La Exclusión de la "Esperanza Bienaventurada" del Evangelio
- Fecha de publicación: Miércoles, 30 Diciembre 2020, 05:54 horas
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Todos los que creemos en Dios, Creador de todas las cosas, y en su Hijo Unigénito nuestro Señor Jesucristo decimos que Les amamos. Sin embargo unos creemos una cosa y otros, algo diferente. ¿Pero quién o qué determina cuál de los grupos está en lo correcto? ¿Quién decide cuál doctrina o creencia es verdadera y cuál no? ¿Qué es bueno o qué es malo? ¿Qué es lo que complace a Dios y qué le desagrada? La respuesta simple es: Sólo Él puede hacerlo, porque es Él quien nos dice en su Palabra, qué es correcto y qué no es.
Debemos estar conscientes de que el problema no es, de quién está del lado de Dios, o quién no, porque Él no toma partido. Nos dio Su Palabra y si nos alineamos con ella y la seguimos, estamos en el lado apropiado. Pero si la ignoramos, despreciamos y nos oponemos, nos encontramos en el lugar equivocado. Así que ahora, veamos lo que la Biblia tiene que decir.
Algo que muchos de nuestros hermanos hispano americanos tal vez no saben, es que ha ocurrido un hecho trágico en el cristianismo. Los teólogos pertenecientes a las principales denominaciones evangélicas decidieron, que debían excluir la doctrina del retorno del Señor Jesucristo por Su Iglesia como parte de la proclamación del Evangelio. El resultado de esto ha llevado a los creyentes a una falta de comprensión con respecto a esta creencia vital y a la anticipación gozosa que viene con tal conocimiento.
No hace mucho fuimos testigos de la forma cómo fue eliminada esta doctrina bíblica fundamental, como parte del Evangelio, en la decisión adoptada el 19 de junio de 2017 por la Iglesia Evangélica Libre de América (EFCA). Ese día sus miembros votaron para borrar la palabra “premilenial” de su declaración de fe. El razonamiento detrás de esta decisión fue que debían unirse, sólo en todas aquellas doctrinas esenciales en la fe, y no permitir que asuntos periféricos, tal como las enseñanzas del premilenialismo y el rapto, excluyeran a otras personas de su confraternidad.
Al borrar la palabra “premilenial” de su declaración de fe, también eliminaron la doctrina del rapto, de la tribulación literal, la Segunda Venida y el reinado milenial del Señor Jesucristo, que son el núcleo central de esta doctrina, determinando que nada de esto era parte esencial del Evangelio, sino simples alegorías.
En este “link” se encuentra la carta de la EFCA en español, sobre este cambio “sutil” en apariencia pero que altera por completo el fundamento de nuestra fe.
https://www.efca.org/sites/default/files/resources/docs/2017/04/motion_to_amend_letter_in_spanish.pdf
Sólo en Estados Unidos hay 1.314 iglesias pertenecientes a EFCA - La Iglesia Evangélica Libre de América, además de 270 congregaciones multiétnicas, y otras 102 con servicios en otros idiomas, mientras que cerca de 550 misioneros sirven en más de 80 países. En el año 2000, California tenía el mayor número de congregaciones, las que sumaban 175.
Las congregaciones protestantes principales en Estados Unidos incluyen las llamadas “Siete Hermanas del Protestantismo Americano” y son: la Iglesia Metodista Unida, Evangélica Luterana, Presbiteriana, Episcopal, las Iglesias Bautistas - la del sur y la independiente, la Iglesia Unida de Cristo y los Discípulos de Cristo, y en ellas están incluidos los Calvinistas, así como los Cuáqueros. En la inmensa mayoría de las denominaciones más reconocidas, ni siquiera se menciona “La Esperanza Bienaventurada”, principalmente en mega iglesias como la de Joel Osteen o Rick Warren.
Mientras que las que proclaman y siguen predicando abiertamente la doctrina del rapto, tribulación y el reinado milenial, sólo son algunas Iglesias Bautistas independientes, no todas, y los Pentecostales Carismáticos, especialmente las Asambleas de Dios.
La palabra “premilenial” implica, que en algún momento, durante o después del principio de dolores que estará caracterizado por pestes, enfermedades, angustia de las gentes, tendrá lugar el Rapto de la Iglesia, y después de esto podría tener lugar la guerra de Gog y Magog, lo que podría acelerar el surgimiento del Anticristo, los siete años del período de la tribulación durante los cuales Dios derramará Su ira sobre el mundo, y la Segunda Venida. Sin embargo, no se puede precisar con exactitud el orden de la secuencia de estos acontecimientos.
Al final de esta Tribulación, el Señor Jesús regresará visible y físicamente a la tierra para derrotar a Satanás y al Anticristo, y luego establecerá su reino milenial en la tierra.
Son muchos los textos del Nuevo Testamento que declaran bien claro que la aparición inminente del Señor Jesucristo por Su Iglesia es la mayor esperanza del Evangelio de los creyentes, he aquí los más importantes:
- “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Ti. 2:11–14).
- “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20–21).
- “De tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:7).
- “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tes.1:8–10).
- “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:51–55).
- “Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Ro. 8:23–25).
Nuestra partida de la tierra y la transformación física de nuestros cuerpos carnales en imperecederos, son elementos esenciales de la esperanza evangélica de los santos del Nuevo Testamento. Pero... ¿Por qué esto cambió tan drásticamente en nuestros días?
Esta exclusión del Rapto, del Evangelio, ha traído como resultado, que prácticamente sólo los ministerios independientes sobre profecías bíblicas prediquen esta doctrina básica de nuestra fe.
Esto ha tenido y tiene un impacto negativo, tanto en los nuevos creyentes, como en los experimentados, ya que los deja mal preparados para vivir en una sociedad dominada por el miedo, porque al ignorar tal enseñanza, no cuentan con el contexto profético adecuado, que permite que los creyentes puedan entender la causa de la violencia y anarquía de nuestros días, la pandemia que está arrasando el mundo entero, el aumento creciente en las plagas, la perversidad sexual, el asesinato indiscriminado de inocentes que ni siquiera han nacido, y la carrera desenfrenada por la institución de un gobierno y un nuevo orden mundial.
Reunir los detalles de nuestra eterna esperanza con el Evangelio es esencial por varias razones, pero la principal es que lo completa. La primera epístola a los Tesalonicenses revela, que la esperanza de la pronta aparición de Jesús, era una parte esencial de las enseñanzas de Pablo, predicadas durante su corta estancia en Tesalónica.
La exclusión de la doctrina del Rapto como parte vital e integral del Evangelio, ha traído como resultado una apatía y desinterés entre la gran mayoría de los creyentes. Es por esta razón que las iglesias actuales, en lugar de ser sitios de adoración, se han convertido en simples centros sociales de reunión para pasarlo bien y compartir con otros.
La primera epístola a los Tesalonicenses revela que la esperanza de la pronta aparición de Jesús fue una faceta esencial del Evangelio que Pablo predicó durante su corta estancia en Tesalónica. Note lo que el apóstol le escribió a estos nuevos conversos: “Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Ts. 1:8–10).
El resultado inmediato de la fe salvadora de los tesalonicenses, fue esperar la aparición del Señor Jesús en el rapto. Los nuevos creyentes tenían depositada su esperanza en su partida de la tierra, pero como algunos de ellos habían muerto, los otros se afligieron innecesariamente pensando que se habían perdido del rapto. En respuesta, Pablo enfatizó el lugar principal de los “muertos en Cristo” diciéndole a los conversos que Jesús vendría por ellos y los resucitaría.
En Romanos 8:23, Pablo identifica un aspecto clave del rapto, que es “la redención de nuestro cuerpo”, y luego dice esto en el versículo 24: “Porque en esta esperanza fuimos salvos...” El apóstol consideró este evento que llamamos el “Rapto”, como un aspecto clave de su predicación porque significaba la “esperanza” más grandiosa contenida en el mensaje salvador del Evangelio. Vemos una conexión similar de esto con el Evangelio, en Colosenses 1: 4-5: “Habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio” (Col. 1:4–5).
Un triste resultado de este doloroso divorcio, es que ha alejado los ojos de los creyentes de su máxima esperanza. El omitir deliberadamente el estudio de la profecía bíblica en muchas iglesias hoy, ha resultado en la supresión de las buenas nuevas del Evangelio. Son contados los pastores en nuestro día, que hablan de lo que sucederá en el momento en que Jesús regrese por Su iglesia, o que mencionan estas Escrituras:
- “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co. 15:51–55).
- “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20–21).
- “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tes. 4:16–17).
No sabemos cuándo vendrá Jesús por nosotros, pero mientras observamos que las señales de los últimos días convergen como nunca antes, no es descabellado suponer que tal vez muchos de quienes lean este mensaje, estarán vivos en ese momento. ¿No les estremece el corazón el pensamiento de que algunos de ustedes podrían participar de Su venida? ¡Podría suceder en cualquier momento!
El mayor impacto de la eliminación de esta doctrina fundamental de nuestra fe, es que enfoca los deseos de los creyentes en esta vida, en lugar del gozo que nos espera en la eternidad. Reconciliar el Evangelio con la doctrina de la venida del Señor Jesús por sus santos, nos hace mirar hacia arriba con ansiosa y gozosa anticipación, en lugar de tener nuestra atención en las cosas de este mundo, en donde sólo reinan la muerte y la desesperación. Las profecías de la Biblia son lo único que ponen en perspectiva los eventos actuales.
Nuestra defensa del premilenialismo, que incluye la creencia en el rapto, una tribulación literal de siete años y el reinado de mil años de nuestra Señor Jesucristo, es también una defensa de la pureza del Evangelio.
Durante el siglo V de nuestra era, la mayoría de los miembros de la iglesia cambiaron la doctrina del premilenialismo por el amilenialismo defendido y propagado por Agustín de Hipona, quien alegorizó muchos textos proféticos en la Palabra de Dios. Más tarde, la iglesia aplicó su metodología a los pasajes de las Escrituras relacionados con el Evangelio. Fue así como la pureza del mensaje bíblico, desapareció de la iglesia organizada durante el tiempo que se conoce históricamente como la “edad del oscurantismo”.
La doctrina de la justificación es lo que separa al verdadero cristianismo evangélico de otras corrientes religiosas, especialmente del catolicismo. Para un cristiano, la justificación es un acto de Dios, que no sólo perdona los pecados del creyente, sino que le aplica la justicia de Cristo. La Biblia afirma en varios pasajes tales como Romanos 5:1 y Gálatas 3:24, que la justificación sólo viene a través de la fe, y no se obtiene por nuestras propias obras, sino que somos cubiertos por la justicia del Señor Jesucristo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efe. 2:8). “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Ti. 3:5).
La iglesia en el Reino Unido nos proporciona un ejemplo moderno, de cómo el amilenialismo se ha transformado en una falsa enseñanza de nuestros días. En enero de 2020, las iglesias en Escocia e Inglaterra se rehusaron a invitar al Pastor Franklin Graham, principalmente porque predica sobre el retorno literal del Señor Jesucristo por los creyentes, además de su oposición en contra de la agenda de homosexuales, transexuales y lesbianas, y el asesinato de niños inocentes que aún no han nacido, cosas que son permitidas en casi todo el mundo “civilizado”.
Bryan Kerr, un pastor de la Iglesia de Escocia en Lanark dijo, que Franklin Graham no era el vocero del cristianismo y pasó a expresarse en forma cruda en contra de los valores bíblicos, lo cual demuestra por qué ya no puede tolerar el mensaje del Evangelio predicado por el señor Graham.
Una vez que un pastor, iglesia o denominación, relega un pasaje profético a la alegoría, otros aplican esta misma metodología para eliminar otros textos de la Escritura y surgen así enseñanzas falsas. Esto es lo que está sucediendo en toda la Iglesia en el mundo, y seguramente continuará empeorando.
Ya sea por el bien de aquellos que llegan a la fe en Jesús, o por esos otros que ya están en la fe, debemos predicar el mensaje bíblico con nuestra “esperanza bienaventurada”. El divorcio de los dos ha hecho mucho daño a la pureza del Evangelio.
El mensaje es éste: Que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó al tercer día, ascendió al cielo y vendrá de nuevo para otorgarnos cuerpos imperecederos e inmortales y llevarnos al lugar que ha preparado para nosotros. La resurrección es absolutamente fundamental para nuestra esperanza, pero el mensaje del Evangelio no termina ahí. Porque la resurrección del Señor significa que nosotros también viviremos para siempre con Él, con cuerpos que nunca envejecerán, enfermarán ni morirán. Este es el tiempo futuro del Evangelio para todos los que creemos.
El Nuevo Testamento expone así, los resultados de la fe salvadora. “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:14–18).
Debemos esperar anhelantes la inminente aparición de Jesús: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Ti. 2: 11-14).
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20–21).
Por favor, no vayan a mal interpretar nuestras palabras. Debemos respetar a otros creyentes, pero es nuestra obligación enseñar a aquellos que se oponen a la verdad, siempre que tengamos la oportunidad. “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Tim. 2:24–26).
Nuestro punto es este: que el trágico divorcio de nuestra “esperanza bienaventurada” del mensaje del Evangelio, ha traído como consecuencia lamentable, un enfoque en los resultados temporales dentro de la iglesia de hoy, la pérdida de una anticipación emocionada del regreso de Jesús por nosotros, y la pérdida de la pureza del Evangelio. Esto tristemente impacta a las generaciones futuras que aplican la misma metodología usada para negar el premilenialismo y otros pasajes claros de la Palabra de Dios. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1).
Los pastores que creen que las promesas de Dios sobre la restauración final de Israel, son puras alegorías, rara vez o nunca hablan de las promesas de Jesús acerca de la integridad física e interior para los santos del Nuevo Testamento, las que comenzarán en el momento de nuestra partida de la tierra. Hacen de la muerte, la única expectativa de los santos, en lugar de la gloriosa aparición de Jesús. Tal mensaje contradice las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:17 y 1 Corintios 15:51.
La justificación es una obra completa de Dios y es instantánea, “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Cor. 1:18). A diferencia, la santificación es un proceso continuo de crecimiento, por medio del cual los creyentes llegamos a parecernos a Jesús. La santificación se produce después de la justificación.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).