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Policarpo, quien fuera obispo de la ciudad de Esmirna y conoció personalmente al apóstol Juan. Los registros de esa época testifican que fue un ejemplo evangelizador de los primeros cristianos, teniendo contacto personal con otros padres apostólicos, como Ireneo de Lyon quien fue su discípulo, e Ignacio de Antioquía. Fue quemado en la hoguera en el año 155 de la era cristiana, durante el gobierno del emperador Antonino Pío. Este mártir se convirtió a la edad de 9 años.
Promesas incondicionales y condicionales a Israel (III)
Seguimos con la cita de las promesas condicionales de Dios para Israel:
El Pacto Davídico
El segundo pacto incondicional respecto a Israel es conocido como el Pacto Davídico, el cual realmente es una reconfirmación del Abrahámico. Dios le dijo a David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 S. 7:12-16).
Dios hizo varios pactos con Israel. Un pacto es un acuerdo legal entre dos participantes, los que se comprometen a cumplir con los términos del contrato estipulado. Por otra parte, cuando se hace una promesa incondicional, quien promete se compromete a otorgarle al otro participante las promesas, sin tener en cuenta su comportamiento. Dios hizo por lo menos tres pactos incondicionales con Israel, basados en su gracia soberana.
La Escritura registra literalmente cientos de promesas de Dios, de que Israel nunca cesaría de existir: “Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová” (Jr. 31:35-37). Esto no puede ser anulado, ni siquiera por Dios, pues si lo hiciera se convertiría en un mentiroso. Tampoco puede ser espiritualizado, tal como si dijéramos que el territorio de Canaán que más tarde se convirtió en Israel, simplemente significa la herencia celestial de la Iglesia.
Cristo está diciendo que si Abraham, Isaac y Jacob no vivieran eternamente por medio de la resurrección, entonces sería una burla identificarse con ellos eternamente. Estaría identificándose a sí mismo con seres de existencia limitada, casi como un eco en la eternidad. Ser el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, si ellos ya no existieran, sería degradarlo.
Si realizáramos una encuesta para investigar en qué “dios” creen las personas, podríamos descubrir que muy pocos profesan y muchos menos conocen al Dios de la Biblia. Creer en un dios falso no es mejor, e incluso hasta puede ser peor que no creer en Dios. Para algunos, “Dios” es simplemente un “poder superior”. Pero... ¿superior a qué? Y poder, pero... ¿de qué clase? ¿Cómo puede el “poder” de alguna clase tener inteligencia infinita, o algún tipo de discernimiento para diseñar un átomo, el universo, o las instrucciones en el código genético del ADN, el ácido desoxirribonucleico, para construir y operar cada célula y crear seres personales, inteligentes, con una conciencia moral, pasión y propósito?
Algún día: «LA IGLESIA SERÁ NOTICIA». Cuando se dice Iglesia, se refiere a la iglesia de Cristo. No se habla de una denominación, ni de una religión. Se habla de hombres y mujeres que fueron salvos por la fe en Cristo. Todos ellos, de todos los tiempos, desde el nacimiento de la Iglesia, que viven o ya hayan muerto, son esa Iglesia de Cristo. A los que ya están con el Señor, por lo cual no están con nosotros, los llamamos: «La Iglesia triunfante». Mientras tanto, nosotros somos «La Iglesia militante». Pero algún día, no sabemos cuándo, todos los redimidos, toda la Iglesia, todos los millones de salvos por la fe en Cristo, abandonarán el planeta y serán llevados a la presencia del Salvador. Esta es una doctrina bíblica conocida como: «El arrebatamiento de la Iglesia»: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:16-18).
Esos del cuerpo de Cristo que estudiaron la Escritura mientras estaban en la tierra, ciertamente sabrán por adelantado que el Cordero llegará para tomar el rollo, pero no se atreven a pronunciar una palabra. Observarán respetuosamente en silencio, esperando la llegada del gran Día del Señor, en el cual el Juez Justo finalmente le pondrá fin a toda la iniquidad y establecerá su Reino.