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Un recordatorio para los cristianos hoy

  • Fecha de publicación: Martes, 27 Marzo 2018, 07:50 horas

Corinto era la ciudad más grande de Grecia.  Historiadores estiman que para el tiempo del apóstol Pablo contaba con unos 650.000 habitantes, asimismo era una de las poblaciones más famosas de la antigüedad: Un puerto, centro comercial y capital de la provincia de Acaya.  Aunque era famosa por su riqueza material, también lo era por su inmoralidad. De hecho, su nombre se volvió sinónimo de corrupción y decir que alguien era “corintio” equivalía a declarar que “practicaba la prostitución”.

Aunque parezca extraño, sobre esta corrupta ciudad Dios le dijo al apóstol Pablo “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hechos 19:9c,10).

Pocos autores bíblicos han sido tan controversiales, y quizás tan mal comprendidos, como Pablo. Ordenado por el propio Señor Jesucristo, para ser apóstol al mundo gentil, su tarea fue enorme y ciertamente presentó grandes problemas. Identificándose a sí mismo como “fariseo de fariseos”, en sus cartas aclara que siempre mantuvo su identidad como judío durante toda su vida y ministerio.

Su misión fue predicarle a culturas saturadas con el paganismo, mientras que al mismo tiempo ayudaba a la Iglesia en su continuo crecimiento numérico, tanto de judíos como de gentiles, así fuesen prosélitos o paganos los que se unían a esa comunidad de creyentes.  Fue así como Pablo fue constructor de puentes, no obstante tal parece que la controversia también lo acompañó de continuo.

A medida que el cristianismo se propagaba fuera de las fronteras de Israel, Pablo compartía su mensaje sobre el amor universal de Dios, incluso hasta para esos que se encontraban fuera de la ciudadanía de Israel. En el libro publicado en inglés, titulado Pablo, el Teólogo Judío, su autor Bradford Humes Young, también conocido como Brad Young, profesor de Literatura Bíblica en Estudios Judeo Cristianos, dice lo siguiente: “Las enseñanzas de Pablo declaraban que los que ‘estaban lejos de la salvación de los judíos’  habían sido ‘hechos cercanos’ en Cristo.  El Único Dios, no es Dios de un sólo pueblo, sino que alcanza a todo hombre, mujer y nación. El amor universal no permite que se excluya a ninguna persona de dicha comunidad.”

Incluso, Pablo enseñaba que los conversos gentiles, no tenían que convertirse al judaísmo antes de ser cristianos, ni tenían que circuncidarse para alcanzar la salvación, porque la salvación prometida a Israel era accesible a toda persona por medio de la obra del Señor Jesucristo. Sin embargo, una vez que los anteriores paganos se unían a la comunidad de creyentes, sí se esperaba que cumpliesen con el mismo estándar de conducta recta que el Torá le exigía a los judíos.

Aunque los gentiles conversos estaban exentos del requisito de la circuncisión, todos los creyentes eran llamados a vivir vidas santas y agradables a Dios, dejando atrás sus prácticas paganas que antes los gobernaban.  Eso era algo muy difícil para muchos, y gran parte de los escritos de Pablo hacían referencia a esas congregaciones que luchaban con librarse de su pasado y con limpiarse de prácticas paganas que habían introducido en la Iglesia.

Tal era el caso de la iglesia en Corinto.  Así como Pablo podía llamarse “fariseo de fariseos” cada persona en Corinto podía describirse como “pagano de paganos”.  Los dioses paganos y las prácticas corruptas eran muy prevalentes en esa ciudad, y esa era la misma influencia que plagaba a la incipiente iglesia.

Corinto experimentó su edad de oro varios siglos antes de que Pablo llegara a la escena. Una guerra desastrosa dejó a la ciudad en ruinas, o por lo menos en un estado deteriorado por varios siglos. Pero el emperador Julio César ordenó que fuese reconstruida en el año 45 antes de Cristo, como una colonia, y volvió a ocupar un lugar de importancia. Fue nombrada capital de la provincia romana de Acaya, reconstruyeron sus templos, comercios y mercados, erigieron edificios públicos y desarrollaron un nuevo sistema de acueductos. Para el primer siglo de la era cristiana, el centro comercial en Corinto era más grande que cualquier otro en Roma, y cuando llegó Pablo, era una de las ciudades más importantes en la región.

El libro de Hechos nos dice, que luego de predicar y enseñar en Atenas, Pablo viajó unos 85 kilómetros hasta Corinto. Situado cerca de un istmo que formaba un puente terrestre entre Grecia y el Peloponeso, Corinto controlaba dos puertos marítimos y todo el comercio entre Asia y Roma. Por lo tanto, no era simplemente un lugar de residencia para miles de griegos y romanos, sino que también era un centro comercial y turístico.

Por estar habitada en su gran mayoría por marineros, traficantes, comerciantes y turistas, la ciudad era un centro muy activo y hogar para toda clase de maldad imaginable. La antigua palabra griega por inmoralidad era corinthiazesthia, que literalmente significa “vida a estilo corintio”. El término “mujer corintia” era comúnmente usado en referencia a una prostituta.

El libertinaje y la inmoralidad eran prácticas comunes de su vida diaria, y los templos paganos dominaban el paisaje. La prostitución en los templos era la profesión más remunerada, y los historiadores informan que literalmente miles de “mujeres corintias” residían en los templos paganos o caminaban por las calles de la ciudad.  Allí llegó Pablo aproximadamente en el año 50 de nuestra era, para compartir las buenas nuevas de salvación. Y allí fue donde repetidamente confrontó los males del paganismo que aún plagaban a la nueva congregación.

También fue en Corinto donde Pablo vivió por más tiempo que en cualquiera otra ciudad de Asia, quizás con la excepción de Éfeso. Pablo y sus acompañantes habían visitado muchas grandes localidades en las provincias, donde predicaban, enseñaban y hacían discípulos para el cristianismo y en la fundación de nuevas congregaciones.

Usualmente se quedaban sólo el tiempo necesario para identificar algún liderato y establecer los fundamentos de cada iglesia local, y luego el equipo continuaba su camino.  Sin embargo, en Corintio fue diferente.  Pablo estableció su residencia allí, compartiendo su vida con los creyentes corintios por casi dos años, mientras también le predicaba el evangelio de Jesús a la población transeúnte.

La iglesia de Corinto tuvo un comienzo hasta inverosímil. Sus primeros conversos incluían idólatras, adúlteros, homosexuales, ladrones y borrachos.  Escuche lo que registró el apóstol con respecto a ellos: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?  No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.  Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).

Con todo, había algunos de alto prestigio dentro de la comunidad, como por ejemplo, Crispo y Sóstenes.  “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados...  Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios... Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal...” (Hechos 18:8,11,17a).

Otras cosas negativas de Corinto

También hay otra serie de aspectos negativos sobre esta iglesia. Un análisis de la primera epístola a los Corintios revela la existencia de problemas internos, tales como la disensión.  Ya que dijo Pablo:  “Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10).

Incesto “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre” (1 Corintios 5:1).   Litigios delante de los incrédulos “¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?  ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Corintios 6:1-4).

Sin embargo eso no era todo, tenían problemas con fornicación, conflictos matrimoniales, idolatría con viandas prohibidas y confusión en el culto de adoración.  Algunos incluso estaban en peligro de negar la resurrección.   No es exageración decir que Corinto era una iglesia con problemas, que adolecía de muchos males.
Los corintios además eran extremadamente mundanos. Eran muchas las cosas que demostraban su desagradable mundanalidad.  Despreciaban a Pablo, porque carecía de la excelencia de un orador, y algunos consideraban que el énfasis que el apóstol daba a la Cruz, era una ofensa para la mentalidad griega.  Exhibían un orgullo intelectual perverso que los hacía ser arrogantes.  Promovían el conflicto y la rivalidad interna y algunos parecían estar más interesados en credenciales y prestigio que en el buen carácter de la persona.

La triste verdad es que eso todavía se advierte en nuestros tiempos.  Tal cosa la vemos, cuando no se acepta a un predicador sino hasta que no se verifican sus credenciales académicas; o porque su capacidad de elocuencia o su timbre de voz, no se ajusta al estilo de la iglesia.  Cuando se aprueba o se condena a alguien mediante un juicio superficial, estamos trayendo la mundanalidad de Corinto a la iglesia.

También se exhibe por la tendencia a ensalzar ciertas personalidades, considerando a los ricos y destacados como más importantes que la unidad del cuerpo de Cristo.  Hoy podemos caer en la misma cosa, cuando se crean programas especiales al estilo del mundo para el “crecimiento de la iglesia”.  Programas mundanos para atraer a las personas por sus edades y por aquellas cosas del mundo que más puedan atraerlos.

Todo esto conduce a la falsa y peligrosa tolerancia del pecado.  Esto podemos verlo hoy en la forma cómo miles de iglesias permiten el pecado de la homosexualidad asegurando como un hecho “Que tenemos que aceptarlos en amor, porque sencillamente esas personas nacieron así y que el amor está por encima de todo”.

Aunque en Corintio existían literalmente cientos de lugares para la adoración pagana: desde pequeños santuarios hasta enormes y lujosos templos con un panteón de muchos dioses, hubo algunas deidades paganas cuyas prácticas religiosas ejercieron más influencia sobre los antiguos corintios que otras. Y aunque modernamente no vemos las mismas prácticas ritualistas de antes, muchas de las actitudes hacia la inmoralidad y una errónea creencia sobre la libertad, es algo bien común en la actualidad, y como ya dijimos -  no tan sólo en el mundo sino también en la Iglesia.

El corazón de Pablo se dolía por los corintios, así lo deja saber en 2 Corintios 2:4: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo”.

El templo de Afrodita dominaba a la ciudad desde los riscos pedregosos del istmo.  Era conocida como la diosa del amor, aunque las ideas y actividades que representaba nada tenían que ver con el amor, sino con la lujuria y el libertinaje. También era conocida como la protectora de los viajantes, los marineros y los comerciantes que visitaban su templo desde todas partes del mundo.

El sello de aprobación de Afrodita sobre cualquier cosa libertina era lo que saturaba la cultura corintia, ya que no sentían vergüenza por ningún tipo de inmoralidad sexual.  La homosexualidad, sodomía y fornicación eran la norma. El mensaje de Pablo sobre la pureza sexual distanciaba a los creyentes de los demás. Su creencia en la monogamia, heterosexualidad y santidad del matrimonio los ponía en oposición a las normas culturales dominantes. Pablo deseaba de todo corazón, que los creyentes corintios comprendiesen la verdadera libertad en Cristo, la que les otorgaba permiso para disfrutar de una vida recta y agradable a Dios, en vez de vivir en libertinaje pecaminoso.

Eso mismo ocurre con todos los vicios y pecados que cometemos los seres humanos: los que practican la homosexualidad aseguran que son homosexuales porque nacieron así; los alcohólicos y adictos a drogas porque tienen un defecto genético; los ladrones por igual, asimismo los practicantes de todo tipo de “parafilias” - un término muy popular hoy en día que define un patrón anormal de comportamiento sexual. La conclusión es que de nada somos culpables y por lo tanto, el único culpable lógicamente es el Creador que nos hizo así. ¿No les recuerda esto a los corintios?

Observe como se han ido transformando las palabras en los idiomas: En la Biblia se le llama a las mujeres que comercian con su cuerpo rameras, en el mundo antiguo cortesanas, luego prostitutas, mientras que en los tiempos modernos comenzaron a ser llamadas trabajadoras sexuales, sexo servidoras, “call-girl”, “scort”, pre-pago y en los últimos días “damas de compañía”.

¿Se advirtió de la similitud?  Hoy se acepta como normal, todo tipo de aberraciones sexuales, porque se asegura que las personas adultas tienen el derecho a hacer lo que deseen siempre y cuando no perjudiquen a nadie.  Cuando la mundanería se torna en algo más vital en la iglesia, que una sumisión humilde al señorío de Cristo, y no compartimos su odio por el pecado, entonces se ha perdido el sentido del verdadero discipulado.

El templo de Apolo se encontraba sobre un monte con vista panorámica al foro principal de la ciudad de Corinto. Cuando Pablo vivía allí, ya había perdido parte de su previa gloria.  Sin embargo, los muchos seguidores de Apolo permanecían fieles, y su influencia se podía sentir en cada aspecto de la vida corintia. Conocido a veces como “El radiante” lo percibían como ejemplo de luz, juventud eterna, salud y conocimiento. También lo veneraban como el dios de la verdad.  Así como la adoración a Afrodita perpetuaba el libertinaje sexual, la adoración a Apolo fomentaba la búsqueda personal de iluminación, aunque cada cual procuraba su propia verdad, su propio camino y su propia realidad espiritual. La verdad era relativa, y mientras más joven, fuerte y saludable fuese una persona, mayor probabilidad tenía de ser también espiritualmente vigoroso.

Es la misma situación que tenemos hoy en día, que hasta los que dicen ser cristianos tienen sus propios Apolos: unos siguen a tal cual pastor, porque es más carismático, más popular, o porque en sus iglesias tienen programas buenísimos para toda la familia, hasta bailes sabatinos para los abuelos.   La verdad es relativa, y lo que es bueno para mí, no es bueno para el otro y como todos tenemos el derecho sagrado de hacer lo que mejor nos parezca, no hay una verdad absoluta.

En ambas cartas a los corintios, Pablo repetidamente les enfatizó sobre la Unicidad de Dios, contradiciendo la creencia en un pluralismo religioso.  Por medio de su vida ejemplar entre ellos, sus incontables referencias a las enseñanzas del Torá y sus cartas personales, Pablo defendió firmemente la verdad de Dios, la verdad bíblica.  Siendo judío, frecuentemente repetiría Deuteronomio 6:4: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, proclamando su convicción de que había un sólo Dios.  De esa manera, también seguía el ejemplo y las instrucciones no sólo de sus antepasados, sino también de su Mesías judío, el Señor Jesucristo.

Para tiempos de Pablo, la gente de todas partes del mundo conocido viajaba al templo de Asclepio o Esculapio, localizado un poco fuera de la ciudad de Corinto, para recibir sanidad de ese dios pagano y de sus hijas: Higía, diosa de la salubridad, limpieza e higiene; Yaso, diosa de la recuperación; Aceso, diosa del proceso de sanidad; Egle, diosa de la belleza y magnificencia, y Panacea, diosa del remedio universal.

Los devotos llegaban al templo con sus peticiones y traían réplicas de cualquier parte del cuerpo que necesitaran ser sanados.  Como parte del rito, esas partes del cuerpo eran colgadas alrededor del templo mientras ofrecían sus oraciones y ofrendas.  Esta creencia todavía prevalece entre los católicos.  En muchas de sus iglesias en Hispano América, pueden verse todavía, partes del cuerpo en  oro y plata, colgadas de  las imágenes en forma de manos, pies, pechos piernas y otros órganos.

Aunque la adoración a Asclepio perpetuaba la creencia en sanidad y salud aparte del único y verdadero Dios, la adoración a sus hijas era igualmente perjudicial.  Higía fomentaba una obsesión absoluta respecto a la limpieza y dieta, Egle fomentaba una fijación por la belleza física y la apariencia, mientras que los adoradores de Panacea creían que la diosa poseía la llave al remedio universal que les sanaría de cualquier enfermedad, sin requerir devoción alguna.

Eso mismo podemos verlo hoy, en la forma cómo las personas gastan millones en el culto del cuidado del cuerpo: en los alimentos que se comen, en las bebidas especiales que ingieren, el cuidado de la piel, en asistir diariamente a los gimnasios.  No es que esto en sí sea malo, sino que el problema radica, en que estas personas gastan grandes cantidades de dinero y de horas cuidando el cuerpo, mientras que ni contribuyen con la iglesia para la evangelización de los perdidos, ni gastan siquiera 15 minutos diarios, para buscar el alimento espiritual de la Palabra de Dios o la comunión con los hermanos en el templo.

Los corintios también adoraban a Cibeles.  Según la leyenda esta diosa madre, se enamoró de un pastor mortal llamado Atis.  Cuando este hombre le fue infiel, Cibeles usó sus poderes para enloquecerlo, y en tal estado de locura Atis se castró a sí mismo y murió.  Embargada por el dolor, Cibeles restauró la vida a Atis, evento que afectó a todo el mundo natural, según narra el mito.

Las prácticas de ese culto pagano eran extremas. Los sacerdotes se enloquecían en éxtasis por medio de la música y danza, y se cortaban los cuerpos con cuchillos y trozos de vidrio, creyendo que ese dolor y desfiguramiento les haría alcanzar un nivel superior de espiritualidad y obtendrían poderes para controlar las vidas de sus devotos. La música del ritual era provista por nuevos devotos que sonaban tambores y címbalos.

Pablo por su parte enfatizó que nada es más importante que el amor.  No hay ningún poder en las experiencias místicas ni en la auto-mutilación.  Hoy en día todavía podemos ver ritos similares entre los católico romanos quienes en semana santa se flagelan y hasta se hacen clavar literalmente sobre cruces.

Mientras que Pablo continuó describiendo el verdadero amor, las profundas diferencias entre el fiero y vano culto pagano, y el verdadero Dios de Israel.  Por su parte, Brad Young, profesor de Literatura Bíblica en Estudios Judeo Cristianos, declara lo siguiente: “Sin el amor, las más poderosas manifestaciones y experiencias espirituales son totalmente insignificantes. Ciertamente, las palabras de Pablo se parecen mucho a las del Señor Jesucristo, registradas en el evangelio de Juan, que dicen: ‘En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros’ (Juan 13:35)”.

El rito más popular en el panteón griego era el culto a Dionisio, lo que a veces se ha descrito como una fiesta de desenfreno. El vino, a veces conteniendo otras drogas más poderosas, era usado para que los participantes del rito dejaran a un lado sus inhibiciones y alcanzaran unos estados de éxtasis. Los devotos bailaban, bebían, practicaban la promiscuidad sexual y varias formas de nudismo y otras conductas lascivas. Ellos creían que sólo en ese estado de frenesí uno podía tener comunión con su dios.

El culto a Dionisio no sólo era prevalente en Corinto, en Roma se le conocía como Baco y se practicaba en muchos lugares del antiguo mundo con alborotos, borracheras, conducta estruendosa y estallidos ruidosos.  Documentos antiguos detallan sus prácticas de sacrificios y rituales hasta cinco veces al día. Los ritos eran acompañados de gritos, vítores, sonido de címbalos, e incluso a veces hasta sacrificios humanos.

Todas las religiones paganas de ese tiempo ejercieron una poderosa influencia sobre los nuevos creyentes en Corinto, creando confusión y hasta divisiones en el cuerpo de Cristo.  Pablo les tuvo que recordar que no estaban asistiendo a las cenas en los templos paganos, porque en sus celebraciones espirituales había borracheras y se practicaban hasta pecados sexuales.  Sus servicios de adoración parecían estar marcados por la misma conducta estruendosa y el caos que prevalecía en los ritos paganos.  Pablo los exhortó para que ejercieran el auto-control y el orden como norma durante sus servicios de adoración cristiana.

Siendo Pablo un rabino judío de tradición farisea, conocía muy bien la importancia de una buena comprensión de la Ley y de un compromiso total para vivir una vida agradable a Dios, no sólo para esta vida sino para la vida venidera.  Cualquiera que quiera ser un verdadero discípulo o discípula de Cristo tendrá que cambiar su forma de pensar. 

Pablo quería que los corintios reconocieran que estaban hechos a imagen de Dios, y les enseñó que el amor a Cristo debería ser su enfoque principal. Los animó a procurar los dones de Dios por causa de ese amor y el deseo de ayudar más eficientemente a los que estaban en necesidad. Quería que viesen que el amor era el camino más excelente. El amor tenía que caracterizar el ministerio de cada cristiano individualmente, además de la comunidad cristiana en su totalidad.

Pablo creía que cuando los corintios conocieran al increíblemente poderoso, fiel y amoroso Dios de Israel, y lo compararan con las viles y despiadadas deidades paganas a las que servían, sus vidas cambiarían.  Cuando reconocieran el valor de la vida humana, la santidad del matrimonio, la importancia de la pureza sexual y la sobriedad, sus mentes serían transformadas por Jesús y su Palabra.

Aunque las deidades y prácticas paganas que prevalecían en Corinto ya casi no existen en nuestro mundo occidental, sí las ideas y los asuntos que plagaban a los primeros creyentes corintios todavía podemos verlos en nuestras iglesias hoy día.  La impureza sexual, la homosexualidad, el menosprecio por las Escrituras, la obsesión con la apariencia física, la vanidad, el aborto, los desórdenes alimenticios, el divorcio y el abuso de drogas han infiltrado las congregaciones modernas.

El dolor que sentía Pablo en el corazón por los corintios es igualmente válido para nosotros hoy día.  Nuestro Dios es un Dios de amor, misericordia, paciencia y compasión.  Pero también es un Dios que requiere un estándar de conducta recta de parte de todos sus fieles seguidores.  Pablo le pidió a los corintios que reconocieran que habría serias consecuencias para los que continuaran practicando la inmoralidad. Les rogó que comprendiesen que la libertad en Cristo no significa libertad para hacer lo que querían.  La libertad en Cristo se refiere a la libertad para escoger servir al Dios Altísimo. La iglesia en Corinto necesitaba un ajuste en su forma de ver la vida, y la iglesia actual también lo necesita. Pablo repetidamente dijo a los corintios que las respuestas las encontrarían en la Palabra de Dios. 

No podemos dejar de pensar, que si Pablo nos escribiera una carta hoy día, nos diría lo mismo.  “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?  No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”  (1 Corintios 6:9-10).  “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5).

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