los diezmos a Melquisedec, a pesar de que estaba todavía en los lomos de su padre Abraham. Claro está, ser descendiente significa uno que está conectado genéticamente. Dicho en otras palabras, genéticamente, Leví todavía se encontraba en el órgano reproductor de su abuelo Abraham, cuando él le pagó el diezmo a Melquisedec: “Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham... porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro” (He. 7:5, 10).
Nuestra propiciación
A fin de que Jesús fuera nuestra propiciación y también Sumo Sacerdote, tenía que ser uno de nosotros, sobre lo cual el escritor de la epístola a los Hebreos dice:
• “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo… Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (He. 2:14, 16, 17).
• “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15).
• “Puede tratar con paciencia a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está sujeto a las debilidades humanas” (Nueva Versión Internacional, Hebreos 5:2).
La virgen concebirá
Al examinar la Escritura encontramos que hay muchas referencias que afirman, que Jesús el Mesías estaría conectado genéticamente a la simiente de David. Mientras, es cierto que la Biblia registra dos genealogías del Señor, el registro de Mateo presenta su linaje a través de su padre adoptivo José; mientras que por Lucas sabemos que es un descendiente directo de David por medio de su madre María.
Sin embargo, hay algunos comentaristas que sugieren que María actuó como una simple incubadora y que por consiguiente, no había ninguna conexión genética entre ella y Jesús, y Jesús y la humanidad. Ésta es su opinión: «Cristo todavía era del ‘linaje de David según la carne’ (Ro. 1:3), porque mientras estuvo en el vientre de su madre fue sustentado por ella y nació de ella, quien era una descendiente de David. Por lo tanto, el Señor era Hijo del Hombre compartiendo con nosotros la experiencia universal humana desde la concepción hasta la muerte, excepto que no cometió pecado. Tal como declaró el propio Dios en la profecía de Génesis 3:15, Él es verdaderamente ‘la simiente de la mujer’, pero su cuerpo no se formó ni de la simiente de un hombre, ni del óvulo de la mujer, sino que creció de una Simiente única plantada en el cuerpo de la mujer por Dios mismo».
Sugerir que el cuerpo físico de Jesús fue una creación completamente única y que no está conectado con María y por lo tanto con David, Abraham y Adán, es ignorar la cantidad de versículos que atestiguan lo contrario. Por lo tanto, comencemos primero con el anuncio del nacimiento milagroso de Jesús hecho por el ángel Gabriel en Lucas 1:31-35: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”.
A pesar de que este pasaje es muy conocido, hay varios factores que necesitamos enfocar para ver de forma concluyente que María no actuó simplemente como una incubadora para el Señor, sino que de hecho fue su madre en el nivel genético. Poder entender este punto importante, nos dará claridad para considerar las implicaciones de Génesis 3:15. Primero notamos que María era una virgen y que no había conocido hombre. Note que el ángel dijo que ella «concebirá y dará a luz un Hijo». Este es el mismo lenguaje que se usó en el tan conocido versículo de Isaías 7:14, que dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá [hara en el hebreo original], y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
El término hebreo hara se usa 57 veces en la Biblia en hebreo, y porta el significado normativo de la palabra. Básicamente declara: «Esto es cuando un niño es procreado de la unión sexual de un hombre y una mujer - es decir que se necesitan dos para concebir». Ahora consideremos unos pocos ejemplos:
• “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Gn. 4:1).
• “Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc” (Gn. 4:17).
• “Y él se llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con desprecio a su señora” (Gn. 16:4).
• “Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho” (Gn. 21:2).
• “La que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses” (Ex. 2:2).
La implantación de la simiente del hombre no es suficiente; la mujer también provee su simiente con información genética. En términos modernos, esto se refiere a las células reproductoras llamadas gametos. La simiente del hombre es el espermatozoide y la de la mujer, el óvulo. Hoy ya sabemos, que tanto el óvulo de la madre como el espermatozoide del padre, proveen la mitad de la información, es decir que cada uno le aporta al cigoto - al huevo fertilizado, 23 cromosomas haploides individuales, para un total de 46 cromosomas. El que en la Palabra de Dios se hable de la simiente de la mujer en una forma extremadamente precisa, sólo sirve para autenticar la Biblia como proveniente de Dios.
De tal manera que decir que la virgen María concibió, significa que era imprescindible que su óvulo aportara la mitad de los cromosomas al cuerpo físico de Jesús, para que así estuviera genéticamente unido con ella como su madre y con sus ancestros, David, Judá, Jacob, Isaac, Abraham, Sem, Noé hasta Adán.
¿Qué es una simiente bíblica?
Sabemos por otras Escrituras, que cuando los autores físicos de la Biblia hablaron acerca de la simiente, que en hebreo es zera y en griego sperma, se estaban refiriendo claramente a los gametos, al material reproductivo. Dos incidentes prominentes merecen nuestra atención:
1. Después de la destrucción de Sodoma y la pérdida de su madre, las dos hijas de Lot vieron la necesidad de preservar la simiente de su padre, por eso leemos: “El día siguiente, dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia” (Gn. 19:34).
2. La segunda de las dos es tal vez la más evidente, en lo que se refiere a lo que significa simiente: “Cuando el hombre tuviere emisión de semen, lavará en agua todo su cuerpo, y será inmundo hasta la noche” (Lv. 15:16).
En resumen notamos que la Escritura está repleta de declaraciones de que Jesús sería de la simiente de Abraham y sus descendientes. Si la Biblia es así de específica con respecto a la simiente del hombre, no debemos cuestionarla cuando hace referencia a la simiente de la mujer en Génesis 3:15. Por consiguiente, la encarnación de Jesús requirió que estuviera conectado con la humanidad genéticamente, pero sin pecado.
La genética del Mesías al hacerse carne
La encarnación de Jesús fue nada menos que la combinación genética de la simiente celestial - del Espíritu Santo y la terrenal - la de María. Sin embargo, debemos enfatizar que Jesús es la segunda persona de la Trinidad, quien existió desde la eternidad, tal como dice Miqueas 5:2: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
Él no comenzó a existir cuando el Espíritu Santo descendió sobre María - porque es eterno y siempre ha existido. No obstante, la encarnación fue el momento de la concepción de su cuerpo, cuando la simiente del Espíritu Santo se entremezcló con la información genética de la humanidad. Después de esperar cuatro mil años, la profecía de la simiente prometida de la mujer, se haría una realidad.
Desde el punto de vista de la encarnación, Dios iniciaría el proceso de redimir a la humanidad que había pecado hacía tanto tiempo, cuando corrompió su imagen y perdió la habilidad para comunicarse con su Creador. Este momento clave tendría su cumplimiento en la crucifixión y resurrección del Dios hombre, dándole así a los seres humanos el derecho a convertirse en hijos de Dios una vez más.
Pero... ¿Qué es una simiente?
Nuestra comprensión de la genética y la información tecnológica nos ayuda a entender mejor lo que significa el hecho, que éramos y somos corruptos. La realidad es que nuestro ADN es el origen del código de toda la humanidad y es en esencia la simiente sobre la que tanto habla la Escritura. A la simiente, en términos modernos, se le llama gameto, lo cual es la unión del espermatozoide del hombre y el óvulo de la mujer. Por lo tanto cuando se dice que María concibió, lo que quiere decir es que su óvulo proveyó 23 cromosomas y el Espíritu Santo la otra parte.
No sabemos cuál era la composición, por decirlo de alguna manera, de esa simiente celestial, pero sin lugar a dudas era muy diferente a la simiente del hombre. En la concepción humana el esperma es como un misil que porta un proyectil en su extremo, el cual cuando llega a su lugar de destino explota y tiene lugar la procreación. Mientras que en la concepción del Señor no tuvo lugar nada parecido, sino que el Espíritu Santo proveyó el material celestial equivalente a los 23 cromosomas humanos, directamente en el óvulo de María, lo cual resultó en el cuerpo de Jesús.
Nuestro código genético
Cuando usamos la computadora, estamos interesados en esos procesos que nos ayudan a realizar nuestro trabajo, tal como explorar en internet, o usar otros programas, ya sea para transmitir la programación radial en nuestro caso, etc. Oculto en todos estos procesos está un código escrito con los números uno y cero. Todas sus aplicaciones se reducen a un código binario de dos números, el cual puede entender la computadora. Incluso hasta los programas más sofisticados se reducen al uno y al cero.
En cada criatura viva hay un mensaje codificado que no tiene una base de dos, sino un código de cuatro conocido como ADN. El doctor Werner Gitt, director retirado del Centro Creacionista de Información en Alemania, en la edición en inglés de su libro En el principio estaba la información, describe cómo el ADN es un almacén de información, dice: «El medio de almacenamiento es la molécula de ADN - de ácido desoxirribonucleico, la cual se asemeja a una hélice doble. Una fibra de ADN sólo tiene cerca de dos millonésimas de milímetro de espesor, de tal manera que escasamente se puede ver a través de un microscopio electrónico. Las letras químicas A, G, T y C, están localizadas en esta cinta de información, y la cantidad de información es tan inmensa en el caso del ADN humano, que si se mecanografiara en un papel usando un tipo de letras normal, se extendería desde el Polo Norte hasta el Ecuador».
Este medio de almacenamiento es capaz de copiarse a sí mismo con una precisión asombrosa, tal como sigue explicando el doctor Gitt en su libro: «El ADN está estructurado en tal forma que puede ser replicado cada vez que una célula se divide en dos. Las dos células hijas tienen que tener exactamente la misma información genética después de la división y proceso de copiado. Esta repetición es tan precisa que puede compararse a 280 secretarias copiando la Biblia entera en forma ordenada, una después de la otra, con una sola letra puesta en un lugar diferente al que le corresponde en todo el escrito.
Cuando se replica una cadena de ADN, la cadena doble se desenrolla, mientras que al mismo tiempo se va construyendo una cadena complementaria de cada una separada, de tal manera que finalmente hay dos nuevas cadenas dobles idénticas a la original... Una división celular dura de 20 a 80 minutos, y durante este tiempo la entera biblioteca molecular, equivalente a mil libros, es copiada correctamente».
l Programador Maestro nos dotó con un código perfecto, el cual sólo se corrompió cuando tuvo lugar la caída del hombre. Este código químico construido sobre A, G, T, y C llega a corromperse como resultado de un desorden en el orden de sus partes, o una pérdida de una o más de ellas. La pérdida de información tiene lugar al momento de copiarse a sí misma y mediante la descomposición del medio de almacenamiento.
Adán como el padre de la raza humana y una creación directa de Dios, tenía un código perfecto. No se había perdido ni alterado su información de forma alguna. Una vez que él y Eva pecaron, la muerte - cuyo resultado son los errores en el código genético - entró en nuestros primeros padres y esos errores no sólo han pasado a todos sus descendientes, sino que la pérdida de información ha ido aumentando con el paso del tiempo, de la misma forma que esto es consistente en el mundo de las computadoras.
El doctor John C. Sanford, especialista en el cultivo de plantas y genética, hace notar que la degradación de la información es acumulativa y que un día resultará en la extinción de la raza humana. En su libro publicado en inglés Entropía genética y el misterio del genoma, dice: «La extinción del genoma humano parece ser tan cierto y determinista como la extinción de las estrellas, la muerte de los organismos, y la muerte del calor del universo».
Información que no es material
Debemos tener en mente, que el ADN es simplemente el medio para almacenar información. Sin embargo, la información es algo distinto del medio, o lugar de almacenamiento. El doctor Gitt explica en su libro, la diferencia entre los dos, dice: «La información requiere un medio material para almacenamiento. Si uno escribe alguna nota con tiza sobre un tablero, la tiza es el material portador. Si se borra, la cantidad total de tiza todavía se encuentra allí, pero la información ha desaparecido. En este caso la tiza fue un medio material adecuado, pero el aspecto esencial fue el arreglo real de las partículas de la tiza. Y este arreglo no era definitivamente al azar, tuvo un origen mental. La misma información que fue escrita sobre el tablero, pudo también haber sido escrita sobre un disco magnético. Ciertas bandas del disco entonces llegan a estar magnetizadas, y también en este caso hay un portador de la información».
En Estados Unidos, un disco en blanco para computadora cuesta un promedio de centavos. Pero es la información que se archiva en él, la que puede valer cientos, miles y hasta millones de dólares. Sin embargo, a pesar de cuánta información esté grabada en el disco, este no cambia respecto a su peso. De tal manera que la información está separada del aparato que la contiene.
La pérdida de la información al borrar lo que se escribió con tiza sobre un tablero, es análoga a la pérdida de información en nuestro ADN. Claro está, no todos los datos en nuestro ADN se han perdido, pero una parte significativa de su mensaje sí se comprometió y ahora los errores se agravan con cada generación sucesiva. La humanidad está sufriendo una pérdida de información en su propio código de origen.
La cosa más asombrosa acerca de la simiente del ADN, es la información que contiene, la cual fue colocada allí por nuestro Hacedor - el Programador Maestro. Lo que nuestra moderna ciencia de Información Tecnológica está ahora descubriendo, es que la información no apareció por simple casualidad, lo cual incidentalmente es una prueba increíble en favor de la existencia de Dios y en contra de la evolución.
El doctor Gitt explica que la información es una entidad fundamental y que por consiguiente no es propiedad de la materia. Formula varios teoremas a fin de describir la información.
• En el Teorema 1 declara: «La cantidad fundamental de información es una entidad no material - es mental. No es una propiedad de la materia, de tal manera que los procesos puramente materiales son fundamentalmente excluidos como fuentes de información».
• En el Teorema 3 hace notar «Que la información es lo que comprende el fundamento no material para todos los sistemas tecnológicos y para todas las obras de arte».
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