El Mártir John Rogers
- Publicado en Anécdotas
“Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado”
(Salmo 119:114)
“Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado”
(Salmo 119:114)
Dios formalmente reconoció en Éxodo 3:7, a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, como su pueblo. “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias” (Éxodo 3:7).
“Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo” (Ezequiel 37:10). Este versículo nos informa que Israel, luego de surgir de un destino aparentemente sin esperanzas, integrará “un ejército grande en extremo”. Se convertirán de víctimas en victoriosos, de destruidos a destructores, y de perseguidos a cazadores. Hoy somos testigos de que las puertas de la Tierra Santa, las cuales hace unos dos mil años les dieron una despedida hostil, ahora se han vuelto a abrir. Uno por uno, los judíos están regresando a Israel. Con el holocausto detrás y sus enemigos antiguos al frente, ellos han llegado con un ojo sobre el arado y el otro en el fusil.
Ahora vamos a tratar de responder cuatro de las preguntas más lógicas, con respecto al retorno actual del pueblo judío al territorio de Israel. Encontramos esas respuestas en el Antiguo Testamento, en el libro de Ezequiel. El profeta Ezequiel redactó su libro profético en tal forma que estimula la curiosidad de los lectores, hasta el punto que se sienten obligados a hacerse a sí mismos cuatro preguntas básicas.
“Nosotros somos insensatos por amor de Cristo...” (1 Cor. 4:10a).
“Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo...” (Mateo 19:21)
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8)
“Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme delante de este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?” (2 Crónicas 1:10).
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).