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¡Mansiones regaladas!

  • Fecha de publicación: Miércoles, 01 Julio 2020, 16:12 horas

A pesar de la crisis sin precedentes que está enfrentando la humanidad en este mismo momento, de la epidemia de coronavirus que amenaza la vida de cada de nosotros, tenemos una noticia maravillosa para comunicarle, y cualquiera que lea este mensaje, si dispone su corazón podrá recibir un regalo maravilloso.  ¡No! ¡No se trata de una broma! ¡Es 100% real! Permítannos decirles: Este bien puede ser el día más grande de su vida.  No solo tendrá una mansión completamente gratis, ¡sino que observe todo lo que también estará incluido gratuitamente junto con estas casas!

¡Están enteramente canceladas sin hipotecas! 

¡No tendrá que pagar ningún tipo de gastos!
¡No necesitan pintura, limpieza o reparación!
¡Están localizadas en un vecindario 100% libre de crimen o malos vecinos!
¡Exentas de toda contaminación!
¡Localizadas en un lugar perfecto!
¡No tendrá que pagar cuenta de electricidad, agua, gas u otros servicios!
¡Estará incluido el alimento y todo lo que necesite!
¡Hermosamente amobladas, no les falta nada!
¡Todo está cancelado!
Están disponibles para todos, sin tener en cuenta edad, raza, estado financiero o sexo, ¡nadie será rechazado!

¿Cree que es demasiado bueno para ser verdad?

Tenemos buenas noticias para usted: ¡ES VERDAD! No, no es una broma. ¡ES LA VERDAD! De hecho, esto lo respalda la fuente más autorizada del universo: ¡La Palabra de Dios!

El Señor Jesucristo dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:2,3).

De hecho, todo es tan maravilloso, ¡que literalmente no hay una forma para que podamos explicarlo humanamente!  Está más allá de nuestra comprensión limitada: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).

¿Alguna vez se ha puesto observar el cielo colmado de estrellas en una noche oscura y se ha asombrado ante la grandeza maravillosa de nuestro Dios? Considere los siguientes datos respecto al universo.

Según los astrónomos, el sol se encuentra aproximadamente a unos 30.000 años luz desde el centro de la Vía Láctea. Un año luz es la unidad de longitud empleada en astronomía para medir grandes distancias. Es igual a la distancia que recorre la luz en un año solar medio, lo que equivale a 300.000 kilómetros por segundo. El año luz equivale en números redondos a 9 billones, 461.000 millones de kilómetros. ¡Se necesitarían 30.000 de estos años luz, para que la claridad del sol, que está en el centro llegue al extremo de la Vía Láctea! Y piense en solo esto: Según los astrónomos, nuestra Vía Láctea es solo una de los miles de millones de galaxias en el universo.

La Luna orbita la Tierra a una distancia media de 384.403 kilómetros y a una velocidad aproximada de 3.700 kilómetros por hora. Usted puede darle la vuelta a la Luna caminando en 27 años. Un rayo de luz viaja a unos 300.000 kilómetros por segundo, de tal manera que un rayo de luz llega a la Luna en solo un segundo y medio.

Si se pudiera viajar a esa velocidad, llegaríamos a Venus en dos minutos y 18 segundos porque solo se encuentra a 41.841.800 kilómetros de distancia.

Después de cuatro minutos y medio habríamos pasado Mercurio, el cual solo está a unos 80.465.000 kilómetros.

Podríamos viajar a Marte en cuatro minutos y 21 segundos, ya que solo se halla a 54.716.200 kilómetros de distancia.

La siguiente parada sería Júpiter, que se encuentra a 590.613.100 kilómetros de distancia, y necesitaríamos 35 minutos para llegar allí.

Saturno está casi al doble de la distancia de Júpiter, a 1.271.347.000  kilómetros de distancia.

Finalmente pasaríamos Urano, Neptuno y por último Plutón a unos 4.345.110.000 kilómetros de distancia. Sin embargo, con haber ido tan lejos, todavía no hemos salido del sistema solar.

Tal como dijo verazmente el escritor de este himno:

Señor, mi Dios, al contemplar los cielos,
El firmamento y las estrellas mil.
Al oír tu voz en los potentes truenos
Y ver brillar al sol en su cenit.

Mi corazón entona la canción
Cuán grande es Él. Cuán grande es Él.
Mi corazón entona la canción
Cuan grande es Él. Cuán grande es Él.

Al recorrer los montes y los valles
Y ver las bellas flores al pasar.
Al escuchar el canto de las aves
Y el murmurar del claro manantial.

Mi corazón entona la canción
Cuán grande es Él. Cuán grande es Él.
Mi corazón entona la canción
Cuan grande es Él. Cuán grande es Él.

Pero esta es la mejor parte: Que ese mismo Dios Todopoderoso es quien está preparando esas mansiones fabulosas. ¿Se imaginan lo que estará haciendo? Y ustedes dirán, pero... ¿Será cierto todo esto? ¡Nos gustaría creerlo!  Pero... ¿Será realmente verdad?

¡Sí, es cierto, Dios lo dijo y Él no miente! “En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tit. 1:2).

¿Acaso no es el universo estelar indescriptiblemente asombroso?  Es maravilloso reconocer que Cristo fue quien lo hizo. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3). “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Heb. 1:2).

Y es ese mismo Cristo, quien hizo todo lo creado, el que está construyendo esa ciudad celestial en la que moraremos por toda la eternidad. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:1-3).

Pero... ¿en dónde está el truco? No hay truco. ¡Usted obtendrá esto y mucho, muchísimo más cuando reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador personal! ¿Ya lo recibió? No estamos refiriéndonos a ser miembro de una iglesia, ser bautizado, guardar los mandamientos o sacramentos, sino sí recibió a Cristo por simple fe como su Señor y Salvador.

Ser salvo, es lo más simple de este mundo: ¡De hecho, es tan sencillo que es difícil creerlo! Es tan elemental que las personas se engañan pensando que es imposible que pueda ser así. ¡Pero, así es! El apóstol Pablo nos advierte en 2 Corintios 11:3 de las mentiras de Satanás y de la sincera fidelidad a Cristo. “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”.

¿Saben una cosa? Cualquiera que esté leyendo este mensaje puede ser salvo ahora mismo. ¡Puede serlo en el mismo lugar donde se encuentra en este momento! ¡En este mismo instante! ¡Así podrá tener lista esa mansión en el cielo, esperándole!

¿Qué debe hacer para ser salvo?

RECONOZCA QUE ES PECADOR: “Como está escrito:  No hay justo, ni aun uno” (Rom. 3:10).  “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23).

RECONOZCA QUE TENDRÁ QUE ENFRENTAR EL JUICIO A CAUSA DE SUS PECADOS: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb. 9:27). “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Rom. 14:12). “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.  Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.  Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.   Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apo. 20:12-15).

RECONOZCA QUE NO PUEDE SALVARSE USTED MISMO: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isa. 64:6). “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit. 3:5).

RECONOZCA QUE CRISTO MURIÓ EN LA CRUZ PARA PAGAR POR SUS PECADOS: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Ped. 2:24). “... Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apo. 1:5).

¡SIMPLEMENTE RECIBA A JESUCRISTO POR FE, COMO SU SEÑOR Y SALVADOR PERSONAL!: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).  “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hec. 16:30,31).  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

Pero... ¿será posible que sea tan simple? ¡Sí, gracias a Dios así es!  Es tan simple como abrir una puerta: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apo. 3:20).  “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn. 10:9).

Si murieran en este mismo instante: ¿En dónde pasarían la eternidad? ¡No permitan que nadie los convenza que cuando mueran todo acabará! La Escritura afirma: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb.  9:27).  “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apo. 20:15).

¡Hay un lugar que se llama infierno! Por favor, no esperen hasta morir para descubrir la verdad acerca del infierno. ¡Mañana, puede ser demasiado tarde! “No te jactes del día de mañana; porque no sabes qué dará de sí el día” (Pro. 27:1).

De acuerdo con los estimados más recientes tres personas mueren cada segundo, 180 cada minuto. Desde que comenzó a leer estas últimas palabras, más de 500 seres humanos han partido para la eternidad: Un accidente automovilístico, un ataque al corazón, cáncer, una apoplejía, el coronavirus... Porque una cosa es bien cierta: Cada uno de nosotros morirá, tal vez hoy, mañana, en una semana, un mes, un año... o lo que sea...  Porque es algo ineludible: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran” (Heb. 9:27).

¡La decisión es suya! ¿Cuál será?

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